24 DE OCTUBRE – SÁBADO –
29ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Antonio María Claret
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Efesios (4,7-16):
A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según
la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura:
«Subió a lo alto llevando cautivos y
dio dones a los hombres.»
El «subió» supone que había bajado a
lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de
todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos,
apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y
maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio,
y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la
unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la
medida de Cristo en su plenitud.
Para que ya no seamos niños sacudidos
por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa
de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la
verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza:
Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el
complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura
el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor
Palabra de Dios
Salmo: 121,1-2.3-4a.4b-5
R/. Vamos alegres a la casa del Señor
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R/.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (13,1-9):
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo
de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que
ofrecían.
Jesús les contestó:
«¿Pensáis que esos galileos
eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así?
Os digo que no; y, si no os
convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron
aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás
habitantes de Jerusalén?
Os digo que no; y, si no os
convertís, todos pereceréis de la misma manera.»
Y les dijo esta parábola:
«Uno tenía una higuera plantada
en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al
viñador:
"Ya ves: tres años llevo viniendo
a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a
ocupar terreno en balde?"
Pero el viñador contestó:
"Señor, déjala todavía este año;
yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la
cortas."»
Palabra del Señor
1. Se sabe que Galilea
fue, en tiempo de Jesús, patria de numerosos grupos disidentes
antimperialistas. En Hech 5,37 se menciona a Judas el Galileo. Y en el relato
de hoy nos encontramos con un grupo de galileos que fueron asesinados por el
procurador romano Poncio Pilatos. Además, el hecho se produjo con la especial
crueldad de que el asesinato fue cometido por los legionarios romanos en el
templo, en un acto religioso. El crimen, por tanto, fue una provocación
muy grave para los sentimientos nacionalistas y religiosos de cualquier
israelita.
2. Era, pues, una
situación que exigía una protesta enérgica y una denuncia pública contra
los abusos criminales con los que la dominación romana humillaba a los
israelitas. Sin embargo, la respuesta de Jesús fue desconcertante.
No dijo ni media palabra contra
Pilatos o contra los romanos. Por el contrario, les advirtió a sus oyentes que,
si no se convertían y cambiaban de vida, todos iban a terminar también
asesinados.
- ¿No fue esto una cobardía que
traicionaba los sentimientos más nobles y los derechos más evidentes de un
pueblo sometido al gran tirano?
3. Jesús no fue ni cobarde
ni cómplice ante los romanos. Prueba de ello es que lo
crucificaron por motivos políticos, como quedó escrito en el letrero que
pusieron en la cruz (Mt 27, 37 par). Jesús no fue cobarde. Jesús
fue al fondo del problema.
Jesús estaba convencido de que los
conflictos políticos no se resuelven solamente cambiando a los gobernantes,
aunque sean tiranos.
Los conflictos políticos se resuelven
cuando cambian en su intimidad y se convierten en su corazón todos los agentes
que son partes del conflicto.
Los conflictos políticos dejan
heridas que dividen y generan odios y resentimientos.
Mientras tales heridas no cicatrizan,
el conflicto sigue en carne viva. La solución es curar las heridas, no solo
cambiar a los gobernantes. Estamos cansados de ver países en
conflicto, que cambian de régimen, pero la miseria y el conflicto siguen igual,
y siempre se llevan la peor parte los mismos, los más pobres.
Lo único que de verdad puede cambiar
este mundo es "la bondad", asimilada e integrada en la vida de
quienes vamos por la vida diciendo que somos creyentes en Jesús.
San Antonio María Claret
Nació en 1807 en Sallent (Barcelona,
España). Se ordenó sacerdote y ejerció su ministerio con gran celo por toda
Cataluña. Fundó la Congregación de los Misioneros del Corazón de María,
conocidos popularmente como claretianos. Fue nombrado arzobispo de Cuba y
después confesor de la reina Isabel II. Sufrió atentados físicos y muchas
contradicciones que supo soportar con gran visión sobrenatural. Murió en 1870,
en su exilio de Francia.
Vida de San Antonio María Claret
Infancia: Antonio Claret y Clará nació en Sallent (Barcelona, España) el 23 de
diciembre de 1807. Era el quinto de once hijos de Juan Claret y Josefa Clará.
