sábado, 10 de agosto de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 12 de AGOSTO – LUNES – 19ª – SEMANA DEL T. O. – C – Santa Hilaria de Augsburgo






12 de AGOSTO – LUNES –
19ª – SEMANA DEL T. O. – C –

Lectura del libro del Deuteronomio (10,12-22):

Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Ahora, Israel, ¿qué es lo que te exige el Señor, tu Dios? Que temas al Señor, tu Dios, que sigas sus caminos y lo ames, que sirvas al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma, que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, y los mandatos que yo te mando hoy, para tu bien. Cierto: del Señor son los cielos, hasta el último cielo, la tierra y todo cuanto la habita; con todo, sólo de vuestros padres se enamoró el Señor, los amó, y de su descendencia os escogió a vosotros entre todos los pueblos, como sucede hoy.
Circuncidad vuestro corazón, no endurezcáis vuestra cerviz; que el Señor, vuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, fuerte y terrible; no es parcial ni acepta soborno, hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al forastero, dándole pan y vestido.
 Amaréis al forastero, porque forasteros fuisteis en Egipto. Temerás al Señor, tu Dios, le servirás, te pegarás a él, en su nombre jurarás. Él será tu alabanza, él será tu Dios, pues él hizo a tu favor las terribles hazañas que tus ojos han visto. Setenta eran tus padres cuando bajaron a Egipto, y ahora el Señor, tu Dios, te ha hecho numeroso como las estrellas del cielo.»

Palabra de Dios

Salmo: 147,12-13.14-15.19-20

R/. Glorifica al Señor, Jerusalén

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.
Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R/.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,22-27):

En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús:
«Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día.»
Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron:
«¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?»
Contestó:
«Sí.»
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle:
«¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?»
Contestó:
«A los extraños.»
Jesús le dijo:
«Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.»

Palabra del Señor

1.  En estos tiempos, en los que con tanta frecuencia nos enteramos de noticias relativas a quienes defraudan a la Hacienda Pública, este evangelio tiene
una sorprendente actualidad: al segundo anuncio de la pasión (Mt 17, 22-23), se añade, a renglón seguido, el tema del pago de los impuestos. Lo que enseguida salta a la vista, es que Jesús, ni estaba exento de pagar impuestos, ni quería estarlo. Jesús quiso, para él y para sus seguidores, que fueran ciudadanos normales, sin ninguna clase de privilegios. Eso, por lo menos, es lo que
está fuera de duda, a la vista de este relato. Y sabemos que Jesús daba limosna a los pobres (Jn 12, 5-6; 13, 29).
Pero, si era necesario, se deja robar por el fisco, con tal de no portarse como   un ciudadano que gozaba de privilegios
fiscales.

2.  El impuesto, por el que le preguntan a Pedro, no era el impuesto civil, que se paga al Estado. En vida de Jesús, ese impuesto de "las dos dracmas"  (didrachma) era el impuesto religioso que los judíos pagaban al Templo (Josefo,
Filón).
Pero, después del año 70 (cuando se   redactó este evangelio), al no existir el destruido Templo de Jerusalén, se sabe que los judíos, por decisión del emperador     Vespasiano, tenían que pagar el impuesto religioso al templo de Júpiter capitolino (Josefo, Dión Casio).  Este impuesto tenía un significado punitivo, que indicaba la   superioridad del Imperio sancionada por Júpiter (W. Carter).
La respuesta de Pedro, a la pregunta que le hacen sobre el impuesto, apunta claramente a que Jesús pagaba el impuesto del Templo de Jerusalén.  Y
también indica que los cristianos de los años posteriores al 70 también pagaban el impuesto al templo de Júpiter. 

3.  ¿Por qué los cristianos pagaban  este impuesto que obligaba a los judíos?
No es fácil encontrar una respuesta indiscutible. Y sabemos que sobre este
asunto hay múltiples opiniones entre los estudiosos de los evangelios.  
La explicación que ofrece el texto de Mateo sobre quiénes pagaban el impuesto
y quienes no, admite explicaciones muy diversas.   Lo único cierto que sabemos es   que ni Jesús ni los primeros cristianos aceptaron privilegios fiscales.
Probablemente influyó, en este comportamiento, el empeño de la Iglesia
naciente por integrarse en el Imperio y no dar argumentos para ser enjuiciada como   una secta de subversivos rebeldes.  
En cualquier caso, lo que está fuera de duda es que ni Jesús ni los primeros cristianos toleraron privilegios económicos.  
El relato da a entender que toma este asunto como una historia pintoresca o extravagante, tal como se refleja en la historieta de la moneda en la boca del pez.

Santa Hilaria de Augsburgo


Santa Hilaria y sus criadas Digna, Euprepia y Eunomia, mártires. Madre de la mártir Santa Afra, oraba cierto día junto al sepulcro de su hija y allí la quemaron los perseguidores; sus dos criadas fueron decapitadas. Augsburgo, 304.

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