domingo, 7 de enero de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 8 DE ENERO – LUNES – 1 – SEMANA T O - B – San Apolinar de Hierápolis

 


 

8 DE ENERO – LUNES –

1 – SEMANA T O - B

San Apolinar de Hierápolis 

 

  Comienzo del primer libro de Samuel (1,1-8):

 

Había un hombre sufita, oriundo de Ramá, en la serranía de Efraín, llamado Elcaná, hijo de Yeroján, hijo de Elihú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita. Tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Fenina; Fenina tenía hijos, y Ana no los tenía.

Aquel hombre solía subir todos los años desde su pueblo, para adorar y ofrecer sacrificios al Señor de los ejércitos en Siló, donde estaban de sacerdotes del Señor los dos hijos de Elí, Jofní y Fineés. Llegado el día de ofrecer el sacrificio, repartía raciones a su mujer Fenina para sus hijos e hijas, mientras que a Ana le daba sólo una ración; y eso que la quería, pero el Señor la había hecho estéril. Su rival la insultaba, ensañándose con ella para mortificarla, porque el Señor la había hecho estéril. Así hacía año tras año; siempre que subían al templo del Señor, solía insultarla así.

Una vez Ana lloraba y no comía. Y Elcaná, su marido, le dijo: «Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué te afliges? ¿No te valgo yo más que diez hijos?»

 

Palabra de Dios

 

    Salmo: 115,12.13.14.17.18.19

 

    R/. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza

 

¿Cómo pagaré al Señor

todo el bien que me ha hecho?

Alzaré la copa de la salvación,

invocando su nombre. R/.

 

Cumpliré al Señor mis votos

en presencia de todo el pueblo.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,

invocando tu nombre, Señor. R/.

 

Cumpliré al Señor mis votos

en presencia de todo el pueblo,

en el atrio de la casa del Señor,

en medio de ti, Jerusalén. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,14-20):

 

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.

Decía:

«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.

Jesús les dijo:

«Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes.

Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

 

Palabra del Señor

 

1.  El evangelio de Marcos inicia el relato de la vida pública de Jesús. Y lo inicia con dos datos que impresionan. En primer lugar, Jesús se va a Galilea.

Es sabido que Galilea era la región pobre, subdesarrollada, y cuyos habitantes eran mal vistos por la sociedad instalada, que vivía en la capital, Jerusalén.

O sea, Jesús vio que, para empezar, lo primero que tenía que hacer era irse, no con los poderosos e influyentes, sino con los marginados y atrasados, los sencillos trabajadores pobres y para los pobres. Lo primero que vio Jesús es que los cambios profundos vienen de abajo.

 

2.  El segundo dato, que impresiona en este relato, es que Jesús se fue a Galilea cuando se enteró de que a Juan Bautista lo habían metido en la cárcel.

Arrestar a Juan fue decisión de Herodes Antipas, el hijo de Herodes el Grande, el tirano que reinaba cuando Jesús vino a este mundo. Los poderes totalitarios de aquel tiempo no necesitaban muchos argumentos, ni jueces, ni juicios, para meter a uno en la cárcel. Y, si se les antojaba, para matar a cualquier preso o incluso a cualquier ciudadano.  Por otra parte, se sabe que Galilea vivía, ya entonces, en un ambiente político-religioso de agitación, revueltas, grupos inquietos y sospechosos, que no tardaron en organizarse para la lucha. Tal fue el caso de los "zelotas", que estaban empezando a preparar el movimiento violento (y desastroso), del que nos informa el historiador judío Flavio Josefo.

Pues bien, Jesús fue a meterse en aquel peligroso ambiente. Para anunciar su proyecto. Jesús unió su suerte y su destino a los pobres más amenazados.

 

3.  Y este relato nos informa que lo primero, que Jesús se puso a organizar, fue un grupo de "seguidores".  Su proyecto no era reunir un movimiento de gente violenta o algo parecido. El problema, que apunta aquí ya el Evangelio, es mucho más serio y profundo.

Los numerosos relatos de "seguimiento", que los evangelios, nos proponen una lección teológica que mucha gente ni se imagina.

Todo se centra en este hecho: “Solamente viviendo con Jesús y como Jesús se puede aprender quién es Jesús y en qué consiste su mensaje.

El “seguimiento" es constitutivo de la "cristología". En la Iglesia abunda la gente que no se ha enterado de esto.

 

San Apolinar de Hierápolis 

 



En la ciudad de Hierápolis, en Frigia, san Apolinar, obispo, varón eximio por su doctrina y santidad, que vivió en tiempo del emperador Marco Aurelio. († c.175)

 

Claudio Apolinar, obispo de Hierápolis de Frigia, llamado «el Apologeta», fue un famoso profesor cristiano del siglo II. A pesar de las alabanzas que le prodigan Eusebio, san Jerónimo, Teodoreto y otros, poco sabemos de su vida. Por otra parte, sus escritos, que eran muy estimados, se han perdido. Focio, que los había leído y era buen juez en la materia, los recomienda por su tema y estilo.

