jueves, 1 de diciembre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 2 DE DICIEMBRE - VIERNES 1ª - SEMANA DE ADVIENTO Santa Bibiana


2 DE DICIEMBRE    - VIERNES
1ª -  SEMANA    DE    ADVIENTO
Santa Bibiana

Evangelio según san Mateo 9, 27-31
        En aquel tiempo, al marcharse Jesús, le siguieron dos ciegos gritando:
"Ten compasión de nosotros, Hijo de David".
Al llegar a la casa se le acercaron los
   ciegos y Jesús les dijo:
"¿Creéis que puedo hacerlo?".
Contestaron:
"Si Señor".
       Entonces les tocó los ojos diciendo:
"Que os suceda conforme a vuestra fe". Y se les abrieron los ojos.
Jesús les ordenó severamente: "¡Cuidado, con que lo sepa alguien!". Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.

1. Seguramente    lo más llamativo, que hay en este relato, es la relación que Jesús establece entre la fe y la salud. Por eso Jesús les pregunta a los ciegos si "creen" que él los puede curar. Y por eso les dice también: "Que os suceda conforma a vuestra fe".
Es decir, Jesús no atribuye la curación al poder de Dios o a su propio poder, sino al poder de la fe. Y no olvidemos nunca que la fe,
tal como la presentan los evangelios sinópticos, es la manifestación de una "convicción" que tiene el que afirma "que tiene fe".
Pero no olvidemos nunca que una "convicción" es siempre un "acto libre". Lo cual quiere decir que la fe es una experiencia y una forma de conducta que brota de la libertad humana.
Creer es fiarse y confiar en lo que hace y dice Jesús.

2.- Este planteamiento de la fe, como fuerza curativa, como energía de vida, es una de las cosas más novedosas y sorprendentes que uno se encuentra en los evangelios.
La afirmación de Jesús: "Tu fe te ha curado" se repite constantemente en los relatos evangélicos (Mc 5, 34; Mt 9, 22; Lc 8, 48; cf. Mc 10, 52; Mt 8, 10. 13; 9, 30; 15, 28; Lc 7, 9; 17, 19; 18,42). Y por la fe se explica la curación del paralítico (Mc 2, 1-12 par), de la hija de Jairo y de la mujer que padecía hemorragias (Mc 5,21-43 par), del ciego Bartimeo (Mc 10,46-52 par), del siervo del centurión (Mt 8, 5-13 par), de la hija de la mujer cananea (Mt 15, 21-28 par), de los dos ciegos (Mt 9,27-31), de los diez leprosos (Lc 17, 11-19).
Más aún, esta relación entre fe y curación es tan fuerte, que cuando falta la fe, el Evangelio dice que, a Jesús, cuando visitó Nazaret, "no le fue posible de ningún modo actuar allí con fuerza" (Mc 6, 5). ¿Por qué? Porque allí "no tenían fe" (apistía) (Mc 6, 6; Mt 13, 53-58).

3.  Tres enseñanzas se   deducen de lo dicho:
1) Jesús le dio un cambio radical a la fe: no es la relación con Dios a través de la religión, sino a través de la vida.
2) Para Jesús es más  importante la vida que la religión.
3) La fe es, ante todo, una fuerza de vida.
O sea, la fe es auténtica cuando nos da fuerza para tirar de la vida, para vivir con gozo y alegría la vida, para superar las dificultades de la vida.
Lo que, en definitiva, quiere decir que una persona tiene fe, si afronta con seriedad, con alegría y con ilusión la realidad de esta vida, por más dura y complicada que se nos presente. Los que tienen fe son personas que cambian su forma de vivir. Y así, la vida en este mundo, en la sociedad, en la convivencia.
 La fe nos humaniza.

Santa Bibiana

No tenemos fechas de su vida, pero está documentada la dedicación a esta santa de una basílica en Roma en el pontificado del papa Simplicio (468-473). Pudo vivir quizá a finales del siglo III, con una entrega colmada y que dio su vida a Dios, muriendo en martirio, al igual que sus padres y su hermana. La tradición y la iconografía representan su martirio mediante la flagelación, estando atada a una columna.

Vida de Santa Bibiana
Ya se menciona en el Liber Pontificalis el culto a la mártir Bibiana cuando se afirma en él que el papa Simplicio (468 - 473) le dedicó una basílica. Restaurada en el siglo XVII por el infatigable papa Urbano VIII quien, con su pasión renacentista, además de salvar un monumento antiguo, quiso dejar un testimonio litúrgico del hallazgo incluyendo en el calendario de la Iglesia universal la fiesta de Santa Bibiana en el día 2 de diciembre.
La basílica tiene tres naves divididas por ocho columnas antiguas y contiene una escultura graciosa de la Santa hecha por Bernini. Está situada cerca de la vía férrea, da nombre al túnel por donde se cruza —Arcos de Santa Bibiana— y próxima a la Stazione Termini.
¿Quién fue santa Bibiana? Bernini, todo arte, la representa con los instrumentos del martirio que le dieron la Vida: columna donde fue flagelada, los azotes, la corona del martirio y la sonrisa en su cara. Pero todo ello, con ser verdadero, es cosa común y aplicable a la mayor parte de los mártires cristianos en la Roma pagana, por lo que es decir mucho y, al mismo tiempo, nada acerca de un personaje concreto.
El relato de las actas no es fiable. El siglo VI en donde comienzan a proliferar las actas de los mártires y los escritos aún más tardíos del martirio no son dignos de crédito histórico por las añadiduras apócrifas y contradicciones que contienen. Incluso los datos que se mencionan, como hacer responsable de su martirio al emperador Juliano el Apóstata, adolecen de un pronunciado desinterés cronológico. La leyenda de nuestra santa que relata pormenorizadamente su martirio es una novela ejemplar que aplica un esquema general romano.
Pero es cierto que Santa Bibiana existió y que fue mártir. Posiblemente también existieron su madre Dafrosa y su hermana Demetria cuyos sarcófagos intactos se descubrieron debajo de los dos vasos de vidrio con inscripciones que conservaban las reliquias de la Santa. La historia se remonta como más remoto documento al papa Simplicio que se sitúa en el siglo V. La veneración de esta mártir es anterior a ese dato. Y por ello no está lejos de la verdad histórica la afirmación de que vivió santa Bibiana a finales del siglo III, antes incluso de lo que cantan las actas.
Es, pues, Bibiana una santa de la que poco sabemos por los documentos que pueden aducirse con valoración histórica cierta. Conocemos su existencia y la entrega colmada, definitiva, que de su vida hizo a Dios, dándole un sí apoteósico con el martirio. Todo lo demás ¿qué importa? Al fin y al cabo, las piedras talladas, papiros, pellejos, papeles y datos informáticos en donde pueda constar la historia más completa de cualquier santo no son más que raspar en la corteza sin alcanzar jamás ese núcleo personal de la relación entre el santo —la santa en nuestro caso— y Dios. Lo que consta en los archivos nos puede llevar al reconocimiento de sus virtudes, pero la reciprocidad de amores entre redimido y Redentor es un misterio siempre escondido para la historia y patente sólo cabe Dios.




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