5 de Julio – DOMINGO –
18ª – Semana del T. O. -
B
Lectura del libro del Éxodo (16,2-4.12-15):
En aquellos días, en el desierto, comenzaron todos a murmurar contra
Moisés y Aarón, y les decían:
«¡Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto! Allí nos
sentábamos junto a las ollas de carne, y comíamos hasta hartarnos; pero
vosotros nos habéis traído al desierto para matarnos a todos de hambre.»
Entonces el Señor dijo a Moisés:
«Voy a hacer que os llueva comida del cielo. La gente saldrá a
diario a recoger únicamente lo necesario para el día. Quiero ver quién obedece
mis instrucciones y quién no.»
Y el Señor se dirigió a Moisés y le dijo:
«He oído murmurar a los israelitas. Habla con ellos y diles:
"Al atardecer comeréis carne, y por la mañana comeréis hasta quedar
satisfechos. Así sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios."»
Aquella misma tarde llegaron codornices, las cuales llenaron el
campamento; y por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento.
Después que el rocío se hubo evaporado, algo muy fino, parecido a la escarcha,
quedó sobre la superficie del desierto.
Los israelitas, no sabiendo qué era aquello, al verlo se decían unos
a otros:
«¿Y esto qué es?»
Moisés les dijo:
«Éste es el pan que el Señor os da como alimento.»
Palabra de Dios
Salmo: 77
R/. El Señor les dio un trigo celeste
Lo que oímos y aprendimos,
lo que
nuestros padres nos contaron,
lo contaremos
a la futura generación:
las alabanzas
del Señor, su poder. R/.
Dio orden a las altas nubes,
abrió las
compuertas del cielo:
hizo llover
sobre ellos maná,
les dio un
trigo celeste. R/.
Y el hombre comió pan de ángeles,
les mandó
provisiones hasta la hartura.
Los hizo
entrar por las santas fronteras,
hasta el
monte que su diestra había adquirido. R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios
(4,17.20-24):
En el nombre del Señor os digo y encargo que no viváis más como los
paganos, que viven de acuerdo con sus vanos pensamientos. Pero vosotros no
conocisteis a Cristo para vivir de ese modo, si es que realmente oísteis acerca
de él; esto es, si de Jesús aprendisteis en qué consiste la verdad.
En cuanto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos de vuestra
vieja naturaleza, que está corrompida por los malos deseos engañosos. Debéis
renovaros en vuestra mente y en vuestro espíritu, y revestiros de la nueva
naturaleza, creada a imagen de Dios y que se manifiesta en una vida recta y
pura, fundada en la verdad.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,24-35):
En aquel tiempo, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente
subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún.
Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le
preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les dijo:
«Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las
señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros.
No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que
permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del
hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.»
Le preguntaron:
«¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?»
Jesús les contestó:
«La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.»
«¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te
creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el
desierto, como dice la Escritura: "Dios les dio a comer pan del
cielo."»
Jesús les contestó:
«Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi
Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es
aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.»
Ellos le pidieron:
«Señor, danos siempre ese pan.»
Y Jesús les dijo:
«Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá
hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed.»
Palabra del Señor
Eucaristía e inmortalidad.
- ¿Cuántos
miles de veces has comulgado desde que hiciste la Primera Comunión? - ¿Se ha convertido ya en rutina, aunque seas
consciente de su importancia?
Hablando de
otro tema: - ¿qué piensas de la otra vida? - ¿Eres de los que dicen: «El
pobrecito se ha muerto», como si fuera una desgracia sin remedio?
-¿Estarías
dispuesto, como Gilgamés, el gran héroe mesopotámico, a realizar un peligroso
viaje para conseguir la planta de la inmortalidad, o piensas que es una tarea
absurda e imposible?
A menudo
preferimos no hacernos estas preguntas. Es más cómodo esconder la cabeza, como
el avestruz. Pero el autor del cuarto evangelio (san Juan o quien sea) disfruta
amargándonos la vida.
El debate sobre
el pan de vida
El próximo
domingo y los tres siguientes se lee el «Debate sobre el pan de vida», que
continúa el tema de la multiplicación de los panes y los peces. El
inconveniente de dividir el debate y sus consecuencias en cuatro domingos es
que se pierde su fuerte tensión dramática. Por ello, considero importante
ofrecer una visión de conjunto, aunque haya que anticipar datos de los próximos
domingos.