Le bautizaron el día de Navidad. La escasa salud de su madre hizo que se le
pusiera al cuidado de una nodriza en Santa María de Olot. Una noche en que
Antonio se quedó en la casa paterna se hundió la casa de la nodriza muriendo
todos en el accidente. Para Claret aquello supuso siempre una señal de la
providencia.
La cuna de Claret
fue sacudida constantemente por el traqueteo de los telares de madera que su
padre tenía en los bajos de la casa. Ya desde sus primeros años Antonio dio
muestras de una inteligencia y de buen corazón. A los cinco años, pensaba en la
eternidad: por la noche, sentado en la cama, quedaba impresionado por aquel
"siempre, siempre, siempre". El mismo recordaría estas palabras, más
tarde, siendo Arzobispo:
"Esta idea de la eternidad quedó en mí tan grabada, que, ya sea por lo tierno
que empezó en mí o ya sea por las muchas veces que pensaba en ella, lo cierto
es que es lo que más tengo presente. Esta misma idea es la que más me ha hecho
y me hace trabajar aún, y me hará trabajar mientras viva, en la conversión de
los pecadores" (Aut. nº 9)
La guerra popular
contra Napoleón embargaba vivamente el ambiente de la época. Sus soldados
pasaban frecuentemente por la villa entre los años 1808 y 1814. Hasta los
sacerdotes del pueblo se habían sumado a la lucha. En 1812 se promulgaba la
nueva Constitución.
Mientras, Antonio
jugaba, estudiaba, crecía... Dos amores destacaban ya en el pequeño Claret: la
Eucaristía y la Virgen. Asistía con atención a la misa; dejaba momentáneamente
el juego para visitar a Jesús en la iglesia siempre que no ocasionara molestias
a sus compañeros; iba con frecuencia, acompañado de su hermana Rosa, a la
ermita de Fusimaña y rezaba diariamente el rosario.
Una debilidad de
Antonio eran los libros. Se los devoraba. Pocas cosas contribuyeron tanto a la
santidad de Antonio como sus lecturas, las primeras lecturas de su infancia.
Porque sus lecturas eran escogidas. Pero ya entonces Antonio tenía una ilusión:
llegar a ser sacerdote y apóstol. Sin embargo, su vocación debería recorrer
todavía otro itinerario.
Entre los Telares:
Toda su adolescencia la pasó Antonio en el taller de su padre. Pronto consiguió
llegar a ser maestro en el arte textil. Para perfeccionarse en la fabricación
pidió a su padre que le permitiera ir a Barcelona, donde la industria estaba
atrayendo a numerosos jóvenes. Allí se matriculó en la Escuela de Artes y
Oficios de la Lonja. Trabajaba de día, y de noche estudiaba. Aunque seguía
siendo un buen cristiano, su corazón estaba centrado en su trabajo. Gracias a
su tesón e ingenio llegó pronto a superar en calidad y belleza las muestras que
llegaban del extranjero. Un grupo de empresarios, admirados de su competencia,
le propusieron un plan halagüeño: fundar una compañía textil corriendo a cuenta
de ellos la financiación y el montaje de la fábrica. Pero Antonio,
inexplicablemente, se negó. Dios andaba por medio.
Unos cuantos
hechos le hicieron más sensible el oído a la voz de Dios. a) Un amigo a quien
estimaba mucho tenía el grave vicio del juego. Llegó a robarle sus ahorros para
jugarlos y cuando los perdió, desesperado robó una joyas valiosas, las cuales
también perdió en el juego. La policía siguiendo el rastro de las joyas dio con
él y lo encarceló; todos comenzaron a calumniar a Antonio, diciendo que era
cómplice de su amigo. Esta experiencia empezó a crear en su corazón un disgusto
por el mundo, las amistades y las riquezas.
