10 DE ABRIL –
VIERNES SANTO – A –
Lectura del libro de Isaías
(52,13–53,12):
Mirad,
mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de
él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así
asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo
inenarrable y contemplar algo inaudito.
¿Quién creyó nuestro
anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor?
Creció en su presencia como brote, como raíz
en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a
sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo
estimamos leproso, herido de Dios y humillado, pero él fue traspasado por
nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable
cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada
uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero
llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la
boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su
destino?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por
los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y
una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño
en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida
como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor
quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el
justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó
con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como
despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre
los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Salmo: 30,2.6.12-13.15-16.17.25
R/. Padre, a tus manos encomiendo mi
espíritu
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.
Soy la
burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro
inútil. R/.
Pero
yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me
persiguen. R/.
Haz
brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R/.
Lectura de la carta a los Hebreos
(4,14-16;5,7-9):
Mantengamos
la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha
atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz
de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo
exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad
al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos
auxilie oportunamente.
Cristo, en los días de su vida mortal, a
gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de
la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo,
aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido
para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
C. En
aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón,
donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor,
conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus
discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos
sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús,
sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les
dijo Jesús:
+ «Yo
soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy»,
retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús
contestó:
+ «Os
he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me
diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado
del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco.
Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete
la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo
ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo
sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo:
«Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo
seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con
Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la
puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la
portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a
Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío,
y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo
sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le
contestó:
+ «Yo
he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y
en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a
escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de
qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una bofetada
a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ «Si
he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se
debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba
en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le
cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa
de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para
no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera,
adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a
morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a
mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi
reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría
luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de
aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ «Tú
lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para
ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por
Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ese no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó
azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la
cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le
decían:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna
culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color
púrpura. Pilato les dijo:
S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:
S. «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado
Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en
el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y
autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No
tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por
eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está
contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en
el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo
Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo
Pilato a los judíos:
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él,
cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se
dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y
en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en
él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el
letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús,
y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de
los judíos dijeron a Pilato:
S. «No, escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho:
Soy el rey de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo
cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin
costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte
mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su
madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al
discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ «Mujer,
ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí
tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto,
sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la
Escritura dijo:
+ «Tengo
sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en
vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el
vinagre, dijo:
+ «Está
cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era
el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el
sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les
quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las
piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al
llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que
uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió
sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él
sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que
se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la
Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de
Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió
a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él
fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a
verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra
a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron,
y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y
como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca,
pusieron allí a Jesús.
1. Para comprender la Pasión y la muerte de
Jesús, es imprescindible distinguir el "hecho histórico" (lo que allí
sucedió), por una parte, y la "interpretación teológica",
por otra parte.
El
"hecho" se relata en
los evangelios.
La "interpretación" se encuentra en la teología de Pablo y de la carta a los Hebreos.
La historia de
la muerte nos dice que los sumos sacerdotes se dieron
cuenta de que Jesús y la religión (tal como ellos la entendían) son
incompatibles: Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir. Jesús
es irreconciliable con la religión cuando en ella unos hombres (los dirigentes)
se sirven de Dios para dominar, someter y ejercer violencia sobre los demás
seres humanos.
2. La interpretación teológica de
la muerte de Jesús no puede hacerse de forma que, en definitiva, se termine
diciendo que sin derramamiento de sangre no hay perdón
(Hb 9, 22). Porque ese criterio está rechazado en la carta a los
hebreos. Y porque semejante principio lleva derechamente a la idea
del "dios vampiro", el "dios sanguinario" y cruel, que necesita sangre
y muerte para perdonar.
Por desgracia, eso se sigue predicando. Lo
cual presenta y representa un Dios insoportable e increíble. Este tipo de
discurso religioso es el responsable del alejamiento de tanta gente, que huye
de la religión y de la Iglesia.
3. De lo dicho se sigue que la muerte
de Jesús no se puede entender desde la religión; porque no fue un acto
religioso, sino la ejecución de un condenado por la autoridad civil. Ni se
entiende desde la devoción, porque un crucificado no es una imagen de piedad,
sino el símbolo más fuerte de la exclusión social.
Tampoco se entiende desde la política, porque Jesús no
fue un subversivo nacionalista, sino que acabó así su vida por fidelidad al
designio del Padre del Cielo.
La muerte de Jesús solo se puede comprender
como exponente cumbre de la lucha por la libertad, es decir, la lucha por
la humanización que supera la deshumanización.
4. La mayor dificultad, que tenemos para
entender la Pasión y muerte de Jesús, está en la teología del sacrificio
redentor que elaboró y explicó san Pablo.
La muerte de Jesús no fue un ritual sagrado. Aquella
muerte fue, históricamente, la ejecución de un delincuente, según el criterio
de las autoridades civiles y religiosas que decretaron la muerte en cruz.
Esto es tan duro, que no nos lo creemos. Ni
lo aceptamos.
–
VIERNES SANTO –
“EL SENTIDO LITÚRGICO DEL DÍA”
La Cruz y la Muerte
Hoy
comenzamos propiamente la celebración de la Pascua. Pascua significa
"paso", el tránsito de
Jesús de la muerte a la Nueva Vida.
Hoy es el primer acto de este paso: la
"Pascha crucifixionis" como la llamaban los Santos Padres. No es
exacto quedarse en el primer elemento del binomio Muerte-Resurrección como en
la piedad popular de las procesiones - entre las estaciones de penitencia con
las de gloria hay una gran desproporción numérica- ya
que los dos aspectos forman una gran
unidad.
