26 DE ENERO
– VIERNES –
3 – SEMANA T O - B –
SAN TIMOTEO y SAN TITO
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo1,1-8
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por
voluntad de Dios para anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a
Timoteo, hijo querido: gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de
Cristo Jesús, Señor nuestro.
Doy gracias a Dios, a quien sirvo, como mis antepasados, con conciencia
limpia, porque te tengo siempre presente en mis oraciones noche y día.
Al acordarme de tus lágrimas, ansío verte, para llenarme de alegría. Evoco
el recuerdo de tu fe sincera, la que arraigó primero en tu abuela Loide y en tu
madre Eunice, y estoy seguro que también en ti. Por esta razón te recuerdo que
reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios
no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de
templanza.
Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su
prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el evangelio, según
la fuerza de Dios.
Palabra de Dios
Salmo: 39,2.4ab.7-8a.10.11
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
V/. Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó
y escuchó mi grito.
Me puso en la
boca un cántico nuevo,
un himno a
nuestro Dios. R/.
V/. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio,
me abriste el oído;
no pides holocaustos
ni sacrificios expiatorios,
entonces yo
digo: «Aquí estoy». R/.
V/. He proclamado tu justicia
ante la gran
asamblea;
no he cerrado
los labios,
Señor, tú lo
sabes. R/.
V/. No me he guardado en el pecho tu
justicia,
he contado tu
fidelidad y tu salvación,
no he negado
tu misericordia y tu lealtad
ante la gran
asamblea. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Marcos 4,26-34
En aquel
tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre
que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la
semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra va produciendo fruto sola:
primero los tallos, luego la espiga, después el grano.
Cuando el grano está a punto, se mete la
hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de
Dios?
¿Qué parábola usaremos?
Con un grano de mostaza: al sembrarlo en
la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace
más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del
cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les
exponía la palabra, acomodándose a su entender.
Todo se lo exponía con parábolas, pero a
sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Palabra del
Señor.
1. Jesús presenta aquí el Reino de Dios utilizando
dos parábolas: la de la semilla automática y la de la pequeñez. Así, Jesús nos
enseña dos cosas importantes:
1) El Reino de Dios crece por sí solo y aunque
nosotros ni nos demos cuenta de tal crecimiento.
2) El Reino de
Dios, en todo caso y como realidad atribuible a Dios, es y será siempre algo
muy pequeño, que pasará quizá inadvertido y, en todo caso, será una cosa
insignificante.
2. Estas dos parábolas nos ayudan a superar todos
los pesimismos y desalientos. Con frecuencia, pensamos que el asunto del Reino
de Dios está en crisis, sufre un declive y ya no interesa a nadie. Este tipo de
catastrofismo es propio de personas o grupos que identifican el Reino de Dios
con el triunfo de la religión. Pero Jesús no lo presentó así.
El Evangelio relaciona el Reino de Dios con la
curación de enfermos y el alivio de penas y sufrimientos (Mt 4, 23-24) y con la
expulsión de demonios (Mt 12, 28).
El crecimiento del
Reino no es el crecimiento de la religiosidad, sino el crecimiento de la
felicidad, dignidad y libertad de las personas.
3. Si le damos la razón al Evangelio -y no a los
fanáticos de la religión-, tenemos motivos para el optimismo cristiano. El
ejemplo más claro es la creciente preocupación por las víctimas. En este
sentido, estamos asistiendo a un "gran estreno antropológico" (R.
Girard).
Nuestra sociedad ha abolido
primero la esclavitud y después la servidumbre. A
continuación, ha llegado la protección de la infancia, la promoción y
liberación de la mujer, el cuidado de los ancianos, los extranjeros, la lucha
contra la miseria y el hambre, los derechos humanos. Nuestro mundo no ha
inventado la compasión, pero sí la ha universalizado. Y nos hemos convencido de
que el poder de transformación más eficaz no es la violencia revolucionaria,
sino la moderna preocupación por víctimas. Se ha puesto en marcha un proceso
que ya es imparable. Lo importante ahora es acelerarlo. El dolor que nos queda
es que vemos que todavía el problema de la codicia (por el dinero y la riqueza)
sigue teniendo más fuerza que el sufrimiento de los refugiados, que huyen de la
violencia, de la muerte y del dolor insoportable.
SAN TIMOTEO y SAN TITO
Timoteo y Tito, discípulos y
colaboradores del apóstol Pablo, presidieron las Iglesias de Éfeso y de Creta,
respectivamente. Ellos fueron los destinatarios de las cartas llamadas «pastorales»,
cartas llenas de excelentes recomendaciones para la formación de pastores y
fieles.
San Timoteo, obispo y mártir. Año 97.
San Timoteo significa: tengo un gran respeto
a Dios.
San Timoteo fue un discípulo muy amado de san
Pablo. Era de Listra. Los Hechos de los Apóstoles dicen: Había en Listra un
discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente y de padre griego.
