16 DE
ABRIL – JUEVES
DE LA OCTAVA DE PASCUA – A –
Santa Engracia
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (3,11-26):
En
aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo
el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde
estaban ellos.
Al
verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente:
«Israelitas,
- ¿por qué os admiráis de esto? - ¿Por qué nos miráis como si
hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud?
El
Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha
glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien
renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Vosotros
renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino;
matasteis al autor de la vida, pero Dios Jo resucitó de entre los muertos, y
nosotros somos testigos de ello.
Por
la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor
por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido
completamente la salud, a la vista de todos vosotros.
Ahora
bien, hermanos, sé que Jo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras
autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los
profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por
tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que
vengan tiempos de consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os
estaba destinado, al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la
restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus
santos profetas.
Moisés
dijo:
“El
Señor Dios vuestro hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo:
escuchadle todo lo que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido
del pueblo”.
Y,
desde Samuel en adelante, todos los profetas que hablaron anunciaron también
estos días.
Vosotros
sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con
vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán:
“En
tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra”.
Dios
resucitó a su Siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os
traiga la bendición, apartándoos a cada uno de vuestras maldades».
Salmo:
8, 2a.5.6-7.8-9
R/.
Señor, dueño nuestro
¡qué admirable es tu
nombre en toda la tierra!
Señor,
Dios nuestro,
¿qué es el hombre para que te
acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por
él? R/.
Lo
hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y
dignidad,
le diste el mando sobre las
obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus
pies. R/.
Rebaños
de ovejas y toros,
y hasta las bestias del
campo,
las aves del cielo, los peces
del mar,
que trazan sendas por el
mar. R/.
Secuencia
(Opcional)
Ofrezcan
los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero
sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon
vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué
has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid
a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia
de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey
vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (24,35-48):
En
aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el
camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban
hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz
a vosotros».
Pero
ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él
les dijo:
« -
¿Por qué os alarmáis?, - ¿por qué surgen dudas en vuestro
corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en
persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y
huesos, como veis que yo tengo».
Dicho
esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la
alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis
ahí algo de comer?».
Ellos
le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les
dijo:
«Esto
es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se
cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca
de mí».
Entonces
les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les
dijo:
«Así
está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día
y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a
todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros
sois testigos de esto».
1. Los
relatos de las apariciones quieren destacar la identidad entre el Crucificado y
el Resucitado.
El
que murió en la cruz y el que resucitó del sepulcro es el mismo. Por
eso el Resucitado muestra, como señas de su identidad, sus manos y sus pies.
Pide
que le palpen. Insiste en que un fantasma no tiene carne ni huesos. Y hasta se
pone a comer delante de ellos.
Lo
importante aquí está en que las señas de identidad que da el Resucitado son
todas señas de identidad
humana: manos, pies, carne, huesos, comer...
2. Por
tanto, el que ha sido exaltado a la Gloria, no solo sigue identificado con lo
humano, sino que es precisamente en lo humano en lo que
puede ser identificado.
El
Cristo glorificado no se identifica por su poder, su gloria, su dignidad, su
divinidad, sino por su humanidad. Un Dios que se desentiende
de nuestra condición de carne y hueso, de lo que vemos y palpamos, de nuestra
necesidad de comer y beber, es un Dios deshumanizado. Y por eso mismo,
semejante "Dios", ya no es el Dios que se nos ha comunicado en Jesús,
el Crucificado
y el Resucitado.
3. En
la enseñanza religiosa, que se nos ha dado, se ha insistido mucho en la
divinidad de Cristo. Pero se ha insistido menos en la humanidad de Jesús. Y jamás se ha hablado de la
humanización de Dios.
Los
hombres de la religión se manejan bien con "lo
divino". Como nadie lo ha visto.., en nombre de "lo divino" se manda y se
gobierna con poder indiscutible.
El problema
está en que, si tomamos en serio que Dios se identifica con lo humano, no
iremos por la vida sacrificando o excluyendo "lo humano" porque así
estamos más cerca de "lo divino".
Santa Engracia
Martirologio
Romano: En Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, España, santa
Engracia, virgen y mártir, que sufrió duros suplicios, quedándole las llagas
como testimonio de su martirio. († s.IV)
Etimológicamente: Engracia
= Aquella que se encuentra en estado de gracia, es de origen latino.
Breve Biografía
Habían
proliferado los cristianos en el Imperio al amparo de la menor presión de las
leyes en tiempo de Galieno. Los había en el campo y más en las ciudades, se les
conoce en el foro, se les ve entre los esclavos, en el ejército y en los
mercados. Han contribuido otras causas a desparramar la fe de Cristo entre las
gentes: el aburrimiento del culto a los vanos dioses paganos, el testimonio que
dieron los mártires y que muchos vieron, la transmisión boca a boca de los
creyentes y el buen ejemplo.
Diocleciano
ha conseguido la unidad territorial, política y administrativa; quiere unificar
también la religión y para ello debe hacer sucumbir la religión de Cristo
frente a la del Estado. Da cuatro edictos al respecto y elige cuidadosamente a
las personas que sean capaces de hacerlos cumplir. Daciano será quien siembre
el territorio de España, bajando desde el noreste hasta el centro, con semillas
de cristianos.
Engracia
es la joven novia graciosa que viaja desde Braccara, en Galecia, hasta el
Rosellón, en Francia, para reunirse con su amado. Dieciocho caballeros de la
casa y familia la acompañan y le dan cortejo. Al llegar a Zaragoza y enterarse
de las atrocidades que está haciendo el prefecto romano, se presenta
espontáneamente ante Daciano para echarle en cara la crueldad, injusticia e
insensatez con que trata a sus hermanos. Termina martirizada, con la ofrenda de
su vida y la de sus compañeros.
Las
actas del martirio -¡qué pena sean del siglo VII , tan tardías, y por ello con
poco valor histórico!- describen los hechos martiriales con el esquema propio a
que nos tienen acostumbrados en el que es difícil atreverse a separar qué cosa
responde a la realidad y qué es producto imaginativo consecuencia de la piedad
de los cristianos.
El
diálogo entre la frágil doncella y el cruel mandatario aparece duro y claro;
ella emplea razonamientos plenos de humanidad y firmes en la fe con los que
asegura la injusticia cometida -hoy se invocarían los derechos humanos-, la
existencia de un Dios único a quien sirve, la necedad de los dioses paganos y
la disposición a sufrir hasta el fin por el Amado; él utiliza los recursos del
castigo, la amenaza, la promesa y el regalo. En resumen, la pormenorizada y
prolija descripción del tormento de la joven cuenta que primero es azotada,
luego sufre los horrores de ser atada a un caballo y arrastrada, le rajan el
cuerpo con garfios, llegan a cortarle los pechos y le meten en su cuerpo un
clavo; para que más sufra, no la rematan, la abandonan casi muerta sometida al
indecible sufrimiento por las heridas hasta que muere. Los dieciocho
acompañantes fueron degollados a las afueras de la ciudad.
Un
siglo más tarde del glorioso lance cantó Prudencio en su Peristephanon las
glorias de los innumerables mártires cesaraugustanos, nombró a los dieciocho
sacrificados y a la joven virgen Engracia, invitando al pueblo a postrarse ante
sus túmulos sagrados.
Engracia
es la figura de la mártir que el pueblo, siempre sensible a la grandeza, ha
sabido mirar con simpatía, la ha dorado con el mimo del agradecimiento, la
bendice por su valentía, la compadece por sus sufrimientos y quisiera imitarla
en su fidelidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario