20 DE
AGOSTO – LUNES
20ª – SEMANA
DEL T.O – B –
Lectura de la profecía de Ezequiel (24,15-24):
Me vino
esta palabra del Señor:
«Hijo de Adán, voy a arrebatarte repentinamente el encanto de
tus ojos; no llores ni hagas duelo ni derrames lágrimas; aflígete en silencio
como un muerto, sin hacer duelo; líate el turbante y cálzate las sandalias; no
te emboces la cara ni comas el pan del duelo.»
Por la mañana, yo hablaba a la gente; por la tarde, se murió mi
mujer; y, a la mañana siguiente, hice lo que se me había mandado.
Entonces me dijo la gente:
«¿Quieres explicarnos qué nos anuncia lo que estás haciendo?»
Les respondí:
«Me vino esta palabra del Señor: "Dile a la casa de Israel:
'Así dice el Señor: Mira, voy a profanar mi santuario, vuestro soberbio
baluarte, el encanto de vuestros ojos, el tesoro de vuestras almas. Los hijos e
hijas que dejasteis caerán a espada. Entonces haréis lo que yo he hecho: no os
embozaréis la cara ni comeréis el pan del duelo; seguiréis con el turbante en
la cabeza y las sandalias en los pies, no lloraréis ni haréis luto; os
consumiréis por vuestra culpa y os lamentaréis unos con otros. Ezequiel os
servirá de señal: haréis lo mismo que él ha hecho. Y, cuando suceda, sabréis
que yo soy el Señor.»
Palabra de Dios
Salmo: Dt 32,18-19.20.21
R/. Despreciaste a la Roca que te engendró
Despreciaste
a la Roca que te engendró,
y
olvidaste al Dios que te dio a luz.
Lo vio el
Señor, e irritado
rechazó a
sus hijos e hijas. R/.
Pensando:
«Les esconderé mi rostro
y veré en
qué acaban,
porque
son una generación depravada,
unos
hijos desleales.» R/.
«Ellos me
han dado celos con un dios ilusorio,
me han
irritado con ídolos vacíos;
pues yo
les daré celos con un pueblo, ilusorio
los
irritaré con una nación fatua.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,16-22):
En aquel
tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida
eterna?»
Jesús le contestó:
«¿Por qué me preguntas qué es bueno?
Uno solo es Bueno.
Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.»
Él le preguntó:
«¿Cuáles?»
Jesús le contestó:
«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso
testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo.»
El muchacho le dijo:
«Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?»
Jesús le contestó:
«Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el
dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo.»
Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.
Palabra del Señor
1. Jesús
no establece aquí una distinción entre dos clases de cristianos: los que viven
sin dinero (que serían los sacerdotes y religiosos) y los que se quedan
con
su dinero (los laicos). Ni Jesús quiso decir eso, ni eso sucede en la vida.
Porque la mayoría de los clérigos tienen más seguridad económica y mejor nivel
de vida que millones de laicos.
Jesús se refiere a dos clases de seres humanos:
los que llegan a lo más, hasta lo último, a lo mejor (téleios) y los que se
quedan a medias y no llegan hasta donde tendrían que llegar.
2. Lo
que distingue a unos y otros es asunto de dinero. No se trata de que unos roben
y los otros no. Jesús habla con un hombre que no roba, y lo que le
exige
a ese hombre es que, además, se desprenda de sus bienes y se los dé a los
pobres.
- ¿Es
esto realista? - ¿Se puede hacer
semejante cosa?
En el cristianismo primitivo, la aplicación que
esto podía tener, sin duda se refería a los "carismáticos
itinerantes", que, efectivamente, lo dejaban todo y se iban a anunciar el Reino,
el mensaje de Jesús.
3. En
nuestro tiempo, si hablamos de dinero, nos
tenemos que referir al tema económico dominante: el capitalismo. Un sistema que es injusto porque crea enormes desigualdades, privilegia a los
ricos y margina a los trabajadores y a
los pobres, además favorece "lo privado" (lo que es para unos cuantos
potentados), al tiempo que dificulta "lo público" (lo que es igual
para todos), pervierte a muchas personas erigiendo al capital en el nuevo
"dios" que manda en el mundo.
Así las cosas, la aplicación que razonablemente
debe tener hoy exigencia de Jesús es:
1) Dominar y moderar el consumo propio.
2) Denunciar las injusticias que cometen los
poderes capitalistas.
3) Favorecer los grupos alternativos, que
buscan formas de comercio y consumo más humano y más igualitario.
4) Potenciar "lo público" sobre todo
en la sanidad y en la educación.
San Bernardo de Claraval
Fue el gran impulsor y propagador de la Orden Cisterciense y el
hombre más importante del siglo XII en Europa.
Fundador del Monasterio Cisterciense del Claraval y de muchos otros.
Nació en Borgoña (Francia) en el año 1.090, en el Castillo
Fontaines-les-Dijon. Sus padres eran los señores del Castillo y fue educado
junto a sus siete hermanos como correspondía a la nobleza, recibiendo una excelente
formación en latín, literatura y religión.
