1 de SEPTIEMBRE – DOMINGO –
22ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
del libro del Eclesiástico (3,17-18.20.28-29):
Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres, y te querrán más que al
hombre generoso.
Cuanto más grande seas, más
debes humillarte, y así alcanzarás el favor del Señor.
«Muchos
son los altivos e ilustres, pero él revela sus secretos a los mansos».
Porque
grande es el poder del Señor y es glorificado por los humildes.
La
desgracia del orgulloso no tiene remedio, pues la planta del mal ha echado en
él sus raíces.
Un
corazón prudente medita los proverbios, un oído atento es el deseo del sabio.
Palabra
de Dios
Salmo:
67,4-5ac.6-7ab.10-11
R/.
Tu bondad, oh, Dios, preparó una casa para los pobres.
V/.
Los justos se alegran,
gozan en la presencia de
Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad a su
nombre;
su nombre es el Señor. R/.
V/.
Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa
morada.
Dios prepara casa a los
desvalidos,
libera a los cautivos y los
enriquece. R/.
V/.
Derramaste en tu heredad,
oh, Dios, una lluvia
copiosa,
aliviaste la tierra
extenuada;
y tu rebaño habitó en la
tierra
que tu bondad, oh, Dios,
preparó para los pobres. R/.
Lectura
de la carta a los Hebreos (12,18-19.22-24a):
Hermanos:
No os
habéis acercado a un fuego tangible y encendido, a densos nubarrones, a la
tormenta, al sonido de la trompeta; ni al estruendo de las palabras, oído el
cual, ellos rogaron que no continuase hablando.
Vosotros,
os habéis acercado al monte Sion, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a
las miríadas de ángeles, a la asamblea festiva de los primogénitos inscritos en
el cielo, a Dios, juez de todos; a las almas de los justos que han llegado a la
perfección, y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.
Palabra
de Dios
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-14):
En sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos
para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando
que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
«Cuando
te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan
convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al
otro, y te diga:
“Cédele
el puesto a este”.
Entonces,
avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al
revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que,
cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo,
sube más arriba”.
Entonces
quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque
todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Y dijo
al que lo había invitado:
«Cuando
des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y
quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y
ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la
resurrección de los justos».
Palabra
del Señor
Banquete,
enseñanza y consejo.
Después de varios domingos
con evangelios complicados y densos de contenido, el de hoy resulta
extrañamente fácil de entender. Tan fácil, que parece esconder una trampa.
Un
banquete con trampa
Un sábado, no se dice
dónde, uno de los principales fariseos invita a Jesús a comer y él acepta la
invitación. Cuando llega a la casa le sale al encuentro un hidrópico. (La
hidropesía consiste en la retención de líquido en los tejidos, sobre todo en el
vientre, aunque también se da en los tobillos y muñecas, brazos y cuello.)
Todos los invitados
fariseos espían a Jesús para ver qué hará en sábado. ¿Lo curará, contraviniendo
el descanso sabático, o lo dejará que siga enfermo? No me detengo en contar lo
ocurrido, fácil de imaginar, porque la liturgia ha suprimido esta primera
escena (Lucas 14,2-6).
El evangelio de este
domingo comienza contando lo ocurrido a continuación. En cuanto termina el
espectáculo del milagro, todos los invitados corren a ocupar los primeros
puestos, y Jesús aprovecha la ocasión para dar una enseñanza a los asistentes y
un consejo al que lo ha invitado.
Primera
parte: una enseñanza
Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea
que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó
a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste.
"Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés,
cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga
el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba."
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se
enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Estas palabras resultan
desconcertantes en boca de Jesús: aconseja un comportamiento puramente humano,
una forma casi hipócrita de tener éxito social.
Por otra parte, la
historieta no encaja en nuestra cultura, ya que cuando nos invitan a una boda
nos dicen desde el primer momento en qué mesa debemos sentarnos. Pero hace
veinte siglos, conseguir uno de los primeros puestos era importante, no sólo
por el prestigio social, sino también porque se comía mejor. Marcial, el poeta
satírico nacido en Calatayud el año 40, que vivió parte de su vida en Roma,
ironizó sobre esas tremendas diferencias.
