lunes, 8 de enero de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 9 DE ENERO – MARTES – 1 – SEMANA T O - B – San Eulogio de Córdoba

 

 


9 DE ENERO – MARTES –

1 – SEMANA T O - B

San Eulogio de Córdoba

 

     Lectura del primer libro de Samuel (1,9-20):

 

En aquellos días, después de la comida en Siló, mientras el sacerdote Elí estaba sentado en su silla junto a la puerta del templo, Ana se levantó y, con el alma llena de amargura, se puso a rezar al Señor, llorando a todo llorar.

Y añadió esta promesa:

«Señor de los ejércitos, si te fijas en la humillación de tu sierva y te acuerdas de mí, si no te olvidas de tu sierva y le das a tu sierva un hijo varón, se lo entrego al Señor de por vida, y no pasará la navaja por su cabeza.»

Mientras ella rezaba y rezaba al Señor, Elí observaba sus labios. Y, como Ana hablaba para sí, y no se oía su voz, aunque movía los labios, Elí la creyó borracha y le dijo:

«¿Hasta cuándo te va a durar la borrachera? A ver si se te pasa el efecto del vino.»

Ana respondió:

«No es así, Señor. Soy una mujer que sufre. No he bebido vino ni licor, estaba desahogándome ante el Señor.

No creas que esta sierva tuya es una descarada; si he estado hablando hasta ahora, ha sido de pura congoja y aflicción.»

Entonces Elí le dijo:

«Vete en paz. Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.»

Ana respondió:

«Que puedas favorecer siempre a esta sierva tuya.»

Luego se fue por su camino, comió, y no parecía la de antes. A la mañana siguiente madrugaron, adoraron al Señor y se volvieron. Llegados a su casa de Ramá, Elcaná se unió a su mujer Ana, y el Señor se acordó de ella.

Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso de nombre Samuel, diciendo:

«Al Señor se lo pedí.»

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 1S 2,1.4-5.6-7.8abcd

 

R/. Mi corazón se regocija en el Señor, mi salvador

 

Mi corazón se regocija por el Señor,

mi poder se exalta por Dios;

mi boca se ríe de mis enemigos,

porque gozo con tu salvación. R/.

 

Se rompen los arcos de los valientes,

mientras los cobardes se ciñen de valor;

los hartos se contratan por el pan,

mientras los hambrientos engordan;

la mujer estéril da a luz siete hijos,

mientras la madre de muchos queda baldía. R/.

 

El Señor da la muerte y la vida,

hunde en el abismo y levanta;

da la pobreza y la riqueza,

humilla y enaltece. R/.

 

Él levanta del polvo al desvalido,

alza de la basura al pobre,

para hacer que se siente entre príncipes

y que herede un trono de gloria. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,21-28):

 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.

Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:

«¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?

¿Has venido a acabar con nosotros?

Sé quién eres: el Santo de Dios.»

Jesús lo increpó:

«Cállate y sal de él.»

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió.

Todos se preguntaron estupefactos:

«¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»

Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

 

Palabra del Señor

 

1.   Lo primero, que queda patente en este episodio, es el contraste entre la enseñanza que transmitía Jesús y la que transmitían los letrados o "teólogos" oficiales de la religión establecida. Este contraste es lo que, según la narración, más llamó la atención de la gente. Fue algo que advirtió enseguida el público que acudió a la sinagoga.

- ¿En qué podía estar la diferencia que la gente notó entre la enseñanza de Jesús y la enseñanza de los maestros de la Ley?

Se sabe que la tarea y la responsabilidad de los letrados consistía en vigilar la sumisión y la ortodoxia de los fieles según las enseñanzas de la tradición religiosa, el cumplimiento de las normas, la fiel observancia de la Torá, la Ley que, con la autoridad de los "hombres de la religión" le transmitía a la gente la mentalidad sumisa, que era lo fundamental y lo más característico de aquella religión.

 

2.   Jesús no enseñaba, ni transmitía, la "mentalidad sumisa". Lo que Jesús no se cansó de hacer fue liberar a los oprimidos por las fuerzas del mal". A esto justamente se refiere el Evangelio cuando habla de los espíritus inmundos.

Que no eran "demonios", sino todo cuanto actúa en la vida como poderes de opresión, poderes causantes   del sufrimiento humano, ya sea que causen enfermedades, desgracias, sufrimientos de toda índole. Esta “representación" de las fuerzas del mal como "espíritus inmundos" había sido copiada por los israelitas exiliados en Babilonia. Y en la lucha contra estas fuerzas, se centra gran parte del material mítico, que se encuentra en los evangelios, relativo a "demonios", "espíritus impuros" o denominaciones semejantes (O. Bócher).

 

3.  Desde que en el mundo hay religiones organizadas, la religión es generalmente aceptada como un sistema de rangos, que implica dependencia, sumisión y subordinación a superiores invisibles (Walter Burkert). Lo que suele dar pie a que las religiones fomenten los "rituales de sumisión": callar, obedecer, inclinarse, aguantar, arrodillarse, tirarse al suelo... (I. Eibl-Eibesfeldt).

