viernes, 16 de agosto de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 17 de AGOSTO – SÁBADO – 19ª – SEMANA DEL T. O. – C – San Eusebio papa



17 de AGOSTO – SÁBADO –
19ª – SEMANA DEL T. O. – C –
San Eusebio papa

Lectura del libro de Josué (24,14-29):

En aquellos días, Josué continuó hablando al pueblo:
«Pues bien, temed al Señor, servidle con toda sinceridad; quitad de en medio los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del río y en Egipto; y servid al Señor.
Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros padres al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor.»
El pueblo respondió:
«¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos.
El Señor expulsó ante nosotros a los pueblos amorreos que habitaban el país. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!»
Josué dijo al pueblo:
«No podréis servir al Señor, porque es un Dios santo, un Dios celoso. No perdonará vuestros delitos ni vuestros pecados. Si abandonáis al Señor y servís a dioses extranjeros, se volverá contra vosotros y, después de haberos tratado bien, os maltratará y os aniquilará.»
El pueblo respondió:
«¡No! Serviremos al Señor.»
Josué insistió:
«Sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido servir al Señor.»
Respondieron:
«¡Somos testigos!»
Josué contestó:
«Pues bien, quitad de en medio los dioses extranjeros que conserváis, y poneos de parte del Señor, Dios de Israel.»
El pueblo respondió: «Serviremos al Señor, nuestro Dios, y le obedeceremos.»
Aquel día, Josué selló el pacto con el pueblo y les dio leyes y mandatos en Siquén.
Escribió las cláusulas en el libro de la ley de Dios, cogió una gran piedra y la erigió allí, bajo la encina del santuario del Señor, y dijo a todo el pueblo:
«Mirad esta piedra, que será testigo contra vosotros, porque ha oído todo lo que el Señor nos ha dicho. Será testigo contra vosotros, para que no podáis renegar de vuestro Dios.»
Luego despidió al pueblo, cada cual a su heredad.
Algún tiempo después murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años.

Palabra de Dios

Salmo: 15,1-2a.5.7-8.11

R/. Tú, Señor, eres el lote de mi heredad

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,13-15):

En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban.
Jesús dijo:
«Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.»
Les impuso las manos y se marchó de allí.

Palabra del Señor

1.   Se sabe que la situación legal de los niños, en la Antigüedad, era cruel. Es
verdad que, en el judaísmo, se les trataba con más cuidado y respeto. Pero, en la cultura del Imperio, el abandono de los niños (sobre todo si eran niñas) era una costumbre frecuente y arraigada.   También se veía como cosa normal el
hecho de vender a una niña como esclava o para que fuera prostituta (Robert C. Knapp; Jane Rowlandson).
 No era extraño encontrar niños pequeños en basureros. En nuestro tiempo, la brutal crueldad del mundo   actual contra la infancia es mayor. Porque ahora hay más niños. Desde los millones de niños que están abocados a una muerte inevitable, pasando por los que soportan condiciones familiares, sanitarias y económicas de auténtica esclavitud, y acabando por los que, como    consecuencia de lo dicho, quedan marcados para toda su vida con lacras vergonzosas. 
Todo esto, traducido a cifras concretas,
produce escalofrío. No es de extrañar el elogio repetido de los evangelios en favor de los niños (Mt 18, 1-5; 19, 1-15; 21, 15 s).
Sin duda alguna, los niños representaron el valor preferente de Jesús y de la Iglesia primitiva.
¿Por qué?

2.  La historia de la humanidad se ha   entendido siempre como "historia de
la dominación".  Porque la "dominación" se asocia con la "fortuna" (Polibio).
Influir en este mundo es dominar.  De forma que, mediante la dominación, se
alcanza lo que siempre se ha visto como lo mejor para los humanos, la fortuna, el éxito, el logro de todas las aspiraciones.
Como es lógico, este discurso es el que mejor cuadra y el que conviene a los vencedores, a los que dominan y triunfan.  Pero quienes dicen eso no tienen en cuenta que, para que haya dominación, tiene que haber dominados. Es decir, la dominación descansa sobre el sufrimiento y la humillación. Los niños son los mejores representantes de quienes, a lo largo de la historia, vienen soportando el sufrimiento y la humillación.

3.  Jesús acoge a los niños. Los discípulos de Jesús les regañan.  El contraste se prolonga hasta el día de hoy. El papa Francisco se identifica con los más pequeños, con la gente sin derechos, los marginados y los excluidos. Mientras
que en la Iglesia hay "funcionarios" de "lo sagrado" que quieren hacer carrera y subir a rangos superiores. Por no hablar de los abusos que se cometen contra menores precisamente en colegios religiosos, parroquias, seminarios...
Delitos que se han ocultado durante    demasiado tiempo.
El Evangelio clama a cielo y pide justicia, en nombre de las víctimas.




