28 DE ENERO
– DOMINGO –
4 – SEMANA T O - B –
Santo Tomás de Aquino
Lectura del Deuteronomio (18,15-20):
Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Un profeta, de entre los tuyos, de entre tus hermanos, como yo, te
suscitará el Señor, tu Dios. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor,
tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: "No quiero volver a escuchar
la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero
morir."
El Señor me respondió:
"Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú.
Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo le mande. A quien no
escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el
profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya
mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá”.»
Palabra de Dios
Salmo 94,1.2.6-7.8-9
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores
a la Roca que nos salva;
entremos a su
presencia dándole gracias,
aclamándolo
con cantos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo
al Señor, creador nuestro.
Porque él es
nuestro Dios, y nosotros su pueblo,
el rebaño que
él guía. R/.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No
endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día
de Masá en el desierto;
cuando
vuestros padres me pusieron a prueba
y me
tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.
Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios (7,32-35):
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el
soltero se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en
cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su
mujer, y anda dividido. Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan
de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la
casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os
digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros
a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,21-28):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos
entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a
enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los
escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo,
y se puso a gritar:
«¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con
nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó:
«Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió.
Todos se preguntaron estupefactos:
«¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus
inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca
entera de Galilea.
Palabra del Señor
La anticipación del Reino en la victoria sobre los espíritus inmundos.
Marcos ha presentado a Jesús recorriendo Galilea para anunciar la buena
noticia del reinado de Dios. Pero no ha dicho nada de cómo reaccionaba la
gente. Sabemos que cuatro muchachos, atraídos por su persona, lo dejan todo
para seguirlo. ¿Y el resto? El evangelio de hoy constata dos reacciones
opuestas: la mayoría de la gente se asombra de la autoridad de Jesús y de su
poder sobre los espíritus inmundos; pero estos se rebelan inútilmente contra
él.
El asombro de la gente
Marcos nos
sitúa en uno de los pueblos más importantes de Galilea, Cafarnaúm, nudo de
comunicaciones con Damasco. Un sábado, Jesús entra en la sinagoga y enseña.
Marcos no se detiene a concretar su enseñanza. Lo que le interesa es la
reacción del auditorio.
En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar.
Estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como
los escribas.
«Con autoridad,
no como los escribas».
La idea es curiosa, porque los escribas no eran gente impreparada e
ignorante, que decían cualquier tontería para salir del paso. Tenían una larga
y profunda formación. Pero, en opinión de la gente, enseñaban sin autoridad,
incapaces de tener una idea propia, de aportar algo nuevo. Jesús, en cambio,
los asombra por esa autoridad. ¿Qué dijo para suscitar esa impresión? Marcos no
lo concreta, porque su táctica consiste en despertar la curiosidad del lector y
animarlo a seguir leyendo.
El rechazo de un pobre diablo
No todos
están de acuerdo con lo escuchado. Hay uno que reacciona en contra: un
endemoniado. En realidad, se trata de un pobre diablo. No opone resistencia.
Sólo puede protestar, reconocer que los suyos están derrotados y abandonar,
retorciéndose y huyendo, del campo de batalla.
Había precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo,
y se puso a gritar:
̶ ¿Qué tenemos que ver contigo,
Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de
Dios.
Jesús lo increpó:
̶ Cállate y sal de él.
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte,
salió de él.
Espíritus
inmundos y demonios forman, en la concepción dramática de Mc, el ejército de
Satanás. ¿Existe diferencia entre ellos? En el pasaje de la mujer siro-fenicia
parecen términos equivalentes; comienza hablando de un «espíritu inmundo»
(7,25), y luego habla de un «demonio» (7,26.29.30). Sin embargo, en el conjunto
del evangelio, tenemos la impresión de que los demonios tienen menos categoría
que los espíritus inmundos. Los demonios esclavizan al hombre con todo tipo de
enfermedades y desgracias. Los espíritus inmundos resultan más peligrosos, en
la línea de lo que llamaríamos «endemoniados»; hacen sufrir más al poseído, y
se atreven a enfrentarse a Jesús, aunque siempre terminan perdiendo la batalla.