San Bernardo es, cronológicamente, el último de los Padres de la
Iglesia, pero es uno de los que más impacto ha tenido en ella.
Fue declarado Santo en 1173 por el Papa Alejandro III.
Posteriormente, fue declarado Doctor de la Iglesia.
Su personalidad
Bernardo tenía un extraordinario carisma de atraer a todos para
Cristo.
Amable, simpático, inteligente, bondadoso y alegre, incluso muy
apuesto, pues sabemos que su hermana Humbelina le llamaba cariñosamente con el
apelativo de "ojos grandes". Durante algún tiempo se enfrió en su
fervor y empezó a inclinarse hacia lo mundano. Pero las amistades mundanas, por
más atractivas y brillantes que fueran, lo dejaban vacío y lleno de hastío. Después
de cada fiesta se sentía más desilusionado del mundo y de sus placeres.
La visión que cambió su trayectoria
Una noche de Navidad, mientras celebraban las ceremonias religiosas
en el templo, se quedó dormido y le pareció ver al Niño Jesús en Belén en
brazos de María, y que la Santa Madre le ofrecía a su Hijo para que lo amara y
lo hiciera amar mucho por los demás. Desde este día ya no pensó sino en
consagrarse a la religión y al apostolado. Un hombre que arrastra con todo lo
que encuentra, Bernardo se fue al convento de monjes benedictinos llamado
Cister, y pidió ser admitido. El superior, San Esteban Harding lo aceptó con
gran alegría.
Toda su familia ganada para Cristo.
Bernardo volvió a su familia a contar la noticia y todos se
opusieron. Los amigos le decían que esto era desperdiciar una gran personalidad
para ir a sepultarse vivo en un convento. La familia no aceptaba de ninguna
manera. Pero Bernardo les habló tan maravillosamente de las ventajas y
cualidades que tiene la vida religiosa, que logró llevarse al convento a sus
cuatro hermanos mayores, a su tío y 30 compañeros de la Nobleza que dejaron
todo para unirse a Cristo . Dicen que cuando llamaron a Nirvardo el hermano
menor para anunciarle que se iban de religiosos, el muchacho les respondió:
"¡Ajá! ¿Con que ustedes se van a ganarse el cielo, y a mí me dejan aquí en
la tierra? Esto no lo puedo aceptar". Y un tiempo después, también él se
hizo religioso del Cister.
Antes de entrar al monasterio, Bernardo llevó a su finca a todos los
que deseaban entrar al convento para prepararlos durante varias semanas,
entrenándolos acerca del modo de cómo debían comportarse para ser unos
fervorosos religiosos. En el año 1112, a la edad de 22 años, entra en el
monasterio de Cister. Mas tarde, habiendo muerto su madre, entra en el
monasterio su padre. Su hermana Humbelina y su cuñado, de mutuo acuerdo
decidieron también entrar en la vida religiosa. Posteriormente llegó también su
hermana Humbelina a la gloria de los altares. Vemos en la historia la gran
influencia de las relaciones tanto para bien como para mal.
En la historia de la Iglesia es difícil encontrar otro hombre que
haya sido dotado por Dios de un poder de atracción tan grande para llevar
gentes a la vida religiosa, como el que recibió Bernardo. Las muchachas tenían
terror de que su novio hablara con el santo. En las universidades, en los
pueblos, en los campos, los jóvenes al oírle hablar de las excelencias y
ventajas espirituales de la vida en un convento, se iban en numerosos grupos a
que él los instruyera y los formara como religiosos. Durante su vida fundó más
de 300 conventos para hombres, e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus
discípulos. Lo llamaban "el cazador de almas y vocaciones". Con su
apostolado consiguió que 900 monjes hicieran profesión religiosa.
Fundador de Claraval.
En el convento del Cister demostró tales cualidades de líder y de
santo, que a los 25 años (con sólo tres de religioso) fue enviado como superior
a fundar un nuevo convento. Escogió un sitio apartado en el bosque donde sus
monjes tuvieran que derramar el sudor de su frente para poder cosechar algo, y
le puso el nombre de Claraval, que significa "valle claro" ya que
allí el sol ilumina fuerte todo el día. Supo infundir del tal manera fervor y
entusiasmo a sus religiosos de Claraval que, habiendo comenzado con sólo 20
compañeros, a los pocos años tenía 130 religiosos. De este convento de Claraval
salieron monjes a fundar otros 63 conventos. (Trois Fontaines, Fontenay,
Foigny, etc.,).
Su Predicación.
Le llamaban "El Doctor boca de miel" (doctor melífluo). Su
inmenso amor a Dios y a la Virgen Santísima y su deseo de salvar almas lo
llevaban a estudiar por horas y horas cada sermón que iba a pronunciar, y luego
como sus palabras iban precedidas de mucha oración y de grandes penitencias, el
efecto era fulminante en los oyentes. Escuchar a San Bernardo era ya sentir un
impulso fortísimo a volverse mejor.
