17 DE AGOSTO - VIERNES
19ª – SEMANA
DEL T.O. – B –
Lectura de la profecía de Ezequiel (16,1-15.60.63):
Me vino
esta palabra del Señor:
«Hijo de Adán, denuncia a Jerusalén sus abominaciones, diciendo:
"Así dice el Señor: ¡Jerusalén! Eres cananea de casta y de cuna: tu padre
era amorreo y tu madre era hitita. Fue así tu alumbramiento: El día en que
naciste, no te cortaron el ombligo, no te bañaron ni frotaron con sal, ni te
envolvieron en pañales. Nadie se apiadó de ti haciéndote uno de estos
menesteres, por compasión, sino que te arrojaron a campo abierto, asqueados de
ti, el día en que naciste.
Pasando yo a tu lado, te vi chapoteando en tu propia sangre, y
te dije mientras yacías en tu sangre:
'Sigue viviendo y crece como brote campestre.'
Creciste y te hiciste moza, llegaste a la sazón; tus senos se
afirmaron, y el vello te brotó, pero estabas desnuda y en cueros. Pasando de
nuevo a tu lado, te vi en la edad del amor; extendí sobre ti mi manto para
cubrir tu desnudez; te comprometí con juramento, hice alianza contigo –oráculo
del Señor– y fuiste mía. Te bañé, te limpié la sangre, y te ungí con aceite. Te
vestí de bordado, te calcé de marsopa; te ceñí de lino, te revestí de seda. Te
engalané con joyas: te puse pulseras en los brazos y un collar al cuello. Te
puse un anillo en la nariz, pendientes en las orejas y diadema de lujo en la
cabeza. Lucías joyas de oro y plata, y vestidos de lino, seda y bordado; comías
flor de harina, miel y aceite; estabas guapísima y prosperaste más que una
reina.
Cundió entre los pueblos la fama de tu belleza, completa con las
galas con que te atavié –oráculo del Señor–. Te sentiste segura de tu belleza
y, amparada en tu fama, fornicaste y te prostituiste con el primero que pasaba.
Pero yo me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras moza y haré
contigo una alianza eterna, para que te acuerdes y te sonrojes y no vuelvas a
abrir la boca de vergüenza, cuando yo te perdone todo lo que hiciste."»
Oráculo del Señor.
Palabra de Dios
Salmo: Is 12,2-3.4bcd.5-6
R/. Ha cesado tu ira y me has consolado
Él es mi
Dios y Salvador: confiaré y no temeré,
porque mi
fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi
salvación.
Y
sacaréis aguas con gozo
de las
fuentes de la salvación. R/.
Dad
gracias al Señor,
invocad
su nombre,
contad a
los pueblos sus hazañas,
proclamad
que su nombre es excelso. R/.
Tañed para
el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas
a toda la tierra;
gritad jubilosos,
habitantes de Sión:
«Qué
grande es en medio de ti el Santo de Israel.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,3-12):
En aquel
tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a
prueba:
«¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?»
Él les respondió:
«¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó
hombre y mujer, y dijo: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su
madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne"? De modo que
ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe
el hombre.»
Ellos insistieron:
«¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y divorciarse?»
Él les contestó:
«Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de
vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Ahora os digo yo que, si uno
se divorcia de su mujer –no hablo de impureza– y se casa con otra, comete
adulterio.»
Los discípulos le replicaron:
«Si ésa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta
casarse.»
Pero él les dijo:
«No todos pueden con eso,
sólo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de
su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por
el reino de los cielos. El que pueda con esto, que lo haga.»
Palabra del Señor
1. Para
entender este pasaje, tantas veces citado para justificar la indisolubilidad del
matrimonio, hay que tener en cuenta que Jesús responde a la pregunta que le
hacen los fariseos. Y la pregunta se refería:
1) Al derecho unilateral del marido a repudiar
a la mujer.
2) Además, si el hombre tenía ese derecho de
tal forma que podía ejercerlo por cualquier motivo.
Detrás de esta fórmula estaba la disputa
teológica, que había en tiempo de Jesús, entre dos rabinos famosos, Hillel
(liberal) y Shammai (rigorista).
Lo que le preguntan a Jesús es si estaba de
acuerdo con las ideas permisivas de
Hillel.
2. Lo
que, en definitiva, preguntaban los fariseos es si el hombre tiene un derecho
que no tiene la mujer: divorciarse cuando a él le dé la gana. Pues bien, en
respuesta
a esa pregunta, lo que Jesús afirma es que no existe ese derecho unilateral del
varón. Y para argumentar eso, Jesús echa mano del proyecto original
de
Dios (Gn 1, 27 y 2, 24), que no fue un proyecto de superioridad del hombre
sobre la mujer, sino un proyecto de unidad, fusión e igualdad entre ambos.
3. La
Iglesia de los primeros siglos aceptó la legislación civil del Imperio sobre el
matrimonio. Y no hizo problema del divorcio cuando se llegaba a esa
decisión
por una causa seria. El año 726, el papa Gregorio II le escribía a san
Bonifacio una carta en la que permitía el divorcio a unos cónyuges que no
podían cohabitar por motivos de salud (PL 89, 525). Una decisión que en el s.