En este caso, no dice Mc qué tipo de enfermo era. Parece un lunático o un
poseso.
Las palabras que pronuncia condensan el misterio de Jesús y de su actividad. El que aparentemente es
solo un hombre natural de Nazaret llamado Jesús, es en realidad «el Santo de
Dios». Este título es muy raro. Solo se encuentra aquí, en el texto paralelo de
Lucas, y en el evangelio de Juan, cuando Pedro, después de que muchos abandonen
a Jesús, afirma: «Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Santo de
Dios» (Jn 6,69). Lo que Pedro y los demás discípulos han terminado creyendo,
superando una gran prueba de fe, el endemoniado lo sabe de entrada. Descubrir
el misterio de Jesús será una de las misiones del lector del evangelio.
En cuanto a su actividad, la pregunta del endemoniado la deja claro: ha
venido a acabar con los demonios y con el poder de Satanás. Al lector moderno
puede resultarle un lenguaje extraño. Prefiere hablar de lucha contra el mal,
de victoria del bien sobre las fuerzas del mal. Pero Marcos se mueve en otras
coordenadas culturales y religiosas.
Aparece por primera vez, en este contexto, una
idea que se repetirá muchos en Mc: Jesús impone silencio al espíritu,
prohibiéndole hacer pública su verdadera identidad.
La guerra contra Satanás y los espíritus
inmundos
Marcos concibe
su evangelio como una guerra entre el bien y el mal. Inmediatamente después del
bautismo, Jesús es impulsado por el Espíritu al desierto, y allí es tentado por
Satanás, mientras los ángeles le sirven. Marcos no cuenta ninguna de las
famosas tentaciones. Se limita a presentar a los dos adversarios en lucha:
Jesús y Satanás. Y esa guerra continúa con una batalla, vencida fácilmente por
Jesús, contra un soldado de Satanás.
Ya que nuestra idea del demonio está muy
marcada por ideas posteriores, recuerdo que en el evangelio de Marcos los
espíritus inmundos aparecen con dos rasgos principales:
a) Sirven
para explicar casos muy complicados para la medicina de la época.
En Mc hay dos episodios especialmente famosos:
el del endemoniado gadareno (Mc 1,23.26; 5,2.8.13) y el del niño sordomudo que
padece epilepsia (9,14-29), al que se presenta como poseído por un espíritu
mudo (v.17), mudo y sordo (v. 25). En el caso de la hija de la cananea (7,25)
no sabemos en qué consiste la enfermedad.
b) Expresan
la oposición radical al plan de Dios.
Lo esencial no es que hagan daño a las
personas, sino que protestan por la actividad de Jesús. El endemoniado reconoce
su poder, sabe quién es y la misión que tiene: destruirlo.
Con este mismo aspecto se menciona a los
espíritus inmundos en 3,11.
Un aspecto esencial de la actividad de Jesús
es expulsar demonios (1,34.39). Los discípulos reciben de Jesús ese poder
contra ellos (6,7), pero algunos son muy difíciles de echar, hace falta oración
(9,28-29).
Marcos dejará claro a lo largo de su
evangelio que los enemigos más peligrosos de Jesús no son los demonios sino los
hombres. Serán ellos quienes terminen matándolo.
Admiración final
Todos se preguntaron estupefactos:
̶ ¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad.
Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen.
Su fama se extendió enseguida por todas
partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Tras la huida del demonio, el protagonismo
pasa a los presentes en la sinagoga. Antes se admiraron de la autoridad con la
que enseña Jesús. Ahora se quedan estupefactos al ver que, además, tiene
también poder sobre los espíritus inmundos. Y se preguntan:
“¿Qué es esto?” - ¿Qué está ocurriendo aquí?
¿Cuál será nuestra reacción?
