23 DE AGOSTO
- JUEVES
20ª – SEMANA
DEL T. O. – B –
Lectura
de la profecía de Ezequiel (36,23-28):
Así dice
el Señor:
«Mostraré la santidad de mi nombre grande, profanado entre los
gentiles, que vosotros habéis profanado en medio de ellos; y conocerán los
gentiles que yo soy el Señor –oráculo del Señor–, cuando les haga ver mi
santidad al castigaros. Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos
los países, y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua
pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de
purificar. Y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que
guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros
padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.»
Palabra de Dios
Salmo 50,12-13.14-15.18-19
R/. Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará de todas vuestras inmundicias
Oh Dios,
crea en mi un corazón puro,
renuévame
por dentro con espíritu firme;
no me
arrojes lejos de tu rostro,
no me
quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme
la alegría de tu salvación,
afiánzame
con espíritu generoso:
enseñaré
a los malvados tus caminos,
los
pecadores volverán a ti. R/.
Los
sacrificios no te satisfacen:
si te
ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi
sacrificio es un espíritu quebrantado;
un
corazón quebrantado y humillado,
tú no lo
desprecias. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,1-14):
En aquel
tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda
de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no
quisieron ir.
Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran:
"Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses
cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda."
Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras,
otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron
hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con
aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
Luego dijo a sus criados:
"La boda está preparada, pero los convidados no se la
merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis,
convidadlos a la boda."
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que
encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno
que no llevaba traje de fiesta y le dijo:
"Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de
fiesta?"
El otro no abrió la boca.
Entonces el rey dijo a los camareros:
"Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los
llamados y pocos los escogidos.»
Palabra del Señor
1. Para
entender esta parábola, lo primero que se ha de tener en cuenta es que se trata
de la última de las "parábolas de denuncia" que pronunció Jesús ante
los sumos sacerdotes y senadores (las otras son la de los dos hermanos "Mt 21, 28-311 y la de los
viñadores homicidas [Mt 21, 33-46]).
No es, pues, una parábola de exhortación, sino
de confrontación (J. Jeremías). Esto indica que el final de la parábola, tal
como la presenta Mateo, la expulsión del que iba sin traje de fiesta, eso no lo
pudo decir Jesús, es una añadidura redaccional (W. Harnisch, E. Schweitzer).
2. El
sentido, pues, de la parábola es claro: el Reino de Dios representa el cambio
más inconcebible, e incluso más "insoportable", para el
"orden" que los mortales hemos establecido en esta sociedad. Lo que
Dios quiere es que esta vida sea un gran banquete para todos.
Pero, ante todo, para los excluidos y marginados de esta sociedad,
"malos y buenos". Que no son los excluidos por Dios, ya que Dios (tal
como lo presenta Jesús) no excluye a nadie.
Pero la parábola no habla de los excluidos por la religión, sino de los excluidos
por el capitalismo, que es, en este momento,
el sistema satánico, que divide, separa y excluye a los pobres a los
trabajadores y a la sufrida clase media. Y
hay
que decir todo esto partiendo de la lectura que se hacía en las culturas
antiguas del acto central de aquellas culturas, que era el
"simposio", el banquete compartido.
Porque se tenía entonces la idea fija según la cual "el acto de
comer juntos crea vínculos entre los comensales".. ya que tales comensales
"participan de un mismo acontecimiento", que es central en la vida (Dennis
E. Smith).
3. Pero
el banquete que nos presenta el Evangelio ofrece una característica propia y
singular. Se trata de un banquete en el que no quieren participar los invitados
oficiales, los selectos de la sociedad, los que tienen tierras, fincas,
propiedades…
El banquete es "igualdad" en dignidad
y derechos. Los capitalistas bien
situados quieren mantener a toda costa la "desigualdad". De forma que todo el sistema político,
económico, social, educativo, sanitario... todo eso está pensado para vivir en
una sociedad desigual.
Los ricos no soportan la igualdad. Ni la
soportan en la "sociedad", ni la aguantan en la "religión".
Esto
es
lo que va más directamente contra el Evangelio.
Santa Rosa de Lima
(Isabel Flores de Oliva; Lima, 1586 - 1617)
Religiosa peruana de la orden de los dominicos que fue la
primera santa de América. Tras haber dado signos de una intensa precocidad
espiritual, a los veinte años tomó el hábito de terciaria dominica, y consagró
su vida a la atención de los enfermos y niños y a las prácticas ascéticas,
extendiéndose pronto la fama de su santidad.
Venerada ya en vida por sus visiones místicas y por los milagros que
se le atribuyeron, en poco más de medio siglo fue canonizada por la Iglesia
católica, que la declaró patrona de Lima y Perú, y poco después de América,
Filipinas e Indias Orientales.