El segundo hecho
que le ocurrió fue estando un día con unos amigos en la playa, metió los pies
para refrescarse en el agua, y de pronto una ola gigantesca lo arrastró hacia
mar adentro, y Antonio que no sabía nadar se estaba ahogando. De sus labios
solo salió un grito "Virgen Santa, salvadme" , y sin saber cómo,
Antonio estaba en la orilla, sano y salvo y para colmo sus vestidos secos
totalmente.
c)El tercer hecho fue el que le ocurrió al ir a visitar a un amigo a su casa.
Cuando llegó, el amigo no se encontraba y quien estaba en casa era la esposa.
Ella, dándose cuenta de la gallardía de Antonio, quedó cegada con un amor
indigno y le dijo: "Antonio, ¡qué diferente eres de mi esposo, siempre
agrio y despectivo! Quisiera que fuéramos buenos amigos".
Por fin, las
palabras del Evangelio: "¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo si
pierde su alma?", le impresionaron profundamente.
Los telares se
pararon en seco, y Antonio se fue a consultar a los oratorianos de San Felipe
Neri. Por fin tomó la decisión de hacerse cartujo y así se lo comunicó a su
padre. Su decisión de ser sacerdote llegó a oídos del obispo de Vic D. Pablo de
Jesús Corcuera que quiso conocerle. Antonio salía de Barcelona a principios de
septiembre de 1829 camino de Sallent y Vic. Tenía 21 años y estaba decidido a
ser sacerdote.
En el Seminario En
el seminario de Vic, forja de apóstoles, Claret se formó como seminarista
externo viviendo como fámulo de Don Fortià Bres, mayordomo del palacio episcopal.
Pronto iba a destacar por su piedad y por su aplicación. Eligió como su
confesor y director al oratoriano P. Pere Bac. Después de un año llegó el
momento de llevar a cabo su decisión de entrar en la cartuja de Montealegre, y
hacia allí salió, pero una tormenta de verano que lo sorprendió en el camino
dio al traste con sus planes. Tal vez Dios no le quería de cartujo. Dio media
vuelta y retornó a Vic.
Este hecho nos
muestra la apertura tan grande de San Antonio a las inspiraciones del Espíritu
Santo y a las obras y señales de Dios.
Al siguiente año,
Antonio pasó la prueba de fuego de la castidad en una tentación que le
sobrevino un día en que yacía enfermo en la cama. Vio que la Virgen se le
aparecía y, mostrándole una corona, le decía: "Antonio, esta corona será
tuya si vences". De repente, todas las imágenes obsesivas desaparecieron.
Siempre la Virgen Santísima sale a la defensa y auxilio de sus hijos.
Bajo la acertada
guía del obispo Corcuera el ambiente del Seminario era óptimo. En él trabó
amistad con Jaime Balmes, que se ordenaría de Diácono en la misma ceremonia en
que Claret se ordenó de Subdiácono. Fue en esta época cuando Claret entró en un
profundo contacto con la Biblia, que le impulsaría a un insaciable espíritu
apostólico y misionero.
Sacerdote: A los 27 años, el 13 de junio de 1835, el obispo de Solsona, Fray
Juan José de Tejada, ex-general de los Mercedarios, le confería, por fin, el
sagrado orden del Presbiterado, junto con otros compañeros seminaristas. Su
primera misa la celebró en la parroquia de Sallent el día 21 de junio, con gran
satisfacción y alegría de su familia. Su primer destino fue precisamente
Sallent, su ciudad natal.
A la muerte de Fernando VII la situación política española se había agravado.
Los constitucionales, imitadores de la Revolución francesa, se habían adueñado
del poder. En las Cortes de 1835 se aprobaba la supresión de todos los
Institutos religiosos. Se incautaron y subastaron los bienes de la Iglesia y se
azuzó al pueblo para la quema de conventos y matanza de frailes. Contra este
desorden pronto se levantaron las provincias de Navarra, Cataluña y el País
Vasco, estallando la guerra civil entre carlistas e isabelinos.
Pero Claret no era
político. Era un apóstol. Y se entregó en cuerpo y alma a los quehaceres
sacerdotales a pesar de las enormes dificultades que le suponía el ambiente
hostil de su ciudad natal. Su caridad no tenía límites. Por eso, los horizontes
de una parroquia no satisfacían el ansia apostólica de Claret. Consultó y
decidió ir a Roma a inscribirse en "Propaganda Fide", con objeto de
ir a predicar el Evangelio a tierras de infieles... Corría el mes de septiembre
de 1839. Tenía 31 años.