La memoria de la Muerte, hoy, está
preñada de esperanza y de victoria, mientras que la vigilia de
mañana no sólo recuerda la resurrección, sino todo el dinamismo del paso de la
muerte a la vida: "Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado".
Este día está centrado todo él en la
Cruz del Señor. Pero no con aire de tristeza, sino de celebración: la comunidad
cristiana proclama la Pasión y adora su Cruz como primer acto del Misterio
Pascual. Recordándonos el color rojo que es propio del martirio para el Primer
Mártir y no morado como en las exequias.
La austeridad y el ayuno
El
Viernes y el Sábado, los dos primeros días del Triduo, están marcados la
austeridad y el ayuno. A ser posible "se prolonga durante el sábado santo
este ayuno" (SC 110). Pero no por un signo penitencial; ya que la cuaresma
termino ayer. Es una celebración cultica del Tránsito Pascual. Es un ayuno
esperanzado que desembocará en la alegría de la resurrección. Un aspecto de
este ayuno es la ausencia de celebraciones sacramentales en estos dos días. La
comunidad ora, celebra la Pasión y la Cruz, se reúne par la
meditación y la contemplación, o para la alabanza de las Horas canónicas, pero
no celebra sacramentos.
Es una antigua tradición eclesial que
estos días la comunidad ayune de sacramentos; " sacramenta penitus
noncelebrari", sobre todo la Eucaristía.
El que el Viernes Santo día y memorial
de la Muerte del Señor no se celebre la Eucaristía. El Triduo Pascual se
celebra como un solo día, y la Eucaristía es la de la Vigilia Pascual. No
faltaron opiniones de suprimir incluso la comunión de esta día, cuando se hizo
la reforma liturgia hace el 16 de noviembre de 1955 por el mismo motivo.
La austeridad tiene también su
manifestación en el carácter sobrio de toda celebración. Las luces y flores del
monumento se redujeron durante la noche, abierto y vacío sagrario y el altar
sin manteles.
LA LITURGIA DEL
VIERNES SANTO
1. La Entrada
La
impresionante celebración litúrgica del Viernes empieza con un rito de entrada
diferente de otros días: los ministros entran en silencio, sin canto, vestidos
de color rojo, el color de la sangre, del martirio, se postran en el suelo,
mientras la comunidad se arrodilla, y después de un espacio de silencio, dice
la oración del dia.
2. Celebración de la Palabra
Primera Lectura: Isaías (52,13–53,12):
Espectacular
realismo en esta profecía hecha 800 años antes de Cristo, llamada por muchos el
5º Evangelio. Que nos mete en el alma sufriente de Cristo, durante toda su vida
y ahora en la hora real de su muerte. Dispongámonos a vivirla con Él.
Salmo Responsorial:
30,2.6.12-13.15-16.17.25
En
este Salmo, recitado por Jesús en la cruz, se entrecruzan la confianza, el
dolor, la soledad y la súplica: con el Varón de dolores, hagamos nuestra esta
oración.
Segunda lectura: Hebreos
(4,14-16;5,7-9):
El
Sacerdote es el que une a Dios con el hombre y a los hombres con Dios... Por
eso Cristo es el perfecto Sacerdote: Dios y Hombre. El Único y Sumo y Eterno
Sacerdote. Del cual el Sacerdocio: el Papa, los Obispos, los sacerdotes y los
Diáconos, unidos a Él, son ministros, servidores, ayudantes...
Versículo antes del Evangelio (Flp 2,
8-9)
Cristo, por nosotros, se sometió incluso
a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó, sobre todo, y le
concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre". A continuación, se pasa a la
lectura de la Pasion.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según
san Juan (18,1–19,42
3. ORACIÓN UNIVERSAL,
Hoy
tiene más sentido que nunca: precisamente porque contemplamos a Cristo
entregado en la Cruz como Redentor de la humanidad, pedimos a Dios la salvación
de todos, los creyentes y los no creyentes.
Es un momento enormemente intenso,
puesto que ponemos ante la muerte de Cristo todo el mundo, como esperando los
frutos de la redención.
Reunida ante Jesús crucificado, la
Iglesia entra en oración, agrupando ante Él todas las necesidades de la
humanidad.
Es un momento enormemente intenso,
puesto que ponemos ante la muerte de Cristo todo el mundo, como esperando los
frutos de la redención.
4. Adoración de la Cruz
Después
de las palabras pasamos a una acción simbólica muy expresiva y propia de este
dia: la veneración de la Santa Cruz es presentada solemnemente la Cruz a la
comunidad, cantando tres veces la aclamación:
Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo
clavada la salvación del mundo. VENID AADORARLO", y todos nos arrodillamos
unos momentos cada vez; y entonces vamos, en procesión, a venerar la Cruz
personalmente, con una genuflexión (o inclinación profunda) y un beso (o
tocándola con la mano y santiguándonos); mientras cantamos las alabanzas a ese
Cristo de la Cruz:
"Pueblo mío, ¿qué te he
hecho...?" "Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza..."
"Victoria, tú reinarás..."
5. La Comunión
Desde
1955, cuando lo decidió Pío Xll en la reforma que hizo de la Semana Santa, no
sólo el sacerdote -como hasta entonces - sino también los fieles pueden
comulgar con el Cuerpo de Cristo.
Aunque hoy no hay propiamente
Eucaristía, pero comulgando del Pan consagrado en la celebración de ayer,
Jueves Santo, expresamos nuestra participación en la muerte salvadora de
Cristo, recibiendo su "Cuerpo entregado por nosotros".
No hay comentarios:
Publicar un comentario