3 DE ABRIL – VIERNES –
5 – SEMANA DE CUARESMA – A –
SAN SIXTO - I
Lectura
del libro de Jeremías (20,10-13):
OÍA la acusación de la gente:
«“Pavor-en-torno”, delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos acechaban mi traspié:
«A ver si, engañado, lo sometemos
y podemos vengarnos de él».
Pero el Señor es mi fuerte defensor:
me persiguen, pero tropiezan impotentes.
Acabarán avergonzados de su fracaso,
con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor del universo, que examinas al honrado
y sondeas las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos,
pues te he encomendado mi causa!
Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libera la vida del pobre
de las manos de gente perversa.
Palabra de Dios
Salmo:
17,2-3a.3bc-4.5-6.7
R/.
En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó
V/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi
libertador. R/.
V/. Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi
baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.
V/. Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte. R/.
V/. En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (10,31-42):
EN aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para
apedrear a Jesús.
Él les replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de
ellas me apedreáis?».
Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú,
siendo un hombre, te haces Dios».
Jesús les replicó:
«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la
Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede
fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís
vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras
de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a
las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el
Padre».
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se
marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado
Juan, y se quedó allí.
Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
Y muchos creyeron en él allí.
Palabra del Señor
1. Es evidente que la idea de Dios,
que tenía Jesús, y la que tenían los dirigentes judíos, que le veían y le oían,
no era la misma idea.
Es decir, Jesús y aquellos dirigentes
no creían en el mismo Dios. Y como no creían en el mismo Dios, no vivían ni
podían vivir, la misma religión. Ni veían la vida de la misma manera lo cual
indica con claridad que Jesús y aquellos dirigentes no se podían entender.
Aunque hablaran y discutieran de los
mismos temas, en realidad hablaban y discutían de cosas completamente
distintas. Por eso no podían coincidir. Y por eso mismo, sus diálogos nunca
fueron diálogos, sino continuos enfrentamientos.
2.
Esto mismo ocurre constantemente en la vida. Nos ocurre a todos. Porque
todos tenemos "ideas fuente", a partir de las cuales interpretamos la
realidad.
Una de estas ideas es la idea de Dios
que cada cual tiene. El que es un autoritario e impositivo, sin duda alguna, es
que cree en un Dios que se define a partir de su poder indiscutible que se nos
impone. Por el contrario, el que es bondadoso, tolerante, respetuoso, es que
cree en un Dios que se explica a partir de la bondad, el respeto y la
tolerancia.
3.
Esto supuesto, y si vamos más al fondo del problema, lo que aquí
descubrimos es que el Dios de Abrahán era un Dios que exigía sacrificios,
rituales, derramamiento de sangre, incluso la sangre del hijo más querido por
su padre (Gen 22).
Ritos de muerte que ya había pedido
aquel Dios a Abrahán (Gen 15).
De tal Dios, nació una religión de
rituales, sacrificios, violencia y muerte.
El contraste radical de semejante
religión está en Jesús, en la vida de Jesús, en su conducta, en sus
"obras", en los "signos" que realizaba. Todo, en Jesús,
estaba encaminado y orientado a hacer el bien, a curar, a sanar, aliviar el sufrimiento,
contagiar felicidad. Esto es lo que aquellos dirigentes no entendían. Y esto es
lo que los cristianos no acabamos de entender.
Por extraño que parezca, nos va mejor
con el Dios de Abrahán y sus rituales sagrados, que con el Dios de Jesús y su misericordia
sin límites.
SAN SIXTO – I
VII Papa
Martirologio
Romano: En Roma, san Sixto I, papa, que en tiempo del emperador Adriano
rigió la Iglesia Romana, siendo el sexto tras el bienaventurado Pedro (128).
Etimológicamente: Sixto
= Aquel que es listo, es de origen griego.
Biografía
El Papa San
Sixto I (en los documentos más antiguos se usa "Xystus" para los
primeros tres papas con ese nombre), sucedió a San Alejandro y fue sucedido por
San Telesforo.
Según el “Catálogo
Liberiano” de papas, fue la cabeza de la Iglesia durante el reino de Adrián
"a conulatu Nigri et Aproniani usque Vero III et Ambibulo", es decir,
desde 117 hasta 126. En su “Chronicon” Eusebio usó un catálogo de papas
distinto al que usó en su “Historia ecclesiastica”; en su “Chronicon” dice que
Sixto I ocupó la posición de papa de 114 a 124, mientras que en su “Historia”
menciona que fue papa de 114 a 128.
Todas las
autoridades concuerdan en que la duración de su papado fue de cerca de diez
años.
Era Romano
por nacimiento, y su padre se llamaba Pastor. Según el "Liber
Pontificalis", pasó las tres ordenanzas siguientes:
1.- que no se le
permita a nadie excepto por los sacerdotes tocar los Vasos Sagrados
2.- que los
obispos que han sido convocados a la Santa Sede, no sean recibidos por su
diócesis hasta que presenten las Cartas Apostólicas
3.- que después
del prefacio en la Misa, el sacerdote recite el Sanctus junto con los fieles.
El “Catálogo
Feliciano” de papas y las varias martirologías lo titulan de mártir.
Fue enterrado
en el Vaticano junto a la tumba de San Pedro, y se dice que sus reliquias
fueron transferidas a Alatri en 1132, aunque O Jozzi sostiene que todavía están
en la Basílica Vaticana. Butler (Vidas de los Santos, 6 de Abril) dice que
Clemente X le dio algunas de sus reliquias al Cardenal de Retz, quien las puso
en la Abadía de San Miguel en Lorraine.
El Xystus a
quien se conmemora en el Canon de la Misa es Xystus II, no Xystus I.
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