13 DE ENERO
– SÁBADO –
1 – SEMANA T O - B –
San Hilario de
Poitiers
Lectura del primer libro de Samuel
(9,1-4.17-19; 10,1a):
Había un hombre de Loma de Benjamín, llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de
Seror, hijo de Becorá, hijo de Afiaj, benjaminita, de buena posición. Tenía un
hijo que se llamaba Saúl, un mozo bien plantado; era el israelita más alto:
sobresalía por encima de todos, de los hombros arriba.
A su padre Quis se le habían extraviado unas burras; y dijo a su hijo
Saúl:
«Llévate a
uno de los criados y vete a buscar las burras.»
Cruzaron la
serranía de Efraín y atravesaron la comarca de Salisá, pero no las encontraron.
Atravesaron
la comarca de Saalín, y nada. Atravesaron la comarca de Benjamín, y tampoco.
Cuando Samuel
vio a Saúl, el Señor le avisó:
«Ése es el
hombre de quien te hablé; ése regirá a mi pueblo.»
Saúl se
acercó a Samuel en medio de la entrada y le dijo:
«Haz el favor
de decirme dónde está la casa del vidente.»
Samuel le
respondió:
«Yo soy el
vidente.
Sube delante
de mí al altozano; hoy coméis conmigo, y mañana te dejaré marchar y te diré
todo lo que piensas.»
Tomó la
aceitera, derramó aceite sobre la cabeza de Saúl y lo besó, diciendo:
«El Señor te
unge como jefe de su heredad. Tú regirás al pueblo del Señor y lo librarás de
la mano de los enemigos que lo rodean.»
Palabra de Dios
Salmo:
20,2-3.4-5.6-7
R/. Señor, el rey
se alegra por tu fuerza
Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus
labios. R/.
Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de
oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término. R/.
Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Marcos (2,13-17):
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía
a él, y les enseñaba.
Al pasar, vio
a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme.»
Se levantó y
lo siguió.
Estando Jesús
a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos
y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Algunos
escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a
los discípulos:
«¡De modo que
come con publicanos y pecadores!»
Jesús lo oyó
y les dijo:
«No necesitan
médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a
los pecadores.»
Palabra del Señor
1. Muchos
cristianos no han pensado suficientemente en un hecho, que se menciona en los
evangelios, y que resulta sencillamente asombroso. Se trata de las comidas de
Jesús con gentes de mala fama, de pésima reputación y de muy baja categoría en
todos los aspectos de la vida. En las sociedades actuales hay muchas maneras de
expresar el máximo reconocimiento hacia una persona y la posición social que
ocupa. En la Antigüedad, el acto central de la vida social, y del
reconocimiento humano, era el banquete (Simposio). Incluso el sitio que cada
comensal ocupaba en la mesa era un criterio determinante de la importancia que
se le otorgaba a la persona. Además, téngase en cuenta que el Simposio o
Banquete no se reducía al hecho biológico de "comer", sino que era
sobre todo el acto social de "compartir la misma comida".
La cuestión
capital no era la "comida", sino la "comensalía". Así lo
explicaron los grandes escritores que analizaron este asunto. Cf. El Banquete
de Platón, el de Jenofonte, etc. (Dennis E. Smith).
2. Así
las cosas, lo más llamativo es que los relatos de "comidas
compartidas", que más destacan los evangelios, son las celebraciones de
"comensalía" de Jesús con "publicanos",
"pecadores" y "pobres".
El capítulo
15 de Lucas es elocuente hasta el límite: todo termina con un gran
"Simposio" de fiesta con el pecador extraviado. Y esto, como
respuesta a la acusación de que Jesús "comía con publicanos y
pecadores" (Lc 15, 1-2).
3. Hace
cerca de 50 años, se publicó en Alemania un libro que, después de tanto tiempo,
se sigue editando. Lo que indica que a la gente le interesa. En todo caso, se
trata de un auténtico "Bestseller" sobre la verdadera humanidad de Jesús.
