29 DE ENERO
–LUNES –
4 – SEMANA T O - B –
San Pedro Nolasco
Lectura del segundo libro de Samuel
(15,13-14.30;16,5-13a):
En aquellos días, uno llevó esta noticia a David:
«Los
israelitas se han puesto de parte de Absalón.»
Entonces
David dijo a los cortesanos que estaban con él en Jerusalén:
«¡Ea,
huyamos! Que, si se presenta Absalón, no nos dejará escapar. Salgamos a toda
prisa, no sea que él se adelante, nos alcance y precipite la ruina sobre
nosotros, y pase a cuchillo la población.»
David subió
la cuesta de los Olivos; la subió llorando, la cabeza cubierta y los pies
descalzos. Y todos sus compañeros llevaban cubierta la cabeza, y subían
llorando.
Al llegar el
rey David a Bajurín, salió de allí uno de la familia de Saúl, llamado Semeí,
hijo de Guerá, insultándolo según venía.
Y empezó a tirar piedras a David y a sus cortesanos –toda la gente y los
militares iban a derecha e izquierda del rey–, y le maldecía:
«¡Vete, vete,
asesino, canalla! El Señor te paga la matanza de la familia de Saúl, cuyo trono
has usurpado. El Señor ha entregado el reino a tu hijo Absalón, mientras tú has
caído en desgracia, porque eres un asesino.»
Abisay, hijo
de Seruyá, dijo al rey:
«Ese perro
muerto ¿se pone a maldecir a mi señor? ¡Déjame ir allá, y le corto la cabeza!»
Pero el rey
dijo:
«¡No os
metáis en mis asuntos, hijos de Seruyá! Déjale que maldiga, que, si el Señor le
ha mandado que maldiga a David, ¿Quién va a pedirle cuentas?»
Luego dijo
David a Abisay y a todos sus cortesanos:
«Ya veis. Un
hijo mío, salido de mis entrañas, intenta matarme, ¡y os extraña ese
benjaminita! Dejadlo que me maldiga, porque se lo ha mandado el Señor. Quizá el
Señor se fije en mi humillación y me pague con bendiciones estas maldiciones de
hoy.»
David y los
suyos siguieron su camino.
Palabra de Dios
Salmo:
3,2-3.4-5.6-7
R/. Levántate,
Señor, sálvame
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«Ya no lo protege Dios.» R/.
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito, invocando al Señor,
él me escucha desde su monte
santo. R/.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Marcos (5,1-20):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la
región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el
cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre, poseído de espíritu
inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían
sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los
cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los
sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras.
Viendo de
lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello:
«¿Qué tienes
que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me
atormentes.»
Porque Jesús
le estaba diciendo:
«Espíritu
inmundo, sal de este hombre.»
Jesús le
preguntó:
«¿Cómo te
llamas?»
Él respondió:
«Me llamo
Legión, porque somos muchos.»
Y le rogaba
con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca
una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte.
Los espíritus
le rogaron:
«Déjanos ir y
meternos en los cerdos.»
Él se lo
permitió.
Los espíritus
inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos
mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago.
Los
porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los
cortijos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron
al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se
quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado
al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país.
Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía.
Pero no se lo
permitió, sino que le dijo:
«Vete a casa
con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su
misericordia.»
El hombre se
marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él;
todos se admiraban.
Palabra del Señor
1. De las numerosas enseñanzas que
nos deja este extraño relato, parece que las más destacables son cuatro:
1) La curación del endemoniado.
2) El paso de los demonios del hombre a los
cerdos.
3) El rechazo de Jesús por parte de los
dueños de los cerdos.
4) Jesús no acepta el discipulado del
endemoniado después de ser curado.
¿Qué nos
enseñan estos cuatro hechos?
2. 1) La curación del endemoniado es la victoria
de la vida sobre la muerte: Jesús no tolera creencias religiosas que admiten o
toleran la violencia que lleva a la muerte del ser humano.
2) El
paso de los demonios a la piara de cerdos indica la relación de las fuerzas de
la muerte con el poder de la riqueza: dos mil cerdos, en aquel tiempo y en una
región de dominio romano, tenían que valer una fortuna increíble.
3) El
rechazo de Jesús, que expresan los dueños de los cerdos, nos viene a decir que
los ricos prefieren soportar la violencia de la muerte, en lugar de tener que
soportar verse privados de sus cerdos. Para los ricos, está antes su riqueza
que la curación de los que se encuentran deambulando por cementerios, entre
cadenas y piedras que hieren. Es la violencia brutal del dinero.
4)
El rechazo del hombre curado es el rechazo de aprovechar las curaciones para
hacer proselitismo. Jesús no rechaza al hombre recién curado. Rechaza el
proselitismo interesado.
3. ¿Qué nos
enseña esto?
Jesús antepone la vida a la ganancia. Los
vecinos de aquel pueblo toleraban las fuerzas de muerte, lo que no soportaron
es que les privaran de sus "cerdos", es decir, de su riqueza.
Jesús no curaba enfermos para de eso sacar
provecho. Jesús quería siempre el bien de los otros, nunca el propio interés.