Martirologio Romano: En Sicilia, muerte de san Eusebio, papa, valeroso testigo de Cristo, que fue deportado por el emperador Majencio a esa isla, donde dejó la patria terrena para merecer la patria celestial. Trasladado su cuerpo a Roma, fue enterrado en el cementerio de Calixto (310).
Fue el 31º Papa de la Iglesia Católica, desde abril de 309 hasta agosto de 309.
Eusebio nació en Grecia y era hijo de un médico. Fue elegido para suceder al Papa San Marcelo; pero su pontificado duró apenas unos meses. El pontificado de San Marcelo se había visto turbado por el problema del trato que debía darse a los que habían apostatado durante la persecución de Diocleciano. Un tal Heraclio y sus seguidores se opusieron al Pontífice; muy probablemente Heraclio era uno de los que habían apostatado y quería ser admitido nuevamente en la comunión de la Iglesia sin penitencia alguna. Una inscripción del Papa San Dámaso en la tumba de San Eusebio, quien fue sepultado en el cementerio de Calixto, recuerda que la disputa se prolongó hasta el pontificado de nuestro santo y produjo numerosos desórdenes y pleitos en la Iglesia de Roma.
A lo que parece, los "lapsos" o apóstatas intentaron introducirse por la fuerza en las reuniones de los fieles. El tumulto fue tan grande, que el emperador Majencio desterró a San Eusebio y a Heraclio de la ciudad. El Pontífice se trasladó a Sicilia, donde murió poco después.
Como el destierro fue una consecuencia de la firmeza con que exigió el cumplimiento de los cánones, el pueblo cristiano le veneró como mártir en una época. San Dámaso le da también el título de mártir.
Fue enterrado en la catacumba de Calixto I en Roma.
Más tarde su cuerpo fue trasladado en San Sebastián Extramuros.

Sucesor del Papa San Marcelo I, su pontificado fue corto, en el año 309 ó 310. El Catálogo Liberiano dice que duró sólo cuatro meses, del 18 de abril al 17 de agosto de 309 ó 310.
Sabemos algunos detalles de su carrera de un epitafio en su tumba, que fue mandado a hacer por el Papa San Dámaso I. Este epitafio llegó a nosotros a través de transcripciones antiguas. Unos pocos fragmentos del original, junto con una copia en mármol del siglo VI hecha para sustituir el original después de su destrucción, fueron hallados por De Rossi en la capilla papal, en las catacumbas de San Calixto.
De este epitafio surge que las graves disensiones internas causadas en la Iglesia Romana por la readmisión de los apóstatas (lapsi) durante la persecución de Diocleciano, y que habían surgido ya bajo Marcelo, continuaron durante el papado de Eusebio. Ese último mantenía la actitud de la Iglesia Romana, adoptada después de la persecución de Decio (250-251), que los apóstatas no debían ser excluidos por siempre de la comunión eclesiástica, si no por otro lado, debían ser readmitidos sólo después de haber hecho una adecuada penitencia (Eusebius miseros docuit sua crimina flere).
Una facción de cristianos en Roma bajo el liderazgo de un tal Heraclio se oponía a este punto de vista. No se ha determinado si Heraclio y sus seguidores propugnaban una interpretación de la ley más rigurosa (novacianismo) o más indulgente. Esta última, sin embargo, es por mucho más probable en la hipótesis de que Heraclio era el jefe de un partido compuesto por apóstatas y sus seguidores, que demandaban la inmediata restauración al cuerpo de la Iglesia. Dámaso describe en términos muy fuertes el conflicto que sobrevino (seditcio, cœdes, bellum, discordia, lites). Es probable que Heraclio y sus adeptos buscaran por la fuerza su admisión al culto divino, lo cual resentían los fieles reunidos en Roma alrededor de Eusebio. En consecuencia, ambos Eusebio y Heraclio fueron desterrados por el emperador Maxentio. Eusebio, en particular, fue exiliado a Sicilia, donde murió muy pronto.
El Papa San Melquíades ascendió a la Silla Papal el 2 de julio de 311. El cuerpo de su predecesor fue traído a Roma, probablemente en 311, y el 26 de septiembre (según el "Depositio Episcoporum" en el cronógrafo de 354) fue colocado en un cubículo separado de la catacumba de San Calixto.
Su firme defensa de la disciplina eclesiástica y el destierro que sufrió por ello causaron que fuera venerado como un mártir, y en su epitafio el Papa Dámaso honró a Eusebio con dicho título.

Fuente: Kirsch, Johann Peter. "Pope St. Eusebius." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <newadvent.org>.

No hay comentarios:

Publicar un comentario