18 DE AGOSTO -
SÁBADO
19ª – SEMANA DEL T. O. – B –
Lectura de la profecía de Ezequiel (18,1-10.13b.30-32):
Me vino
esta palabra del Señor:
«¿Por qué andáis repitiendo este refrán en la tierra de Israel:
"Los padres comieron agraces, y los hijos tuvieron dentera?" Por mi
vida os juro –oráculo del Señor– que nadie volverá a repetir ese refrán en
Israel.
Sabedlo: todas las vidas son mías; lo mismo que la vida del padre
es mía la vida del hijo; el que peca es el que morirá. El hombre que es justo,
que observa el derecho y la justicia, que no come en los montes, levantando los
ojos a los ídolos de Israel, que no profana a la mujer de su prójimo, ni se
llega a la mujer en su regla, que no explota, sino que devuelve la prenda
empeñada, que no roba, sino que da su pan al hambriento y viste al desnudo, que
no presta con usura ni acumula intereses, que aparta la mano de la iniquidad y
juzga imparcialmente los delitos, que camina según mis preceptos y guarda mis
mandamientos, cumpliéndolos fielmente: ese hombre es justo, y ciertamente
vivirá –oráculo del Señor–.
Si éste engendra un hijo criminal y homicida, que quebranta
alguna de estas prohibiciones ciertamente no vivirá; por haber cometido todas
esas abominaciones, morirá ciertamente y será responsable de sus crímenes. Pues
bien, casa de Israel, os juzgaré a cada uno según su proceder –oráculo del
Señor–. Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos, y no caeréis en pecado.
Quitaos de encima los delitos que habéis perpetrado y estrenad
un corazón nuevo y un espíritu nuevo; y así no moriréis, casa de Israel. Pues
no quiero la muerte de nadie –oráculo del Señor–. ¡Arrepentíos y viviréis!»
Palabra de Dios
Salmo: 50,12-13.14-15.18-19
R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro
Oh Dios,
crea en mi un corazón puro,
renuévame
por dentro con espíritu firme;
no me
arrojes lejos de tu rostro,
no me
quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme
la alegría de tu salvación,
afiánzame
con espíritu generoso:
enseñaré
a los malvados tus caminos,
los
pecadores volverán a ti. R/.
Los
sacrificios no te satisfacen:
si te
ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi
sacrificio es un espíritu quebrantado;
un
corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,13-15):
En aquel
tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y
rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban.
Jesús dijo:
«Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que
son como ellos es el reino de los cielos.»
Les impuso las manos y se marchó de allí.
Palabra del Señor
1. El
tema de los niños, y su significado en los evangelios, ha sido utilizado,
especialmente por los teólogos protestantes, para justificar la práctica
eclesiástica del bautismo desde la infancia del bebé (por ejemplo, Ulrich Luz,
entre otros).
En la Iglesia antigua no se hacía así. El
bautismo de los niños era una práctica poco frecuente. Lo normal era que el
bautismo se administraba a los adultos.
Esto es tan seguro que al sacramento de la penitencia se le llamaba
"poenitentia secunda". La conversión
("poenitentia") primera era el bautismo. De forma que lo que
actualmente se vive como sacramento de la penitencia era la "otra (o
segunda) oportunidad" que tenía el cristiano que caía en un pecado grave.
Por eso, los relatos en los que Jesús elogia o defiende a los
niños
han de entenderse como enseñanzas fundamentales para la vida cristiana.
- ¿En
qué sentido y para qué?
2. En la
cultura del Imperio, se hablaba del "niño" cuando se trataba de un ser humano que
carecía de "estatus", o sea una persona que se caracterizaba por su
vulnerabilidad, su marginalidad y su debilidad.
Era el "ser sin derechos", al que se
podía tirar a un estercolero hasta que se convirtiera en estiércol.
Jesús optó por este tipo de personas. Es decir,
por los más débiles y excluidos. No para darles limosna, sino para defender sus
derechos. Y así, ir creando una
nueva
cultura: la cultura de la igualdad en dignidad y derechos. En esto tiene que
estar el argumento preferencial de nuestra vida. O sea, nuestro "proyecto
de
vida".
3. Creer
en Jesús es asumir, hacer propio y hacer nuestro este "proyecto de
vida". Orientar nuestras ilusiones, nuestros trabajos, nuestras conductas,
para
aliviar
el sufrimiento y hacer más llevadera y soportable la vida de quienes peor lo
pasan. Esto es creer en Jesús. La fe en el Dios de Jesús, tal como la presentan
los evangelios, antes que la observancia de unos rituales o la aceptación de
unos dogmas sagrados es una forma de vida, la forma de vida que llevó Jesús.
Santa Elena de
Constantinopla
Viuda, madre del Emperador
Constantino - († 329)
Nació Elena en una pobre casita de Deprano, en Nicomedia, bajo los
poderes de los césares de Roma. Era pobre pero muy bella. Su juventud
ciertamente que no fue entre flores y agasajos, ya que se veía obligada a
limpiar la casa y a hacer la comida para sus padres y hermanos.
Elena era pagana, como paganos eran sus padres, pero adornaban su
alma un cúmulo de virtudes que la predisponían a recibir cuando llegase la hora
la gracia del Evangelio. Ella veía con ojos horripilantes aquellas
persecuciones tan sangrientas contra los pobres cristianos solamente por no
pertenecer a la religión romana. Eran buenos, sencillos, trabajadores,
honrados, no se metían con nadie. "¿Por qué matarles?" -se preguntaba
Elena-.
Cuando ya tenía unos veinte años floridos o poco más, aconteció que
pasó cerca de ella el flamente general Constancio Cloro, que era de familia
noble y muy querido del Emperador Maximino. Se enamoraron y se casaron. Fruto
de aquel matrimonio nacía el 27 de febrero del 274 en Naissus -Dardania-, el
futuro y gran general y Emperador Constantino. Todo iba bien hasta que el 1 de
marzo de 293 hubo un gran cambio en la vida de Elena: Diecleciano y Maximino
nombran como Césares de sus respectivos reinos a Galerio y a Constancio. A éste
le obligan que para ello debe repudiar a Elena y casarse con la hijastra de
Maximino. Como el poder y la arrogancia no tienen límites, esto hace
Constancio. La pobre Elena queda sin amparo ya que hasta su mismo hijo, lo que
más amaba en su vida, se lo lleva su padre para que le siga en las correrías
militares.
La vida de Elena durante este tiempo es de meditación, de vida
ejemplar y de obras de caridad aunque todavía no conoce la religión de Cristo.
El 25 de julio del 306 muere Constancio Cloro. Le acompaña su hijo
Constantino. Eusebio de Cesarea cuenta el milagroso evento: Durante la batalla
de Saxa Rubra, al atardecer, vio Constantino como una especie de
"Lábaro", en el que había pintada una cruz de la que salían rayos de
luz y un letrero que decía: "Con esta señal vencerás". Este portento
lo vio todo el ejército junto con su general. Por la noche en sueños se le
aparece a Constantino el mismo prodigio. Manda hacer este estandarte como se le
había indicado. Da comienzo la batalla. Va a la cabeza el lábaro milagroso y...
la victoria del 28 de octubre del 312 fue un hecho. Sobre el puente Milvio
queda derrotado Majencio y entra como único emperador de Roma Constantino.
Santa Elena quizá cuando esto sucede ya era cristiana. Ella fue
asimilando poco a poco las sublimidades de la fe cristiana y se abrazó de lleno
a ellas y por ellas luchó con denuedo toda su vida. Su hijo, aunque mucho
trabajó por la extensión de la fe cristiana y a él se debe el célebre Edicto de
Milán del 313, por el que se permitía la religión cristiana, parece que sólo
recibió el bautismo a la hora de la muerte.
A ella, a Santa Elena, se atribuye también la historia o leyenda de la
Invención de la Santa Cruz. Tanto era el amor que sentía hacia Jesucristo que
no podía sufrir que este instrumento de nuestra salvación permaneciera -todavía
después de cuatro siglos- enterrado y no dignamente venerado por los
cristianos. Y a sus cerca de setenta años se dirigió a Jerusalén para descubrir
el paradero de la Santa Cruz. Y... su fe dio con ella al realizarse por medio
de este bendito Leño el milagro de curar repentinamente a una mujer moribunda.
Realizados sus deseos volvió a Roma al lado de su hijo y le ayudó a
que éste diera su paso definitivo de hacerse cristiano. Santa Elena pasó
santamente sus últimos días hasta que se durmió en el Señor por el año 329.
Ramillete espiritual:
«Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a
ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean
uno, así como nosotros.»
Jn 17, 11
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