domingo, 23 de junio de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 24 de Junio – LUNES – 12ª – SEMANA DEL T. O. – C – Natividad de san Juan Bautista




24 de Junio – LUNES –
12ª – SEMANA DEL T. O. – C –

Lectura del libro de Isaías (49,1-6):

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo:
«Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.»
Mientras yo pensaba:
«En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel –tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza–: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»

Palabra de Dios

Salmo:138,1-3.13-14.15

R/. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R/.

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma. R/.

No desconocías mis huesos,
cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R/.

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (13,22-26):

En aquellos días, dijo Pablo:
«Dios nombró rey a David, de quien hizo esta alabanza: “Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos.”
Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús.
Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía:
“Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias.”
Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: A vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación.»

Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,57-66.80):

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre.
La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.»
Le replicaron:
«Ninguno de tus parientes se llama así.»
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo:
«¿Qué va a ser este niño?»
Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

Palabra del Señor

      1. ¡Se necesitan profetas! Sí.
En estos tiempos de crisis, de tantos sufrimientos que son consecuencias de la pasada crisis, tiempos de miles de preguntas y de casi ninguna respuesta, ahora precisamente es cuando con más   urgencia necesitamos profetas. Lo que pasa es que el ser del profeta no es un oficio, no es una profesión, no es trabajo, ni bien ni mal pagado.
La personalidad del profeta es única, desconcertante, desajustada a todo y a todos. Y de este modelo de personalidades es de donde podemos esperar alguna solución en estos tiempos que corren.       

2.  Nadie discute que Juan Bautista fue un profeta. "Y más que un profeta" (Mt 11, 9).
Jesús llegó a decir de él: "Os aseguro que no ha nacido de mujer nadie más grande que Juan Bautista" (Mt 11, 11).
Este hombre, en efecto, rompió todos los moldes. 
Su padre era un sacerdote de Israel. Pues Juan, como le correspondía, se negó a ser sacerdote.
Su padre estuvo vinculado al Templo y al culto sagrado. El hecho es que Juan se fue al desierto, lugar de soledad, de peligro y tentación.
Su padre oficiaba ante el altar. Juan, sin embargo, abandonó el altar y convivió con fieras y demonios, como se pensaba entonces de quienes se iban a los desiertos.
Cuando, ya adulto, se presentó a Israel, vestido de forma estrafalaria, alimentado penosamente, como una voz que clama en el desierto, fue, como bien se ha dicho, un heraldo con autoridad, pero sin credenciales.  Un hombre que no revelaba verdades universales, sino que habló en concreto a su tiempo.  Y es que la aparición y el discurso del profeta provoca crisis. Y, además, el profeta, no solo responde a la crisis, sino que con su vida y su palabra, la "genera" (W. Brueggemann).

3.   Juan lo hizo admirablemente.    Provocó la crisis, generó la crisis, y respondió a la crisis. Hizo todo esto con su admirable y provocativa libertad.
Frente al poder desvergonzado de la corrupción del poder. Lo que le costó la vida (Mt 14, 1-12; Mc 6, 14-29; Lc 9, 7-9).
Estamos viviendo una situación de cambios tan rápidos y tan profundos, que van mucho más allá de la sola economía.  Muere una cultura. Está alumbrando   otra.
Ahora, más que nunca en la historia de las civilizaciones, necesitamos hombres creativos, libres, audaces.  Sobre todo, personalidades sin miedo.  - ¿No    podemos, cada cual, acercarnos a eso o, por lo menos, prepararlo?

Natividad de san Juan Bautista


Fue Precursor del Señor, que, estando aún en el seno materno, al quedar lleno del Espíritu Santo, exultó de gozo por la próxima llegada de la salvación del género humano.  Su nacimiento profetizó la Natividad de Cristo el Señor, y su existencia brilló con tal esplendor de gracia que el mismo Jesucristo dijo no haber entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista.


Vida de San Juan Bautista (Natividad)


Natividad de San Juan Bautista. (s. I d.J.C.) Con el de la Virgen y el de Jesús, el nacimiento de San Juan Bautista es de los tres únicos que celebra la Iglesia: el de María por haber sido creada inmaculada, y el de San Juan por haber sido santificado en el seno de su madre Santa Isabel, cuando ésta recibió la visita de María, su prima.
Toda su vida fue digna de tales comienzos. "Entre los nacidos de mujer, nadie hay mayor que Juan el Bautista", dijo una vez Jesús. Juan tuvo la misión de preparar el camino al Salvador, anunciando la llegada inminente del Mesías. Fue así el último de los profetas del Antiguo Testamento, y la Iglesia lo considera el más grande de los santos después de la Virgen María.
Contemporáneo de Jesús, es considerado por la tradición cristiana como el precursor del Mesías. El cariz de su predicación inquietó a las autoridades.
Herodes Antipas, por su parte, se vio afectado en su vida privada por las exigencias morales del profeta; temiendo una revuelta popular, mandó detenerlo. Juan fue decapitado en la cárcel el año 28 d.J.C.

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