Marcos ha presentado dos reacciones muy
opuestas ante la persona y la actividad de Jesús: admiración y rechazo. Con
ello queda claro lo que espera de cada uno de sus lectores. Decía un pensador
griego que «el asombro llevó a los hombres a filosofar». Marcos, de forma
parecida, sugiere que la admiración es el punto de partida para creer en Jesús.
Poco a poco, la pregunta de la gente «¿qué es esto?» se convertirá en «¿quién
es éste?»,
¿Un profeta como Moisés? (Deuteronomio
18,15-20)
Jesús, en el evangelio de hoy, no se presenta
como profeta, ni su auditorio lo reconoce como tal. Sin embargo, como primera
lectura se ha elegido un texto del Deuteronomio en el que Dios promete que,
tras la muerte de Moisés, no dejará de comunicarse al pueblo, sino que le
suscitará a un profeta como él. Aunque el texto hable de «un profeta», en
realidad se refiere a una serie de ellos, a todos los profetas que, a lo largo
de la historia de Israel, le transmitirán la palabra de Dios. Sin embargo, la
tradición cristiana vio en este profeta a Jesús.
Buscando una relación con el evangelio,
podríamos verla especialmente en las palabras «Yo mismo pediré cuentas a
quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre», aplicadas al
personaje poseído de un espíritu inmundo que rechaza a Jesús.
«No endurezcáis vuestro corazón» (Salmo 94)
Aunque el salmo ha sido elegido por su relación con la primera lectura, en
la que Dios exige escuchar al profeta que hable en su nombre, es fácil
relacionarlo también con el evangelio. El poseído por el espíritu inmundo
endurece su corazón, rechaza a Jesús. Nosotros debemos aclamar al que nos
salva, darle gracias y escuchar su voz.
Santo Tomás de Aquino
Nació alrededor del año 1225, de la familia
de los condes de Aquino. Estudió primero en el monasterio de Montecasino, luego
en Nápoles; más tarde ingresó en la Orden de Predicadores, y completó sus
estudios en París y en Colonia, donde tuvo por maestro a san Alberto Magno.
Escribió muchas obras llenas de erudición y ejerció también el magisterio,
contribuyendo en gran manera al incremento de la filosofía y de la teología.
Murió cerca de Terracina el día 7 de marzo de 1274. Su memoria se celebra
el día 28 de enero por razón de que en esa fecha tuvo lugar, en el año 1369, el
traslado de su cuerpo a Tolosa del Languedoc.
Es patrono de los teólogos y de las universidades.
Vida
de Santo Tomás de Aquino
Se conocen los
acontecimientos principales de su vida, pero los biógrafos difieren en cuanto a
algunos detalles y fechas. Henry Denfile falleció antes de poder cumplir su
proyecto de escribir una vida crítica del santo. El amigo y alumno de Denfile,
Dominic Prümmer, O. P., profesor de teología en la Universidad de Friburgo,
Suiza, se encargó de la obra y publicó el "Fontes Vitae S. Thomae
Aquinatis, notis historicis et criticis illustrati"; y el primer fascículo
(Toulouse, 1911) ya ha aparecido, dando la vida de Santo Tomás por Peter Calo
(1300), publicado ahora por primera vez. Tolomeo de Lucca ... dice que cuando
murió el santo, se dudaba sobre su edad exacta (Prümmer, op. cit. 45).
Normalmente se da el fin de 1225 como el momento de su nacimiento. El P.
Prümmer, basándose en Calo, cree que 1227 es la fecha más probable (op. cit.,
28). Hay un acuerdo general en que su muerte ocurrió en 1274.
