9 DE ENERO
– MARTES –
1 – SEMANA T O - B –
San Eulogio de Córdoba
Lectura
del primer libro de Samuel (1,9-20):
En aquellos días, después de la comida en Siló, mientras el sacerdote Elí
estaba sentado en su silla junto a la puerta del templo, Ana se levantó y, con
el alma llena de amargura, se puso a rezar al Señor, llorando a todo llorar.
Y añadió esta
promesa:
«Señor de los
ejércitos, si te fijas en la humillación de tu sierva y te acuerdas de mí, si
no te olvidas de tu sierva y le das a tu sierva un hijo varón, se lo entrego al
Señor de por vida, y no pasará la navaja por su cabeza.»
Mientras ella
rezaba y rezaba al Señor, Elí observaba sus labios. Y, como Ana hablaba para
sí, y no se oía su voz, aunque movía los labios, Elí la creyó borracha y le
dijo:
«¿Hasta
cuándo te va a durar la borrachera? A ver si se te pasa el efecto del vino.»
Ana
respondió:
«No es así,
Señor. Soy una mujer que sufre. No he bebido vino ni licor, estaba
desahogándome ante el Señor.
No creas que
esta sierva tuya es una descarada; si he estado hablando hasta ahora, ha sido
de pura congoja y aflicción.»
Entonces Elí
le dijo:
«Vete en paz.
Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.»
Ana
respondió:
«Que puedas
favorecer siempre a esta sierva tuya.»
Luego se fue
por su camino, comió, y no parecía la de antes. A la mañana siguiente
madrugaron, adoraron al Señor y se volvieron. Llegados a su casa de Ramá,
Elcaná se unió a su mujer Ana, y el Señor se acordó de ella.
Ana concibió,
dio a luz un hijo y le puso de nombre Samuel, diciendo:
«Al Señor se
lo pedí.»
Palabra de Dios
Salmo: 1S
2,1.4-5.6-7.8abcd
R/. Mi corazón se
regocija en el Señor, mi salvador
Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación. R/.
Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda
baldía. R/.
El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece. R/.
Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Marcos (1,21-28):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el
sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su
doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba
precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso
a gritar:
«¿Qué quieres
de nosotros, Jesús Nazareno?
¿Has venido a
acabar con nosotros?
Sé quién
eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo
increpó:
«Cállate y
sal de él.»
El espíritu
inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió.
Todos se
preguntaron estupefactos:
«¿Qué es
esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les
manda y le obedecen.»
Su fama se
extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Palabra del Señor
1.
Lo primero, que queda patente en este episodio, es el contraste entre la
enseñanza que transmitía Jesús y la que transmitían los letrados o
"teólogos" oficiales de la religión establecida. Este contraste es lo
que, según la narración, más llamó la atención de la gente. Fue algo que
advirtió enseguida el público que acudió a la sinagoga.
- ¿En qué
podía estar la diferencia que la gente notó entre la enseñanza de Jesús y la
enseñanza de los maestros de la Ley?
Se sabe que
la tarea y la responsabilidad de los letrados consistía en vigilar la sumisión
y la ortodoxia de los fieles según las enseñanzas de la tradición
religiosa, el cumplimiento de las normas, la fiel observancia de la Torá, la
Ley que, con la autoridad de los "hombres de la religión" le
transmitía a la gente la mentalidad sumisa, que era lo fundamental y lo más
característico de aquella religión.
2.
Jesús no enseñaba, ni transmitía, la "mentalidad sumisa". Lo que
Jesús no se cansó de hacer fue liberar a los oprimidos por las fuerzas del
mal". A esto justamente se refiere el Evangelio cuando habla de los
espíritus inmundos.
Que no eran
"demonios", sino todo cuanto actúa en la vida como poderes de
opresión, poderes causantes del sufrimiento humano, ya sea que
causen enfermedades, desgracias, sufrimientos de toda índole. Esta
“representación" de las fuerzas del mal como "espíritus
inmundos" había sido copiada por los israelitas exiliados en Babilonia. Y
en la lucha contra estas fuerzas, se centra gran parte del material mítico, que
se encuentra en los evangelios, relativo a "demonios",
"espíritus impuros" o denominaciones semejantes (O. Bócher).
3.
Desde que en el mundo hay religiones organizadas, la religión es generalmente
aceptada como un sistema de rangos, que implica dependencia, sumisión y
subordinación a superiores invisibles (Walter Burkert). Lo que suele dar pie a
que las religiones fomenten los "rituales de sumisión": callar,
obedecer, inclinarse, aguantar, arrodillarse, tirarse al suelo... (I.
Eibl-Eibesfeldt).
Es evidente
que Jesús no enseñó nada de esto. Ni quiso este tipo de conductas. Esto es lo
que, en el fondo, entusiasmó a la gente que escuchaba a Jesús.
San Eulogio de Córdoba
En Córdoba, en la región de
Andalucía, en Hispania, san Eulogio, presbítero y mártir, degollado por su
preclara confesión de Cristo.
Vida de San Eulogio de
Córdoba
El siglo IX sitúa a
Eulogio en la historia porfiando de continuo con el Islam. Nace el santo hacia
el año 800 en una familia de rancio cordobés. Se educa entre el clero de la
iglesia de san Zoilo y también goza, junto con el conocido Álvaro de Córdoba y
otros, de la beneficiosa influencia del abad de santa Clara, Esperaindeo. Su
vida es una permanente e inquebrantable adhesión a la fe y a las tradiciones
patrias. Quizás por eso se pensó en él como sucesor de Wistremiro, arzobispo de
Toledo.
Entra en el estamento
clerical acompañado de un terrible sentimiento de indignidad. Tras un intento
fallido de peregrinar a pie a Roma, empresa poco menos que imposible en ese
tiempo, y otro no menos frustrado de contactar con sus hermanos que se trasladaron
a las tierras del Rhin, visita los monasterios locales en torno a Pamplona y
Zaragoza; en el año 845 los pasos pirenaicos están cerrados por las luchas de
los hijos de Leudovico Pío. Pero en el noreste se hace con un precioso botín
muy útil en el futuro de Córdoba: libros que han de servir para restaurar la
cultura isidoriana en El Ándalus.
A su vuelta se
convierte en el corifeo -maestro lo llaman- de una escuela que intenta defender
la religión de los padres y pretende hacer resurgir el sentimiento nacional tan
terriblemente humillado por los invasores islámicos. Aunque no se da una persecución
cruenta, sí se hace cada día más difícil en Córdoba la vida para el cristiano.
Las leyes nuevas sobre el matrimonio, el comercio y las posesiones, los
impuestos, el sarcasmo de los gobernantes y la intransigencia fundamentalista
de la gente van sofocando cada día la fe, haciendo de los cristianos ciudadanos
sin derechos y colmados de obligaciones.
Con la muerte de Abd
al-Rahman II (850) se desata un periodo de intolerancia islámica que provoca
martirios. Los que han sabido ser fuertes no claudican y llenos de fervor
manifiestan su protesta con la confesión pública de su fe ante el cadí con
desprecio de sus vidas; los que renegaron en otro tiempo entienden que esta es
la ocasión de lavar su culpa y proclaman ahora valientemente la fe en Cristo;
todavía una tercera porción de cristianos que permanecían ocultos por
imperativos de la ley salen ya de su anonimato y clandestinidad. Las cárceles
se han llenado y el revuelo social es mayúsculo; tan grande es el alboroto que,
a instancia del sultán, ha de intervenir el arzobispo de Sevilla Recafredo -que
por cierto era metropolitano por las gracias del palacio emiral- para prohibir
y anatematizar los martirios voluntarios.
Eulogio y su escuela
han influido de modo suave y decisivo en la respuesta de fe ante la provocación
martirial. Es la época en que Eulogio escribe el Memorial de los Mártires
plasmando por escrito testimonio de los héroes cristianos. En el año 851 lo
meten en prisión, pero toma la medida represiva con aire de alborozo porque con
los presos “está en familia”, reza, escribe, consuela y anima. En la mazmorra
conoce a Flora y María a quienes da ánimos para la fidelidad hasta el fin y
ahora decide escribir su Documento Martirial. Cuando, cerrada la escuela, es
puesto en libertad intercambia por diez años la ciudad con el campo y escribe
su Apologético para desautorizar a los detractores que por mediocridad y
cobardía ridiculizaban la defensa de la fe hasta la muerte.
El encubrimiento que
hizo en su propia casa de la joven cristiana Lucrecia -hija de padre musulmán y
martirizada también- fue el detonante de su decisiva prisión y martirio. No
dejó otra alternativa a los jueces cuando le proponían una simple apostasía material:
“Será mejor que me condenes a muerte. Soy adorador de Cristo, hijo de Dios e
hijo de María, y para mí vuestro profeta es un impostor”.
Claro está que lo
mataron; fue el 11 de Marzo del 859. Y lo enterraron en la iglesia de san
Zoilo. En el año 883 trasladaron los restos del mártir a Oviedo donde se
conserva la urna en la Cámara Santa.
¡Muchas gracias, Padre
de la mozarabía, ¡por tu rotunda coherencia! Fuiste un ejemplo de resistencia,
amante de la libertad, frente a los cobardes colaboracionistas utilitarios tan
amadores de su vida que juzgaban tu pensamiento como un “suicidio”. Tu inteligencia
de la vida es modelo, ayuda y consuelo cuando se vive en tiempos blandos de
solapada apostasía general.
wikimedia.org
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