24 DE ABRIL – VIERNES –
2ª - SEMANA DE PASCUA – A –
San Fidel
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (5,34-42):
En
aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, respetado por
todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín, mandó que sacaran fuera un momento a
los apóstoles y dijo:
«Israelitas,
pensad bien lo que vais a hacer con esos hombres. Hace algún tiempo se levantó
Teudas, dándoselas de hombre importante, y se le juntaron unos cuatrocientos
hombres. Fue ejecutado, se dispersaron todos sus secuaces y todo acabó en nada.
Más
tarde, en los días del censo, surgió Judas el Galileo, arrastrando detrás de sí
gente del pueblo; también pereció, y se disgregaron todos sus secuaces.
En el
caso presente, os digo: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y
su actividad son cosa de hombres, se disolverá; pero, si es cosa de Dios, no
lograréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios».
Le
dieron la razón y, habiendo llamado a los apóstoles, los azotaron, les
prohibieron hablar en nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos, pues, salieron
del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre. Ningún
día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando la buena
noticia acerca del Mesías Jesús.
Salmo:
26,1.4.13-14
R/.
Una cosa pido al Señor: habitar en su casa
El
Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi
vida,
¿quién me hará temblar? R/.
Una
cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del
Señor,
contemplando su templo. R/.
Espero
gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé
valiente,
ten ánimo, espera en el
Señor. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (6,1-15):
En
aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de
Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con
los enfermos.
Subió
Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba
cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al
ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con
qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo
decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe
le contestó:
«Doscientos
denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno
de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí
hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso
para tantos?».
Jesús
dijo:
«Decid
a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel
sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús
tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban
sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando
se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han
sobrado; que nada se pierda».
Los
recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de
cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo
que había hecho, decía:
«Este
es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús,
sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la
montaña él solo.
1. Lo
más seguro es que, cuando se escribió el evangelio de Juan, la multiplicación
de los panes estaba ya relatada por escrito, por lo menos, cinco veces (Mc 6, 33-46; 8, 1-9; Mt
14, 18-23; 15, 32-39; Lc 9, 10-17). Por eso cabe decir que, si el IV evangelio
relata una vez más este episodio, sin duda lo hace porque quiere que los cristianos
caigan en la cuenta (o se enteren) de algo que no está dicho en los otros
relatos y que es importante. - ¿De qué se trata?
2. La
multiplicación de los panes le sirve a Juan para introducir el capítulo que
dedica al pan del cielo y a la eucaristía. Pero, en el relato de los panes,
Juan señala
un detalle que puede pasar inadvertido, pero que es de importancia.
Se
trata de que este hecho singular ocurrió cuando estaba cerca la Pascua, la
fiesta de los judíos. Esta fiesta era la más importante de la religión de
Israel. Porque conmemoraba el acontecimiento de la liberación de Egipto.
Los
israelitas tenían la obligación de subir a Jerusalén para matar el cordero en
el Templo y participar
en los ceremoniales religiosos, que duraban siete días.
3. El
evangelio de Juan señala que, cuando llega la Pascua, la fiesta religiosa más
importante de aquel pueblo, Jesús no sube a Jerusalén, no va al Templo, no participa en los ritos
religiosos de su nación. Jesús se queda en Galilea, con los pobres, en el
campo, en medio de la pobre gente que solo tiene panes de cebada, el pan de los
necesitados, y además lo tiene escaso. Y, así las cosas, la gran
fiesta religiosa, para Jesús, es que los hambrientos coman hasta saciarse.
Jesús
"seculariza" la religión: la hace menos sagrada y menos solemne, pero
más humana. Según Jesús, cuanto más humano es algo, por eso mismo es
más divino.
San Fidel de Sigmaringa, Mártir
Año
1577 - 1622
Fidel
significa: el que es fiel. El que es digno de fe.
Tenía
una inteligencia muy vivaz y fue enviado a estudiar a la Universidad de
Friburgo, donde obtuvo doctorado en ambos derechos, y luego llegó a ser
profesor muy estimado de filosofía y letras. Durante seis años fue encargado de
la educación de varios jóvenes de las familias principales de Suabia
(Alemania), a los cuales llevó por varios países de Europa para que conocieran
la cultura y el modo de ser de las diversas naciones. Sus alumnos se quedaban
admirados del continuo buen ejemplo de su profesor en el cual no podían
encontrar ni una palabra ni un acto que no fueran de buen ejemplo. Lo que los
otros gastaban en chucherías él lo gastaba en dar limosnas.
