5 de AGOSTO – LUNES –
18ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
del libro de los Números (11,4b-15):
En aquellos días, los israelitas dijeron:
«¡Quién
pudiera comer carne! Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en
Egipto, y de los pepinos y melones y puerros y cebollas y ajos. Pero ahora se
nos quita el apetito de no ver más que maná.»
El
maná se parecía a semilla de coriandro con color de bedelio; el pueblo se
dispersaba a recogerlo, lo molían en el molino o lo machacaban en el almirez,
lo cocían en la olla y hacían con ello hogazas que sabían a pan de aceite. Por
la noche caía el rocío en el campamento y, encima de él, el maná.
Moisés
oyó cómo el pueblo, familia por familia, lloraba, cada uno a la entrada de su
tienda, provocando la ira del Señor; y disgustado, dijo al Señor:
«¿Por
qué tratas mal a tu siervo y no le concedes tu favor, sino que le haces cargar
con todo este pueblo?
¿He
concebido yo a todo este pueblo o lo he dado a luz, para que me digas:
"Coge en brazos a este pueblo, como una nodriza a la criatura, y llévalo a
la tierra que prometí a sus padres"?
¿De
dónde sacaré pan para repartirlo a todo el pueblo?
Vienen
a mí llorando:
"Danos
de comer carne."
Yo
solo no puedo cargar con todo este pueblo, pues supera mis fuerzas.
Si
me vas a tratar así, más vale que me hagas morir; concédeme este favor, y no
tendré que pasar tales penas.»
Palabra
de Dios
Salmo:
80,12-13.14-15.16-17
R/.
Aclamad a Dios, nuestra fuerza
Mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso
obedecer:
los entregué a su
corazón obstinado,
para que anduviesen
según sus antojos. R/.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi
camino!
En un momento humillaría
a sus enemigos
y volvería mi mano
contra sus adversarios. R/.
Los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría
fijada;
te alimentaría con flor
de harina,
te saciaría con miel
silvestre. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el
Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al
saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio
Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.
Como
se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
«Estamos
en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas
y se compren de comer.»
Jesús
les replicó:
«No
hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»
Ellos
le replicaron:
«Si
aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les
dijo:
«Traédmelos.»
Mandó
a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos
peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se
los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente.
Comieron
todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras.
Comieron
unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Palabra
del Señor
1.
Los estudiosos de los evangelios mejor documentados están de acuerdo en
que este relato de la multiplicación de los
panes es uno de los llamados "milagros-dádiva", como es el caso de la
boda de Caná (Jn 2, 1-12) (G. Theissen).
Por supuesto, este hecho tiene una
"explicación mítica" (D. F. Strauss).
La comida es la primera necesidad que
el ser humano experimenta en cuanto viene a este mundo.
Lo primero que el recién nacido hace,
en cuanto viene a este mundo, es ponerse a mamar. Lo cual es satisfacer una necesidad biológica
básica indispensable. Pero también entraña
una necesidad psicológica que no podemos
dejar al descubierto: la necesidad de recibir cariño y de dar cariño. La mamá y
el hijo se funden en la unión que es plenitud de vida, de satisfacción, de
felicidad.
2.
Por eso, la comida no tiene solo la función de saciar el hambre y reparar
las fuerzas del cuerpo. La comida es también
unión de personas, fusión de los sentimientos más hondos de la vida humana. De ahí que la comida -que es tan
necesaria para vivir— puede ser fuente de felicidad o fuente de humillación.
Es felicidad compartir una comida con quien uno se encuentra a gusto.
Pero es humillación tener que ir a
buscar un plato de comida que se me da como limosna.
Por eso las comidas de Jesús fueron siempre
con otros, comidas compartidas, comidas de plena humanidad. Y eso es la base
central de la eucaristía en la Iglesia. De ahí que haber trasladado la
eucaristía de la mesa al altar, y haber hecho, del acto central de la felicidad
humana, el acto central del ritual religioso ha sido desvirtuar lo que Jesús
quiso y lo que nos dejó como mandato:
haced esto en memoria mía. Porque así es cómo recordamos a Jesús.
3.
La Iglesia, en los ss. III-IV, tuvo una expansión que se extendió por el
Imperio como el contagio de una experiencia maravillosa en aquella época
de angustia, cuando aquel Imperio se hundía.
Como se ha dicho con tanta precisión,
"debieron ser muchos los que experimentaron una sensación de desamparo: los bárbaros urbanizados, los campesinos llegados a las ciudades en busca
de trabajo, los soldados licenciados, los rentistas arruinados por la inflación
y los esclavos manumitidos. Para todas estas
gentes, el entrar a formar parte de la comunidad cristiana debía de ser el
único medio de conservar el respeto hacia sí mismo y dar a la propia vida algún
sentido.
Dentro de la comunidad se experimentaba
el calor humano y se tenía la prueba de que alguien se interesa por nosotros en
este mundo y en el otro" (E. R. Dodds).
Este fenómeno, aunque cambiaron las
circunstancias, se prolongó en los siglos siguientes (Peter Brown).
