20 DE ABRIL – LUNES –
2ª - SEMANA DE PASCUA – A –
SANTA INES
de Montepulciano, virgen
Lectura del Libro de los Hechos de los apóstoles (4,23-31):
EN aquellos días, Pedro y Juan, puestos en libertad, volvieron a los suyos y
les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos.
Al oírlo, todos invocaron a una a Dios en
voz alta, diciendo:
«Señor,
tú que hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; tú que
por el Espíritu Santo dijiste, por boca de nuestro padre David, tu siervo:
“¿Por qué se amotinan las naciones y los
pueblos planean proyectos vanos? Se presentaron los reyes de la tierra, los
príncipes conspiraron contra el Señor y contra su Mesías”.
Pues
en verdad se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y
el pueblo de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste, para
realizar cuanto tu mano y tu voluntad habían determinado que debía suceder.
Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos predicar tu
palabra con toda valentía; extiende tu mano para que realicen curaciones,
signos y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús».
Al
terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos; los llenó a todos
el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios.
Palabra de Dios
Salmo: 2,1-3.4-6.7-9
R/. Dichosos los que se refugian en ti, Señor
¿Por qué se amotinan las naciones
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo». R/.
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sion, mi monte santo». R/.
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo:
te daré en herencia las naciones;
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás con jarro de loza». R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (3,1-8):
HABÍA un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este
fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
«Rabí,
sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer
los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús
le contestó:
«En
verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de
Dios».
Nicodemo
le pregunta:
«¿Cómo
puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el
vientre de su madre y nacer?».
Jesús
le contestó:
«En
verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede
entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del
Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de
nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde
viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu».
Palabra del Señor
1. Jesús afirma que, para ver el Reino de Dios,
hay que nacer de nuevo. El que vuelve a nacer es una persona nueva, una persona
distinta. Hay personas que dicen:
"Si yo volviera a nacen... sería así, haría tal cosa, orientaría mi
vida de otra manera...".
"Nacer de
nuevo" es cambiar radicalmente, desde las raíces mismas de la vida. Ahora
bien, cambiar hasta ese extremo es tanto como cambiar las "convicciones"
más fundamentales que rigen y orientan nuestra vida.
¿En qué sentido?
2. Jesús lo explica diciendo que hay que nacer
"de agua y de Espíritu". Nacer del agua no se refiere al agua como
fuente de vida. Ni al agua como lavatorio de manchas que nos ensucian.
Nacer del agua es
salir vivo de las aguas que ahogan, que matan, que quitan la vida. "Nacer
del agua" es "nacer de nuevo".
Es volver a vivir.
Para vivir, ¿cómo? Para vivir "llevado por el viento", del que dice
Jesús que "no sabes de dónde viene ni a dónde va".
Un sujeto, del que
se puede decir que no se sabe ni de dónde viene ni a dónde va, es una persona
que no se ajusta a las normas establecidas en cuanto a forma de pensar, pautas
de conducta, valores que determinan su vida...
Se trata, por
tanto, de una persona que rompe con el sistema establecido. Y opta por la
libertad de la profecía, de la utopía, de la llamada
"contra-cultura".
3. Optar por el Evangelio es nadar contra
corriente. Es romper con la "mentalidad sumisa" de los que se
acomodan a lo que siempre se ha dicho o se ha hecho. Son, en definitiva, los
seres humanos libres. Con una libertad que está siempre al servicio de la
misericordia. Y son algo tan imprevisible como imprevisibles son las
situaciones de sufrimiento y de felicidad que constantemente se producen en la
vida. Y se producen sin saber dónde ni por qué. Vivir siempre en función de
tales situaciones y de quienes las padecen, es vivir como el viento, como el
Espíritu.
SANTA INES
Nació
alrededor del año 1270. Hija de la toscana familia Segni, propietarios
acomodados de Graciano, cerca de Orvieto.