Como
abogado, Fidel se dedicó a defender gratuitamente a los pobres que no tenían
con qué costearse un defensor. Su generosidad era tan grande que la gente lo
llamaba "El abogado de los pobres". Ya desde muy joven renunciaba a
conseguir y estrenar trajes nuevos y el dinero que con eso ahorraba lo repartía
entre las gentes más necesitadas. Jamás en su vida de estudiante ni en sus años
de profesional tomó licor, ni nadie lo vio en reuniones mundanas o que
ofrecieran peligro para la virtud. Sus compañeros de abogacía se admiraban de
que este sabio doctor nunca empleaba palabras ofensivas en los pleitos que sostenía
(y sus contrarios sí las usaban y muy terribles).
Un día
el abogado contrario a un pleito, le ofreció en secreto una gran cantidad de
dinero, con tal de que arreglaran los dos en privado y se le diera la victoria
al rico que había cometido la injusticia. Fidel se quedó aterrado al constatar
lo fácil que es para un abogado el prestarse a trampas y vender su alma a
Satanás por unas monedas como lo hizo Judas. Y dispuso dejar la abogacía y
entrar de religioso capuchino. Tenía 35 años.
Dividió
sus importantes riquezas en dos partes: la mitad la repartió a los pobres, y la
otra mitad la dio al Sr. Obispo para que hiciera un fondo para costear los
estudios a seminaristas pobres.
Con
razón le pusieron después esta leyenda debajo de su retrato:
¡Santo es Fidel, y fue abogado!,
Obra del poder Divino.
Mucho le costó ser capuchino
y morir después martirizado.
Habiendo
sido tan rico y tan lleno de comodidades se fue a vivir como el más humilde y
pobre fraile capuchino. Le pedía constantemente a Dios que lo librara de la
tibieza (ese vicio que lo hace a uno vivir sin fervor, ni frío ni caliente,
descuidado en sus deberes religiosos y flojo para hacer obras buenas) y le
suplicaba a Nuestro Señor que no lo dejara perder el tiempo en inutilidades y
que lo empleara hasta lo máximo en propagar el Reino de Dios. Le gustaba
repetir la famosa frase de San Bernardo: "Sería una vergüenza que habiendo
sido coronado de espinas mi Capitán Jesucristo, en cambio yo que soy su
soldado, viviera entre comodidades y sin hacer sacrificios".
En
Friburgo consiguió la conversión de muchos protestantes. Y la gente se quedó
admirada cuando llegó la peste del cólera, pues se dedicaba de día y de noche a
asistir gratuitamente a todos los enfermos que podía. Su austeridad o dominio
de sí mismo, era impresionante. Su fervor en la oración y en la Santa Misa
conmovían a los que lo acompañaban. Las gentes veían en su persona a una
superioridad interior que les impresionaba. Su predicación conseguía grandes
frutos porque era sencilla, clara, fácil, práctica, suave y amable, pero
acompañada por la unción o fuerza de conmover que proviene de quien antes de
predicar reza mucho por sus oyentes y después de la predicación sigue orando
por ellos. Era tal el atractivo de sus sermones que hasta los mismos herejes
iban a escucharlo. Pero este atractivo fue el que llenó de envidia y rabia a
sus opositores y los llevó a escogerlo a él, entre todos los compañeros de
misión, para martirizarlo.
Hay
algo que a los santos les falla de manera impresionante, es la "prudencia
simplemente humana", ese andar haciendo cálculos para no excederse en
desgastarse por el Reino de Dios. Los santos no se miden. Ellos se enamoran de
Cristo y de su religión y no andan dedicándose a darse a cuenta gotas, sino que
se entregan totalmente a la misión que Dios les ha confiado. Y esto le sucedió
a Fidel. Cada poco le llegaban tarjetas como esta: "Recuerde que está
predicando en tierras donde hay muchos protestantes, evangélicos, calvinistas y
demás herejes. No hable tan claro en favor de la religión católica, si es que
quiere seguir comiendo tranquilamente su sopa entre nosotros".
Pero
él seguía incansable enseñando el Catecismo Católico y previniendo a sus
oyentes contra el peligro de las sectas de evangélicos y demás protestantes.