Los creyentes de la ciudad y de los alrededores daban de él muy buenos
testimonios. Pablo quiso que se fuera con él.
San Pablo le impuso las manos y le confió el
misterio de la predicación, y en adelante lo consideró siempre como un hijo
suyo y un discípulo muy amado. En la carta a los Corintios, el apóstol lo llama
"Timoteo: mi hijo amado" (1 Cor. 4,7) y de la misma manera lo llama
en las dos cartas que le escribió a él.
Timoteo acompañó a San Pablo en su segundo y
tercer viajes misioneros. El apóstol al escribirle más tarde le recordará lo
buena que fue su familia: "Quiero refrescar el recuerdo de la gran fe que
había en tu familia: en tu abuela Loida y en tu madre Eunice. Que esa fe se
conserve en ti, ya que desde tu más tierna infancia te hicieron leer y meditar
las Sagradas Escrituras" (1 Tim. 1,5;4,14)
La familia de Timoteo progresó mucho en
santidad cuando San Pablo y San Bernabé estuvieron hospedados en su casa en
Listra. Y allí aquella ciudad les sucedió a los dos apóstoles un hecho muy
singular.
Las gentes al ver cómo Pablo curó
instantáneamente a un tullido, bendiciéndolo en nombre de Jesucristo, se
imaginaron que estos predicadores eran dos dioses disfrazados de hombres.
Que Bernabé, por alto y elegante, era
Júpiter, y que Pablo, por lo bien que hablaba, era Mercurio, el mensajero de
los dioses y patrono de los oradores. Y corrieron a llamar a los sacerdotes del
Templo de Júpiter, los cuales llegaron trayendo un toro para ofrecérselo en
sacrificio a los dos dioses. San Pablo se dio cuenta del engaño en que estaban,
y rasgándose la camisa les gritó: "Hombres, nosotros no somos dioses,
somos pobres criaturas como todos ustedes."
Y entonces la situación cambió por
completo. Los judíos incitaron al populacho contra los predicadores y los
apedrearon dejándolos medio muertos. Fueron llevados a casa de Timoteo y allí
les hicieron las curaciones más necesarias y en la madrugada salieron de la
ciudad. Seguramente que a Timoteo le debió impresionar muy profundamente el
modo tan extraordinariamente heroico y alegre que tenía San Pablo para ofrecer
sus padecimientos por amor a Dios y por la salvación de las almas, y esto lo
movió más y más a dedicarse a seguirlo en sus trabajos de apostolado.
Después de viajar con él en sus correrías de
predicación por varios países, Timoteo acompañó a San Pablo en la prisión que
tuvo que sufrir en Roma, pues en las cartas que desde Roma escribió el gran
apóstol anuncia que lo está acompañando Timoteo, su fiel discípulo.
Muy famosas son las dos cartas de San Pablo a
Timoteo. En ellas le recomienda: "Que nadie te desprecie por tu juventud.
Muéstrate en todo un modelo para los creyentes, por la palabra, la conducta, la
caridad, la pureza y la fe"(1 Tim. 4,12) y hasta desciende a detalles
prácticos: "Timoteo: no tomes sólo agua. Mézclale de vez en cuando un poco
de vino, por tus continuos males de estómago" (1 Tim. 5,23).
El historiador Eusebio dice que San Pablo
nombró a Timoteo como obispo de Éfeso, y San Juan Crisóstomo afirma que fue
nombrado presidente de los obispos de esa región. Se cuenta también que en
tiempos del emperador Domiciano, hacia el año 97, Timotio fue martirizado,
apaleado y apedreado por haber tratado de impedir una fiesta muy corrompida en
aquella ciudad.
San Juan Crisóstomo y San Jerónimo narran
que, junto a los restos o reliquias de San Timoteo, los cristianos obtenían muy
grandes favores de Dios (y ojalá los obtengamos también hoy nosotros al
recordarlo con cariño).
Lo que más simpatía le atrae a San Timoteo es
haber sido discípulo siempre fiel y muy preferido del gran San Pablo. (Que
bueno que él nos prendiera un poquito de su aprecio por las palabras de tan
gran apóstol).
San Tito, obispo (Siglo I).
Tito fue discípulo y secretario de San Pablo.
Acompañó al apóstol en muchos de sus viajes. En las dos cartas a los Corintios
San Pablo declara que él confía plenamente en su discípulo Tito, y a él lo
envía a tratar de que los cristianos cumplan lo que les ha dicho en sus cartas.
Y después dice que ha quedado muy satisfecho por las noticias que Tito le ha
traído.
San Pablo lo nombró obispo de la isla de
Creta y le escribió una bella carta, señalándole las cualidades que deben tener
los sacerdotes.
Parece que murió muy anciano y venerado. Tito
significa: defensor. Que él sea nuestro defensor contra los errores que atacan
a nuestra religión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario