lunes, 15 de enero de 2024

Párate un momento: El Evangelio del dia 17 DE ENERO – MIERCOLES – 2 – SEMANA T O - B – SAN ANTONIO ABAD

 


17 DE ENERO – MIERCOLES –

2 – SEMANA T O - B

SAN   ANTONIO  ABAD

 

       Lectura del primer libro de Samuel (17,32-33.37.40-51):

 

En aquellos días, Saúl mandó llamar a David, y éste le dijo:

«Majestad, no os desaniméis. Este servidor tuyo irá a luchar con ese filisteo.»

Pero Saúl le contestó:

«No podrás acercarte a ese filisteo para luchar con él, porque eres un muchacho, y él es un guerrero desde mozo.»

David le replicó:

«El Señor, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará de las manos de ese filisteo.»

Entonces Saúl le dijo:

«Anda con Dios.»

Agarró el cayado, escogió cinco cantos del arroyo, se los echó al zurrón, empuñó la honda y se acercó al filisteo. Éste, precedido de su escudero, iba avanzando, acercándose a David; lo miró de arriba abajo y lo despreció, porque era un muchacho de buen color y guapo, y le gritó:

«¿Soy yo un perro, para que vengas a mí con un palo?»

Luego maldijo a David, invocando a sus dioses, y le dijo:

«Ven acá, y echaré tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo.»

Pero David le contestó:

«Tú vienes hacia mí armado de espada, lanza y jabalina; yo voy hacia ti en nombre del Señor de los ejércitos, Dios de las huestes de Israel, a las que has desafiado. Hoy te entregará el Señor en mis manos, te venceré, te arrancaré la cabeza de los hombros y echaré tu cadáver y los del campamento filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra; y todo el mundo reconocerá que hay un Dios en Israel; y todos los aquí reunidos reconocerán que el Señor da la victoria sin necesidad de espadas ni lanzas, porque ésta es una guerra del Señor, y él os entregará en nuestro poder.»

Cuando el filisteo se puso en marcha y se acercaba en dirección de David, éste salió de la formación y corrió velozmente en dirección del filisteo; echó mano al zurrón, sacó una piedra, disparó la honda y le pegó al filisteo en la frente: la piedra se le clavó en la frente, y cayó de bruces en tierra.

Así venció David al filisteo, con la honda y una piedra; lo mató de un golpe, sin empuñar espada.

David corrió y se paró junto al filisteo, le agarró la espada, la desenvainó y lo remató, cortándole la cabeza.

Los filisteos, al ver que había muerto su campeón, huyeron.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 143,1.2.9-10

 

R/. Bendito el Señor, mi Alcazar.

 

Bendito el Señor, mi Roca,

que adiestra mis manos para el combate,

mis dedos para la pelea. R/.

 

Mi bienhechor, mi alcázar,

baluarte donde me pongo a salvo,

mi escudo y mi refugio,

que me somete los pueblos. R/.

 

Dios mio, te cantaré un cántico nuevo,

tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:

para ti que das la victoria a los reyes,

y salvas a David, tu siervo. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Marcos (3,1-6):

 

 En aquel tiempo, entró Jesús otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo.

 

Jesús le dijo al que tenía la parálisis:

     «Levántate y ponte ahí en medio.»

 Y a ellos les preguntó:

«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?»

Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación, le dijo al hombre:

«Extiende el brazo.»

Lo extendió y quedó restablecido.

En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.

 

Palabra del Señor

 

1.-  En la Iglesia no se ha reflexionado lo suficiente en un hecho fundamental: el Evangelio es la historia de un conflicto mortal: el conflicto de Jesús con la religión. Esto queda patente ya en este relato, que termina dando cuenta de la decisión firme de los fariseos (religión) y los herodianos (política), el poder religioso aliado al poder político, ambos unidos para matar a Jesús.

¿Por qué? Porque había sanado a un enfermo en sábado. La vida (curación del manco) enfrentada a la religión (observancia del sábado).

Jesús se puso de parte de la vida. La religión estaba de parte de la muerte.

 

2.-  Hay gente piadosa que no comprende esto. Y que hasta se siente molesta (incluso ofendida) cuando se habla de esto. Y es que, en el fondo, todos los hombres hemos nacido, nos hemos criado y hemos sido integrados en una cultura religiosa, tenemos (sin darnos cuenta de ello) una dificultad casi insuperable la de comprender el conflicto de Jesús con la religión.

¿Cómo es posible que, en nombre de la religión, seamos capaces de comprender a un hombre que fue asesinado por la religión?

Esto es lo que ocurre con Jesús.

Estamos más incapacitados de lo que sospechamos para comprender al Crucificado.