Landolfo, su padre, era
Conde de Aquino. Teodora, su madre, Condesa de Teano. Su familia estaba
emparentada con los Emperadores Enrique VI y Federico II, y los Reyes de
Aragón, Castilla y Francia. Calo cuenta que un santo ermitaño predijo su
carrera, diciéndole a Teodora antes de su nacimiento: "Entrará en la Orden
de los Frailes Predicadores, y su conocimiento y santidad serán tan grandes que
en vida, no se encontrará nadie que le iguale". (Prümmer, op. cit., 18). A
los cinco años, según las costumbres de la época, fue enviado a recibir su
primera formación con los monjes Benedictinos de Monte Casino. Diligente en sus
estudios, desde muy pequeño se observó su buena disposición para la meditación
y la oración, y su maestro se sorprendió al oírle preguntar repetidas veces:
"¿Que es Dios?"
Alrededor del año 1236, le
enviaron a la Universidad de Nápoles. Calo dice que el traslado se hizo por
iniciativa del Abad de Monte Casino, quien escribió al padre de Tomás que un
chico de su talento no debe ser dejado en la sombra (Prümmer, op. cit., 20). En
Nápoles, sus maestros fueron Pietro Martín y Petrus Hibernos. El cronista dice
que pronto superó a Martín en gramática y fue transferido a Pedro de Irlanda
quién le formó en Lógica y ciencias Naturales. Las costumbres de la época
dividían Filosofía y Letras en dos cursos: el Trivium, que cubría Gramática,
Lógica y Retórica; el Quadrivium, que se componía de Música, Matemática,
Geometría y Astronomía... Tomás repetía las lecciones con mayor profundidad y
lucidez que sus maestros. El corazón del joven se había conservado puro en
medio de la corrupción que le rodeaba, y decidió abrazar la vida religiosa.
Entre 1240 y 1243 recibió
el hábito de la Orden de Santo Domingo, atraído y dirigido por Juan de San
Julián, un conocido predicador del convento de Nápoles. La ciudad estaba
asombrada al ver a un noble joven como él tomar el hábito de un pobre fraile.
Su madre, con sentimientos de alegría y tristeza a la vez, se apresuró a ir a
Nápoles a ver a su hijo. Los Dominicos, temiendo que se lo llevaran, le
enviaron a Roma, aunque su destino final sería París o Colonia. Teodora
convenció a los hermanos de Tomás, que eran soldados del Emperador Federico,
capturaron al novicio cerca del pueblo de Aquependente y le recluyeron en la
fortaleza de San Juan de Rocca Secca. Allí estuvo detenido casi dos años,
mientras sus padres, hermanos y hermanas hacían todo lo posible para destruir
su vocación. Sus hermanos incluso tendieron trampas a su virtud, pero el puro
novicio echó de la habitación a la tentadora con un tizón que sacó del fuego.
Hacia el fin de su vida, Santo Tomás le confió a su fiel amigo y compañero,
Reinaldo de Piperno, el secreto de un favor especial que recibió entonces.
Cuando echó a la tentadora de la habitación, se arrodilló y ardientemente
imploró a Dios que le concediera la integridad de mente y cuerpo. Cayó en un
sueño ligero, y mientras dormía, dos ángeles se le aparecieron para asegurarle
que su oración había sido escuchada. Le ciñeron un cinturón, diciendo: "Te
ceñimos con el cinturón de la virginidad perpetua." Y desde ese día en
adelante jamás experimentó el más leve movimiento de la concupiscencia.
El tiempo en cautiverio no
fue perdido. Su madre empezó a ceder tras los primeros impulsos de ira y
tristeza; se les permitió a los Dominicos proporcionarle nuevos hábitos, y con
la ayuda de su hermana obtuvo algunos libros -las Sagradas Escrituras, la Metafísica
de Aristóteles y las "Sentencias" de Pedro Lombardo. Tras año y medio
o dos en prisión, sea porque su madre se dio cuenta de que la profecía del
ermitaño se cumpliría o bien porque sus hermanos temían las amenazas de
Inocencio IV y Federico II, fue puesto en libertad bajándolo en un cesto a los
brazos de los Dominicos que se admiraron al darse cuenta de que durante su
cautiverio "había progresado tanto como si hubiera estado en un studium
generale" (Calo op. cit., 24).
