domingo, 4 de diciembre de 2016

Párate un momento: El Evangelio del día 5 DE DICIEMBRE - LUNES 2ª SEMANA DE ADVIENTO San Sabas




5   DE    DICIEMBRE   - LUNES
2ª    SEMANA DE     ADVIENTO
San Sabas

Evangelio según san Lucas 5, 17-26
      Sucedió que un día estaba Jesús enseñando y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar. Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por dónde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús.
Él, viendo la fe que tenían, dijo:
"Hombre, tus pecados están perdonados".
Los letrados y los fariseos se pusieron a pensar:
"¿Quién es este que dice blasfemias?
¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?".
    Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó:
"¿Qué pensáis en vuestro interior?
¿Qué es más fácil: 'decir tus pecados quedan perdonados ', o decir 'levántate y anda'?".
Pues para que veáis que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados... -dijo al paralítico-:
A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa".
Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.
Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor:
"Hoy hemos visto cosas admirables'.

1º-   Lo primero que se dice en este relato es que "el Señor impulsaba a Jesús a curar. El verbo que utiliza el texto es "iáomai", que no significa simplemente 'cuidar o "servir", sino únicamente "realizar una curación efectiva" y concreta (R. Leívestad).
Es capital caer en la cuenta de que lo primero que el Señor quiere es curar efectivamente la enfermedad del que sufre. El proyecto primero de Dios es ese. Remediar el sufrimiento humano.
Ahí, en eso y de esa manera es como   se revela Dios, la bondad de Dios, la humanidad de Dios.

2º-  En aquel tiempo, las religiones enseñaban   que las enfermedades eran consecuencia de los pecados: el que estaba enfermo es porque había pecado Jn 9, 1; 1 Cor 11, 30).
Por eso Jesús empieza por perdonar los pecados al paralítico, sin que este se lo pidiera, ni mostrara arrepentimiento, ni se confesara.
Lo que Jesús quería era sanar a aquel hombre por completo. Sanarlo de todo lo que sufría, en su cuerpo y en su espíritu. El hecho es que este proyecto de Jesús "escandaliza" a los hombres de la religión, hasta ver en Jesús a un "blasfemo". Y termina "maravillando" a todo  el mundo.  En el fondo, lo que todo esto indica es que un enfermo era, en aquellos tiempos, una persona doblemente desgraciada. Por su enfermedad y por el desprecio que llevaba consigo al verse como una mala persona. Así eran los frutos de la religión. Y por eso es por lo que Jesús quiso desplazar aquella forma de vivir la religión.

3º-  Hay teologías y catecismos que enseñan   que el "pecado" que ofende a Dios es más grave que el "sufrimiento" que daña al ser humano.
 El Señor, que impulsa a Jesús, no piensa así. El Señor no hace las distinciones que hacen los
enfermos que a perdonar pecadores. De lo que más hablan los evangelios es de curaciones. De los pecadores se habla para decir que Jesús se hizo amigo de ellos. Y con ellos compartía mesa y mantel (Mc 2, 15-17 par; Lc 15, 1-2). Cosa que
escandalizaba e irritaba a los observantes y piadosos. Además, Jesús perdonaba al pecador que se le acercaba, sin exigirle ni confesión, ni ningún otro ritual. Jesús simplificó la religión.
¿Por qué nosotros la hemos complicado tanto?

San Sabas
Cerca de Jerusalén, san Sabas abad, que, nacido en Capadocia, se retiró al desierto de Judea, en donde fundó un nuevo estilo de vida eremítica en siete monasterios que se llamaron lauras, reuniendo a los solitarios bajo un superior. Vivió durante muchos años en la gran laura, que posteriormente llevó su nombre, brillando con el ejemplo de santidad y luchando esforzadamente por la fe de Calcedonia.
Su vida comienza en el año 439 al nacer en Mutalasca, en la Capadocia. Tuvieron que cuidarlo sus tíos maternos y paternos cuando los deberes militares requieren la presencia de su padre en Alejandría. Desde muy pequeño advierte los afanes desmedidos de los mayores que pelean entre sí por los beneficios que esperan conseguir de la administración de los bienes que a él pertenecen.
Es admitido en el monasterio de Flaviano donde recibe educación. Allí crece en ciencia y en virtud, conoce es estilo de vida de los monjes, se empapa de su modo de vivir que le embelesa y, al tener edad, pide la admisión en el monasterio con dieciocho años.
Con el permiso de su abad, en el 457, marcha a los Santos Lugares y conoce los desiertos de Palestina. Pasa el invierno en el monasterio de Pasarion. Se consolida en él el amor al silencio y a la austeridad y por ello pasa al monasterio de Eutimio, próximo a Jerusalén, y luego a otro dirigido por Teoctisto donde hay una estricta observancia y disciplina.
Su vida cobra verdadera dimensión de anacoreta en el apartamiento de todo y de todos en su gruta. Allí consume el tiempo con la oración abundante, la penitencia recia y el trabajo de hacer cestillos que lleva al monasterio cada sábado regresando con palmas para reanudar su trabajo. San Eutimio lo nombrará como "el joven viejo" para expresar en una frase su madurez y profundidad al tiempo que su ímpetu y fortaleza. Y lo conoce bien porque cada 14 de enero salen juntos al desierto de Rufan donde se dedican a una inclemente penitencia hasta el domingo de Ramos, considerando que este era el desierto donde Jesús vivió su cuarentena después de su bautismo en el Jordán.
No la relajo en el monasterio de Teoctisto y marcha al desierto del Jordán donde en su cueva ha de luchar contra el demonio enrabietado que le declara una guerra sangrienta: visiones, fantasmas, aullidos e insultos que él combate con más oración y más penitencia.
Conocida su residencia y santidad acuden los fieles del lugar, con la intención de recibir instrucción y aprender de su penitencia. Es preciso entonces hacer cobertizos y bendecir un altar donde puedan decir Misa los presbíteros del lugar. Ni él se juzgó con suficiente virtud ni dignidad para ser sacerdote y afirmó que de ellas carecían algunos de sus discípulos. Esto le granjeó dificultades que llegan en forma de denuncia por enfermizo escrupuloso y odiosa rigidez hasta Salustio, Patriarca de Jerusalén, que termina por conferirle las Ordenes Sagradas delante de sus acusadores y dándoselo como superior.
Acuden a él fieles de todas partes; con frecuencia, también presbíteros y obispos. Corre por el mundo cristiano el nombre de Sabas.
Es la hora de hacer más monasterios. Se impone la construcción de un hospital donde puedan ser atendidos los peregrinos enfermos y, además, se precisa un amplio local independiente para formar debidamente a los novicios, separados de los viejos. Cada vez son más los que buscan su guía.
El Patriarca de Jerusalén lo nombra exarca de todos los monjes, eremitas y anacoretas del desierto.
Ya nonagenario, al final de su vida, ha de luchar contra la herejía en la Iglesia.
Además, el anciano, pobre y enjuto monje es recibido por el mismo emperador Justiniano a quien pide en conversación personal que se ocupe de propiciar la defensa de la ortodoxia, de la verdadera fe. Luego marcha a su cueva esperando el paso a la eternidad en el 531.
Fue uno de los santos más influyentes y significativos del anacoretismo en Oriente.
Muere el 5 de Diciembre del año 532.



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