San Pedro Nolasco
Fundador de la Orden
de la Madre de Dios de la Merced (los Mercedarios) -1189-1258
Nace en Barcelona, España, 1189. A los 15
años sufre la muerte de su padre y se dispone a repartir santamente sus muchos
bienes a lo que su madre asiente.
Años más tarde, estando en edad de casarse,
peregrina a Monserrat. Allí, a los pies de la Virgen, pudo comprender mejor el
vacío de las vanidades mundanas y el tesoro que es la vida eterna. Prometió
entonces a la Virgen mantenerse puro y dedicarse a su servicio.
Eran tiempos en que los musulmanes saqueaban
las costas y llevaban a los cristianos como esclavos al África. La horrenda
condición de estas víctimas era indescriptible. Muchos por eso perdían la fe
pensando que Dios les había abandonado. Pedro Nolasco era comerciante. Decidió
dedicar su fortuna a la liberación del mayor número posible de esclavos.
Recordaba la frase del evangelio: "No almacenen su fortuna en esta tierra
donde los ladrones la roban y la polilla la devora y el moho la corroe.
Almacenen su fortuna en el cielo, donde no hay ladrones que roben, ni polilla
que devore ni óxido que las dañe" Mt 6,20.
En 1203 el laico San Pedro Nolasco iniciaba
en Valencia la redención de cautivos, redimiendo con su propio patrimonio a 300
cautivos. Forma un grupo dispuesto a poner en común sus bienes y organiza
expediciones para negociar redenciones. Su condición de comerciantes les
facilita la obra. Comerciaban para rescatar esclavos. Cuando se les acabó el
dinero forman grupos -cofradías- para recaudar la "limosna para los
cautivos". Pero llega un momento en que la ayuda se agota. Pedro Nolasco
se plantea entrar en alguna orden religiosa o retirarse al desierto. Entra en
una etapa de reflexión y oración profunda.
Intervención de la
Virgen para la fundación
La noche del 1 al 2 de agosto del año 1218,
la Virgen se le apareció a Pedro Nolasco. Según una tradición dudosa, también
se apareció la Virgen a San Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime I de Aragón, y
les comunicó a los tres por separado su deseo de fundar una orden para redimir
cautivos.
El hecho es que la Virgen María movió
profundamente el corazón de Pedro Nolasco para fundar la orden de la Merced y
formalizar el trabajo que él y sus compañeros hacían ya por 15 años. El 10 de
agosto de 1218 en el altar mayor de la Catedral de Barcelona, en presencia del
rey Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou, se crea la nueva
institución. Pedro y sus compañeros vistieron el hábito y recibieron el escudo
con las cuatro barras rojas sobre un fondo amarillo de la corona de Aragón y la
cruz blanca sobre fondo rojo, titular de la catedral de Barcelona. Pedro
Nolasco reconoció siempre a María Santísima como la auténtica fundadora de la
orden mercedaria. Su patrona es La Virgen de la Merced. "Merced"
significa "misericordia".
La nueva orden fue laica en los primeros
tiempos. Su primera ubicación fue el hospital de Santa Eulalia, junto al
palacio real. Allí recogían a indigentes y a cautivos que regresaban de tierras
de moros y no tenían donde ir. Seguían la labor que ya antes hacían de crear
conciencia sobre los cautivos y recaudar dinero para liberarlos. Eran
acompañados con frecuencia de excautivos, ya que, cuando uno era rescatado,
tenía obligación de participar durante algún tiempo en este servicio.
Normalmente iban cada año en expediciones redentoras. San Pedro continuó sus
viajes personalmente en busca de esclavos cristianos. En Argelia, África, lo
hicieron prisionero, pero logró conseguir su libertad. Aprovechando sus dones
de comerciante, organizó con éxito por muchas ciudades colectas para los
esclavos.
Los frailes hacían, además de los tres votos
de la vida religiosa, pobreza, castidad y obediencia, un cuarto: dedicar su
vida a liberar esclavos. Al entrar en la orden los miembros se comprometían a
quedarse en lugar de algún cautivo que estuviese en peligro de perder la fe, en
caso de que el dinero no alcanzara a pagar su redención. Entre los que se
quedaron como esclavos está San Pedro Ermengol, un noble que entró en la orden
tras una juventud disoluta. Este cuarto voto distinguió a la nueva comunidad de
mercedarios.
El Papa Gregorio Nono aprobó la comunidad y
San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General.
El rey Jaime decía que, si había logrado
conquistar la ciudad de Valencia, ello se debía a las oraciones de Pedro
Nolasco. Cada vez que obtenía algún triunfo lo atribuía a las oraciones de este
santo.
Antes de morir, a los 77 años, pronunció el
Salmo 76: "Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los
pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y
esclavizados".
Su intercesión logró muchos milagros y el
Sumo Pontífice lo declaró santo en 1628.
La misión redentora la continúa hoy la
familia mercedaria a través de sus institutos religiosos y asociaciones de
laicos. Es también la misión de todo buen cristiano.
¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y
fuimos a verte?" Y el Rey les dirá: "En verdad os digo que
cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicisteis." Mateo 25:39-40
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