Tomás enseguida hizo sus
votos, y sus superiores le mandaron a Roma. Inocencio IV examinó con atención
los motivos que le llevaron a entrar en la Orden de Predicadores, le despidió
con una bendición y prohibió cualquier interferencia en su vocación. Juan el
Teutón, cuarto Maestro General de la Orden, llevó al joven estudiante a París y
según la mayoría de los biógrafos del santo, a Colonia, en 1244 o 1245, a cargo
de Alberto Magno, el más famoso profesor de la Orden. En las escuelas, el
carácter humilde y taciturno de Tomás fue mal interpretado como indicios de
retraso mental, pero cuando Alberto escuchó su brillante defensa de una difícil
tesis, exclamó: "Llamamos a este joven un buey mudo, pero su mugido
doctrinal un día resonará hasta los confines del mundo."
En 1245 enviaron a Alberto
a París y Tomás le acompañó como alumno. En 1248 ambos volvieron a Colonia.
Alberto había sido nombrado regente del nuevo studium generale, erigido aquel
año por el Capítulo General de la Orden y Tomás debía enseñar bajo su autoridad
como Bachiller. Durante su estancia en Colonia, probablemente en 1250, fue
ordenado sacerdote por Conrado de Hochstaden, arzobispo de esa ciudad. Durante
toda su vida, con frecuencia predicó la Palabra de Dios en Alemania, Francia e
Italia. Sus sermones se caracterizaban por su fuerza, piedad, solidez en la
enseñanza y abundantes referencias bíblicas. En 1251 o 1252, el Maestro General
de la Orden, aconsejado por Alberto Magno y Hugo de San Caro, nombró a Tomás
Bachiller (subregente) del studium Dominico en París. Este nombramiento puede
considerarse como el principio de su vida pública, ya que su enseñanza
rápidamente llamó la atención tanto de profesores como de alumnos. Sus deberes
consistían principalmente en explicar las "Sentencias" de Pedro Lombardo,
y sus comentarios sobre ese texto teológico le proporcionaron el material y en
gran parte, en esquema general para su obra magna, la "Summa
Theologica". En el transcurso del tiempo, se le ordenó prepararse para el
Doctorado de Teología por la Universidad de París, pero aplazaron la concesión
del título por una disputa entre la universidad y los frailes. El conflicto, en
su origen una disputa entre la universidad y las autoridades civiles surgió
tras un incidente con la guardia de la ciudad que resultó en un estudiante
muerto y otros tres heridos. La universidad, celosa de su autonomía, exigía una
satisfacción que le fue negada. Los doctores cerraron sus facultades, juraron
solemnemente que no las abrirían hasta ver satisfechas sus demandas y decretaron
que en el futuro a nadie se le conferiría el título de doctor a menos que
jurase seguir la misma línea de conducta en circunstancias similares. Los
Dominicos y Franciscanos, que habían seguido enseñando en sus escuelas se
negaron a hacer el juramento exigido, y de aquí surgió un amargo conflicto que
estaba en su punto álgido cuando Santo Tomás y San Buenaventura estaban
preparados para recibir sus doctorados. Guillermo de San Amour extendió la
disputa más allá del tema original, atacó violentamente a los Frailes, de los
que estaba evidentemente celoso, y les negó su derecho a ocupar cátedras en la
universidad. Contra su libro "De periculis novissimorum temporum"
(Los peligros de los Últimos Tiempos) Santo Tomás escribió el tratado
"Contra impugnantes religionem", una apología de las órdenes
religiosas (Touron op. cit., II cc. vii sqq.). El libro de Guillermo de San
Amour fue condenado por Alejandro IV en Anagni, el 5 de octubre de 1256 y el
Papa ordenó que los frailes mendicantes fueran admitidos al doctorado.
