martes, 18 de junio de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 19 de Junio – MIÉRCOLES – 11ª – SEMANA DEL T. O. – C – San Romualdo



19 de Junio – MIÉRCOLES –
11ª – SEMANA DEL T. O. – C –

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (9,6-11):

El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará.
Cada uno dé como haya decidido su conciencia: no a disgusto ni por compromiso; porque al que da de buena gana lo ama Dios.
Tiene Dios poder para colmaros de toda clase de favores, de modo que, teniendo siempre lo suficiente, os sobre para obras buenas. Como dice la Escritura:
«Reparte limosna a los pobres, su justicia es constante, sin falta.»
El que proporciona semilla para sembrar y pan para comer os proporcionará y aumentará la semilla, y multiplicará la cosecha de vuestra justicia. Siempre seréis ricos para ser generosos, y así, por medio nuestro, se dará gracias a Dios.

Palabra de Dios

Salmo: 111,1-2.3-4.9

R/. Dichoso quien teme al Señor

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R/.
En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo. R/.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»

Palabra del Señor

1.  El Evangelio no se puede vivir como un espectáculo. Ni como una conducta exhibicionista que llame la atención de la gente. Las solemnes    ceremonias del Vaticano, de las catedrales, de los grandes eventos religiosos, son cosas que Dios detesta.
Jesús no quiere que la religión se practique, ni que la espiritualidad se viva, por motivos interesados: para obtener fama, buen nombre, estima y alabanza, prestigio, alcanzar un cargo o simplemente para que los demás me lo agradezcan, en el caso de la limosna o de cualquier tipo de ayuda que uno pueda prestar a alguien en la vida.

2.  El criterio de Jesús es que quien practica la religión, por los motivos interesados ya dichos (o por otros semejantes, los que sean), es un mercenario.  Porque convierte la religiosidad (o la conducta ética) en mercancía. Por eso Jesús insiste en que quien hace obras buenas para obtener fama o gratitud, al hacer eso para lograr ese resultado, "ya ha recibido su paga".
Es decir, degrada la práctica religiosa a la categoría de burdo negocio. En esta vida, se puede hacer negocio con todo lo que es negociable: el trabajo digno y los frutos de ese trabajo. Con lo que no se puede hacer negocio es con lo que jamás   puede ser negociable, por ejemplo, el amor, la amistad, la generosidad o la fe.
Al hacer eso, se degradan las cosas más dignas de la vida. Y se degrada uno a sí mismo.  La religiosidad es bondad. Y la bondad nunca puede convertirse en
mercancía.

3.  Pero hay en todo esto algo mucho más profundo. Jesús detesta la religiosidad exhibicionista, que se practica para que la vea la gente, incluso cuando eso se hace para que la religión tenga "presencia social".
Jesús insiste en que la religión se debe practicar de forma que nadie se entere, ni tu mano izquierda debe saber lo que haces con la derecha. El Dios de Jesús no ve nada más que lo oculto, lo que, por tanto, nadie puede   saber.
Con esto, Jesús plantea, no solo el problema de la humildad y la autenticidad, sino algo más radical: el
problema de la laicidad. Lo sagrado, para Jesús, es lo que no se ve, lo que no se
sabe. Esto está en los antípodas del boato, la ostentación y el exhibicionismo
religioso de las ceremonias eclesiásticas, tanto más ostentosas cuanto de más alto nivel. Dios no ve nada de eso. Ni le interesa eso en absoluto.

San Romualdo


Nació en Ravena, hacia la mitad del siglo X. Practicó la vida eremítica y, durante varios años, recorrió diversos lugares en busca de la soledad y fundando pequeños monasterios. Luchó denodadamente contra la relajación de costumbres de los monjes de su tiempo, mientras se esforzaba en adquirir la propia perfección. Murió hacia el año 1027.

    
VIDA DE SAN ROMUARLDO


San Romuarldo nace en Ravena (Italia), 950 d.C.?. Hijo de la familia Onesti, duques de Ravena que gobernaban la ciudad.
Fue educado sin formación cristiana por lo que se dejó arrastrar por el mundo. Sin embargo, de vez en cuando experimentaba fuertes inquietudes y serios remordimientos de conciencia.
Su padre desafió a un hombre a duelo. Se llevó a Romualdo como testigo y este vio con horror como su padre mataba a aquel hombre. Romualdo decidió irse a un monasterio benedictino a la montaña donde permaneció tres años en oración y penitencia. El superior temía que el padre de Romualdo se vengara y no lo recibía de monje. Por fin lo aceptó por la intercesión del Arzobispo.
Su vida ejemplar molestó a los otros monjes y Romualdo se alejó. Se encontró solo con un monje rudo y áspero llamado Marino. Esa convivencia le ayudó a progresar rápidamente en su vida de penitencia. Juntos lograron muchas conversiones: la del Jefe civil y militar de Venecia, el Dux de Venecia (quién fue a vivir en oración y soledad y llegó a ser San Pedro Urseolo); incluso la del padre de Romualdo quien arrepentido se retiró a un convento donde estuvo hasta la muerte.
Llegaron entonces terribles tentaciones de impureza. Escribe el Padre Salesman:
La imaginación le presentaba con toda viveza los más sensuales gozos del mundo, invitándolo a dejar esa vida de sacrificio y a dedicarse a gozar de los placeres mundanos. Luego el diablo le traía las molestas y desanimadoras tentaciones de desaliento, haciéndole ver que toda esa vida de oración, silencio y penitencia era una inutilidad que de nada le iba a servir. Por la noche, con imágenes feas y espantosas, el enemigo del alma se esforzaba por obtener que no se dedicara más a tan heroica vida de santificación. Pero Romualdo redoblaba sus oraciones, sus meditaciones y penitencias, hasta que al fin un día, en medio de los más horrorosos ataques diabólicos, exclamó emocionado: "Jesús misericordioso, ten compasión de mí", y al oír esto, el demonio huyó rápidamente y la paz y la tranquilidad volvieron al alma del santo.
Después de muchos sufrimientos y rechazos a manos de otros monjes, el año 1012 fundó una nueva comunidad a la que llamó "Camaldulenses" (religiosos del Campo de Málduli, nombre del benefactor que regaló las tierras). Observan silencio perpetuo y se dedican a la oración.
En una visión vio una escalera por la cual sus discípulos subían al cielo, vestidos de blanco. Cambió entonces el antiguo hábito negro de sus religiosos por un hábito blanco.
San Romualdo deseaba ser mártir. Con esa intención se propuso ir a Hungría, pero cada vez que emprendía el viaje se enfermaba. Comprendió que su entrega total a Dios debía ser donde ya estaba.
Hizo muchos milagros y profetizó su muerte con 20 años de anterioridad. En los últimos años tenía arrebatos místicos y exclamaba: "Amado Cristo Jesús, ¡tú eres el consuelo más grande que existe para tus amigos!".
Desde el año 1012 existen monasterios Camaldulenses esparcidos por el mundo donde se observa perpetuo silencio para dedicarse a la oración.




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