¿Por qué nos ocurre esto?

 La Iglesia naciente puso su fe en el Dios de Jesús, Padre de Misericordia del que nos hablan los evangelios. Pero, treinta años antes que los evangelios, Pablo empezó a organizar las primeras "iglesias", y ponía su fe en el Dios de Abrahán, el "Dios de los Padres" (Gal 3, 16-21; Rom 2-20), que quedó vinculado con la Religión de la Ley, del Templo y de los sacerdotes. Así, la fe de la Iglesia está vinculada al Dios Padre de la bondad y al Dios que le pidió a Abrahán la sangre y la muerte de su hijo. Y así nos hemos metido en el gran lío teológico, del que no salimos.

¿Estamos con el Dios de Jesús?

¿Estamos con el Dios de Abrahán?

 

3.-  El hecho es que, cuestionar la Ley, el templo o los Sacerdotes, es lo mismo que cuestionar a Cristo. Y eso no es verdad. No nos cabe en la cabeza que la religión se puede entender y se puede vivir de otra manera.

Jesús fue profundamente religioso. Pero su religión no se acomodó al modelo establecido. La religiosidad de Jesús tuvo tres elementos muy claros:

 

  1) La fe en el Padre (Jesús fue el "jefe de fila de los creyentes": Heb 1, 2).

 

  2) La oración frecuente, prolongada, oculta, solitaria.

 

 3) La ética del respeto, de la libertad, de la tolerancia, de la igualdad y, sobre todo, del amor a todos.

 

Con frecuencia nos ponemos de parte de la religión que mató a Jesús y así, ponemos en peligro nuestra fe, nuestra oración y nuestra ética.

 

SAN   ANTONIO  ABAD

 


251 - 356 

San Antón o San Antonio Abad (Heracleópolis Magna, Egipto, 251; – †Monte Colzim, Egipto, 17 de enero del año 356), fue un monje cristiano fundador del movimiento eremítico. El relato de su vida, transmitido principalmente por la obra de San Atanasio, presenta la figura de un hombre que crece en santidad y lo convierte en modelo de cristianos. Tiene elementos históricos y otros de carácter legendario; se sabe que abandonó sus bienes para llevar una existencia de ermitaño y que atendía varias comunidades monacales en Egipto, permaneciendo eremita. Se dice que alcanzó los 105 años.

El nombre de Antonio puede significar: "Fluoresciente" (de "Antos", flor) o "Invencible" (de "Anteos", el que se enfrenta victorioso a los enemigos). La vida de este santo la escribió San Atanasio, su gran amigo. Se le llama "Abad" que significaba "padre", porque él fue el padre o fundador de los monasterios de monjes.

De pequeño no le enseñaron a leer ni escribir, pero sí lo supieron educar cristianamente. A los veinte años quedó huérfano de padre y madre, y al entrar a una iglesia oyó leer aquellas palabras de Jesús: "Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes, y dalo a los pobres". Se fue entonces y vendió las 300 fanegas de buenas tierras que sus padres le habían dejado en herencia, y repartió el dinero a los necesitados. Lo mismo hizo con sus casas y mobiliario. Sólo dejó una pequeña cantidad para vivir él y su hermana.

Pero luego oyó leer en un templo aquella frase de Cristo: "No os preocupéis por el día de mañana", y vendió el resto de los bienes que le quedaban, y asegurando en un convento de monjas la educación y el futuro de su hermana, repartió todo lo demás entre la gente más pobre, y él se quedó en absoluta pobreza, confiado sólo en Dios. Se retiró a las afueras de la ciudad a vivir en soledad y oración. Vivía cerca de algunos monjes que habitaban por allí, y de ellos fue aprendiendo a orar y a meditar. Le enseñaron a leer y su memoria era tal que lo que leía lo aprendía de memoria. Esto le va a servir mucho para el futuro, cuando no tendrá libros para leer, pero sí recordará maravillosamente lo leído anteriormente.

Recordando la frase de San Pablo: "El que no trabaja que no coma" aprendió a tejer canastos, y con el trabajo de sus manos conseguía su sustento y aún le quedaba para ayudar a los pobres.

