2 DE DICIEMBRE – MIERCOLES –
1ª – SEMANA DE ADVIENTO – B –
Santa Bibiana
Lectura del libro de Isaías (25,6-10a):
En aquel día, preparará el Señor del universo para todos
los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de
vinos de solera; manjares exquisitos, vinos refinados. Y arrancará en este
monte
el velo que cubre a todos los pueblos, el lienzo extendido sobre
a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
Dios, el Señor, enjugará las lágrimas
de todos los rostros, y alejará del país el oprobio de su pueblo
—lo ha dicho el Señor—.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro
Dios.
Esperábamos en él y nos ha salvado.
Este es el Señor en quien esperamos.
Celebremos y gocemos con su
salvación, porque reposará sobre este monte la mano del Señor».
Palabra de Dios
Salmo: 22,1-3a.3b-4.5.6
R/. Habitaré en la casa del Señor por
años sin término
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (15,29-37):
En aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió
al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando
tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y
él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a
los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos,
y daban gloria al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les
dijo:
«Siento compasión de la gente, porque
llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en
ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».
Los discípulos le dijeron:
«¿De dónde vamos a sacar en un
despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».
Jesús les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron:
«Siete y algunos peces».
Él mandó a la gente que se sentara en
el suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los
partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y
recogieron las sobras: siete canastos llenos.
Palabra del Señor.
1. Cuando los evangelios
relatan "milagros", lo que menos interesa es la historicidad del
hecho que se cuenta. Lo que importa es la "ejemplaridad" de tal hecho
(cf. John R Meier).
Sobre este dato capital,
insistiremos, explicándolo más detenidamente. En este
evangelio, concretamente, se dice que Jesús curaba a los enfermos que le
llevaban.
Se habla aquí también de la comida,
tan abundante que sobraron siete cestas llenas. Y se indica que comieron todos
reunidos y sentados en el suelo.
2. ¿Qué ejemplaridad nos
dejó Jesús según este relato?
Se puede discutir, por
supuesto, si Jesús hizo allí milagros. Lo que no admite duda es lo que aquí
queda más patente. Se trata sencillamente de esto: Jesús no soportaba el
sufrimiento humano. El sufrimiento de los enfermos. Por eso los sana de sus
males.
Tampoco soportaba el sufrimiento de
los que tienen hambre. Por eso les proporciona alimento en abundancia.
Y no soporta que la gente se vaya por
ahí, cada cual a su casa con sus problemas. Por eso hace la cosa de manera que
todos comparten lo que allí se podía compartir.
3. Las tres grandes
preocupaciones de Jesús quedaron bien indicadas en este relato:
1.- El problema de la salud, que
tanto nos preocupa a todos (relatos de curaciones de enfermos).
2.- El problema de la alimentación
(relatos de comidas).
3.- El problema de las relaciones
humanas (sermones, discursos, parábolas).
En este evangelio de hoy, las tres
preocupaciones de Jesús se condensan en un solo relato, que lo resume todo, de
la forma más sencilla, más fuerte, más profunda. Sobre estos tres
pilares, se tendría que construir, mantener y ser visible a toda la Iglesia que
Jesús inició. Y sobre estos tres pilares se tendría que
construir la fe de los creyentes en Jesús.
Santa Bibiana
No tenemos fechas de su vida, pero está
documentada la dedicación a esta santa de una basílica en Roma en el
pontificado del papa Simplicio (468-473). Pudo vivir quizá a finales del siglo
III, con una entrega colmada y que dio su vida a Dios, muriendo en martirio, al
igual que sus padres y su hermana. La tradición y la iconografía representan su
martirio mediante la flagelación, estando atada a una columna.
Vida de Santa Bibiana
Ya se menciona en
el Liber Pontificalis el culto a la mártir Bibiana cuando se afirma en él que
el papa Simplicio (468 - 473) le dedicó una basílica. Restaurada en el siglo
XVII por el infatigable papa Urbano VIII quien, con su pasión renacentista,
además de salvar un monumento antiguo, quiso dejar un testimonio litúrgico del
hallazgo incluyendo en el calendario de la Iglesia universal la fiesta de Santa
Bibiana en el día 2 de diciembre.
La basílica tiene
tres naves divididas por ocho columnas antiguas y contiene una escultura
graciosa de la Santa hecha por Bernini. Está situada cerca de la vía férrea, da
nombre al túnel por donde se cruza —Arcos de Santa Bibiana— y próxima a la
Stazione Termini.
¿Quién fue santa
Bibiana? Bernini, todo arte, la representa con los instrumentos del martirio
que le dieron la Vida: columna donde fue flagelada, los azotes, la corona del
martirio y la sonrisa en su cara. Pero todo ello, con ser verdadero, es cosa
común y aplicable a la mayor parte de los mártires cristianos en la Roma
pagana, por lo que es decir mucho y, al mismo tiempo, nada acerca de un
personaje concreto.
El relato de las
actas no es fiable. El siglo VI en donde comienzan a proliferar las actas de
los mártires y los escritos aún más tardíos del martirio no son dignos de
crédito histórico por las añadiduras apócrifas y contradicciones que contienen.
Incluso los datos que se mencionan, como hacer responsable de su martirio al
emperador Juliano el Apóstata, adolecen de un pronunciado desinterés
cronológico. La leyenda de nuestra santa que relata pormenorizadamente su
martirio es una novela ejemplar que aplica un esquema general romano.
Pero es cierto que
Santa Bibiana existió y que fue mártir. Posiblemente también existieron su
madre Dafrosa y su hermana Demetria cuyos sarcófagos intactos se descubrieron
debajo de los dos vasos de vidrio con inscripciones que conservaban las
reliquias de la Santa. La historia se remonta como más remoto documento al papa
Simplicio que se sitúa en el siglo V. La veneración de esta mártir es anterior
a ese dato. Y por ello no está lejos de la verdad histórica la afirmación de
que vivió santa Bibiana a finales del siglo III, antes incluso de lo que cantan
las actas.
Es, pues, Bibiana
una santa de la que poco sabemos por los documentos que pueden aducirse con
valoración histórica cierta. Conocemos su existencia y la entrega colmada,
definitiva, que de su vida hizo a Dios, dándole un sí apoteósico con el
martirio. Todo lo demás ¿qué importa? Al fin y al cabo, las piedras talladas,
papiros, pellejos, papeles y datos informáticos en donde pueda constar la
historia más completa de cualquier santo no son más que raspar en la corteza
sin alcanzar jamás ese núcleo personal de la relación entre el santo —la santa
en nuestro caso— y Dios. Lo que consta en los archivos nos puede llevar al
reconocimiento de sus virtudes, pero la reciprocidad de amores entre redimido y
Redentor es un misterio siempre escondido para la historia y patente sólo cabe
Dios.
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