18
de Diciembre – Domingo
4º
- Domingo de Adviento . A
Nuestra Señora de la
Esperanza
Lectura del libro de Isaías (7,10-14):
En aquellos días, el Señor habló a Acaz:
«Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo
alto del cielo.»
Respondió Acaz:
«No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios:
«Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis
incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la
virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que
significa "Dios-con-nosotros".»
Sal 23,1-2.3-4ab.5-6
R/. Va a entrar el Señor,
él es el Rey de la gloria
· Del Señor es
la tierra y cuanto la llena,
el orbe y
todos sus habitantes:
él la
fundó sobre los mares,
él la
afianzó sobre los ríos. R/.
· ¿Quién puede
subir al monte del Señor?
¿Quién
puede estar en el recinto sacro?
El
hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. R/.
· Ése recibirá
la bendición del Señor,
le hará
justicia el Dios de salvación.
Éste es
el grupo que busca al Señor,
que viene
a tu presencia, Dios de Jacob. R/.
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Romanos (1,1-7):
Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para
anunciar el Evangelio de Dios. Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en
las Escrituras santas, se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la
estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno
poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor. Por él hemos
recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la
fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por
Cristo Jesús. A todos los de Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a formar
parte de los santos, os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del
Señor Jesucristo.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (1,18-24):
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre,
estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba
un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería
denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños
un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu
mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz
un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los
pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor
por el Profeta:
«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por
nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del
Señor y se llevó a casa a su mujer.
Asombro ante el misterio.
El evangelio del domingo pasado hablaba del
desconcierto de Juan Bautista, y nos obligaba a pensar en el desconcierto y
escándalo que podemos sentir ante la conducta y el mensaje de Jesús. El
evangelio del cuarto domingo da un paso adelante. El desconcierto y el
escándalo se pueden superar. El asombro se da ante el misterio y no acaba
nunca, dura toda la vida. Mateo da un título a lo que va a contar: El nacimiento de
Jesucristo fue de esta manera. Sin embargo, no es eso lo que cuenta, se limita
a ofrecer una serie de datos sobre ese misterio.
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de
vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo….
El relato del evangelio consta de los elementos típicos: planteamiento,
nudo y desenlace. Como en cualquier novela policíaca. Pero existe una
diferencia. Mientras Agatha Christie dedica la mayor parte al nudo, a las
peripecias de Hércules Poirot en busca del asesino, Mateo es brevísimo en las
dos primeras partes y pasa enseguida al desenlace. No se trata de un relato
dramático, sino didáctico.
Planteamiento
Parte de unos personajes que da por conocidos para el lector, María y José,
y de una costumbre que también da por conocida entre judíos: después de los
desposorios (la petición de mano), los novios son considerados como esposos,
con el compromiso de fidelidad mutua, pero siguen viviendo por separado. De
repente, resulta que María espera un hijo del Espíritu Santo. Mateo no deja al
lector ni un segundo de duda. Con perdón del Espíritu Santo, y siguiendo el
símil policiaco, el lector sabe desde el principio quién es el asesino.
Nudo
La duda es para José, hombre bueno. Según el Deuteronomio, si un hombre se
casa con una mujer y resulta que no es virgen, si la denuncia,
“sacarán a la joven a la puerta de la casa paterna y
los hombres de la ciudad la apedrearán hasta que muera, por haber cometido en
Israel la infamia de prostituir la casa paterna” (Dt 22,20ss).
José prefiere interpretar la ley en la forma más benévola. La ley permite
denunciar, pero no obliga a hacerlo. Por eso, decide repudiar a María en
secreto para no infamarla. Mateo escribe con enorme sobriedad, no detalla las
dudas y angustias de José. Como mejor se advierte esto es comparando el relato
con un fragmento del Génesis Apócrifo encontrado en Qumrán, en el que
leemos algo parecido a propósito del patriarca Lamec: advierte que su mujer,
Bitenós, está encinta, y duda de que ese hijo sea suyo (el estado fragmentario
del texto no permite saber por qué duda). La angustia del personaje la refleja
el autor de forma casi patética:
“Entonces pensé que
la concepción era obra de los Vigilantes, y la preñez de los Santos, y
pertenecía a los Gigantes [...] y mi corazón se trastornó en mi interior por
causa de este niño. Entonces yo, Lamec, me asusté y acudí a Bitenós, mi mujer,
y dije [...]: júrame por el Altísimo, por el Gran Señor, por el Rey del
Universo [...] que de veras me harás saber todo, me harás saber de veras y sin
mentiras si esto [...]. Júrame por el Rey de todo el Universo que me estás
hablando sinceramente y sin mentiras [...]Entonces Bitenós, mi esposa, me habló
muy reciamente, lloró y dijo: ¡Oh mi hermano y señor! Recuerda mi placer, el tiempo
del amor, el jadear de mi aliento en mi pecho [...] Yo te juro por el Gran
Santo, por el Rey de los cielos, que de ti viene esta semilla, de ti viene este
embarazo, de ti viene la siembra de este fruto, y no de ningún extranjero, ni
vigilante, ni hijo del cielo. ¿Por qué está la expresión de tu rostro tan
alterada y deformada, y tu espíritu tan deprimido?” (1QapGn Col. II, 1-17).
