13 DE ABRIL – LUNES
DE LA OCTAVA DE PASCUA – A –
SAN HERMENEGILDO
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,14.22-33):
EL día de Pentecostés, Pedro, poniéndose en pie junto con los Once, levantó
su voz y con toda solemnidad declaró:
«Judíos
y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis
palabras. Israelitas, escuchad estas palabras: a Jesús el Nazareno, varón
acreditado por Dios ante vosotros con milagros, prodigios y signos que Dios
realizó por medio de él, como vosotros sabéis, a este, entregado conforme el
plan que Dios tenía establecido y provisto, lo matasteis, clavándolo a una cruz
por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores
de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio,
pues David dice, refiriéndose a el:
“Veía
siempre al Señor delante de mí,
pues está a mi derecha para que no vacile.
Por
eso se me alegró el corazón,
exultó mi lengua,
y hasta mi carne descansará esperanzada.
Porque no me abandonarás en el lugar de los
muertos,
ni dejarás que tu Santo experimente
corrupción.
Me has enseñado senderos de vida,
me saciarás de gozo con tu rostro”.
Hermanos,
permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y
su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y
sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un
descendiente suyo, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo
que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no
experimentará corrupción”.
A
este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa
del Espíritu Santo, lo he derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».
Palabra de Dios
Salmo: 15,1b-2a y 5.7-8 9-10.11
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R/.
Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los
muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R/.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.
Secuencia (Opcional)
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (28,8-15):
EN aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas
de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De
pronto, Jesús salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas
se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús
les dijo:
«No
temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras
las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y
comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los
ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma,
encargándoles:
«Decid
que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros
dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernados, nosotros nos lo ganaremos y
os sacaremos de apuros».
Ellos
tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha
ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
Palabra del Señor
1. Una de las cosas que más llaman la atención,
en los relatos de las apariciones del Resucitado, es la presencia destacada que
en estos relatos tienen las mujeres. Ellas fueron las primeras para ir en busca
de Jesús. Y a ellas fue a quienes primero se apareció.
El Jesús resucitado
se nos muestra aún más humano que el Jesús terreno. En este relato hay que
distinguir dos cosas:
1) La experiencia
fundamental, que tuvieron aquellas mujeres, al constatar que Jesús no había
sido derrotado y aniquilado por la muerte, sino que, por el contrario, la había
vencido.
2) La
"historia" del soborno de los guardias y la simplicidad del robo del
cuerpo que supuestamente hicieron los discípulos.
Lo primero es lo
que interesa y en lo que el evangelio de Mateo pone el acento. Lo del soborno
de los guardias es seguramente una vulgar leyenda que se difundió en aquellos
años en algunas comunidades cristianas.
2. Los primeros testigos de la resurrección
fueron mujeres. En este dato insisten los evangelios (Mt 28, 1.5-10; Mc 16,
1-8; Lc 24, 10-11; Jn 20, 1-2). Señal clara de que, entre las primeras
comunidades de cristianos, se difundió la
noticia de que, efectivamente, la resurrección de
Jesús había puesto en evidencia la especial cercanía que las mujeres tuvieron
con él. Y la acogida que Jesús les dio siempre a las mujeres. Y aquí es
importante destacar que, si hoy esto nos llama la atención, en aquella sociedad
tenía que resultar mucho más chocante. Porque entonces, y concretamente entre
los judíos de entonces, la mujer estaba especialmente marginada y, en no pocas
cosas, enteramente excluida.
3. Todo esto nos indica, entre otras cosas, una
que profundiza lo ya dicho:
Jesús, después de su resurrección, se comportaba (o
era experimentado) como un ser "más humano" que antes de su muerte.
Precisamente cuando
Jesús trasciende lo humano y accede a la condición divina, entonces es cuando
se muestra más humano, más cercano, más entrañable.
¿Por qué?
Porque, en los
criterios básicos del Evangelio, está el principio según el cual "lo más divino"
se encuentra y se palpa en "lo más humano".
Porque, en Jesús,
Dios se ha humanizado. De forma que en "lo humano" es donde vemos,
tocamos y palpamos "lo divino" (Jn 1, 18; 14, 9; 8, 56-58).
SAN HERMENEGILDO
Se
desconoce su fecha de nacimiento, pero se sabe que murió el 13 de abril de 585,
Leovigild, el rey ariano de los visigodos (569-86) tenía dos hijos,
Hermenegildo y Reccared, que fueron producto de su primer matrimonio con la
princesa católica Theodosia. Hermenegildo se casó en 576 con Ingundis, una
princesa católica hija de Sigebert y Brunhilde.
Como
resultado de su propia inclinación e influenciado por su esposa, y por
instrucciones de San Leander de Sevilla, ingresó a la fe católica. La segunda
esposa de Leovigild, Goswintha, una fanática ariana, llegó a odiar a su nuera y
trató de establecer la manera de apartarla de la fe católica. Hermenegildo se
había ido, con la sanción de su padre, a Andalucía, y había llevado a su esposa
con él. Sin embargo, cuando Leovigild se enteró de la conversión de su hijo, le
impuso regresar a Toledo, una orden que Hermenegildo no llegó a obedecer.
El
fanatismo religioso de su madrastra, y la severidad con que su padre estaba
tratando a los católicos en España, le obligó a tomar las armas en protección
de sus compañeros de religión, y en defensa de sus propios derechos. Al mismo
tiempo, formó una alianza con los bizantinos. Leovigild tomó el campo en contra
de su hijo, en 582, haciendo que los bizantinos traicionaran a su hijo por la
suma de 30,000 barras de oro sólido, haciendo que sitiaran a Hermenegildo en
Sevilla en 583, y capturando la ciudad, tras un sitio de casi dos años.
Hermenegildo
buscó refugio en una iglesia en Córdova, donde recibió falsas promesas por
parte de Leovigild; este último le prohibió regresar a Valencia (584). Su
esposa Ingundis, se fue con su hijo a Africa, donde ella murió. Luego de ello,
el muchacho fue entregado, por orden del Emperador Mauricio, al cuidado de su abuela
Brunhilde. No sabemos mucho más del subsiguiente destino de Hermenegildo.
Gregorio
el Grande relata (Dialogi, III, 31, en P.L. LXVII, 289-93) que Leovigild envió
a un obispo ariano cuando nuestro personaje se encontraba en prisión, en la
vìspera de pascua de 585; el propósito era el de perdonar a su hijo, siempre
que este aceptara la comunión de una autoridad ariana. A ello, Hermenegildo se
opuso con firmeza, no rechazando su fe católica, y como resultado, fue
decapitado el Día de Pascua de ese año.
Más
tarde fue venerado como mártir, y Sixto V (1585), actuando de acuerdo a la
sugerencia del Rey Felipe II, extendió la celebración de su festividad (13 de
abril), en todo el territorio de España.
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