19 de Junio – MIÉRCOLES –
11ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (9,6-11):
El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra
generosamente, generosamente cosechará.
Cada
uno dé como haya decidido su conciencia: no a disgusto ni por compromiso;
porque al que da de buena gana lo ama Dios.
Tiene
Dios poder para colmaros de toda clase de favores, de modo que, teniendo
siempre lo suficiente, os sobre para obras buenas. Como dice la Escritura:
«Reparte
limosna a los pobres, su justicia es constante, sin falta.»
El
que proporciona semilla para sembrar y pan para comer os proporcionará y
aumentará la semilla, y multiplicará la cosecha de vuestra justicia. Siempre
seréis ricos para ser generosos, y así, por medio nuestro, se dará gracias a
Dios.
Palabra
de Dios
Salmo:
111,1-2.3-4.9
R/.
Dichoso quien teme al Señor
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus
mandatos.
Su linaje será poderoso
en la tierra,
la descendencia del
justo será bendita. R/.
En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante,
sin falta.
En las tinieblas brilla
como una luz
el que es justo,
clemente y compasivo. R/.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante,
sin falta,
y alzará la frente con
dignidad. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad
de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por
ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por
tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como
hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser
honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú,
en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu
derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto,
te lo pagará.
Cuando
recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las
sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os
aseguro que ya han recibido su paga.
Tú,
cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre,
que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
Cuando
ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para
hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú,
en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu
ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu
Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»
Palabra
del Señor
1.
El Evangelio no se puede vivir como un espectáculo. Ni como una conducta
exhibicionista que llame la atención de la gente. Las solemnes ceremonias del Vaticano, de las catedrales,
de los grandes eventos religiosos, son cosas que Dios detesta.
Jesús no quiere que la religión se
practique, ni que la espiritualidad se viva, por motivos interesados: para
obtener fama, buen nombre, estima y alabanza, prestigio, alcanzar un cargo o
simplemente para que los demás me lo agradezcan, en el caso de la limosna o de
cualquier tipo de ayuda que uno pueda prestar a alguien en la vida.
2.
El criterio de Jesús es que quien practica la religión, por los motivos
interesados ya dichos (o por otros semejantes, los que sean), es un mercenario.
Porque convierte la religiosidad (o la
conducta ética) en mercancía. Por eso Jesús insiste en que quien hace obras
buenas para obtener fama o gratitud, al hacer eso para lograr ese resultado,
"ya ha recibido su paga".
Es decir, degrada la práctica
religiosa a la categoría de burdo negocio. En esta vida, se puede hacer negocio
con todo lo que es negociable: el trabajo digno y los frutos de ese trabajo.
Con lo que no se puede hacer negocio es con lo que jamás puede ser negociable, por ejemplo, el amor,
la amistad, la generosidad o la fe.
Al hacer eso, se degradan las cosas
más dignas de la vida. Y se degrada uno a sí mismo. La religiosidad es bondad. Y la bondad nunca
puede convertirse en
mercancía.
3.
Pero hay en todo esto algo mucho más profundo. Jesús detesta la
religiosidad exhibicionista, que se practica para que la vea la gente, incluso
cuando eso se hace para que la religión tenga "presencia social".
Jesús insiste en que la religión se
debe practicar de forma que nadie se entere, ni tu mano izquierda debe saber lo
que haces con la derecha. El Dios de Jesús no ve nada más que lo oculto, lo
que, por tanto, nadie puede saber.
Con esto, Jesús plantea, no solo el
problema de la humildad y la autenticidad, sino algo más radical: el
problema de la laicidad. Lo sagrado, para
Jesús, es lo que no se ve, lo que no se
sabe. Esto está en los antípodas del boato, la
ostentación y el exhibicionismo
religioso de las ceremonias eclesiásticas,
tanto más ostentosas cuanto de más alto nivel. Dios no ve nada de eso. Ni le
interesa eso en absoluto.
San Romualdo
Nació en Ravena, hacia la mitad del siglo X. Practicó la vida
eremítica y, durante varios años, recorrió diversos lugares en busca de la
soledad y fundando pequeños monasterios. Luchó denodadamente contra la
relajación de costumbres de los monjes de su tiempo, mientras se esforzaba en
adquirir la propia perfección. Murió hacia el año 1027.
VIDA DE SAN ROMUARLDO
San Romuarldo nace en Ravena (Italia), 950 d.C.?. Hijo de la
familia Onesti, duques de Ravena que gobernaban la ciudad.
Fue educado sin formación cristiana por lo que se dejó arrastrar
por el mundo. Sin embargo, de vez en cuando experimentaba fuertes inquietudes y
serios remordimientos de conciencia.
Su padre desafió a un hombre a duelo. Se llevó a Romualdo como
testigo y este vio con horror como su padre mataba a aquel hombre. Romualdo
decidió irse a un monasterio benedictino a la montaña donde permaneció tres
años en oración y penitencia. El superior temía que el padre de Romualdo se
vengara y no lo recibía de monje. Por fin lo aceptó por la intercesión del
Arzobispo.
Su vida ejemplar molestó a los otros monjes y Romualdo se alejó.
Se encontró solo con un monje rudo y áspero llamado Marino. Esa convivencia le
ayudó a progresar rápidamente en su vida de penitencia. Juntos lograron muchas
conversiones: la del Jefe civil y militar de Venecia, el Dux de Venecia (quién
fue a vivir en oración y soledad y llegó a ser San Pedro Urseolo); incluso la
del padre de Romualdo quien arrepentido se retiró a un convento donde estuvo
hasta la muerte.
Llegaron entonces terribles tentaciones de impureza. Escribe el
Padre Salesman:
La imaginación le presentaba con toda viveza los más sensuales
gozos del mundo, invitándolo a dejar esa vida de sacrificio y a dedicarse a
gozar de los placeres mundanos. Luego el diablo le traía las molestas y
desanimadoras tentaciones de desaliento, haciéndole ver que toda esa vida de
oración, silencio y penitencia era una inutilidad que de nada le iba a servir.
Por la noche, con imágenes feas y espantosas, el enemigo del alma se esforzaba
por obtener que no se dedicara más a tan heroica vida de santificación. Pero
Romualdo redoblaba sus oraciones, sus meditaciones y penitencias, hasta que al
fin un día, en medio de los más horrorosos ataques diabólicos, exclamó
emocionado: "Jesús misericordioso, ten compasión de mí", y al oír
esto, el demonio huyó rápidamente y la paz y la tranquilidad volvieron al alma
del santo.
Después de muchos sufrimientos y rechazos a manos de otros
monjes, el año 1012 fundó una nueva comunidad a la que llamó
"Camaldulenses" (religiosos del Campo de Málduli, nombre del
benefactor que regaló las tierras). Observan silencio perpetuo y se dedican a
la oración.
En una visión vio una escalera por la cual sus discípulos subían
al cielo, vestidos de blanco. Cambió entonces el antiguo hábito negro de sus
religiosos por un hábito blanco.
San Romualdo deseaba ser mártir. Con esa intención se propuso ir
a Hungría, pero cada vez que emprendía el viaje se enfermaba. Comprendió que su
entrega total a Dios debía ser donde ya estaba.
Hizo muchos milagros y profetizó su muerte con 20 años de
anterioridad. En los últimos años tenía arrebatos místicos y exclamaba:
"Amado Cristo Jesús, ¡tú eres el consuelo más grande que existe para tus
amigos!".
Desde el año 1012 existen monasterios Camaldulenses esparcidos
por el mundo donde se observa perpetuo silencio para dedicarse a la oración.
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