7 de AGOSTO – MIÉRCOLES –
18ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
del libro de los Números (13,1-2.25–14,1.26-30.34-35):
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés en el desierto de Farán:
«Envía
gente a explorar el país de Canaán, que yo voy a entregar a los israelitas:
envía uno de cada tribu, y que todos sean jefes.»
Al
cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país; y se presentaron a Moisés,
a Aarón y a toda la comunidad israelita, en el desierto de Farán, en Cadés.
Presentaron su informe a toda la comunidad y les enseñaron los frutos del país.
Y
les contaron:
«Hemos
entrado en el país adonde nos enviaste; es una tierra que mana leche y miel;
aquí tenéis sus frutos. Pero el pueblo que habita el país es poderoso, tienen
grandes ciudades fortificadas (hemos visto allí hijos de Anac).
Amalec
vive en la región del desierto, los hititas, jebuseos y amorreos viven en la montaña,
los cananeos junto al mar y junto al Jordán.»
Caleb
hizo callar al pueblo ante Moisés y dijo:
«Tenemos
que subir y apoderarnos de esa tierra, porque podemos con ella.»
Pero
los que habían subido con él replicaron:
«No
podemos atacar al pueblo, porque es más fuerte que nosotros.»
Y
desacreditaban la tierra que habían explorado delante de los israelitas:
«La
tierra que hemos cruzado y explorado es una tierra que devora a sus habitantes;
el pueblo que hemos visto en ella es de gran estatura.
Hemos
visto allí gigantes, hijos de Anac: parecíamos saltamontes a su lado, y así nos
veían ellos.»
Entonces
toda la comunidad empezó a dar gritos, y el pueblo lloró toda la noche.
El
Señor dijo a Moisés y Aarón:
«¿Hasta
cuándo seguirá esta comunidad malvada protestando contra mí?
He
oído a los israelitas protestar de mí.
Pues
diles:
"Por
mi vida –oráculo del Señor–, que os haré lo que me habéis dicho en la cara; en
este desierto caerán vuestros cadáveres, y de todo vuestro censo, contando de
veinte años para arriba, los que protestasteis contra mí no entraréis en la
tierra donde juré que os establecería.
Sólo
exceptúo a Josué, hijo de Nun, y a Caleb, hijo de Jefoné. Contando los días que
explorasteis la tierra, cuarenta días, cargaréis con vuestra culpa un año por
cada día, cuarenta años. Para que sepáis lo que es desobedecerme. Yo, el Señor,
juro que trataré así a esa comunidad perversa que se ha amotinado contra mí: en
este desierto se consumirán y en él morirán.»
Palabra
de Dios
Salmo: 105,6-7a.13-14.21-22.23
R/.
Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo
Hemos pecado con nuestros padres,
hemos cometido maldades
e iniquidades.
Nuestros padres en
Egipto
no comprendieron tus
maravillas. R/.
Bien pronto olvidaron sus obras,
y no se fiaron de sus
planes:
ardían de avidez en el
desierto
y tentaron a Dios en la
estepa. R/.
Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho
prodigios en Egipto,
maravillas en el país de
Cam,
portentos junto al mar
Rojo. R/.
Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha
frente a él,
para apartar su cólera
del exterminio. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (15,21-28):
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y
Sidón.
Entonces
una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
«Ten
compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.»
Él
no le respondió nada.
Entonces
los discípulos se le acercaron a decirle:
«Atiéndela,
que viene detrás gritando.»
Él
les contestó:
«Sólo
me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»
Ella
los alcanzó y se postró ante él, y le pidió:
«Señor,
socórreme.»
Él
le contestó:
«No
está bien echar a los perros el pan de los hijos.»
Pero
ella repuso:
«Tienes razón, Señor; pero también los perros
se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»
Jesús
le respondió:
«Mujer,
qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
En
aquel momento quedó curada su hija.
Palabra
del Señor
1.
A primera vista, Jesús queda aquí en mal lugar. Porque aparece como un
judío integrista e intransigente, que desprecia
a los extranjeros y paganos.
Tal era el caso de esta mujer cananea o
siro-fenicia (O. Eissfeldt).
Sin embargo, si este relato se analiza
despacio y hasta el final, lo que queda en pie es precisamente la ejemplaridad
de Jesús en el trato que la da al caso doloroso de esta mujer.
¿Por qué?
2.
Supuesta la verdad del episodio y la exactitud del relato, hay que tener
en cuenta varias cosas para entenderlo correctamente:
1)
No sería honesto intentar limar la dureza del comportamiento de Jesús,
en su primer momento. Los hechos son los hechos. Y lo primero en la vida es ser
honestos con la realidad, por dura que sea.
2) El episodio sucedió en tierra de
"infieles", para la mentalidad israelita.
3) Jesús era un israelita, educado en
su cultura y en su religión.
4) La convicción que tenían los
israelitas de ser los "elegidos", los hijos
del "pueblo preferido" por Dios, les
llevaba a pensar espontáneamente que
los favores divinos eran, ante todo, para
ellos.
