8 DE ENERO
– LUNES –
1 – SEMANA T O - B –
San Apolinar de
Hierápolis
Comienzo del primer libro de Samuel (1,1-8):
Había un hombre sufita, oriundo de Ramá, en la serranía de Efraín, llamado
Elcaná, hijo de Yeroján, hijo de Elihú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita.
Tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Fenina; Fenina tenía hijos, y
Ana no los tenía.
Aquel hombre
solía subir todos los años desde su pueblo, para adorar y ofrecer sacrificios
al Señor de los ejércitos en Siló, donde estaban de sacerdotes del Señor los
dos hijos de Elí, Jofní y Fineés. Llegado el día de ofrecer el sacrificio,
repartía raciones a su mujer Fenina para sus hijos e hijas, mientras que a Ana
le daba sólo una ración; y eso que la quería, pero el Señor la había hecho
estéril. Su rival la insultaba, ensañándose con ella para mortificarla, porque
el Señor la había hecho estéril. Así hacía año tras año; siempre que subían al
templo del Señor, solía insultarla así.
Una vez Ana
lloraba y no comía. Y Elcaná, su marido, le dijo: «Ana, ¿por qué lloras y no
comes? ¿Por qué te afliges? ¿No te valgo yo más que diez hijos?»
Palabra de Dios
Salmo:
115,12.13.14.17.18.19
R/. Te ofreceré,
Señor, un sacrificio de alabanza
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R/.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Marcos (1,14-20):
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio
de Dios.
Decía:
«Se ha
cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el
Evangelio.»
Pasando junto
al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y
estaban echando el copo en el lago.
Jesús les
dijo:
«Venid
conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente
dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más
adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en
la barca repasando las redes.
Los llamó,
dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con
él.
Palabra del Señor
1. El
evangelio de Marcos inicia el relato de la vida pública de Jesús. Y lo inicia
con dos datos que impresionan. En primer lugar, Jesús se va a Galilea.
Es sabido que
Galilea era la región pobre, subdesarrollada, y cuyos habitantes eran mal
vistos por la sociedad instalada, que vivía en la capital, Jerusalén.
O sea, Jesús
vio que, para empezar, lo primero que tenía que hacer era irse, no con los
poderosos e influyentes, sino con los marginados y atrasados, los sencillos
trabajadores pobres y para los pobres. Lo primero que vio Jesús es que los
cambios profundos vienen de abajo.
2. El
segundo dato, que impresiona en este relato, es que Jesús se fue a Galilea
cuando se enteró de que a Juan Bautista lo habían metido en la cárcel.
Arrestar a
Juan fue decisión de Herodes Antipas, el hijo de Herodes el Grande, el tirano
que reinaba cuando Jesús vino a este mundo. Los poderes totalitarios de aquel
tiempo no necesitaban muchos argumentos, ni jueces, ni juicios, para meter a
uno en la cárcel. Y, si se les antojaba, para matar a cualquier preso o incluso
a cualquier ciudadano. Por otra parte, se sabe que Galilea vivía, ya
entonces, en un ambiente político-religioso de agitación, revueltas, grupos
inquietos y sospechosos, que no tardaron en organizarse para la lucha. Tal fue
el caso de los "zelotas", que estaban empezando a preparar el
movimiento violento (y desastroso), del que nos informa el historiador judío
Flavio Josefo.
Pues bien,
Jesús fue a meterse en aquel peligroso ambiente. Para anunciar su proyecto.
Jesús unió su suerte y su destino a los pobres más amenazados.
3. Y
este relato nos informa que lo primero, que Jesús se puso a organizar, fue un
grupo de "seguidores". Su proyecto no era reunir un
movimiento de gente violenta o algo parecido. El problema, que apunta aquí ya
el Evangelio, es mucho más serio y profundo.
Los numerosos
relatos de "seguimiento", que los evangelios, nos proponen una
lección teológica que mucha gente ni se imagina.
Todo se
centra en este hecho: “Solamente viviendo con Jesús y como Jesús se puede
aprender quién es Jesús y en qué consiste su mensaje.”
El
“seguimiento" es constitutivo de la "cristología". En la Iglesia
abunda la gente que no se ha enterado de esto.
San Apolinar de Hierápolis
En la ciudad de Hierápolis, en Frigia, san Apolinar, obispo, varón eximio
por su doctrina y santidad, que vivió en tiempo del emperador Marco Aurelio. (†
c.175)
Claudio Apolinar, obispo de
Hierápolis de Frigia, llamado «el Apologeta», fue un famoso profesor cristiano
del siglo II. A pesar de las alabanzas que le prodigan Eusebio, san Jerónimo,
Teodoreto y otros, poco sabemos de su vida. Por otra parte, sus escritos, que
eran muy estimados, se han perdido. Focio, que los había leído y era buen juez
en la materia, los recomienda por su tema y estilo.
