27 DE SEPTIEMBRE –DOMINGO –
26ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Vicente de Paúl
Lectura de la profecía de Ezequiel
(18,25-28):
Así dice el
Señor:
«Comentáis: "No es justo el
proceder del Señor". Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?,
¿o no es vuestro proceder el que es injusto?
Cuando el justo se aparta de su
justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando
el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la
justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos
cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»
Palabra de Dios
Salmo: 24,4bc-5.6-7.8-9
R/. Recuerda, Señor, que tu misericordia
es eterna
Señor,
enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando. R/.
Recuerda,
Señor,
que tu ternura y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
El Señor es
bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Filipenses (2,1-11):
Si queréis
darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo
Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos
unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.
No obréis por rivalidad ni por
ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los
demás.
No os encerréis en vuestros intereses,
sino buscad todos, el interés de los demás. Tened entre vosotros los
sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no
hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y
tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como
un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una
muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el
Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es
Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (21,28-32):
En aquel tiempo,
dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos
hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la
viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y
fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo.
Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo
que quería el padre?»
Contestaron:
«El primero.»
Jesús les dijo:
«Os aseguro que los publicanos y las
prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino
Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en
cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto,
vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
Palabra del Señor.
Semana Santa en septiembre.
La pandemia ha hecho que este año
bastantes niños estén celebrando su Primera Comunión no en el mes de mayo, sino
en septiembre. Pero la Iglesia católica no necesita ningún virus para alterar
el orden de los hechos. Como el año litúrgico termina dentro de dos meses (el
22 de noviembre) a partir de este domingo nos ponemos en contacto con las últimas
enseñanzas de Jesús, durante lo que solemos llamar el Lunes Santo.
Los gais y lesbianas os llevan la
delantera.
El título intenta ser tan provocador e
hiriente como las palabras del evangelio. Pero los únicos que deben sentirse
heridos son los que desprecian a gais y lesbianas, igual que los antiguos
judíos que despreciaban a prostitutas y publicanos (recaudadores de impuestos)
Lucha a muerte en el recinto del templo
La liturgia, omitiendo numerosos relatos
evangélicos, nos traslada de repente a la inmensa explanada del templo de
Jerusalén, en el día que nosotros conocemos como lunes santo. El día antes,
Jesús ha entrado triunfalmente en Jerusalén, ha purificado el templo,
expulsando a vendedores de animales y cambistas de monedas, y ha curado en el
recinto sacro a cojos y ciegos, personas a las que les estaba absolutamente
prohibida la entrada en el templo. Es fácil imaginar la indignación de los
sacerdotes y de los escribas (representantes de moralistas, canonistas y
teólogos). Ese día, domingo de ramos, se limitan a protestar. Pero al día
siguiente, cuando Jesús vuelve a Jerusalén y al templo, todos los grupos con
poder religioso y político se irán turnando para ponerlo en aprieto con las
preguntas más comprometidas y poder condenarlo.
La primera pregunta, la más directa, la
formulan los sacerdotes y los senadores (representantes del poder político),
pensando en lo ocurrido el día antes: «¿Con qué autoridad haces esto?
¿Quién te ha dado esa autoridad?» Jesús se encuentra ante una disyuntiva. Si
responde: «De Dios», lo pueden acusar de blasfemo. Si dice: «de mí mismo», lo
considerarán un loco o un vulgar revolucionario. Evita la respuesta directa y
les tiende una trampa. Ya que ellos son los jueces religiosos de Israel, y como
tales lo interrogan, que den su opinión sobre otro personaje famoso: Juan
Bautista. «El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, de Dios o de los hombres?»
Ellos, viendo el peligro de comprometerse en un sentido o en otro, responden:
«No lo sabemos». Y Jesús termina con un escueto: «Pues yo tampoco os digo con
qué autoridad hago esto». E inmediatamente pasa al contrataque, con una parábola que sólo transmite el evangelio de
Mateo: la de los dos hijos (21,28-32).
Obras son amores, y no buenas razones
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a
los ancianos del pueblo:
― ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó
al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la
viña".
Él le contestó: "No quiero." Pero después
recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó:
"Voy, señor" Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería
el padre?
Contestaron:
― El primero.
Jesús les dijo:
― Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os
llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros
enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los
publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no
recapacitasteis ni le creísteis.
La historieta que propone Jesús es tan fácil de entender que sus enemigos
caen en la trampa. Un padre y dos hijos. ¿Quién cumple la voluntad del padre?
¿El hijo protestón y maleducado que termina haciendo lo que le piden, o el hijo
amable y sonriente que hace lo que le da la gana? La respuesta es fácil: el
primero. Lo importante no es decir palabras bonitas; tampoco importa protestar
mucho. Lo importante es hacer lo que el padre desea. «Obras son amores, y no
buenas razones».
Pero
Jesús saca de aquí una consecuencia asombrosa. Es preferible vivir de
mala manera, si al final haces lo que Dios quiere, que vivir de forma
aparentemente piadosa y negarse a cumplir la voluntad de Dios. Dicho con las
palabras hirientes del evangelio: es preferible ser prostituta o ladrón, si al
final te conviertes, que ser obispo, sacerdote, o pertenecer a cualquier
congregación o institución religiosa y ser incapaz de convertirse.