Su fervor era tan grande que de pronto oía hablar de algún monje o ermitaño muy santo, y se iba hacia donde él a escuchar sus consejos y tratar de aprender cómo se llega a la santidad. Y así pronto fue también él un ermitaño admirablemente santo. Pero el demonio empezó a traerle temibles tentaciones. Le presentaba en la mente todo el gran bien que él podría haber hecho si en vez de repartir sus riquezas a los pobres las hubiera conservado para extender la religión. Y le mostraba lo antipática y fea que sería su futura vida de monje ermitaño. Trataba de que se sintiera descontento de la vocación a la cual Dios lo había llamado. Como no lograba desanimarlo, entonces el demonio le trajo las más desesperantes tentaciones contra la pureza. Le presentaba en la imaginación toda clase de imágenes impuras. Pero él recordando aquella frase de Jesús: "Vigilad y orad para no caer en la tentación", "Ciertos malos espíritus no se alejan sino con ayuno y oración", se puso a vigilar sus sentidos: ojos, oídos, etc., para que ninguna mala imagen o atracción lo sedujeran. Y luego empezó a orar mucho y a ayunar fuertemente.

Pasaba muchas horas del día y de la noche orando. No comía ni bebía nada jamás antes de que se ocultara el sol. Y su alimento era un poco de pan o de dátiles, un poco de sal, y agua de una cisterna.

Un día el demonio enfurecido porque no lograba vencerlo le dio un golpe tan violento que el santo quedó como muerto. Vino un amigo y creyéndolo ya cadáver se lo llevó a enterrar, pero cuando ya estaban disponiendo los funerales, él recobró el sentido y se volvió a su choza a orar y meditar. Allí le dijo a Nuestro Señor: ¿Adónde te habías ido mi buen Dios cuando el enemigo me atacaba tan duramente? Y una voz del cielo le respondió: "Yo estaba presenciando tus combates y concediéndote fuerzas para resistir. Yo te protegeré siempre y en todas partes".

Se cuenta también que en una ocasión se le acercó una jabalina con sus jabatos (que estaban ciegos), en actitud de súplica. Antonio curó la ceguera de los animales y desde entonces la madre no se separó de él y le defendió de cualquier alimaña que se acercara. Pero con el tiempo y por la idea de que el cerdo era un animal impuro se hizo costumbre de representarlo dominando la impureza y por esto le colocaban un cerdo domado a los pies, porque era vencedor de la impureza. Además, en la Edad Media para mantener los hospitales soltaban los animales y para que la gente no se los apropiara los pusieron bajo el patrocinio del famoso San Antonio, por lo que corría su fama. En la teología el colocar los animales junto a la figura de un cristiano era decir que esa persona había entrado en la vida bienaventurada, esto es, en el cielo, puesto que dominaba la creación.

A los 35 años siente una voz interior que lo invita a dedicarse a la soledad absoluta. Hasta entonces había vivido en una celda, no muy lejos de la ciudad y cerca de otros ascetas. La palabra "asceta" significa "el que lucha por dominarse a sí mismo". La gente llamaba ascetas a los cristianos fervorosos que se dedicaban con la oración, el sacrificio y la meditación a conseguir la santidad. Cerca de un grupo de ellos había vivido ya varios años Antonio y había aprendido cuanto ellos podían enseñarle para ser santo. Ahora se sentía capaz de alejarse a tratar de entenderse a solas con Dios.

Se fue lejos al otro lado del río Nilo. Encontró un cementerio abandonado y allí se quedó a vivir. Las gentes antiguas creían que las almas en penas venían a espantar en los cementerios. Para convencerse de que tal creencia era cuento y mentiras, se quedó a vivir en aquel cementerio y ningún alma de difunto vino a espantarlo. Aquel terreno estaba infectado de serpientes venenosas. Les dio una bendición y ellas se alejaron. Solamente un amigo suyo venía muy de vez en cuando a traerle un poco de pan. Levantó un muro para hacer el sacrificio de no ver a nadie, y hasta el que le traía el pan tenía que lanzárselo por encima del muro. Muchas gentes venían a consultarlo y les hablaba a través del muro.

Pero la fama de que sus consejos hacían mucho bien se extendió tanto que al fin los peregrinos no pudieron contenerse y derribaron aquella pared. Allí estaba Antonio que desde hacía 20 años no veía rostro humano alguno, y no comía carne, y sólo se alimentaba de un poco de pan y un poco de agua cada día. Pero en su rostro no se notaba ningún mal efecto de estos sacrificios, sino que aparecía amable y lleno de alegría.

A los 55 años, para satisfacer la petición de muchos hombres que le pedían les ayudara a vivir vida de ermitaños como él, organizó una serie de chozas individuales, donde se practicaba una pobreza heroica. En cada una de estas chozas vivía un ermitaño dedicado a orar, a trabajar y a hacer sacrificios. Constantemente se oían cantar por allí las alabanzas de Dios.

