14 de Junio – VIERNES – 10ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (4,7-15):
El tesoro del ministerio
lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan
extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos
lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados,
pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por
todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la
vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Mientras
vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús;
para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así,
la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros.
Teniendo
el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito:
«Creí,
por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien
resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con
vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será
el agradecimiento, para gloria de Dios.
Palabra
de Dios
Salmo:
115,10-11.15-16.17-18
R/.
Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza
Tenía fe, aun cuando
dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos
mentirosos.» R/.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo,
hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas. R/.
Te ofreceré un sacrificio
de alabanza,
invocando tu nombre,
Señor.
Cumpliré al Señor mis
votos
en presencia de todo el
pueblo. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (5,27-32):
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
«Habéis
oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que
mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su
interior.
Si
tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro
que ser echado entero en el infierno.
Si
tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un
miembro que ir a parar entero al infierno.
Está
mandado:
"El
que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio."
Pues
yo os digo:
El
que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al
adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.»
Palabra
del Señor
1.
La clave para comprender lo que Jesús pretende enseñar en este evangelio
está en la "prohibición del deseo".
Se trata de la prohibición que establece
el último mandamiento del decálogo. Lo peculiar de este mandamiento es que no
prohíbe una "acción", sino un "deseo":
"No codiciarás la casa de tu
prójimo; no codiciarás su mujer, ni su siervo, ni su criado, ni su toro, ni su
asno, ni nada
de lo que a tu prójimo pertenece" (Ex 20,
17) (René Girard).
2.
El problema, por tanto, que aquí presenta Jesús no es un problema relacionado
con la sexualidad, sino con la violencia.
Porque, como muy bien se ha dicho,
"el legislador que prohíbe el deseo de los bienes del prójimo se esfuerza
por resolver el problema número uno de toda comunidad humana: la violencia
interna" (R. Girard).
Y es que, por experiencia, sabemos que
él deseo de lo ajeno es la fuente original de la violencia en todas sus formas:
la violencia económica, política, social, sexual, profesional, familiar.
En la actual situación de crisis económica, hasta los economistas más
prestigiosos están de acuerdo en que la raíz de este asombroso desastre está en
la codicia de quienes, sin escrúpulos, han
manejado (y siguen manejando) miles de millones para satisfacer "su
propio deseo". Antes de ejercer la
violencia sobre los
demás, es preferible ejercerla cada cual sobre
sí mismo. A eso se refieren las duras palabras sobre la automutilación de ojos
y manos.
Jesús es muy duro al decir estas
cosas. Pero es mucho más duro hacerlas contra alguien, sobre todo cuando se
hacen contra los más indefensos de este mundo.
3.
Las palabras finales de este evangelio no se refieren a la prohibición
del divorcio, sino a la anulación del derecho unilateral del marido a repudiar
a la mujer (Deut 24, 1-4).
Un tema al que Jesús se refiere más
tarde, dando la debida respuesta a los fariseos (Mt 19, 1-9; Mc 10, 1-12).
En definitiva, lo que Jesús defiende
aquí es la igualdad, en dignidad y derechos, de hombres y mujeres. No
olvidemos que la diferencia es un hecho, la
igualdad es un derecho (J. Ferrajoli).
Digna, Anastasio y Félix, Mártires de Córdoba
En
Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santos mártires Anastasio,
presbítero, Félix, monje, y Digna, virgen, que murieron el mismo día.
Anastasio, por confesar su fe cristiana ante los jueces musulmanes, fue
decapitado, y con él murió también Félix, originario de Getulia, en África del
Norte, que había profesado la fe católica y la vida monástica en Asturias.
Digna, aún joven, por haber reprendido al juez por la muerte de los dos
anteriores, fue decapitada de inmediato. († 853)
Breve Biografía
San Anastasio era un sacerdote de
Córdoba, hombre venerable que había sido elevado al sacerdocio después de
largos años pasados en el estado monástico. Al día siguiente del martirio de
san Fándilas, se presentó ante los cónsules de la ciudad y atacó también él, en
términos vehementes, a los enemigos de la fe. Inmediatamente le cortaron la
cabeza. Al mismo tiempo ejecutaron a un monje llamado Félix, originario de
Getulia, en África, que había venido por azar a España; allí se había
convertido y abrazado el estado monástico. Ambos cuerpos, decapitados, se
exhibieron junto al río, como el de San Fándilas.
En la tarde de ese mismo día,
martirizaron igualmente a una joven religiosa, llamada Digna. Esta que, a causa
de su profunda humildad, se consideraba la última de todas sus hermanas, decía
con frecuencia de la manera más emocionante: «No me llaméis Digna, sino
Indigna, porque mi nombre debe expresar lo que soy». Durante un sueño vio a
santa Ágata deslumbrante de belleza y con lirios y rosas en sus manos. La santa
mártir le dio una rosa roja, exhortándola a combatir valerosamente por Cristo.
Desde entonces, Digna sintió un vivo deseo de martirio y, cuando los rumores de
la ejecución de Anastasio y de Félix llegaron hasta ella, comprendió que su
hora había llegado. Salió secretamente del monasterio y se presentó ante el
juez para reprocharle abiertamente los asesinatos que acababa de cometer con
hombres sin más culpa que la de adorar al verdadero Dios y de confesar a la
Trinidad Santísima. A su vez, Digna fue decapitada y colgada, como los mártires
que le precedieron. La Iglesia ha reunido a estos tres mártires el día 14 de
junio.
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