Este tendría que ser el sentido de la
eucaristía en este tiempo de crisis. Ahí estaría la "memoria de
Jesús".
Nuestra Señora de las Nieves
Dedicación de la Basílica de Santa María (en tiempos del Papa
Sixto III, 432-440)
Vida de Nuestra Señora de las Nieves
Una vez que el Concilio de Éfeso, en el año 431, proclamó la
maternidad divina de María, el papa Sixto III erigió en Roma, sobre el monte
Esquilino, una basílica dedicada a la Santa Madre de Dios. Recibe también el
nombre de Santa María de las Nieves porque el sitio donde habìa de construirse
quedó señalado de modo milagroso con una fuerte nevada en pleno verano.
El origen se atribuye a la época del papado de Liberio (352 - 366).
Según una tradición, en el siglo IV vivía en Roma una piadosa pareja. Habían
sido bendecidos con abundancia de bienes y también de fe. Sin embargo, su gran
dolor era no tener hijos con los que pudieran compartir sus dones. Durante años
habían rezado por un hijo y heredero. En esta situación pasaron muchos años sin
ningún resultado; él se llamaba Juan Patricio mientras que el nombre de su
esposa se desconoce. Se atribuía gran caridad hacia los demás y eran en extremo
devotos de la Madre de Jesus, y no sabiendo a quien dejarle su enorme fortuna,
le rezaron con devoción para que los guiara en la asignación de la herencia.
La tradición católica cuenta que la Virgen se manifestó ante ellos y
les indicó que, allá donde señalara, se le construyese el templo. Así, en la
mañana de un 5 de agosto, amaneció nevado el monte Esquilino de Roma, lo que,
como hecho extraordinario, el matrimonio interpretó voluntad de la Virgen y así
lo hizo saber al Papa.
Otras versiones afirman que la Virgen les agradeció sobremanera y la
noche del 4 de agosto, se le apareció a Juan Patricio y a su esposa,
diciéndoles que deseaba que construyeran una basílica en el Monte Esquilino
(una de las siete colinas de Roma), en el punto preciso que ella señalaría con
una nevada. También se le apareció al Papa Liberio con el mismo mensaje. En la
mañana siguiente, el 5 de agosto, mientras brillaba el sol en pleno verano, la
ciudad quedó sorprendida al ver un terreno nevado en el Monte Esquilino. La
pareja, feliz, se apresuró al lugar y el Papa Liberio marchó hacia el mismo en
solemne procesión. La nieve cubrió exactamente el espacio que debía ser
utilizado para la basílica y desapareció una vez señalado el lugar.
La obra se concluyó un año después, con la financiación de la familia
patricia y el apoyo eclesiástico. La iglesia desapareció no mucho tiempo
después, y se reconstruyó por el Papa Sixto III alrededor del año 434, siendo
en la actualidad la Basílica de Santa María la Mayor, por lo que hoy se celebra
la Memoria facultativa de la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor.
DEVOCIÓN:
En la actualidad, esta advocación se le llama Nuestra Señora,
Protectora de Roma o “SALUS POPULI ROMANI” (Auxilio del Pueblo Romano). El
Señor también ha obrado milagros -por medio de María- a través de numerosas
réplicas, particularmente sobre una que pertenecía a los Jesuitas.
Los Papas siempre han sentido una tierna devoción por esta imagen de
la Virgen María. Algunos han pasado incluso noches enteras en oración ante él.
Benedicto XIV hizo el compromiso de hacerse presente para el canto de las
letanías de Sta. María la Mayor todos los sábados. El Papa Pablo V, la noche en
que iba a morir, manifestó el deseo de que lo llevaran a la capilla de Nuestra
Señora para así poder morir a sus pies.
Instauración de la fiesta de Santa María, Reina:
El 1 de noviembre de 1954, al final del Año Mariano, el papa Pío XII
colocó una corona sobre la pintura de Nuestra Señora, Protectora de Roma. En
ese momento, se levantó un fuerte llanto de entre la gran multitud congregada
en Sta. María la Mayor: "¡Viva la Reina!". El Papa nombró a la Virgen
Reina de cielos y tierra y decretó que se celebrara una fiesta especial para honrarla
bajo ese título.
No era éste un nuevo privilegio para la Madre de Dios. Ella siempre
ha sido considerada nuestra Reina, como lo testifica el arte Mariano desde los
primeros siglos y las oraciones, especialmente la Letanía de Loreto. Sin
embargo, no había hasta entonces fiesta en particular que lo conmemorara. En la
actualidad esta fiesta se celebra el 22 de agosto.
La fiesta de Nuestra Señora de las Nieves, 5 de agosto, se celebraba,
en principio, solamente en la basílica, se extendió en el siglo XIV a toda Roma
y, finalmente, san Pío V la declaró fiesta de la Iglesia universal en el siglo
XVII.
Es la iglesia más antigua dedicada en Occidente a la Virgen María y
uno de los templos más visitados de Roma y de toda la cristiandad.
Hoy se celebran las advocaciones de María: Nieves y Blanca
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