Los
interlocutores del debate
Los interlocutores de
Jesús, aunque resulte extraño, cambian: al principio son los galileos que
se beneficiaron del milagro de la multiplicación de los panes; cuando el debate
adquiere un tono polémico, son los judíos quienes «critican» a
Jesús y «discuten entre ellos». Pero su reacción final, cuando termina de
hablar Jesús, no se cuenta. El protagonismo pasa a muchos de sus
discípulos [de Jesús], que «se escandalizan» y lo abandonan. Al final,
solo quedan los doce.
Los tres puntos
principales del debate
Los debates y discursos de
Jesús en el evangelio de Juan, aunque largos y complicados, se pueden resumir
en pocas ideas. En este podemos distinguir tres, estrechamente relacionadas.
1. La «vida eterna» (vv.27.40.47.54), «la
vida» (v.33.53), «vivir para siempre» (v.51.58). Es un tema obsesivo del cuarto
evangelio, que comienza afirmando que «el Verbo era vida» y lo ejemplifica en
la resurrección de Lázaro, donde Jesús se muestra como «la resurrección y la
vida». Recuerda lo que decía Miguel de Unamuno: «Con razón, sin razón, o contra
ella, lo que pasa es que no me da la gana de morirme».
2. Esa vida eterna se consigue comiendo «el pan de la
vida» (v.35.48.51), «el verdadero pan que da la vida al
mundo» (v.33.51), «el pan que ha bajado del cielo» (v.41.50.58). Al que come de
ese pan, Jesús «lo resucitará en el último día» (vv.39.40.44.54).
3. Los dos temas anteriores están muy vinculados al de
la fe en Jesús: «lo que Dios quiere es que creáis en el que ha
enviado» (v.29); «el que cree en mí nunca tendrá sed» (v.35); «el que cree en
mí tiene la vida eterna» (v.47). Por eso, los discípulos que abandonan a Jesús
lo hacen porque «no creían» (v.64); en cambio, los Doce, como afirma Pedro,
«hemos creído y sabemos que tú eres el santo de Dios» (v. 69).
Por consiguiente, al hablar
del «pan de vida», la fuerza capital recae en «la vida», esa vida eterna a la
que Jesús nos resucitará en el último día. Igual que la comida no es un fin en
sí misma, sino un medio para subsistir, el pan eucarístico está directamente
enfocado a la obtención de la inmortalidad. Quien comulga, como algunos
corintios, sin creer en la otra vida, no es consciente de la estrecha relación
entre eucaristía y vida eterna.
El desarrollo del
debate y sus consecuencias
En el texto
litúrgico (que suprime el pasaje 6,36-40) podemos distinguir tres grandes
partes (domingos 18, 19, 20), centradas en el diálogo entre Jesús y los
presentes en la sinagoga de Cafarnaúm. Todo termina con la reacción tan distinta
de muchos discípulos y de los Doce (domingo 21).
La primera parte (domingo 18), que
desarrollaré luego, termina con una revelación inimaginable por parte de Jesús:
«Yo soy el pan de vida», «el que baja del cielo y da la vida al mundo».
La segunda (domingo 19) comienza
con la reacción crítica de los judíos ante la pretensión de
Jesús de haber bajado del cielo. Imposible: conocen a su padre y a su madre.
Pero él termina con una afirmación más desconcertante aun: «el pan que yo daré
es mi carne».
La tercera (domingo 20) empalma
con la afirmación anterior: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?» Los
judíos llevan razón. Parece imposible, absurdo. Jesús no lo explica ni matiza.
Insiste en que comer su carne y beber su sangre es la única forma de conseguir
la vida eterna.
Con lo anterior termina del
debate, sin que se diga cómo reaccionan los judíos. Pero sí se
añade la reacción de los discípulos
(domingo 21), distinguiendo entre el escándalo de mucho de ellos y la
respuesta positiva de los Doce.
Notas al
debate
1.- Aunque
las ideas puedan resultar claras, son difíciles de aceptar. La reacción normal
de los oyentes es que les están tomando el pelo, que Jesús está loco, o que es
un blasfemo. Una persona a la que conocen de pequeño, igual que a su familia,
tiene que haberse vuelto loca para decir que ha bajado del cielo, que es
superior a Moisés, que el que viene a él no tendrá nunca hambre ni sed, que es
preciso comer su cuerpo y beber su sangre, como si ellos fuesen caníbales.