Tenía que prevenir a sus ovejas contra los lobos que acaban con las devociones
católicas.
Al
saber en Roma los grandes éxitos del padre Fidel que con sus predicaciones
convertía a tantos protestantes, lo nombraron jefe de un grupo de misioneros
que tenían que ir a predicar en Suiza, nido terrible de protestantes
calvinistas. Lo enviaba la Sagrada Congregación para la Propagación de la fe.
En la
ceremonia con la cual lo despedían solemnemente al empezar su viaje hacia
Suiza, Fidel dijo en un sermón: "Presiento que voy a ser asesinado, pero
si me matan, aceptaré con alegría la muerte por amor a Jesucristo y la
consideraré como una enorme gracia y una preferencia de Nuestro Señor.
Pocos
días antes de ser martirizado, al escribir una carta a su lejano superior, terminaba
así su escrito: "Su amigo Fidel que muy pronto será pasto de
gusanos".
Al
llegar a Suiza empezó a oír rumores de que se planeaba asesinarlo porque los
protestantes tenían gran temor de que muchos de sus adeptos se pasaran al
catolicismo al oírlo predicar. Al escuchar estas noticias se preparó para la
muerte pasando varias noches en oración ante el Santísimo Sacramento, y
dedicando varias horas del día a orar, arrodillado ante un crucifijo. La
santidad de su vida lo tenía ya bien preparado para ser martirizado.
El
domingo 24 de abril, se levantó muy temprano, se confesó y después de rezar
varios salmos se fue al templo de Seewis, donde un numeroso grupo de
protestantes se había reunido con el pretexto de que querían escucharlo, pero
con el fin de acabar con él. Al subir al sitio del predicador, encontró allí un
papel que decía: "Este será su último sermón. Hoy predicará por última
vez". Se armó de valor y empezó entusiasta su predicación. El tema de su
sermón fue esta frase de San Pablo: "Una sola fe, un solo Señor, un solo
bautismo" (EF. 4,5) y explicó brillantemente cómo la verdadera fe es la
que enseñan los católicos, y el único Señor es Jesucristo y que no hay varios
bautismos como enseñan los protestantes que mandan rebautizar a la gente. Aquellos
herejes temblaban de furia en su interior, y uno de los oyentes le disparó un
tiro, pero equivocó la puntería. Fidel bajó del sitio desde donde predicaba y
sintiendo que le llegaba el fin, se arrodilló por unos momentos ante una imagen
de la Stma. Virgen. Quedó como en éxtasis por unos minutos, y luego salió por
una pequeña puerta por la sacristía detrás del templo.
Los
herejes lo siguieron a través del pueblo gritándole: "Renuncie a lo que
dijo hoy en el sermón o lo matamos". Él les respondió valientemente:
"He venido para predicar la verdadera fe, y no para aceptar falsas
creencias. Jamás renunciaré a la fe de mis antepasados
católicos." Aquel grupo de herejes, dirigidos por un pastor
protestante, le gritaba: "O acepta nuestras ideas o lo matamos". Él
les contestó: "Ustedes verán lo que hacen. Yo me pongo en manos de Dios y
bajo la protección de la Virgen Santísima. Pero piensen bien lo que van a
hacer, no sea que después tengan que arrepentirse muy amargamente".
Entonces lo atacaron con palos y machetes y lo derribaron por el suelo, entre
un charco de sangre. Poco antes de morir alcanzó a decir: "Padre,
perdónalos".
Era el 24 de abril del año 1622.
Dios
demostró la santidad de su mártir, obrando maravillosos milagros junto a su
sepulcro. Y el primer milagro fue que aquel pastor protestante que acompañaba a
los asaltantes se convirtió al catolicismo y dejó sus errores.
El Papa Benedicto XIV lo declaró santo en 1746.
San
Fidel mártir: te encomendamos nuestros países tan plagados de ideas ajenas al
Evangelio que le van quitando la devoción a nuestra gente y la van llevando al
indiferentismo y a la herejía. Haz que a ejemplo tuyo se levanten por todas
partes apóstoles católicos valerosos y santos que prevengan al pueblo y no lo
dejen caer en las garras de lobos que asaltan al verdadero rebaño del Señor.
Si el
grano de trigo cae a tierra y muere, produce mucho fruto. (Jesucristo).
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