Ni siquiera con estas palabras de su esposa queda tranquilo Lamec; acude a
su padre, Matusalén, para que le pregunte a Henoc y se informe de todo con
certeza. Es una pena que la columna esté tan estropeada en algunos momentos
capitales para la interpretación del argumento. El relato de Mateo parece en
muchos detalles como la antítesis del Génesis Apócrifo.
Desenlace
En cuanto José toma la decisión, se aparece el ángel que resuelve el
problema. José obedece, y María da a luz un hijo al que José pone por nombre
Jesús. En esta sección final, entre las palabras del ángel y la obediencia de
José introduce Mateo unas palabras para explicar el misterio: se trata de
cumplir la profecía de Is 7,14 (que se lee hoy como 1ª lectura).
Mensaje
Este análisis literario demuestra que Mateo no ha intentado poner en
tensión al lector. Sabe desde el comienzo a qué se debe el misterio. Entonces,
¿qué pretende decirnos con este episodio? Tres cosas fundamentales a propósito
del protagonista de su obra.
- ¿Quién es Jesús? Al comienzo del evangelio, en la genealogía, Mateo
acaba de indicarnos que es verdadero israelita y verdadero descendiente de
David.
- ¿Significa que sea el Mesías?
Para eso hace falta algo más según la tradición de ciertos grupos judíos. El
Mesías debe nacer de una virgen, según está anunciado en Is 7,14. Este episodio
demuestra que Jesús cumple ese requisito. Pero hay otro dato que no contiene el
texto de Isaías: Jesús viene del Espíritu Santo, con lo cual se quiere expresar
su estrecha relación con Dios.
- ¿Qué hará Jesús? Lo indica su nombre:
salvar a su pueblo de los pecados. Salvar de los pecados no es lo mismo que
perdonar los pecados. Perdonar los pecados se puede hacer de forma cómoda,
sentado en el confesionario, o incluso paseando o tomando un café. Salvar de
los pecados sólo se puede hacer ofreciendo la propia vida. Sabemos desde niños
que Jesús, para salvarnos de nuestros pecados, dio su vida por nosotros. Pero
no debe dejar de asombrarnos. Porque la actitud normal de un judío piadoso ante
el pecado no es comprenderlo ni justificarlo, mucho menos morir por el pecador.
Es condenarlo.
- ¿Qué repercusiones tiene su aparición?
Mateo, al escribir su evangelio, parte de la experiencia de su comunidad,
perseguida y rechazada por aceptar a Jesús como Mesías. Mateo le indica desde
el comienzo que las dificultades son normales. Incluso las personas más ligadas
al Mesías, sus propios padres, sufren problemas desde que es concebido. El
cristiano debe ver en José un modelo que le ayuda y anima. No debe tener miedo
a aceptar a Jesús y seguirlo, porque “viene del Espíritu Santo” y “salvará a su
pueblo de los pecados”.
Nuestra Señora de la
Esperanza
En esta tercera
semana de Adviento, es imposible preparar la Navidad prescindiendo de la
contemplación del indecible gozo esperanzado que poseyó Santa María por el
futuro próximo inmediato de su parto. Eso es lo que se quiere expresar con
"La Expectación del Parto", o "El día de Santa María" como
se le llamó también en otro tiempo, o "Nuestra Señora de la O" como
popularmente también se le denomina hoy.
Fue en España,
concretamente en Toledo, en el décimo concilio que se celebró en el año 656,
siendo San Eugenio III el obispo de aquella sede y que posteriormente un muy
devoto de la Virgen María —San Ildefonso- se tomó bastante en serio propagar.
La intuición del pueblo denominando a la expectante Doncella joven "Virgen
de la O" está basada en la directa contemplación de las obras pictóricas o
esculturales que presentan piadosamente la natural redondez abultada de la
Virgen grávida.
El origen del título es no obstante más espiritual, más fino, más
litúrgico y menos somático. Tiene su origen en que las antífonas marianas del
rezo de vísperas comienzan con la O: O Sapientia, O Adonai, O Enmanuel..
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