¿En
qué consiste la conversión? Nueva sorpresa.
No se trata de aceptar a Jesús y su mensaje, sino a Juan Bautista, que
mostraba el camino de la justicia, de la fidelidad a Dios, como primer paso
hacia el evangelio. Con ello, Jesús responde indirectamente a la pregunta que
no habían querido responder las autoridades: «¿De dónde procedía el bautismo de
Juan, de Dios o de los hombres?» El bautismo de Juan era cosa de Dios, su
predicación marcaba el camino recto. Las prostitutas y los recaudadores,
representados por el hijo protestón, pero obediente, creyeron en él. Las
autoridades religiosas, representadas por el hijo tan amable como falso, no le
creyeron.
¿Tirando piedras contra el propio tejado?
Lo curioso de esta interpretación de la parábola es que parece volverse
contra Juan y contra Jesús. Los que dan testimonio a su favor son gente indigna
de crédito, prostitutas y explotadores; quienes lo rechazan o se abstienen,
personalidades religiosas de buena fama, los sacerdotes. Puestos a elegir,
ninguna persona piadosa aceptaría la opinión de unos cuantos drogatas y unas
pocas prostitutas en contra de lo que decida una Conferencia Episcopal.
Además, el judío piadoso de tiempos de Jesús (como muchos cristianos
piadosos de nuestro tiempo) está convencido de que no necesita convertirse. Y
si en algo tiene que cambiar, el camino no deben indicárselo personas tan
extrañas y discutibles como Juan Bautista, Martin Lutero King, Oscar Romero,
Pedro Casaldáliga o el Papa Francisco.
Así adquieren pleno sentido las palabras de Jesús: «los publicanos y las prostitutas os llevan la
delantera en el camino del reino de Dios». Para entrar en ese reino,
hay que abrirse a una nueva forma de vida, aunque suponga un corte drástico y
doloroso con la vida anterior.
La institución religiosa seguirá firme en sus trece, incluso utilizará el
argumento de la parábola para rechazar a Juan y a Jesús. Sin embargo, el Reino
se irá incrementando con esas personas indignas de crédito, pero que creen en
quien les muestran el camino de una nueva forma de fidelidad a Dios. Esas
personas que, como dice el profeta Ezequiel en la primera lectura, son capaces
de recapacitar y convertirse.
Así dice el Señor:
Comentáis: “No es justo el proceder del Señor”.
Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o
no es vuestro proceder el que es injusto?
Cuando el justo se aparta de su justicia, comete
la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se
convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo
salva su vida.
Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos,
ciertamente vivirá y no morirá.
San Vicente de Paúl
Sacerdote francés
Nació el 24 de
abril de 1581 en una pequeña casa rural en las afueras de la aldea de Pouy, a
unos cinco kilómetros de la ciudad de Dax, en la región de las Landas, suroeste
de Francia.
En el lugar de su
nacimiento, conocido hoy como Berceau de Saint Vincent de Paul, se levanta una
modesta construcción de ladrillo y vigas de madera muy parecida a la casa en
que nació Vicente en abril de 1580 ó 1581 (el año exacto no es seguro).
Era el tercero de
seis hermanos. La modesta condición de la familia hizo que muy pronto el niño
Vicente tuviera que contribuir con su trabajo de pastor de ovejas y de cerdos a
la economía familiar.
Pronto también dio
muestras de una inteligencia despierta, lo que llevó a su padre a pensar que
este hijo podía muy bien 'hacer carrera' expresamente, una carrera
eclesiástica. Cursó estudios primarios y secundarios en Dax, y posteriormente
filosofía y teología en Toulouse durante siete años. Hizo también algunos
estudios en Zaragoza.
Se ordenó muy
joven, a los veinte años, con la intención de ser párroco de inmediato y así
poder ayudar a su familia.
Parece ser que en
1606 fue capturado por los piratas en un viaje a Narbona y vendido como esclavo
en Túnez, aunque logró huir y regresó a Francia.
San Vicente de
Paúl ejerció durante veinte años como párroco y capellán de una familia
aristocrática. Además, fue capellán general de las galeras francesas y trabajó
en favor de los galeotes.
En el año 1617
fundó la primera Confraternidad de la Caridad, constituida por mujeres
acaudaladas dedicadas a ayudar a los enfermos y a los pobres en
Châtillon-les-Dombes, cerca de Lyon. En 1622 san Francisco de Sales le nombró
superior de los conventos parisinos de la orden de la Visitación de Santa
María. Con la ayuda de la familia para la que trabajaba como capellán fundó la
Congregación de la Misión, dedicada a predicar entre los campesinos de las
propiedades de la familia, y en 1626 estableció una de sus comunidades en el
College des Bons-Enfants de París.
Además, creó otras
organizaciones altruistas, como las Hermanas de la Caridad, que se formó en
1633 bajo su dirección y con la ayuda de Santa Luisa de Marillac; a ellas se
debe la fundación del Hospital de París.
San Vicente de
Paúl falleció en París el 27 de septiembre de 1660.
Fue canonizado en
1737 y nombrado patrón de las obras de caridad en 1885.
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