Antonio los fue formando en la santidad con sus sabios consejos. San Atanasio narra que les aconsejaba lo siguiente: "No vivir tan preocupados por el cuerpo sino por la salvación del alma. Cada mañana pensad que éste puede ser el último día de nuestra vida, y vivid tan santamente como si en verdad lo fuera. Ejecutad cada acción como si fuera la última de la vida. Recordad que los enemigos del alma son vencidos con la oración, la mortificación, la humildad y las buenas obras y se alejan cuando hacemos bien la señal de la cruz.” Les contaba que muchas veces había hecho salir huyendo al demonio con sólo pronunciar con toda fe el santo nombre de Jesús. Les decía que para combatir la impureza hay que pensar frecuentemente en lo que nos espera al final de la vida: Muerte, Juicio, Infierno o Gloria. Les insistía que se esforzaran por llegar a ser mansos y amables; que no buscaran ser alabados o muy estimados; que lo que obtuvieran con el trabajo de sus manos (se dedicaban a tejer esteras y canastos) lo dedicaran a los pobres y que su preocupación fuera siempre ir apreciando y amando cada día más a Jesucristo. Así con San Antonio nació en la Iglesia la primera comunidad de religiosos.

Cuando estalló la persecución contra los cristianos, el santo se fue con algunos de sus monjes a la ciudad de Alejandría a animar a los cristianos para que prefirieran perder todos sus bienes y hasta la misma vida con tal de no renegar de Cristo y de su santa religión. Los paganos no se atrevieron a hacerle daño porque la gente lo veneraba como un hombre de Dios. "Ahí va el santo", exclamaban hasta los paganos al verlo pasar.

Luego se fue a vivir más lejos todavía y estuvo 18 años sin ver a nadie, sólo meditando, haciendo penitencias y hablando con Dios. En los terribilísimos calores del desierto (44 grados) hizo el sacrificio de no bañarse ni una vez, ni cambiarse de ropa. Era un sacrificio tremendo para esos calores sofocantes. No bebía ni una gota de agua antes de que se ocultara el sol.

Pero apareció luego una terrible herejía que decía que Cristo no era Dios. La propagaba un tal Arrio. San Antonio contempló en una visión que el mundo se llenaba de serpientes venenosas, y oyó una voz que decía: "Son los que niegan que Jesucristo es Dios". Inmediatamente hizo expulsar de sus monasterios a todos los arrianos que negaban la Divinidad de Jesucristo y se fue otra vez a Alejandría a apoyar a San Atanasio que era el gran orador que atacaba a los arrianos. Allá San Antonio hizo milagros portentosos para probar que Cristo sí es Dios. Al famoso sabio Dídimo el ciego le dijo que no entristeciera por ser ciego, sino que se alegrara porque con la fe podía ver a Dios en su alma.

En los últimos años de su vida era muy visitado por peregrinos que iban a pedirle consejos. El hacía que sus monjes más santos y más sabios los aconsejaran y luego reuniendo al atardecer a todos los peregrinos les hacía algún pequeño sermón. Murió con más de cien años, pero conservaba buena la vista y el cerebro. Y aparecía siempre tan alegre y amable, que cuando llegaba un peregrino y preguntaba por él, le decían: "Busque entre los monjes, y el más alegre de todos, ese es Antonio". Y aunque el peregrino jamás lo había visto antes en su vida, pasaba por entre los monjes y al ver a uno más amable y risueño y alegre que los demás, preguntaba: ¿Es este Antonio? Y le respondían que si era él.

Antes de morir hizo jurar a sus discípulos que no contarían dónde estaba enterrado, para que las gentes no tuvieran el peligro de dedicarse a rendirle cultos desproporcionados. Sin embargo, alrededor de 561 sus reliquias fueron llevadas a Alejandría, donde fueron veneradas hasta alrededor del siglo XII, cuando fueron trasladadas a Constantinopla. La Orden de los Caballeros del Hospital de San Antonio, conocidos como Hospitalarios, fundada por esas fechas, se puso bajo su advocación. La iconografía lo refleja, representando con frecuencia a Antonio con el hábito negro de los Hospitalarios y la tau o la cruz egipcia que vino a ser el emblema como era conocido.

Tras la caída de Constantinopla, las reliquias de Antonio fueron llevadas a la provincia francesa del Delfinado, a una abadía que años después se hizo célebre bajo el nombre de Saint Antoine en Viennois. La devoción por este santo llegó también a tierras valencianas, difundida por el obispo de Tortosa a principios del siglo XIV.

Los antiguos le tenían mucha fe para que alejara de sus campos las pestes que atacan a los animales. Por ese lo pintan con un cerdo, un perro y un gallo. Había también la costumbre de que varios campesinos engordaban entre todos cada año un cerdo y el día de San Antonio, el 17 de enero, lo mataban y lo repartían entre los pobres.

 

 

 

 

 

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