Por estas fechas, Santo
Tomás también combatió un libro peligroso, "El Evangelio Eterno"
(Touron op. cit., II, cxii). Las autoridades universitarias no obedecieron
inmediatamente; fueron necesarias la influencia de San Luis IX y once Breves
papales para lograr de nuevo la paz. Santo Tomás recibió su doctorado en
teología. La fecha que dan la mayoría de sus biógrafos es la del 23 de octubre
de 1257. Su tema fue "La Majestad de Cristo". Su texto, "Él
riega los montes desde sus aposentos: del fruto de sus obras se sacia la
tierra" (Salmo 103, 13) sugerido, según se cree, por un visitante celeste,
fue profético de su vida futura. La tradición cuenta que San Buenaventura y
Santo Tomás recibieron el doctorado el mismo día y que hubo una
"lucha" de humildad entre los dos amigos para ver quién sería
nombrado primero.
Desde entonces, la vida de
Tomás puede resumirse en pocas palabras, orar, predicar, enseñar, escribir,
viajar. La gente deseaba más escucharle a él que a Alberto, a quien Santo Tomás
superaba en precisión, lucidez, concisión y fuerza de expresión, sino en
universalidad de conocimientos. París le reclamaba como suyo; los Papas
deseaban tenerle junto a ellos; los estudia de la Orden ansiaban disfrutar de
los beneficios de su enseñanza; así, le encontramos sucesivamente en Anagni,
Roma, Bolonia, Orvieto, Viterbo, Perugia y París de nuevo y finalmente en
Nápoles, siempre enseñando y escribiendo, viviendo en la tierra con una pasión,
un celo ardiente por exponer y defender la verdad Cristiana. Tan dedicado
estaba a su sagrada misión que con lágrimas pedía que no le obligaran a aceptar
la titularidad del Arzobispado de Nápoles, que le fue conferido por Clemente IV
en 1265. Si hubiese aceptado este nombramiento, muy probablemente nunca hubiera
escrito la "Summa Theologica".
Cediendo a las peticiones
de sus hermanos, en varias ocasiones participó en las deliberaciones de los
Capítulos Generales de la Orden. Uno de dichos capítulos tuvo lugar en Londres
en 1263. En otro, celebrado en Valenciennes (1259) colaboró con Alberto Magno y
Pedro de Tarentasia (que sería el Papa Inocencio V) a formular un sistema de
estudios que substancialmente permanece hasta hoy en los studia generalia de la
Orden Dominicana. (cf. Douais, op. cit.)
No sorprende leer en las
biografías de Santo Tomás que frecuentemente se abstraía y quedaba en éxtasis.
Hacia el final de su vida estos momentos de éxtasis se sucedían con mayor
frecuencia. Una vez en Nápoles, en 1273, tras completar su tratado sobre la Eucaristía,
tres hermanos le vieron levitar en éxtasis, y oyeron una voz que venía del
crucifijo del altar que decía: "Has escrito bien de mí, Tomás, que
recompensa deseas?". Tomás respondió, "Nada más que a ti,
Señor". (Prümmer, op. cit., p.38). Se dice que esto se repitió en Orvieto
y París.
Y el 6 de diciembre de
1273, dejó su pluma y no escribió más. Ese día, durante la Misa, experimentó un
éxtasis de mucha mayor duración que la acostumbrada; sobre lo que le fue
revelado sólo podemos conjeturar por su respuesta al Padre Reinaldo, que le
animaba a continuar sus escritos: "No puedo hacer más. Se me han revelado
tales secretos que todo lo que he escrito hasta ahora parece que no vale para
nada" (modica, Prümmer, op. cit., p. 43). La Summa Theologica había sido
terminada solo hasta la pregunta 90 de la tercera parte (De partibus
poenitentiae).