5) No es de extrañar que hubiera
momentos o situaciones en que Jesús, como todo
israelita, pensara de esta
manera.
6) Esto es lo que explicaría la resistencia
inicial de Jesús y hasta las
duras palabras que Jesús le dirige a aquella
mujer "pagana".
7)
No nos debe sorprender nada de esto, ya que Jesús era humano, plenamente
humano, y con las limitaciones que no son sino consecuencias de los
condicionantes
humanos de nuestra limitada condición.
3.
Todo esto supuesto, este evangelio, en vez de rebajar la grandeza de la
personalidad de Jesús, lo que hace es engrandecerla más. - ¿Por qué?
Muy sencillo: la mujer cananea, que le
pide la curación de su hija, es una madre que sufre; y que sufre mucho
porque quiere mucho a su hija.
Para aquella mujer, lo más importante
en la vida no era ni su patria, ni su religión, sino su hija. Y en eso fue en
lo que coincidió totalmente con Jesús.
No podemos saber, con toda precisión,
por qué Jesús le contestó a aquella mujer como aquí se cuenta. Lo único que sabemos con certeza, según el
relato, es que, para Jesús, el amor de aquella madre era la fe de aquella
madre. Y el criterio evangélico es que donde hay fe, hay curación, hay
salvación, sea cual sea la nacionalidad, las creencias, las prácticas
religiosas, etc.
En definitiva, este episodio es la
prueba más fuerte de que lo decisivo, para Jesús, no es la religiosidad, sino
la humanidad. Y es evidente que la
humanidad de aquella madre era enorme.
San Sixto II papa
Fue ordenado obispo de Roma en el
año 257. Al año siguiente, mientras celebraba la sagrada liturgia en el
cementerio de Calixto, fue detenido por unos soldados, en virtud del edicto del
emperador Valeriano, y ejecutado al momento, junto con cuatro de sus diáconos,
el día 6 de agosto.
Recibió sepultura en el mismo cementerio.
Breve Semblanza
San Sixto nació en
Atenas. Siendo diácono de la Iglesia romana, sucedió al Papa San Esteban en la
silla de San Pedro por los años 257, durante la persecución de Valeriano.
San Sixto es titulado por
San Cipriano: prelado pacífico y excelente. Y efectivamente un poco de paz sí
se apresuró a llevar, apenas fue elegido, a las iglesias de Roma y de Cartago
en cruenta lucha por la cuestión del bautismo a los herejes. (ver San Esteban
I).
Tuvo una reconciliación
con S. Cipriano, pero no hubo tiempo para profundizar un diálogo, pues debió
enfrentar una nueva emergencia: Valeriano desató una segunda persecución contra
los cristianos. Éstos fueron invitados a abjurar, so pena de la expropiación de
los bienes y la decapitación.
A fines del mes de agosto
del 258, San Cipriano, que sería decapitado el 14 de septiembre, escribía a uno
de sus colegas: «Valeriano, en un escrito al Senado, ha dado la orden de que
los obispos, sacerdotes y diáconos sean ejecutados inmediatamente. Sabed que
Sixto ha sido muerto en un cementerio el 6 de agosto, y con él cuatro
diáconos». La noticia era exacta. El 6 de agosto, el Papa Sixto II había sido
apresado en el cementerio de Calixto y decapitado junto con los diáconos
Genaro, Magno, Vicente y Esteban. Otros dos, Felicísimo y Agapito habían
corrido la misma suerte en el cementerio próximo al Pretextato.
Nos hallamos ante la
página más gloriosa de la historia de la Iglesia romana durante las
persecuciones. Cipriano podía apoyarse en este testimonio para invitar a los
cristianos de África «a la lucha espiritual: de tal suerte -dice - que cada uno
de nosotros no piense tanto en la muerte cuanto en la inmortalidad y que,
consagrados a Dios con todas las energías de su fe y de su entusiasmo, sientan
antes la alegría que el miedo a la hora de una confesión, en la que saben que
los soldados de Dios no reciben la muerte, sino antes bien, la corona» (Carta
80).
En la pared derecha de la
Cripta de los Papas se conservan, juntados, dos fragmentos originales de un
primer poema de San Dámaso, dedicado al Papa Sixto II para celebrar su glorioso
martirio.
"Cuando la espada
(persecución)
las pías entrañas de la Madre
(Iglesia) traspasaba, aquí el obispo sepultado (Sixto II) la doctrina (las
divinas Escrituras) enseñaba.
Llegan de improviso soldados y
arrestan, allí al sentado en cátedra (la cátedra episcopal), mientras los
fieles ofrecen sus cuellos a la guardia enviada (es decir, intentan salvar al
Papa a costa de su vida).
Apenas el anciano (obispo) supo
que uno quiso arrebatarle la palma (del martirio), él mismo fue el primero en
ofrecerse y dar su cabeza a la espada, para que así a ninguno pudiera herir una
tan impaciente rabia (pagana).
Cristo que distribuye los
premios de la vida, reconoció el mérito del pastor, defendiendo El mismo el resto
de su grey".
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