11 de AGOSTO – DOMINGO –
19ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
del libro de la Sabiduría (18,6-9):
La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros
antepasados, para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran
buen ánimo.
Tu pueblo esperaba la
salvación de los justos y la perdición de los enemigos, pues con lo que
castigaste a los adversarios,
nos glorificaste a nosotros,
llamándonos a ti.
Los
piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en secreto y establecieron
unánimes esta ley divina: que los fieles compartirían los mismos bienes y
peligros, después de haber cantado las alabanzas de los antepasados.
Palabra
de Dios
Salmo:
32,1.12.18-19.20.22
R/.
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
V/.
Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de
los buenos.
Dichosa la nación cuyo Dios
es el Señor,
el pueblo que él se escogió
como heredad. R/.
V/.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la
muerte
y reanimarlos en tiempo de
hambre. R/.
V/.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y
escudo.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.
Lectura
de la carta a los Hebreos (11,1-2.8-19):
Hermanos:
La fe
es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve.
Por
ella son recordados los antiguos.
Por la
fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad.
Salió sin saber adónde iba.
Por fe
vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo
Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de
sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por la
fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le
había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía.
Y así,
de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las
estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe
murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y
saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra.
Es
claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la
patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver.
Pero
ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo.
Por eso
Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una
ciudad.
Por la
fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el
destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu
descendencia».
Pero
Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos,
de donde en cierto sentido recobró a Isaac.
Palabra
de Dios
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (12,32-48):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No
temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended
vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro
inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque
donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened
ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los
hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas
venga y llame.
Bienaventurados
aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en
verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá
sirviendo.
Y, si llega a la segunda
vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended
que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le
dejaría abrir un boquete en casa.
Lo
mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el
Hijo del hombre».
Pedro
le dijo:
«Señor,
¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el
Señor dijo:
«¿Quién
es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su
servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado
aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En
verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si
aquel criado dijere para sus adentros:
“Mi
señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y
beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a
la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de
los que no son fieles.
El
criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de
acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha
hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que
mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se
le pedirá».
Palabra
del Señor
Cuando menos lo penséis.
En este mes
de vacaciones (al menos en Europa), cuando se repiten los consejos de seguridad
y vigilancia, también la liturgia nos invita a vigilar, aunque en cuestiones
muy distintas.
A favor de la
lectura breve del evangelio
El sacerdote
puede elegir este domingo entre una lectura breve y otra larga. Dos motivos
aconsejan decidirse por la breve:
1) la lectura
larga se divide en tres partes: la segunda y tercera están relacionadas por el
tema de la vigilancia; pero la primera es el final de una sección sobre la
Providencia, que no se lee completa.
2) la tercera
aplica a los apóstoles (obispos y sacerdotes actuales) lo dicho en la segunda a
todos los cristianos. Lo mejor es centrarse en la lectura breve, que se limita
a la segunda parte de la larga.
Tres señores
muy distintos
Si se lee el
evangelio de forma rápida parece hablar de los mismos personajes: unos criados
y su señor. Sin embargo, teniendo en cuenta que los discursos de Jesús los
escriben los evangelistas uniendo frases sueltas pronunciadas por él en
distintos momentos, cuando se lee el texto con atención encontramos tres
señores.
Dice así:
Tened ceñida la cintura y encendidas las
lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la
boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor,
al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a
la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los
encuentra así, dichosos ellos.
Comprended que si supiera el dueño de
casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo
vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo
del hombre.
Aunque
comienza dirigiéndose a los criados (que somos nosotros), luego habla de tres
clases de señores.
1.
Un señor que vuelve de una boda; los criados tienen que esperarlo y abrirle la
puerta.
2.
Un señor que llega no se sabe de dónde; encuentra a los criados esperándole y,
lleno de alegría, se pone a servirles.
3.
Un señor que no tiene criados, se entera de que esa noche va a venir un ladrón,
y lo espera en vela.
Lo
que une estas tres imágenes tan distintas es la idea de la espera: los criados
esperan a su señor (casos 1 y 2), el señor espera al ladrón (caso
3).
Y todo esto
sirve para transmitir la enseñanza más importante: también nosotros debemos
estar vigilantes, esperando la llegada del Hijo del Hombre.
El problema
psicológico del texto
Hablar de
vigilancia y de esperar la venida del Hijo del Hombre mientras la gente se
abanica o piensa en lo que va a hacer cuando termine la misa supone un desafío
para el sacerdote.
- ¿Interesa
realmente todo eso?
En caso de
que interese, - ¿se puede pedir una actitud continua de vigilancia, con la
cintura ceñida y la lámpara encendida, como dice el evangelio?
Sería
muy bueno que la gente se plantease estas preguntas y respondiese: “No me
interesa nada, no pienso nunca en la vuelta de Jesús, y si me dicen que no se
trata de que vaya a volver pronto, sino de que puedo morirme en cualquier
momento y encontrarme con Él, prefiero no amargarme con la idea de la muerte”.
Esta
respuesta sincera tendría una ventaja: obliga a pensar en lo que representa
realmente Jesús en nuestra vida. - ¿Alguien a quien queremos mucho, pero que no
tenemos prisa ninguna por ver, y cuanto más se retrase el encuentro, mejor?
Amistad
curiosa, pero muy frecuente entre los cristianos.
Vigilar no
significa vivir angustiados
A pesar de lo
anterior, la mayoría de la gente vive a diario el mensaje del evangelio de hoy.
Está con el cinturón ceñido y la lámpara encendida. Porque la vigilancia se
traduce en el cumplimiento adecuado de sus obligaciones.
Así queda
claro en la continuación del evangelio (la que puede omitirse). En ella, Pedro
le pregunta a Jesús si esa parábola del señor y los criados la ha contado por
ellos o por todos. Y Jesús le responde con una nueva parábola. Pero ahora no
habla solo de un señor y sus criados, sino que introduce la figura de un
administrador que está al frente de la servidumbre (es clara la referencia
a Pedro y a los responsables de la comunidad cristiana).
Este
administrador puede adoptar dos posturas: cumplir bien su obligación con los
subordinados, o aprovechar la ausencia del señor para maltratar a los criados y
criadas y darse la buena vida. Queda claro que vigilar no consiste en vivir
angustiados pensando en la hora de la muerte sino en cumplir bien la tarea que
Dios ha encomendado a cada uno.
El texto dice
así.
El Señor le
respondió:
‒ ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente
de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
Dichoso el criado a quien su amo, al
llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de
todos sus bienes.
Pero si el empleado piensa: “Mi amo
tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y
beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que
menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son
fieles.
El criado que sabe lo que su amo quiere
y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo
sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le dio, mucho se le
exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.
La primera
lectura
La primera
lectura, tomada del libro de la Sabiduría 18, 6-9, ofrece dos posibles puntos
de contacto con el evangelio.
Primer punto de
contacto: vigilancia esperando la salvación.
El libro de
la Sabiduría piensa en la noche de la liberación de Egipto
El evangelio,
en la salvación que traerá la segunda venida de Jesús.
En ambos
casos se subraya la actitud vigilante de israelitas y
cristianos.
Segundo punto de
contacto: solidaridad
Al momento de
salir de Egipto, los israelitas se comprometen a compartir los bienes: serían
solidarios en los peligros y en los bienes.
En el
evangelio, Jesús anima a los cristianos a ir más lejos: Vended vuestros
bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro
inagotable en el cielo. (Este punto de contacto sólo se advierte
leyendo el comienzo de la lectura larga).
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