10 DE SEPTIEMBRE – JUEVES –
23ª – SEMANA
DEL T. O. – A –
San Nicolás de Tolentino
Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los Corintios (8,1b-7.11-13):
El
conocimiento engríe, lo constructivo es el amor. Quien se figura haber
terminado de conocer algo, aún no ha empezado a conocer como es debido. En
cambio, al que ama a Dios, Dios lo reconoce. Vengamos a eso de comer de lo
sacrificado. Sabemos que en el mundo real un ídolo no es nada, y que Dios no
hay más que uno; pues, aunque hay los llamados dioses en el cielo y en la
tierra –y son numerosos los dioses y numerosos los señores–, para nosotros no
hay más que un Dios, el Padre, de quien procede el universo y a quien estamos
destinados nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien existe el universo
y por quien existimos nosotros. Sin embargo, no todos tienen ese conocimiento:
algunos, acostumbrados a la idolatría hasta hace poco, comen pensando que la carne
está consagrada al ídolo y, como su conciencia está insegura, se mancha. Así,
tu conocimiento llevará al desastre al inseguro, a un hermano por quien Cristo
murió. Al pecar de esa manera contra los hermanos, turbando su conciencia
insegura, pecáis contra Cristo. Por eso, si por cuestión de alimento peligra un
hermano mío, nunca volveré a comer carne, para no ponerlo en peligro.
Palabra de Dios
Salmo: 138,1-3.13-14ab.23-24
R/. Guíame, Señor, por el
camino eterno
Señor,
tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R/.
Tú
has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras. R/.
Señor,
sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Lucas (6,27-38):
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«A los que me escucháis
os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a
los que os maldicen, orad por los que os injurian.
Al que te pegue en una
mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica.
A quien te pide, dale; al
que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que
ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?
También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que
os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si
prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores
prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.
¡No! Amad a vuestros
enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y
seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed
compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados;
no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se
os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La
medida que uséis, la usarán con vosotros.»
Palabra del Señor
1. La primera
convicción de Jesús, que queda patente en este discurso, es que el mundo
no se transforma (se hace más humano y más habitable) cambiando estructuras
políticas y económicas. Eso es importante, es fundamental incluso. Pero no es
lo decisivo.
El mundo se transforma cambiando
a las personas. Por eso Jesús, en este discurso, que es central en el
Evangelio, no dice no palabra de luchas políticas o económicas. Estamos
cansados de ver cambios políticos y económicos en los que siempre ocurre lo
mismo: los que están arriba viven bien y los que están abajo siguen en la
miseria.
2. Jesús vio que
lo decisivo en la vida es la humanización de los seres humanos.
Decimos que "es
humano" odiar, injuriar, humillar, robar, pensar mal para acertar. Todo
eso "es inhumano". Porque lo humano químicamente puro no
existe.
Lo humano siempre está mezclado con lo inhumano. Por
eso Jesús propuso como modelo de humanidad, el amor que vence al odio, la
mansedumbre que vence a la injuria, la aceptación de la ofensa que vence a la humillación,
la renuncia a lo propio que vence al robo, el juicio bueno que vence al
mal pasado.
Estamos, pues, ante el
"escándalo" de la renuncia a los propios derechos humanos para que
los derechos humanos alcancen a todos y lleguen a universales.
3. ¿Qué quiere decir todo
esto?
Solo la bondad es digna de
fe. Porque la bondad es lo más propio, lo más original y lo más específico del
ser humano. Por eso se explica que únicamente lo verdaderamente
humano es lo que nos hace felices. De forma que solo donde hay humanidad hay
paz, respeto, tolerancia, amistad, gozo y disfrute de la vida para todos. De
ahí que la consecuencia es patente: el Evangelio, antes que un libro de
religión o de espiritualidad, es un gran tratado de humanidad. Lo que ocurre es
que la "humanidad para todos", solo se alcanza mediante la
"autoestigmatización". Es exactamente lo
que hizo Jesús: aceptó la función más baja que una sociedad puede adjudicar: la
de delincuente ejecutado" (Gerd Theissen).
San
Nicolás de Tolentino
Año 1305
Obra
santa y piadosa es orar por los difuntos, para que descansen de sus penas (2 Macab.)
El
nombre Nicolás significa: "Victorioso con el pueblo" (Nico =
victorioso. Laos = pueblo).
El
sobrenombre Tolentino le vino de la ciudad italiana donde trabajó y murió.
Sus
papás después de muchos años de matrimonio no tenían hijos, y para conseguir
del cielo la gracia de que les llegara algún heredero, hicieron una
peregrinación al santuario de San Nicolás de Bari. Al año siguiente nació este
niño y en agradecimiento al santo que les había conseguido el regalo del cielo,
le pusieron por nombre Nicolás.
Ya
desde muy pequeño le gustaba alejarse del pueblo e irse a una cueva a orar.
