jueves, 13 de junio de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 14 de Junio – VIERNES – 10ª – SEMANA DEL T. O. – C – Digna, Anastasio y Félix, Santos





14 de Junio – VIERNES – 10ª – SEMANA DEL T. O. – C –

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (4,7-15):

El tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros.
Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito:
«Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios.

Palabra de Dios

Salmo: 115,10-11.15-16.17-18

R/. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza

Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos.» R/.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo,
hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas. R/.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,27-32):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno.
Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno.
Está mandado:
"El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio."
Pues yo os digo:
El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.»

Palabra del Señor

1.  La clave para comprender lo que Jesús pretende enseñar en este evangelio está en la "prohibición del deseo".
Se trata de la prohibición que establece el último mandamiento del decálogo. Lo peculiar de este mandamiento es que no prohíbe una "acción", sino un "deseo":
"No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás su mujer, ni su siervo, ni su criado, ni su toro, ni su asno, ni nada
de lo que a tu prójimo pertenece" (Ex 20, 17) (René Girard).

2.  El problema, por tanto, que aquí presenta Jesús no es un problema relacionado con la sexualidad, sino con la violencia.
Porque, como muy bien se ha dicho, "el legislador que prohíbe el deseo de los bienes del prójimo se esfuerza por resolver el problema número uno de toda comunidad humana: la violencia interna" (R. Girard).
Y es que, por experiencia, sabemos que él deseo de lo ajeno es la fuente original de la violencia en todas sus formas: la violencia económica, política, social, sexual, profesional, familiar.
En la actual situación de crisis   económica, hasta los economistas más prestigiosos están de acuerdo en que la raíz de este asombroso desastre está en la codicia de quienes, sin escrúpulos, han   manejado (y siguen manejando) miles de millones para satisfacer "su propio deseo".   Antes de ejercer la violencia sobre los
demás, es preferible ejercerla cada cual sobre sí mismo. A eso se refieren las duras palabras sobre la automutilación de ojos y manos. 
Jesús es muy duro al decir estas cosas. Pero es mucho más duro hacerlas contra alguien, sobre todo cuando se hacen contra los más indefensos de este mundo.

3.  Las palabras finales de este evangelio no se refieren a la prohibición del divorcio, sino a la anulación del derecho unilateral del marido a repudiar a la mujer (Deut 24, 1-4).
Un tema al que Jesús se refiere más tarde, dando la debida respuesta a los fariseos (Mt 19, 1-9; Mc 10, 1-12).
En definitiva, lo que Jesús defiende aquí es la igualdad, en dignidad y derechos, de hombres y mujeres. No
olvidemos que la diferencia es un hecho, la igualdad es un derecho (J. Ferrajoli).

Digna, Anastasio y Félix, Mártires de Córdoba


En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santos mártires Anastasio, presbítero, Félix, monje, y Digna, virgen, que murieron el mismo día. Anastasio, por confesar su fe cristiana ante los jueces musulmanes, fue decapitado, y con él murió también Félix, originario de Getulia, en África del Norte, que había profesado la fe católica y la vida monástica en Asturias. Digna, aún joven, por haber reprendido al juez por la muerte de los dos anteriores, fue decapitada de inmediato. († 853)


Breve Biografía


San Anastasio era un sacerdote de Córdoba, hombre venerable que había sido elevado al sacerdocio después de largos años pasados en el estado monástico. Al día siguiente del martirio de san Fándilas, se presentó ante los cónsules de la ciudad y atacó también él, en términos vehementes, a los enemigos de la fe. Inmediatamente le cortaron la cabeza. Al mismo tiempo ejecutaron a un monje llamado Félix, originario de Getulia, en África, que había venido por azar a España; allí se había convertido y abrazado el estado monástico. Ambos cuerpos, decapitados, se exhibieron junto al río, como el de San Fándilas.
En la tarde de ese mismo día, martirizaron igualmente a una joven religiosa, llamada Digna. Esta que, a causa de su profunda humildad, se consideraba la última de todas sus hermanas, decía con frecuencia de la manera más emocionante: «No me llaméis Digna, sino Indigna, porque mi nombre debe expresar lo que soy». Durante un sueño vio a santa Ágata deslumbrante de belleza y con lirios y rosas en sus manos. La santa mártir le dio una rosa roja, exhortándola a combatir valerosamente por Cristo. Desde entonces, Digna sintió un vivo deseo de martirio y, cuando los rumores de la ejecución de Anastasio y de Félix llegaron hasta ella, comprendió que su hora había llegado. Salió secretamente del monasterio y se presentó ante el juez para reprocharle abiertamente los asesinatos que acababa de cometer con hombres sin más culpa que la de adorar al verdadero Dios y de confesar a la Trinidad Santísima. A su vez, Digna fue decapitada y colgada, como los mártires que le precedieron. La Iglesia ha reunido a estos tres mártires el día 14 de junio.

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