Claudio Apolinar escribió
contra los encratitas y otros herejes, y puso en claro los orígenes filosóficos
de los errores de cada secta, según testifica san Jerónimo. Su última obra fue
un ataque contra los montanistas y sus pretendidos profetas, que habían
comenzado a aparecer en Frigia hacia el año 171. Pero la obra que le hizo
famoso fue su apología de la religión cristiana, que dedicó al emperador Marco
Aurelio, poco después de que dicho príncipe había triunfado sobre la tribu de
los cuados, gracias a las oraciones de los cristianos, como lo mencionaba el
santo.
Como las tropas de Marco
Aurelio habían luchado en vano durante largo tiempo por subyugar a los
germanos, el emperador resolvió el año 174 ponerse al frente de las
operaciones. Había cruzado ya el Danubio, cuando los cuados, un pueblo que
habitaba el territorio que más tarde se llamaría Moravia, le rodearon en una
posición muy peligrosa para él. Las tropas del emperador no tenían ninguna
posibilidad de escapar de las manos de sus enemigos, ni tampoco podían resistir
largo tiempo, por falta de agua.
La duodécima legión estaba
compuesta principalmente de cristianos. Cuando el ejército se hallaba a punto
de perecer de sed, los cristianos se arrodillaron, "como acostumbraban a
hacerlo para orar" -nos dice Eusebio-, y pidieron a Dios su ayuda. Súbitamente,
el cielo se cubrió de nubes y una espesa lluvia se desató, en el momento en que
los bárbaros se lanzaban al ataque. Los romanos luchaban y, al mismo tiempo,
bebían el agua de la lluvia que recogían en sus cascos, apurándola enrojecida
por la sangre del enemigo. Los bárbaros eran más poderosos que los romanos;
pero un fuerte viento, acompañado de truenos y relámpagos, hizo que la lluvia
les azotara el rostro y les cegara, lo que les obligó a huir aterrorizados.
Tanto los autores paganos como los cristianos relatan esta victoria. Los
autores paganos la atribuyen a un poder mágico o a la intervención de sus
dioses, pero los cristianos lo cuentan como un milagro obtenido por las
oraciones de los legionarios.
Parece que san Apolinar
hizo alusión al hecho en la apología que dedicó al emperador, informando que
Marco Aurelio había dado a esa legión el nombre de «la legión del trueno» en
recuerdo de la famosa batalla. Eusebio, Tertuliano, san Jerónimo y san Gregorio
de Nisa repiten el dato, tomándolo de san Apolinar.
Los cuados devolvieron
todos los prisioneros y se rindieron incondicionalmente al emperador. En
agradecimiento a sus legionarios cristianos, Marco Aurelio publicó un edicto en
el que reconocía que debía la victoria «a la tempestad que se había desatado, tal
vez, gracias a las oraciones de los cristianos». En dicho edicto, prohibía bajo
pena de muerte condenar a los cristianos a causa de su religión. Sin embargo,
muchos cristianos fueron todavía condenados a muerte después de la publicación
de tal edicto, aunque se dice que sus acusadores recibieron la misma pena.
La "Columna
Antoniniana", que se halla en Roma, representa esta victoria del
emperador, bajo el símbolo de Júpiter Pluvio; es decir, bajo la figura de un
hombre que vuela con los brazos abiertos y una larga barba que parece perderse
en la lluvia. Los soldados parecen contentos bajo la tempestad; unos beben
ávidamente, mientras otros se baten con el enemigo; los bárbaros se hallan
tendidos en el suelo con sus caballos, y la tempestad se descarga furiosamente
sobre ellos. En la actualidad, la certeza de esta leyenda, que Eusebio parece
haber tomado de la Apología de san Apolinar, es todavía materia de discusión.
Por una parte, es seguro que no fue Marco Aurelio quien dio a la «Legión de
trueno» el nombre de «Legio fulminata», que proviene de la época de Augusto;
pero, por otra parte, los hechos no tienen en sí mismos nada de inverosímil. Es
muy natural que los cristianos de la época hayan atribuido tan sorprendente
victoria a las oraciones de sus correligionarios. No existe documento pagano
que confirme la existencia del famoso edicto del emperador en favor de los
cristianos. Aun los historiadores que defienden la exactitud de los hechos
narrados admiten que el texto del edicto está interpolado.
Es posible que san Apolinar
haya compuesto su apología dedicada al emperador, hacia el año 175, a fin de
recordarle la gracia que Dios le había hecho por las oraciones de los
cristianos, e implorar al mismo tiempo su protección. No poseemos datos exactos
sobre la muerte de san Apolinar, que aconteció probablemente antes de la de
Marco Aurelio
Fuente: Vida de los
Santos
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