Cuando ya era joven, un día entró a un templo y allí estaba predicado un famoso
fraile agustino, el Padre Reginaldo, el cual repetía aquellas palabras de San
Juan: "No amen demasiado el mundo ni las cosas del mundo. Todo lo que es
del mundo pasará". Estas palabras lo conmovieron y se propuso hacerse
religioso. Pidió ser admitido como agustino, y bajo la dirección del Padre
Reginaldo hizo su noviciado en esa comunidad.
Ya
religioso lo enviaron a hacer sus estudios de teología y en el seminario lo
encargaron de repartir limosna a los pobres en la puerta del convento. Y era
tan exagerado en repartir que fue acusado ante sus superiores. Pero antes de
que le llegara la orden de destitución de ese oficio, sucedió que impuso sus
manos sobre la cabeza de un niño que estaba gravemente enfermo diciéndole:
"Dios te sanará", y el niño quedó instantáneamente curado. Desde
entonces los superiores empezaron a pesar de que sería de este joven religioso
en el futuro.
Ordenado
de sacerdote en el año 1270, se hizo famoso porque colocó sus manos sobre la
cabeza de una mujer ciega y le dijo las mismas palabras que había dicho al
niño, y la mujer recobró la vista inmediatamente.
Fue a
visitar un convento de su comunidad y le pareció muy hermoso y muy confortable
y dispuso pedir que lo dejaran allí, pero al llegar a la capilla oyó una voz
que le decía: "A Tolentino, a Tolentino, allí perseverarás". Comunicó
esta noticia a sus superiores, y a esa ciudad lo mandaron.
Al
llegar a Tolentino se dio cuenta de que la ciudad estaba arruinada moralmente
por una especie de guerra civil entre dos partidos políticos, lo güelfos y los
gibelinos, que se odiaban a muerte. Y se propuso dedicarse a predicar como
recomienda San Pablo. Oportuna e inoportunamente". Y a los que no iban al
templo, les predicaba en las calles.
A Nicolás
no le interesaba nada aparecer como sabio ni como gran orador, ni atraerse los
aplausos de los oyentes. Lo que le interesaba era entusiasmarlos por Dios y
obtener que cesara las rivalidades y que reinara la paz. El Arzobispo San
Antonino, al oírlo exclamó: "Este sacerdote habla como quien trae mensajes
del cielo. Predica con dulzura y amabilidad, pero los oyentes estallan en
lágrimas al oírle. Sus palabras penetran en el corazón y parecen quedar
escritas en el cerebro del que escucha. Sus oyentes suspiran emocionados y se
arrepienten de su mala ida pasada".
Los
que no deseaban dejar su antigua vida de pecado hacían todo lo posible por no
escuchar a este predicador que les traía remordimientos de conciencia.
Uno de
esos señores se propuso irse a la puerta del templo con un grupo de sus amigos
a boicotearle con sus gritos y desórdenes un sermón al Padre Nicolás. Este
siguió predicando como si nada especial estuviera sucediendo. Y de un momento a
otro el jefe del desorden hizo una señal a sus seguidores y entró con ellos al
templo y empezó a rezar llorando, de rodillas, muy arrepentido. Dios le había
cambiado el corazón. La conversión de este antiguo escandaloso produjo una gran
impresión en la ciudad, y pronto ya San Nicolás empezó a tener que pasar horas
y horas en el confesionario, absolviendo a los que se arrepentían al escuchar
sus sermones.
Nuestro
santo recorría los barrios más pobres de la ciudad consolando a los afligidos,
llevando los sacramentos a los moribundos, tratando de convertir a los
pecadores, y llevando la paz a los hogares desunidos.
En las
indagatorias para su beatificación, una mujer declaró bajo juramento que su
esposo la golpeaba brutalmente, pero que desde que empezó a oír al Padre
Nicolás, cambió totalmente y nunca la volvió a tratar mal. Y otros testigos
confirmaron tres milagros obrados por el santo, el cual cuando conseguía una
curación maravillosa les decía: "No digan nada a nadie". "Den
gracias a Dios, y no a mí. Yo no soy más que un poco de tierra. Un pobre
pecador".
Murió
el 10 de septiembre de 1305, y cuarenta años después de su muerte fue
encontrado su cuerpo incorrupto. En esa ocasión le quitaron los brazos y de la
herida salió bastante sangre. De esos brazos, conservados en relicarios, ha
salido periódicamente mucha sangre. Esto ha hecho más popular a nuestro santo.
San
Nicolás de Tolentino vio en un sueño que un gran número de almas del purgatorio
le suplicaban que ofreciera oraciones y misas por ellas. Desde entonces se
dedicó a ofrecer muchas santas misas por el descanso de las benditas almas.
Quizás a nosotros nos quieran pedir también ese mismo favor las almas de los
difuntos.
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