Biografía
Santa Rosa de Lima nació el 20 de abril de 1586 en la vecindad del
hospital del Espíritu Santo de la ciudad de Lima, entonces capital del
virreinato del Perú. Era hija de Gaspar Flores (un arcabucero de la guardia
virreinal natural de San Juan de Puerto Rico) y de la limeña María de Oliva,
que en el curso de su matrimonio dio a su marido otros doce hijos. Recibió
bautismo en la parroquia de San Sebastián de Lima, siendo sus padrinos Hernando
de Valdés y María Orozco.
En compañía de sus numerosos hermanos, la niña Rosa se trasladó al
pueblo serrano de Quives (localidad andina de la cuenca del Chillón, cercana a
Lima) cuando su padre asumió el empleo de administrador de un obraje donde se
refinaba mineral de plata. Las biografías de Santa Rosa de Lima han retenido
vivamente el hecho de que, en Quives, que era doctrina de frailes mercedarios, la
futura santa recibió en 1597 el sacramento de la confirmación de manos del
arzobispo de Lima, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, quien efectuaba una
visita pastoral en la jurisdicción.
Aunque había sido bautizada como Isabel Flores de Oliva, en la confirmación
recibió el nombre de Rosa, apelativo que sus familiares empleaban prácticamente
desde su nacimiento por su belleza y por una visión que tuvo su madre, en la
que el rostro de la niña se convirtió en una rosa. Santa Rosa asumiría
definitivamente tal nombre más tarde, cuando entendió que era "rosa del
jardín de Cristo" y adoptó la denominación religiosa de Rosa de Santa
María.
Ocupándose de la "etapa oscura" en la biografía de Santa
Rosa de Lima, que corresponde precisamente a sus años de infancia y primera
adolescencia en Quives, Luis Millones ha procurado arrojar nueva luz mediante
la interpretación de algunos sueños que recogen los biógrafos de la santa.
Opina Millones que ésa pudo ser la etapa más importante para la formación de su
personalidad, no obstante, el hecho de que los autores han preferido hacer
abstracción del entorno económico y de las experiencias culturales que
condicionaron la vida de la familia Flores-Oliva en la sierra, en un asiento
minero vinculado al meollo de la producción colonial. Probablemente esa
vivencia (la visión cotidiana de los sufrimientos que padecían los trabajadores
indios) pudo ser la que dio a Rosa la preocupación por remediar las
enfermedades y miserias de quienes creerían luego en su virtud.
En Lima
Ya desde su infancia se había manifestado en la futura santa su
vocación religiosa y una singular elevación espiritual. Había aprendido música,
canto y poesía de la mano de su madre, que se dedicaba a instruir a las hijas
de la nobleza. Se afirma que estaba bien dotada para las labores de costura,
con las cuales ayudaría a sostener el presupuesto familiar. Con el regreso de
la familia a la capital peruana, pronto destacaría por su abnegada entrega a
los demás y por sus extraordinarios dones místicos.
Por aquel entonces, Lima vivía un ambiente de efervescencia religiosa
al que no fue ajeno Santa Rosa: era una época en que abundaban las atribuciones
de milagros, curaciones y todo tipo de maravillas por parte de una población
que ponía gran énfasis en las virtudes y el ideal de vida cristiano. Alrededor
de sesenta personas fallecieron en "olor de santidad" en la capital
peruana entre finales del siglo XVI y mediados del XVIII. Ello originó una
larga serie de biografías de santos, beatos y siervos de Dios, obras muy
parecidas en su contenido, regidas por las mismas estructuras formales y por
análogas categorías de pensamiento.
En la adolescencia, Santa Rosa se sintió atraída con singular fuerza
por el modelo de la dominica Santa Catalina de Siena (mística toscana del siglo
XIV); siguiendo su ejemplo, se despojó de su atractiva cabellera e hizo voto de
castidad perpetua, contrariando los planes de su padres, cuya idea era casarla.
Tras mucha insistencia, los padres desistieron de sus propósitos y le
permitieron seguir su vida espiritual. Quiso ingresar en la orden dominica,
pero al no haber ningún convento de la orden en la ciudad, en 1606 tomó el
hábito de terciaria dominica en la iglesia limeña de Santo Domingo.
Nunca llegaría a recluirse en un convento; Rosa siguió viviendo con
sus familiares, ayudando en las tareas de la casa y preocupándose por las
personas necesitadas. Bien pronto tuvo gran fama por sus virtudes, que explayó
a lo largo de una vida dedicada a la educación cristiana de los niños y al
cuidado de los enfermos; llegó a instalar cerca de su casa un hospital para
poder asistirlos mejor. En estos menesteres ayudó al parecer a un fraile mulato
que, como ella, estaba destinado a ser elevado a los altares: San Martín de
Porres.
