lunes, 30 de noviembre de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 DE DICIEMBRE – MIERCOLES – 1ª – SEMANA DE ADVIENTO – B – Santa Bibiana

 


 

2 DE DICIEMBRE – MIERCOLES –

1ª – SEMANA DE ADVIENTO – B –

Santa Bibiana

 

Lectura del libro de Isaías (25,6-10a):

En aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares exquisitos, vinos refinados. Y arrancará en este monte

el velo que cubre a todos los pueblos, el lienzo extendido sobre a todas las naciones.

Aniquilará la muerte para siempre.

Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros, y alejará del país el oprobio de su pueblo

—lo ha dicho el Señor—.

Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios.

Esperábamos en él y nos ha salvado.

Este es el Señor en quien esperamos.

Celebremos y gocemos con su salvación, porque reposará sobre este monte la mano del Señor».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 22,1-3a.3b-4.5.6

R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término

El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas. R/.

      Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa. R/.

 Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (15,29-37):

En aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.

Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.

La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».

Los discípulos le dijeron:

«¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».

Jesús les dijo:

«¿Cuántos panes tenéis?».

Ellos contestaron:

«Siete y algunos peces».

Él mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.

Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.

 

Palabra del Señor.

 

1.  Cuando los evangelios relatan "milagros", lo que menos interesa es la historicidad del hecho que se cuenta. Lo que importa es la "ejemplaridad" de tal hecho (cf. John R Meier).

Sobre este dato capital, insistiremos, explicándolo más detenidamente.   En este evangelio, concretamente, se dice que Jesús curaba a los enfermos que le llevaban.

Se habla aquí también de la comida, tan abundante que sobraron siete cestas llenas. Y se indica que comieron todos reunidos y sentados en el suelo.

 

2.  ¿Qué ejemplaridad nos dejó Jesús  según este relato?

 Se puede discutir, por supuesto, si Jesús hizo allí milagros. Lo que no admite duda es lo que aquí queda más patente. Se trata sencillamente de esto: Jesús no soportaba el sufrimiento humano. El sufrimiento de los enfermos. Por eso los sana de sus males.

Tampoco soportaba el sufrimiento de los que tienen hambre. Por eso les proporciona alimento en abundancia.

Y no soporta que la gente se vaya por ahí, cada cual a su casa con sus problemas. Por eso hace la cosa de manera que todos comparten lo que allí se podía compartir.

 

3.   Las tres grandes preocupaciones de Jesús quedaron bien indicadas en este relato:

1.- El problema de la salud, que tanto nos preocupa a todos (relatos de curaciones de enfermos).

2.- El problema de la alimentación (relatos de comidas).

3.- El problema de las relaciones humanas (sermones, discursos, parábolas).

En este evangelio de hoy, las tres preocupaciones de Jesús se condensan en un solo relato, que lo resume todo, de la forma más sencilla, más fuerte, más profunda.  Sobre estos tres pilares, se tendría que construir, mantener y ser visible a toda la Iglesia que

Jesús inició. Y sobre estos tres pilares se tendría que construir la fe de los creyentes en Jesús.

 

Santa Bibiana


No tenemos fechas de su vida, pero está documentada la dedicación a esta santa de una basílica en Roma en el pontificado del papa Simplicio (468-473). Pudo vivir quizá a finales del siglo III, con una entrega colmada y que dio su vida a Dios, muriendo en martirio, al igual que sus padres y su hermana. La tradición y la iconografía representan su martirio mediante la flagelación, estando atada a una columna.

 

Vida de Santa Bibiana

Ya se menciona en el Liber Pontificalis el culto a la mártir Bibiana cuando se afirma en él que el papa Simplicio (468 - 473) le dedicó una basílica. Restaurada en el siglo XVII por el infatigable papa Urbano VIII quien, con su pasión renacentista, además de salvar un monumento antiguo, quiso dejar un testimonio litúrgico del hallazgo incluyendo en el calendario de la Iglesia universal la fiesta de Santa Bibiana en el día 2 de diciembre.

La basílica tiene tres naves divididas por ocho columnas antiguas y contiene una escultura graciosa de la Santa hecha por Bernini. Está situada cerca de la vía férrea, da nombre al túnel por donde se cruza —Arcos de Santa Bibiana— y próxima a la Stazione Termini.

¿Quién fue santa Bibiana? Bernini, todo arte, la representa con los instrumentos del martirio que le dieron la Vida: columna donde fue flagelada, los azotes, la corona del martirio y la sonrisa en su cara. Pero todo ello, con ser verdadero, es cosa común y aplicable a la mayor parte de los mártires cristianos en la Roma pagana, por lo que es decir mucho y, al mismo tiempo, nada acerca de un personaje concreto.

El relato de las actas no es fiable. El siglo VI en donde comienzan a proliferar las actas de los mártires y los escritos aún más tardíos del martirio no son dignos de crédito histórico por las añadiduras apócrifas y contradicciones que contienen. Incluso los datos que se mencionan, como hacer responsable de su martirio al emperador Juliano el Apóstata, adolecen de un pronunciado desinterés cronológico. La leyenda de nuestra santa que relata pormenorizadamente su martirio es una novela ejemplar que aplica un esquema general romano.

Pero es cierto que Santa Bibiana existió y que fue mártir. Posiblemente también existieron su madre Dafrosa y su hermana Demetria cuyos sarcófagos intactos se descubrieron debajo de los dos vasos de vidrio con inscripciones que conservaban las reliquias de la Santa. La historia se remonta como más remoto documento al papa Simplicio que se sitúa en el siglo V. La veneración de esta mártir es anterior a ese dato. Y por ello no está lejos de la verdad histórica la afirmación de que vivió santa Bibiana a finales del siglo III, antes incluso de lo que cantan las actas.

Es, pues, Bibiana una santa de la que poco sabemos por los documentos que pueden aducirse con valoración histórica cierta. Conocemos su existencia y la entrega colmada, definitiva, que de su vida hizo a Dios, dándole un sí apoteósico con el martirio. Todo lo demás ¿qué importa? Al fin y al cabo, las piedras talladas, papiros, pellejos, papeles y datos informáticos en donde pueda constar la historia más completa de cualquier santo no son más que raspar en la corteza sin alcanzar jamás ese núcleo personal de la relación entre el santo —la santa en nuestro caso— y Dios. Lo que consta en los archivos nos puede llevar al reconocimiento de sus virtudes, pero la reciprocidad de amores entre redimido y Redentor es un misterio siempre escondido para la historia y patente sólo cabe Dios.

 

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