2.- Jesús
recurre a la ironía («me buscáis porque os hartasteis de comer»), al escándalo
(rebajando la importancia del maná) y a expresiones simbólicas desconcertantes
(comer su carne y beber su sangre). Con ello pretende lo contrario que los
políticos actuales: que solo lo siga un grupo selecto, aquellos que «le trae el
Padre». Este enfoque desconcertante del cuarto evangelio se basa probablemente
en la experiencia posterior a la muerte de Jesús, y pretende explicar por qué
la mayoría de los judíos no lo aceptó como enviado de Dios.
3.- El
debate no reproduce lo ocurrido al pie de la letra, es elaboración del autor
del cuarto evangelio. Él sabe que sus lectores, su comunidad, entenderá
rectamente los símbolos. Cuando Jesús dice que «mi cuerpo es verdadera comida y
mi sangre verdadera bebida», que hay que comer su cuerpo y beber su sangre,
saben que no se trata de comer un trozo de su brazo o beber un vaso de su
sangre; se refiere a la eucaristía, al pan y la copa de vino que comparten.
4.- Desde
un punto de vista pastoral, si el tema ya era complicado y escandaloso para
muchos discípulos, los teólogos se han encargado de complicarlo aún más con el
concepto de «transubstanciación». El que tenga dificultades sobre este punto
podría acogerse a las palabras finales de Pedro: «Señor, ¿a quién iremos?
Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el
santo de Dios». Y que los teólogos sigan discutiendo.
1ª lectura
(Ex 16, 2-4.12-15)
Ya que el evangelio hace
referencia al don del maná, se lee la versión del libro de los Números, que lo
une al de las codornices (pan y carne). Hay otra versión muy distinta del maná,
nada milagrosa, en el libro de los Números 11,7-9. En este relato, el pueblo
está harto de no comer más que maná. Y se añade: «El maná se parecía a semilla
de coriandro con color de bedelio; el pueblo se dispersaba a recogerlo, lo
molían en el molino o lo machacaban en el almirez, lo cocían en la olla y
hacían con ello hogazas que sabían a pan de aceite. Por la noche caía el rocío
en el campamento y encima de él, el maná».
Sin embargo, la versión que
terminó imponiéndose fue la milagrosa, de un alimento que envía Dios desde el
cielo, no cae los sábados para respetar el descanso sabático, todos recogen lo
mismo, sabe a galletas de miel, y es tan maravilloso que hay que conservar dos
litros en el Arca de la Alianza. Estos detalles han sido suprimidos en la
versión litúrgica, que, sin embargo, mantiene a las codornices; podría haberlas
dejado volando y nadie las echaría de menos.
Evangelio (Jn
6, 24-35)
La introducción ha
suprimido muchos datos. Después de la multiplicación de los panes y los peces,
los discípulos se marchan en la barca mientras Jesús se retira al monte huyendo
del deseo de la gente de hacerlo rey. Por la noche, cuando la barca está en
peligro por un viento en contra, Jesús se aparece caminando sobre el agua, sube
a la barca y al punto llegan a tierra. Lo anterior se ha suprimido. El relato
comienza cuando la gente advierte la ausencia de Jesús y de los discípulos y va
a Cafarnaúm en su busca.
Empieza
entonces el largo debate. La sección de hoy consta de cuatro intervenciones de
la gente (tres preguntas y una petición), seguidas de cuatro respuestas de
Jesús.
Todo
comienza con una pregunta muy sencilla: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús, en vez de responder a la pregunta, hace un suave reproche («me buscáis
porque os hartasteis de comer») y les habla del alimento que dura hasta la vida
eterna. Lo lógico sería que la gente preguntase cómo se consigue ese alimento;
en cambio, pregunta cómo pueden hacer lo que Dios quiere. Y Jesús responde: lo
que Dios quiere es que crean en aquel que ha enviado. Los galileos captan que
Jesús habla de creer en él, y adoptan una postura más exigente: para creer en
él deberá realizar un gran prodigio, como el del maná. Con la referencia al
maná le ponen a Jesús el tema en bandeja. Enfrentándose a la tradición que
presenta el maná como «pan del cielo» y «pan de ángeles», Jesús dice que el
maná no se puede comparar con el verdadero pan del cielo, que no se limita a
saciar el hambre, sino que da la vida al mundo. Los galileos reaccionan de
forma parecida a la samaritana: «Señor, danos siempre de ese pan». La respuesta
de Jesús no puede ser más desconcertante: «Yo soy el pan de la vida. El
que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás.»
¿Cómo reaccionará la gente? La solución el domingo próximo.
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