Tomás comenzó su
preparación inmediata para la muerte. Gregorio X, habiendo convocado un
concilio general a celebrar en Lyon el primero de mayo de 1274, invitó a Santo
Tomás y San Buenaventura a participar en las deliberaciones, ordenó al primero
traer al concilio su tratado "Contra errores Graecorum" (Contra los
Errores de los Griegos). Intentó obedecer y salió a pie en enero de 1274, pero
le fallaron las fuerzas; cayó desplomado cerca de Terracina, desde donde le
llevaron al Castillo de Maienza, hogar de su sobrina la Condesa Francesca
Ceccano. Los monjes cistercienses de Fossa Nuova, insistieron para que se
alojara con ellos, y así fue trasladado a su monasterio, y al entrar, le
susurró a su compañero: "Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí
habitaré porque lo deseo" (Salmo 131:14). Cuando el P. Reinaldo le pidió
que se quedase en el castillo, el santo replicó: "Si el Señor desea
llevarme consigo, será mejor que me encuentre entre religiosos que entre
laicos". Los Cistercienses le brindaron tantas atenciones y bondad, que
abrumaron el sentido de humildad de Tomás. "¿A qué viene tanto
honor", exclamó, "que siervos de Dios lleven la leña para mi
hoguera?". Ante la insistencia de los monjes, el santo dictó un breve
comentario sobre el Cantar de los Cantares.
El final se acercaba; se le
administró la Extremaunción. Cuando entraron con el Sagrado Viático a su
habitación, pronunció el siguiente acto de fe:
Si en este mundo hubiese
algún conocimiento de este sacramento más fuerte que el de la fe, deseo ahora
usarlo en afirmar que creo firmemente y sé de cierto que Jesucristo, Dios
Verdadero y Hombre Verdadero, Hijo de Dios e Hijo de la Virgen María está en este
Sacramento... Te recibo a Ti, el precio de mi redención, por cuyo amor he
velado, estudiado y trabajado. A Ti he predicado, a Ti he enseñado. Nunca he
dicho nada en Tu contra: si dije algo mal, es sólo culpa de mi ignorancia.
Tampoco quiero ser obstinado en mis opiniones, así que someto todas ellas al
juicio y enmienda de la Santa Iglesia Romana, en cuya obediencia ahora dejo
esta vida.
Murió el 7 de marzo de
1274. Numerosos milagros atestiguaron su santidad. Fue canonizado por Juan
XXII, el 18 de julio de 1323. Los monjes de Fossa Nuova querían a toda costa
quedarse con sus sagrados restos, pero Urbano V ordenó que el cuerpo fuera
entregado a sus hermanos Dominicos, siendo trasladado solemnemente a la iglesia
Dominica de Toulouse, el 28 de enero de 1369. La magnífica capilla erigida en
1628 fue destruida durante la revolución francesa y su cuerpo trasladado a la
iglesia de San Sernin, donde reposa hasta el día de hoy en un sarcófago de oro
y plata, que fue solemnemente bendecido por el Cardenal Desprez el 24 de julio
de 1878. El hueso mayor de su brazo izquierdo se conserva en la catedral de
Nápoles. El brazo derecho, donado a la Universidad de París y originalmente
conservado en la Capilla de Santo Tomás de la iglesia Dominicana, se guarda
actualmente en la iglesia Dominicana de Santa María sopra Minerva en Roma a
donde llegó tras la revolución francesa.
Calo (Prümmer, op. cit., p.
401) dio una descripción de la apariencia del santo: dice que sus rasgos se
correspondían con la grandeza de su alma. Era alto y corpulento, erguido y bien
proporcionado. Su tez era "como el color del trigo nuevo": su cabeza
era grande y bien formada y era algo calvo. Todos los retratos lo representan
con porte noble, meditativo, dulce y a la vez fuerte. San Pío V proclamó a
Santo Tomás Doctor de la Iglesia en 1567. En la Encíclica "Aeterni
Patris" del 4 de agosto de 1879 sobre la restauración de la filosofía
cristiana, León XIII le declaró "príncipe y maestro de todos los doctores
escolásticos". El mismo ilustre pontífice, mediante una Breve del 4 de
agosto de 1880, le designó patrono de todas las universidades, academias y
escuelas católicas de todo el mundo.
(Fuente: Enciclopedia
Católica)
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