Claudio Apolinar escribió contra los encratitas y otros herejes, y puso en claro los orígenes filosóficos de los errores de cada secta, según testifica san Jerónimo. Su última obra fue un ataque contra los montanistas y sus pretendidos profetas, que habían comenzado a aparecer en Frigia hacia el año 171. Pero la obra que le hizo famoso fue su apología de la religión cristiana, que dedicó al emperador Marco Aurelio, poco después de que dicho príncipe había triunfado sobre la tribu de los cuados, gracias a las oraciones de los cristianos, como lo mencionaba el santo.

Como las tropas de Marco Aurelio habían luchado en vano durante largo tiempo por subyugar a los germanos, el emperador resolvió el año 174 ponerse al frente de las operaciones. Había cruzado ya el Danubio, cuando los cuados, un pueblo que habitaba el territorio que más tarde se llamaría Moravia, le rodearon en una posición muy peligrosa para él. Las tropas del emperador no tenían ninguna posibilidad de escapar de las manos de sus enemigos, ni tampoco podían resistir largo tiempo, por falta de agua.

La duodécima legión estaba compuesta principalmente de cristianos. Cuando el ejército se hallaba a punto de perecer de sed, los cristianos se arrodillaron, "como acostumbraban a hacerlo para orar" -nos dice Eusebio-, y pidieron a Dios su ayuda. Súbitamente, el cielo se cubrió de nubes y una espesa lluvia se desató, en el momento en que los bárbaros se lanzaban al ataque. Los romanos luchaban y, al mismo tiempo, bebían el agua de la lluvia que recogían en sus cascos, apurándola enrojecida por la sangre del enemigo. Los bárbaros eran más poderosos que los romanos; pero un fuerte viento, acompañado de truenos y relámpagos, hizo que la lluvia les azotara el rostro y les cegara, lo que les obligó a huir aterrorizados. Tanto los autores paganos como los cristianos relatan esta victoria. Los autores paganos la atribuyen a un poder mágico o a la intervención de sus dioses, pero los cristianos lo cuentan como un milagro obtenido por las oraciones de los legionarios.

Parece que san Apolinar hizo alusión al hecho en la apología que dedicó al emperador, informando que Marco Aurelio había dado a esa legión el nombre de «la legión del trueno» en recuerdo de la famosa batalla. Eusebio, Tertuliano, san Jerónimo y san Gregorio de Nisa repiten el dato, tomándolo de san Apolinar.

Los cuados devolvieron todos los prisioneros y se rindieron incondicionalmente al emperador. En agradecimiento a sus legionarios cristianos, Marco Aurelio publicó un edicto en el que reconocía que debía la victoria «a la tempestad que se había desatado, tal vez, gracias a las oraciones de los cristianos». En dicho edicto, prohibía bajo pena de muerte condenar a los cristianos a causa de su religión. Sin embargo, muchos cristianos fueron todavía condenados a muerte después de la publicación de tal edicto, aunque se dice que sus acusadores recibieron la misma pena.

La "Columna Antoniniana", que se halla en Roma, representa esta victoria del emperador, bajo el símbolo de Júpiter Pluvio; es decir, bajo la figura de un hombre que vuela con los brazos abiertos y una larga barba que parece perderse en la lluvia. Los soldados parecen contentos bajo la tempestad; unos beben ávidamente, mientras otros se baten con el enemigo; los bárbaros se hallan tendidos en el suelo con sus caballos, y la tempestad se descarga furiosamente sobre ellos. En la actualidad, la certeza de esta leyenda, que Eusebio parece haber tomado de la Apología de san Apolinar, es todavía materia de discusión. Por una parte, es seguro que no fue Marco Aurelio quien dio a la «Legión de trueno» el nombre de «Legio fulminata», que proviene de la época de Augusto; pero, por otra parte, los hechos no tienen en sí mismos nada de inverosímil. Es muy natural que los cristianos de la época hayan atribuido tan sorprendente victoria a las oraciones de sus correligionarios. No existe documento pagano que confirme la existencia del famoso edicto del emperador en favor de los cristianos. Aun los historiadores que defienden la exactitud de los hechos narrados admiten que el texto del edicto está interpolado.

Es posible que san Apolinar haya compuesto su apología dedicada al emperador, hacia el año 175, a fin de recordarle la gracia que Dios le había hecho por las oraciones de los cristianos, e implorar al mismo tiempo su protección. No poseemos datos exactos sobre la muerte de san Apolinar, que aconteció probablemente antes de la de Marco Aurelio

 

Fuente: Vida de los Santos

 

 

 

 

 

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