XI recogió el Decreto de Graciano (J. Gaudemet).
San Eusebio papa
Martirologio Romano: En Sicilia, muerte de san Eusebio, papa, valeroso testigo de Cristo,
que fue deportado por el emperador Majencio a esa isla, donde dejó la patria
terrena para merecer la patria celestial. Trasladado su cuerpo a Roma, fue
enterrado en el cementerio de Calixto (310).
Fue el 31º Papa de la Iglesia Católica, desde abril de 309 hasta
agosto de 309.
Eusebio nació en Grecia y era hijo de un médico. Fue elegido para
suceder al Papa San Marcelo; pero su pontificado duró apenas unos meses. El
pontificado de San Marcelo se había visto turbado por el problema del trato que
debía darse a los que habían apostatado durante la persecución de Diocleciano.
Un tal Heraclio y sus seguidores se opusieron al Pontífice; muy probablemente
Heraclio era uno de los que habían apostatado y quería ser admitido nuevamente
en la comunión de la Iglesia sin penitencia alguna. Una inscripción del Papa
San Dámaso en la tumba de San Eusebio, quien fue sepultado en el cementerio de
Calixto, recuerda que la disputa se prolongó hasta el pontificado de nuestro
santo y produjo numerosos desórdenes y pleitos en la Iglesia de Roma.
A lo que parece, los "lapsos" o apóstatas intentaron
introducirse por la fuerza en las reuniones de los fieles. El tumulto fue tan
grande, que el emperador Majencio desterró a San Eusebio y a Heraclio de la
ciudad. El Pontífice se trasladó a Sicilia, donde murió poco después.
Como el destierro fue una consecuencia de la firmeza con que exigió
el cumplimiento de los cánones, el pueblo cristiano le veneró como mártir en
una época. San Dámaso le da también el título de mártir.
Fue enterrado
en la catacumba de Calixto I en Roma.
Más tarde su
cuerpo fue trasladado en San Sebastián Extramuros.
Fuente: oremosjuntos.com
Sucesor del Papa San Marcelo I, su pontificado fue corto, en el año
309 ó 310. El Catálogo Liberiano dice que duró sólo cuatro meses, del 18 de
abril al 17 de agosto de 309 ó 310.
Sabemos algunos detalles de su carrera de un epitafio en su tumba,
que fue mandado a hacer por el Papa San Dámaso I. Este epitafio llegó a
nosotros a través de transcripciones antiguas. Unos pocos fragmentos del
original, junto con una copia en mármol del siglo VI hecha para sustituir el
original después de su destrucción, fueron hallados por De Rossi en la capilla
papal, en las catacumbas de San Calixto.
De este
epitafio surge que las graves disensiones internas causadas en la Iglesia
Romana por la readmisión de los apóstatas (lapsi) durante la persecución de
Diocleciano, y que habían surgido ya bajo Marcelo, continuaron durante el
papado de Eusebio. Ese último mantenía la actitud de la Iglesia Romana,
adoptada después de la persecución de Decio (250-251), que los apóstatas no
debían ser excluidos por siempre de la comunión eclesiástica, sino por otro
lado, debían ser readmitidos sólo después de haber hecho una adecuada
penitencia (Eusebius miseros docuit sua crimina flere).
Una facción de cristianos en Roma bajo el liderazgo de un tal
Heraclio se oponía a este punto de vista. No se ha determinado si Heraclio y
sus seguidores propugnaban una interpretación de la ley más rigurosa
(novacianismo) o más indulgente. Esta última, sin embargo, es por mucho más
probable en la hipótesis de que Heraclio era el jefe de un partido compuesto
por apóstatas y sus seguidores, que demandaban la inmediata restauración al cuerpo
de la Iglesia. Dámaso describe en términos muy fuertes el conflicto que
sobrevino (seditcio, cœdes, bellum, discordia, lites). Es probable que Heraclio
y sus adeptos buscaran por la fuerza su admisión al culto divino, lo cual
resentían los fieles reunidos en Roma alrededor de Eusebio. En consecuencia,
ambos Eusebio y Heraclio fueron desterrados por el emperador Maxentio. Eusebio,
en particular, fue exiliado a Sicilia, donde murió muy pronto.
El Papa San Melquíades ascendió a la Silla Papal el 2 de julio de
311. El cuerpo de su predecesor fue traído a Roma, probablemente en 311, y el
26 de septiembre (según el "Depositio Episcoporum" en el cronógrafo
de 354) fue colocado en un cubículo separado de la catacumba de San Calixto.
Su firme
defensa de la disciplina eclesiástica y el destierro que sufrió por ello
causaron que fuera venerado como un mártir, y en su epitafio el Papa Dámaso
honró a Eusebio con dicho título.
Fuente:
Kirsch, Johann Peter. "Pope St. Eusebius." The Catholic Encyclopedia.
Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <newadvent.org>.
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