Cuanto
solo tiene nueve años, consigue el permiso familiar para vestir el escapulario
de «saco» de las monjas de un convento de Montepulciano que recibían este
nombre precisamente por el pobre estilo de su ropa.
Seis años más tarde funda un monasterio
con Margarita, su maestra de convento, en Proceno, a más de cien kilómetros de
Montepulciano. Mucha madurez debió de ver en ella el obispo del lugar cuando,
con poco más de quince años, la nombra abadesa. Dieciséis años desempeñó el
cargo y en el transcurso de ese tiempo hizo dos visitas a Roma; una fue por
motivos de caridad, muy breve; la otra tuvo como fin poner los medios ante la
Santa Sede para evitar que el monasterio que acababa de fundar fuera un día
presa de ambiciones y usurpaciones ilegítimas. Se ve que en ese tiempo podía
pasar cualquier cosa no solo en los bienes eclesiásticos que detentaban los
varones, sino también con los que administraban las mujeres.
Apreciando los vecinos de Montepulciano
el bien espiritual que reportaba el monasterio de Proceno puertas afuera,
ruegan, suplican y empujan a Inés para que funde otro en su ciudad pensando en
la transformación espiritual de la juventud. Descubierta la voluntad de Dios en
la oración, decide fundar. Será en el monte que está sembrado de casas de
lenocinio, «un lugar de pecadoras», y se levantará gracias a la ayuda económica
de los familiares, amigos y convecinos. Ha tenido una visión en la que tres
barcos con sus patronos están dispuestos a recibirla a bordo; Agustín, Domingo
y Francisco la invitan a subir, pero es Domingo quien decide la cuestión:
«Subirá a mi nave, pues así lo ha dispuesto Dios». Su fundación seguirá el
espíritu y las huellas de santo Domingo y tendrá a los dominicos como ayuda
espiritual para ella y sus monjas.
Con
maltrecha salud, sus monjas intentan procurarle remedio con los baños termales
cercanos; pero fallece en el año 1317.
Raimundo
de Capua, el mayor difusor de la vida y obras de santa Inés, escribe en Legenda
no solo datos biográficos, sino un chorro de hechos sobrenaturales acaecidos en
vida de la santa y, según él, confirmados ante notario, firmados por testigos
oculares fidedignos y testimoniados por las monjas vivas a las que tenía acceso
por razones de su ministerio. Piensa que, relatando prolijamente los hechos
sobrenaturales –éxtasis, visiones y milagros–, contribuye a resaltar su santa
vida con el aval inconfundible del milagro. Por ello habló del maná que solía
cubrir el manto de Inés al salir de la oración, el que cubrió en interior de la
catedral cuando hizo su profesión religiosa, o la luz radiante que aún después
de medio siglo de la muerte le ha deslumbrado en Montepulciano; no menos
asombro causaba oírle exponer cómo nacían rosas donde Inés se arrodillaba y el
momento glorioso en que la Virgen puso en sus brazos al niño Jesús (antes de
devolverlo a su Madre, tuvo Inés el acierto de quitarle la cruz que llevaba al
cuello y guardarla después como el más preciado tesoro). Cariño, poesía y
encanto.
Santa
Catalina de Siena, nacida unos años después y dominica como ella, será la santa
que, profundamente impresionada por sus virtudes, hablará de lo de dentro de su
alma. Llegó a afirmar que, aparte de la acción del Espíritu Santo, fueron la
vida y virtudes ejemplares vividas heroicamente por santa Inés las que le
empujaron a su entrega personal y a amar al Señor. Resalta en carta escrita a
las monjas hijas de Inés de Montepulciano –una santa que habla de otra santa–
la humildad, el amor a la Cruz y la fidelidad al cumplimiento de la voluntad de
Dios. Pero el mayor elogio que puede decirse de Inés lo dejó escrito en su
Diálogo, poniéndolo en boca de Jesucristo: «La dulce virgen santa Inés, que
desde la niñez hasta el fin de su vida me sirvió con humildad y firme esperanza
sin preocuparse de sí misma».
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