Por consiguiente, lo que a
nosotros puede parecer una historieta anticuada y poco digna en boca de Jesús,
reflejaba para los lectores antiguos una realidad cotidiana divertida, que los
llevaba, casi sin darse cuenta, a la gran enseñanza final: Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que
se humilla será enaltecido. El uso de la voz pasiva (“será
humillado, será enaltecido”) es un modo de evitar nombrar a Dios, pero los
oyentes sabían muy bien el sentido de la frase:
“Al que se
enaltece, Dios los humillará, al que se humille, Dios lo enaltecerá”.
Naturalmente, ya no se
trata de la actitud que debemos adoptar cuando nos inviten a una boda, sino una
actitud continua en la vida y ante Dios. Pocos capítulos más adelante, Lucas
propondrá en la parábola del fariseo y del publicano un ejemplo concreto, que
termina con la misma enseñanza.
“Dos hombres subieron al templo a orar:…
Porque
quien se enaltece será humillado, quien se humilla será enaltecido” (Lucas 18,10-14).
En el Nuevo Testamento hay
otros textos interesantes sobre la humildad. Me limito a recordar un texto de
san Pablo que propone a Jesús como modelo:
“No hagáis nada por ambición o vanagloria, antes con humildad tened a los
otros por mejores. Nadie busque su interés, sino el de los demás. Tened los
mismos sentimientos de Cristo Jesús, el cual, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición
de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana
se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, una muerte en cruz” (Carta a los
Filipenses 2,3-8).
Segunda
parte: un consejo
A continuación,
dirigiéndose al que lo ha invitado, le dice:
‒ Cuando des una comida o
una cena, no invites a tus amigos, ni a tus
hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán
invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a
pobres, lisiados, cojos y ciegos.
Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los
justos.
Esta segunda intervención
de Jesús resulta también atrevida y desconcertante. Después de escucharla, no
sería raro que el dueño de la casa le dijese: “Ya te puedes estar yendo, que
voy a invitar a pobres, lisiados, cojos y ciegos”. Por otra parte, el fariseo
no tiene intención de cobrarle la comida.
Sin embargo, estas
palabras, que parecen desentonar en el contexto, recuerdan mucho a otras
pronunciadas por Jesús a propósito de la limosna, la oración y el ayuno (Mateo
6,1-18). El principio general es el mismo que en el evangelio de Lucas: el que
busca su recompensa en la tierra, no tendrá la recompensa de Dios.
Guardaos
de hacer las obras buenas en público para ser contemplados. De lo
contrario no os recompensará vuestro Padre del
cielo.
Cuando hagas limosna, no hagas tocar la trompeta
por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para
que los alabe la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú hagas
limosna, no sepa la izquierda lo que hace la derecha. De ese modo tu limosna
quedará oculta, y tu Padre, que ve lo
escondido, te lo pagará.
Cuando oréis, no hagáis como los hipócritas, que
aman rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse a la gente.
Os aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú vayas a rezar, entra en tu
cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre en secreto. Y tu Padre, que ve lo escondido, te lo pagará.
Cuando ayunéis, no pongáis mala cara como los
hipócritas, que desfiguran la cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os
aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú ayunes, perfúmate la cabeza, y
lávate la cara, de modo que tu ayuno no lo observen los hombres, sino tu Padre,
que está escondido; y tu Padre, que ve lo
escondido, te lo pagará.
Primera
lectura (Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29)
Contiene cuatro consejos;
los dos primeros empalman directamente con el tema del evangelio.
Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al
hombre generoso.
Hazte
pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es
grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes.
No
corras a curar la herida del cínico, pues no tiene cura, es brote de mala
planta.
El sabio aprecia las sentencias de los sabios, el oído atento a la sabiduría se alegrará.
El sabio aprecia las sentencias de los sabios, el oído atento a la sabiduría se alegrará.