Su autor, Adolf Holl, un sacerdote austriaco, suspendido por Roma para ejercer el ministerio, hace no pocas afirmaciones exageradas e inadmisibles
para la ortodoxia católica. Pero tuvo la libertad y el atrevimiento de
destacar una cuestión esencial, a saber: cómo Jesús rompió con el modelo
de sociedad en que nació. Y eso fue determinante para abrir nuevos horizontes a
"otra cultura". Jesús vivió con "malas compañías" (Jesus in
schlechter Gesellschaft): comer y beber con los excluidos de la sociedad es
afirmar que tenemos que vivir la religiosidad desde un modelo distinto. Que no
es el modelo de la degeneración, sino el de la regeneración en la unión y el
amor con todos los seres humanos.
San Hilario de Poitiers
Nació en Poitiers,
Francia, a principios del siglo IV; Sus padres eran nobles gentiles. Fue
bautizado el año 345 y desde entonces vivió santamente. Fue elegido obispo de Poitiers
el año 350.
Gran defensor de
la fe en la divinidad de Cristo frente a los arrianos. En su tratado sobre la
Trinidad «De Trinitate» defiende la doctrina del Concilio de Nicea y demuestra
que las Sagradas Escrituras dan testimonio claro de la divinidad del Hijo. En
otros libros interpreta también los sucesos del Antiguo Testamento como
prefiguraciones de la venida de Cristo al mundo.
El punto de
partida de la reflexión de Hilario es la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo, recibida en el bautismo. Dios Padre, que es amor, comunica plenamente su
divinidad al Hijo. Éste compartió nuestra condición humana, de tal manera que
sólo en Cristo, Verbo encarnado, la humanidad encuentra la salvación. Asumiendo
la naturaleza humana, Él ha unido a sí a todo hombre. Por eso, el camino hacia
Cristo está abierto para todos, aunque por nuestra parte se requiere siempre la
conversión personal.
San Hilario
combatió herejías del arriano Auxencio de Milán. Los arrianos lograron que el
emperador Constancio, también arriano, desterrase a Hilario a Frigia, provincia
romana de Asia, a fines del año 356. Su comentario fue: "Permanezcamos
siempre en el destierro con tal que se predique la verdad". Desde el
destierro envió a Occidente su tratado de los Sínodos y en 359 los doce libros
Sobre la Trinidad, que se considera su mejor obra.
Asistió al
concilio de Seleucia de Isauria, ciudad del Asia Menor, en la región de Tauro.
Allí trató Hilario sobre misterios de la fe. Después pasó a Constantinopla,
donde en un escrito presenta al emperador como un anticristo.
Sus enemigos,
convencidos de que Hilario les era más problema en el Oriente, le permitieron
regresar a Poitiers. San Jerónimo comenta sobre el gran júbilo con que fue
recibido por los católicos. Allí realizó una importante labor de exégesis,
escribiendo tratados sobre los grandes misterios de la fe, sobre los salmos y
sobre san Mateo. Compuso también himnos y algunos le atribuyeron el
"Gloria in excelsis".
Según san Isidoro
de Sevilla, Hilario fue el primero que introdujo los cánticos en las iglesias
de Occidente. Años más tarde San Ambrosio introducirá esa costumbre en su
catedral de Milán y los herejes lo acusarán ante el gobierno diciendo que por
los cantos tan hermosos que entona en su iglesia le quita a ellos sus clientes
que se van a donde los católicos porque allá cantan más y mejor.
San Hilario murió
el 13 de enero del año 367.
Sus reliquias
estuvieron en Poitiers hasta el año 1652, en que fueron sacrílegamente quemadas
por los hugonotes.
Se le ha dado el
título de Atanasio de Occidente.
Entre sus ilustres
discípulos está San Martín de Tours. San Jerónimo y san Agustín lo llaman
gloriosísimo defensor de la fe.
El Papa Pío IX, a
petición de los obispos reunidos en el sínodo de Burdeos, declaró a san Hilario
Doctor de la Iglesia por sus enseñanzas sobre la divinidad de Cristo.
Oración
Señor Jesucristo:
Te pedimos que, así como tu amigo San Hilario nosotros empleemos también
nuestra vida y nuestras fuerzas en hacerte conocer y amar más y más. Amén.
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