Fueron muy contadas las personas con quienes Rosa llegó a tener
alguna intimidad. En su círculo más estrecho se hallaban mujeres virtuosas como
doña Luisa Melgarejo y su grupo de "beatas", junto con amigos de la
casa paterna y allegados al hogar del contador Gonzalo de la Maza. Los confesores
de Santa Rosa de Lima fueron mayormente sacerdotes de la congregación dominica.
También tuvo trato espiritual con religiosos de la Compañía de Jesús. Es
asimismo importante el contacto que desarrolló con el doctor Juan del Castillo,
médico extremeño muy versado en asuntos de espiritualidad, con quien compartió
las más secretas minucias de su relación con Dios. Dichos consejeros
espirituales ejercieron profunda influencia sobre Rosa.
No sorprende desde luego que su madre, María de Oliva, abominase de
la cohorte de sacerdotes que rodeaban a su piadosa hija, porque estaba segura
de que los rigores ascéticos que ella misma se imponía eran "por ser de
este parecer, ignorante credulidad y juicio de algunos confesores", según
recuerda un contemporáneo. La conducta estereotipada de Santa Rosa de Lima se
hace más evidente aun cuando se repara en que, por orden de sus confesores,
anotó las diversas mercedes que había recibido del Cielo, componiendo así el
panel titulado Escala espiritual. No se conoce mucho acerca de las lecturas de
Santa Rosa, aunque es sabido que encontró inspiración en las obras teológicas
de Fray Luis de Granada.
Últimos años
Hacia 1615, y con la ayuda de su hermano favorito, Hernando Flores de
Herrera, construyó una pequeña celda o ermita en el jardín de la casa de sus
padres. Allí, en un espacio de poco más de dos metros cuadrados (que todavía
hoy es posible apreciar), Santa Rosa de Lima se recogía con fruición a orar y a
hacer penitencia, practicando un severísimo ascetismo, con corona de espinas bajo
el velo, cabellos clavados a la pared para no quedarse dormida, hiel como
bebida, ayunos rigurosos y disciplinas constantes.
Sus biógrafos cuentan que sus experiencias místicas y estados de
éxtasis eran muy frecuentes. Según parece, semanalmente experimentaba un
éxtasis parecido al de Santa Catalina de Ricci, su coetánea y hermana de
hábito; se dice que cada jueves por la mañana se encerraba en su oratorio y no
volvía en sí hasta el sábado por la mañana. Se le atribuyeron asimismo varios
dones, como el de la profecía (según la tradición, profetizó su muerte un año
antes); la leyenda sostiene que incluso salvó a la capital peruana de una
incursión de los piratas.
Santa Rosa de Lima sufrió en ese tiempo la incomprensión de
familiares y amigos y padeció etapas de hondo vacío, pero todo ello fructificó
en una intensa experiencia espiritual, llena de éxtasis y prodigios, como la
comunicación con plantas y animales, sin perder jamás la alegría de su espíritu
(aficionado a componer canciones de amor con simbolismo místico) y la belleza
de su rostro. Llegó así a alcanzar el grado más alto de la escala mística, el
matrimonio espiritual: la tradición cuenta que, en la iglesia de Santo Domingo,
vio a Jesucristo, y éste le pidió que fuera su esposa. El 26 de marzo de 1617
se celebró en la iglesia de Santo Domingo de Lima su místico desposorio con
Cristo, siendo Fray Alonso Velásquez (uno de sus confesores) quien puso en sus
dedos el anillo simbólico en señal de unión perpetua.
Con todo acierto, Rosa había predicho que su vida terminaría en la
casa de su bienhechor y confidente Gonzalo de la Maza (contador del tribunal de
la Santa Cruzada), en la que residió en estos últimos años. Pocos meses después
de aquel místico desposorio, Santa Rosa de Lima cayó gravemente enferma y quedó
afectada por una aguda hemiplejía. Doña María de Uzátegui, la madrileña esposa
del contador, la admiraba; antes de morir, Santa Rosa solicitó que fuese ella
quien la amortajase. En torno a su lecho de agonía se hallaba el matrimonio de
la Maza-Uzátegui con sus dos hijas, doña Micaela y doña Andrea, y una de sus
discípulas más próximas, Luisa Daza, a quien Santa Rosa de Lima pidió que
entonase una canción con acompañamiento de vihuela. La virgen limeña entregó
así su alma a Dios, el 24 de agosto de 1617, en las primeras horas de la
madrugada; tenía sólo 31 años.
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