viernes, 16 de octubre de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 17 DE OCTUBRE – SÁBADO – 28ª – SEMANA DEL T. O. – A – San Ignacio de Antioquía

 


17 DE OCTUBRE – SÁBADO –

28ª – SEMANA DEL T. O. – A –

San Ignacio de Antioquía

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,15-23):

Yo, que he oído hablar de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oración, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia, como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 8,2-3a.4-5.6-7a

 

R/. Diste a tu Hijo el mando sobre las obras de tus manos

Señor, dueño nuestro,

¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.

De la boca de los niños de pecho

has sacado una alabanza. R/.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,

la luna y las estrellas que has creado,

¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,

el ser humano, para darle poder? R/.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,

lo coronaste de gloria y dignidad,

le diste el mando sobre las obras de tus manos. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,8-12):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios.

Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.

Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.»

 

Palabra del Señor

 

1.  Jesús fue un hombre controvertido y un hombre enjuiciado y cuestionado. De ahí que tuvo amigos y enemigos. Los que se pusieron de su parte y los que lo negaron. Es decir, ante Jesús no cabe quedarse indiferente. Y, por tanto, la neutralidad es imposible. Esto supuesto, lo importante para nosotros está en saber siempre que este proceso sigue adelante en la historia. De forma que ahora mismo hay personas que se ponen de parte de Jesús, lo mismo que hay quienes reniegan de él. Evidentemente, esto no se hace en un juicio. Se hace en la vida.

Hay quienes, con sus decisiones y sus hábitos de vida, afirman que Jesús tiene razón. Lo mismo que hay quienes viven y hablan de forma que a todas horas están diciendo que Jesús se equivocó. Los que organizan su vida para tener asegurada su fama, su poder, su dinero, su buena imagen, su seguridad a toda costa, todos los que hacemos eso (o algo de eso), quizá sin saber lo que hacemos, lo que realmente hacemos es decirle a todo el mundo que Jesús se equivocó. Que no le hagan caso a Jesús, ya que lo que importa es lograr aquello que rechazó Jesús.  Así vamos por la vida... ¡Qué vergüenza y qué dolor!

 

2.  La blasfemia contra el Espíritu Santo consiste en la postura obstinada, ciega y firme de oposición y al Evangelio (A. Plummer, T. W. Manson), es decir, de oposición y enfrentamiento al ser humano, que ocupa el centro de las preocupaciones evangélicas.  No olvidemos que, en la encarnación del Logos (que es Dios), el mismo Dios se ha fundido con el ser humano.

Así las cosas, resulta lógico y coherente que blasfemar contra semejante proyecto sea imperdonable. No porque el Padre no quiera perdonar, sino porque el que blasfema así no quiere ser perdonado.

- ¿Qué le importa a él el perdón de eso que dicen que es Dios?

 

3.  En este contexto de enfrentamiento y conflicto, Jesús advierte a sus discípulos que pueden ser conducidos "a la sinagoga". Es decir, a un juicio religioso. Porque también puede ocurrir (y ocurre) que la religión tome decisiones y asuma formas de comportamiento que son auténticas agresiones al ser humano, a personas concretas. Y entonces, de acuerdo con lo que dice el Evangelio, se trata de agresiones contra el mismo Dios.

San Ignacio de Antioquía

 


 

Ignacio fue el segundo sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquía. Condenado a morir devorado por las fieras, fue trasladado a Roma y allí recibió la corona de su glorioso martirio en el año 107, en tiempos del emperador Trajano.

En su viaje a Roma, escribió siete cartas dirigidas a varias Iglesias, en las que trata sabia y eruditamente de Cristo, de la constitución de la Iglesia y de la vida cristiana. Ya en el siglo IV, se celebraba en Antioquía su memoria el mismo día de hoy.

 

Fue el tercer obispo de Antioquía, lugar donde se empezó a conocer a los seguidores de Cristo como cristianos. Ignacio fue el primero en llamar a la Iglesia católica. Fue condenado a morir devorado por los leones. Oraba intensamente para que los leones le destrozaran por amor a Dios. Durante el viaje al martirio escribió siete cartas a las Iglesias de Asia Menor

Poco se sabe de la vida familiar de Ignacio de Antioquía. Casi todo lo que hoy se sabe de él proviene de las siete cartas que él mismo escribió mientras era llevado al martirio.

Se dice que él fue el niño al que Jesucristo llamó para invitar a sus apóstoles a hacerse como niños: «Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: Os aseguro que si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos».

Ignacio fue el tercer obispo de Antioquía, situada en Siria. La ciudad era una de las más importantes de toda la cristiandad. Fue allí donde se empezó a llamar cristianos a los discípulos de Cristo. Fue allí también donde Ignacio se refirió a la Iglesia como católica, es decir, universal. Antioquía, en orden de importancia, se situaba solo detrás de Roma y Alejandría. Era una ciudad con gran número de cristianos.

Antioquia era gobernada bajo las órdenes del emperador Trajano, que si bien al principio respetó a los cristianos, posteriormente los persiguió por oponerse a los dioses que él adoraba. Ignacio fue arrestado por negarse a adorar a dichos dioses y por proclamar la existencia de un solo Dios verdadero.

Fue conducido a Roma para ser martirizado. Durante el viaje escribió sus famosas siete cartas, que se pueden dividir en dos grupos. Las primeras seis cartas iban dirigidas a las iglesias de Asia Menor para exhortarlas a mantener la unidad interna y prevenirlas contra las enseñanzas judaizantes, entro otras. La séptima carta está dirigida a la Iglesia de Roma. En ella, les pide que no intercedan por él para salvarle del martirio. Al contrario, les escribió: «Por favor: no le vayan a pedir a Dios que las fieras no me hagan nada. Esto no sería para mí un bien sino un mal. Yo quiero ser devorado, molido como trigo, por los dientes de las fieras para así demostrarle a Cristo Jesús el gran amor que le tengo. Y si cuando yo llegue allá me lleno de miedo, no me vayan a hacer caso si digo que ya no quiero morir. Que vengan sobre mí, fuego, cruz, cuchilladas, fracturas, mordiscos, desgarrones, y que mi cuerpo sea hecho pedazos con tal de poder demostrarle mi amor al Señor Jesús».

En cada parada de viaje aprovechaba para reunirse con los cristianos de la zona, que salían junto con su obispo para escuchar a Ignacio y recibir su bendición.

Al llegar a Roma, fue conducido al Coliseo donde fue echado a la tierra para ser devorado por las fieras. Las autoridades soltaron dos leones hambrientos que destrozaron a Ignacio, otorgándole la gloriosa corona del martirio que tanto ansiaba por amor a Jesucristo. San Ignacio murió en el año 107. Sus restos fueron trasladados de nuevo a Antioquía.

 

José Calderero @jcalderero

 

 

 

 

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