Su amor a la Virgen Santísima.
Fue el gran enamorado de la Virgen Santísima. Se adelantó en su
tiempo a considerarla medianera de todas las gracias y poderosa intercesora
nuestra ante su Hijo Nuestro Señor . A San Bernardo se le deben las últimas
palabras de la Salve: "Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen
María"., así como la bellísima oracion del "Acordaos" cuyo texto
íntegro reproducimos en otro apartado de este texto). Tal era su Amor a la
Virgen que teniendo costumbre de saludarla siempre que pasaba ante una imagen
de ella con las palabras "Dios te Salve María", la imagen un día le
contestó "Dios te salve, hijo mío Bernardo".
Los que quieren progresar en su amor a la Madre de Dios,
necesariamente tienen que leer los escritos de San Bernardo por la claridad y
el amor con que habla de ella. El pueblo vibraba de emoción cuando le oía
hablar desde el púlpito con su voz sonora e impresionante:
Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella,
invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu
espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el
recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación,
lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios.
Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y
guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial.
Sus bellísimos sermones son leídos hoy, después de varios siglos,
con verdadera satisfacción y gran provecho.
Así como también de entre sus numerosísimos libros y textos se halla
el de unas reflexiones de gran importancia llamado "La Consideración"
leído por varios Papas, entre ellos el Papa Juan XXIII.
En él propone una serie de consejos importantísimos para que los que
están en puestos elevados, no vayan a cometer el gravísimo error de descuidar
la humildad y/o dedicarse solamente a actividades exteriores descuidando la
oración y la meditación. En una de sus reflexiones, comenta:
"Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido
tiempo a la oración y a la meditación".
Las dos ideas fundamentales que nos transmite San Bernardo son:
La mediación universal de la Virgen
La necesidad filial de invocarla en todas las circunstancias
Viajero infatigable
El más profundo deseo de San Bernardo era permanecer en su convento
dedicado a la oración y a la meditación. Pero el Sumo Pontífice, los obispos,
los pueblos y los gobernantes le pedían continuamente que fuera a ayudarles, y
él estaba siempre pronto a prestar su ayuda donde quiera que pudiera ser útil.
Con una salud sumamente débil (porque los primeros años de religioso se dedicó
a hacer demasiadas penitencias y se le dañó el aparato digestivo) recorrió toda
Europa poniendo la paz donde había guerras, deteniendo las herejías, corrigiendo
errores, animando desanimados y hasta reuniendo ejércitos para defender la
santa religión católica. Era el árbitro aceptado por todos. Exclamaba: "A
veces no me dejan tiempo durante el día ni siquiera para dedicarme a meditar.
Pero estas gentes están tan necesitadas y sienten tanta paz cuando se les
habla, que es necesario atenderlas" (ya en las noches pasaría luego sus
horas dedicado a la oración y a la meditación).
Despedida gozosa.
Después de haber llegado a ser el hombre más famoso de Europa en su
tiempo y de haber conseguido varios milagros (como por ejemplo hacer hablar a
un mudo, el cual confesó muchos pecados que tenía sin perdonar) y después de
haber llenado varios países de monasterios con religiosos fervorosos, ante la
petición de sus discípulos para que pidiera a Dios la gracia de seguir viviendo
otros años más, exclamaba:
"Mi gran deseo es ir a ver a Dios y a estar junto a Él. Pero el amor
hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándolos. Que el Señor Dios
haga lo que a Él mejor le parezca".
Y a Dios le pareció que ya había sufrido y trabajado bastante, y que
se merecía el descanso eterno y el premio preparado para los discípulos fieles,
y se lo llevó a su eternidad feliz, el 20 de agosto del año 1153. Tenía 63
años.
ANÉCDOTA
Le sucedió a San Bernardo, siendo muy joven, cuando todavía no había
entrado en la vida monástica. Bernardo era muy guapo, de porte elegante y alto.
En cierta ocasión, cabalgando lejos de su casa con varios amigos, les
sorprendió la noche, por lo que tuvieron que buscar hospitalidad en una casa.
La dueña los recibió bien, e insistió en que Bernardo, como jefe del grupo,
ocupase una habitación separada. Durante la noche, la mujer se presentó en la
habitación con intenciones deshonestas. Bernardo, en cuanto se dio cuenta de lo
que se avecinaba, fingió con gran presencia de ánimo creer que se trataba de un
intento de robo, y con toda su fuerza empezó a gritar: -¡Ladrones, ladrones! La
intrusa se alejó rápidamente. Al día siguiente, cuando el grupo se marchaba cabalgando,
sus amigos empezaron a bromear acerca del imaginario ladrón, pero Bernardo,
contestó con toda tranquilidad:
-No fue ningún sueño. El ladrón entró indudablemente en la habitación,
pero no para robarme el oro y la plata, sino algo de mucho más valor."
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