Es evidente que Jesús no enseñó nada de esto. Ni quiso este tipo de conductas. Esto es lo que, en el fondo, entusiasmó a la gente que escuchaba a Jesús.

 

San Eulogio de Córdoba




En Córdoba, en la región de Andalucía, en Hispania, san Eulogio, presbítero y mártir, degollado por su preclara confesión de Cristo.

Vida de San Eulogio de Córdoba

 

El siglo IX sitúa a Eulogio en la historia porfiando de continuo con el Islam. Nace el santo hacia el año 800 en una familia de rancio cordobés. Se educa entre el clero de la iglesia de san Zoilo y también goza, junto con el conocido Álvaro de Córdoba y otros, de la beneficiosa influencia del abad de santa Clara, Esperaindeo. Su vida es una permanente e inquebrantable adhesión a la fe y a las tradiciones patrias. Quizás por eso se pensó en él como sucesor de Wistremiro, arzobispo de Toledo.

Entra en el estamento clerical acompañado de un terrible sentimiento de indignidad. Tras un intento fallido de peregrinar a pie a Roma, empresa poco menos que imposible en ese tiempo, y otro no menos frustrado de contactar con sus hermanos que se trasladaron a las tierras del Rhin, visita los monasterios locales en torno a Pamplona y Zaragoza; en el año 845 los pasos pirenaicos están cerrados por las luchas de los hijos de Leudovico Pío. Pero en el noreste se hace con un precioso botín muy útil en el futuro de Córdoba: libros que han de servir para restaurar la cultura isidoriana en El Ándalus.

A su vuelta se convierte en el corifeo -maestro lo llaman- de una escuela que intenta defender la religión de los padres y pretende hacer resurgir el sentimiento nacional tan terriblemente humillado por los invasores islámicos. Aunque no se da una persecución cruenta, sí se hace cada día más difícil en Córdoba la vida para el cristiano. Las leyes nuevas sobre el matrimonio, el comercio y las posesiones, los impuestos, el sarcasmo de los gobernantes y la intransigencia fundamentalista de la gente van sofocando cada día la fe, haciendo de los cristianos ciudadanos sin derechos y colmados de obligaciones.

Con la muerte de Abd al-Rahman II (850) se desata un periodo de intolerancia islámica que provoca martirios. Los que han sabido ser fuertes no claudican y llenos de fervor manifiestan su protesta con la confesión pública de su fe ante el cadí con desprecio de sus vidas; los que renegaron en otro tiempo entienden que esta es la ocasión de lavar su culpa y proclaman ahora valientemente la fe en Cristo; todavía una tercera porción de cristianos que permanecían ocultos por imperativos de la ley salen ya de su anonimato y clandestinidad. Las cárceles se han llenado y el revuelo social es mayúsculo; tan grande es el alboroto que, a instancia del sultán, ha de intervenir el arzobispo de Sevilla Recafredo -que por cierto era metropolitano por las gracias del palacio emiral- para prohibir y anatematizar los martirios voluntarios.

Eulogio y su escuela han influido de modo suave y decisivo en la respuesta de fe ante la provocación martirial. Es la época en que Eulogio escribe el Memorial de los Mártires plasmando por escrito testimonio de los héroes cristianos. En el año 851 lo meten en prisión, pero toma la medida represiva con aire de alborozo porque con los presos “está en familia”, reza, escribe, consuela y anima. En la mazmorra conoce a Flora y María a quienes da ánimos para la fidelidad hasta el fin y ahora decide escribir su Documento Martirial. Cuando, cerrada la escuela, es puesto en libertad intercambia por diez años la ciudad con el campo y escribe su Apologético para desautorizar a los detractores que por mediocridad y cobardía ridiculizaban la defensa de la fe hasta la muerte.

El encubrimiento que hizo en su propia casa de la joven cristiana Lucrecia -hija de padre musulmán y martirizada también- fue el detonante de su decisiva prisión y martirio. No dejó otra alternativa a los jueces cuando le proponían una simple apostasía material: “Será mejor que me condenes a muerte. Soy adorador de Cristo, hijo de Dios e hijo de María, y para mí vuestro profeta es un impostor”.

Claro está que lo mataron; fue el 11 de Marzo del 859. Y lo enterraron en la iglesia de san Zoilo. En el año 883 trasladaron los restos del mártir a Oviedo donde se conserva la urna en la Cámara Santa.

¡Muchas gracias, Padre de la mozarabía, ¡por tu rotunda coherencia! Fuiste un ejemplo de resistencia, amante de la libertad, frente a los cobardes colaboracionistas utilitarios tan amadores de su vida que juzgaban tu pensamiento como un “suicidio”. Tu inteligencia de la vida es modelo, ayuda y consuelo cuando se vive en tiempos blandos de solapada apostasía general.

 

wikimedia.org

 

 

 

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