En Roma busca su
identidad misionera: Con un hatillo y sin dinero, a pie, un joven cura atravesó
los Pirineos camino de la ciudad eterna. Llegado a Marsella tomó un vapor a
Roma. Ya en la ciudad eterna, Claret hizo los ejercicios espirituales con un
padre de la Compañía de Jesús. Y se sintió llamado a ingresar como novicio
jesuita; había ido a Roma para ofrecerse como misionero del mundo, pero Dios parecía
no quererle ni misionero "ad gentes" ni tampoco jesuita. Una
enfermedad -un fuerte dolor en la pierna derecha- le hizo comprender que su
misión estaba en España. Después de tres meses abandonó el noviciado por
consejo del P. Roothaan.
Regresado a
España, fue destinado provisionalmente a Viladrau, pueblecito entonces de
leñadores, en la provincia de Gerona. En calidad de Regente (el párroco era un
anciano impedido) emprendió su ministerio con gran celo. Tuvo que hacer también
de médico, porque no lo había ni en el pueblo ni en sus contornos, utilizando
yerbas y ungüentos medicinales para aliviar las penas de los que venían a
verle.
Misionero Apostólico en Cataluña: Como Claret no había nacido para permanecer en una sola parroquia, su espíritu
le empujó hacia horizontes más vastos. En julio de 1841, cuando contaba con 33
años recibió de Roma el título de Misionero Apostólico. Por fin era alguien
destinado al servicio de la Palabra, al estilo de los apóstoles. Esta clase de
misioneros había desaparecido desde San Juan de Avila. A partir de entonces su
trabajo fue misionar. Vic iba a ser su residencia. Claret, siempre a pie, con
un mapa de hule, su hatillo y su breviario, caminaba por la nieve o en medio de
las tormentas, hundido entre barrancos y lodazales. Se juntaba con arrieros y
comerciantes y les hablaba del Reino de Dios. Y los convertía. Sus huellas
quedaron grabadas en todos los caminos. Las catedrales de Solsona, Gerona,
Tarragona, Lérida, Barcelona y las iglesias de otras ciudades se abarrotaban de
gente cuando hablaba el P. Claret.
Caminando hacia
Golmes le invitaron a detenerse porque sudaba; él respondía con humor: "Yo
soy como los perros, que sacan la lengua pero nunca se cansan".
"Padre, confiese a mi borrico" -le dijo un arriero con tono burlón.
"Quien se ha de confesar eres tú -respondió Claret- que llevas 7 años sin
hacerlo y te hace buena falta". Y aquel hombre se confesó.
En otra ocasión
sacó de apuros a un pobre hombre, contrabandista, convirtiendo en alubias un
fardo de tabaco ante unos carabineros que les echaron el alto. La mayor
sorpresa se la llevó el buen hombre cuando, al llegar a su casa, observó que el
fardo de alubias se había convertido de nuevo en tabaco. Son algunas de las
"florecillas claretianas" de aquella época.
Otros hechos
prodigiosos se cuentan, pero sobre todo se destacaba su virtud de penetrar las
conciencias. Tenía enemigos que le calumniaban y que procuraban impedir su
labor misionera teniendo que salir en su defensa el arzobispo de Tarragona.
Pero su temple era de acero. Todo lo resistía y salía airoso de todas las
emboscadas que le tendían.
Además de la
predicación, el P. Claret se dedicaba a dar Ejercicios Espirituales al clero y
a las religiosas, especialmente en verano. En 1844 , por ejemplo, los daba a
las Carmelitas de la Caridad de Vic, asistiendo a ellos Santa Joaquina Vedruna.
Durante este tiempo también publicó numerosos
folletos y libros. De entre ellos cabe destacar el "Camino Recto",
publicado en 1843 por primera vez y que sería el libro de piedad más leído del
siglo XIX. Tenía 35 años. En 1847 fundaba junto con su amigo José Caixal,
futuro obispo de Seu D'Urgel y Antonio Palau la "Librería Religiosa".
Ese mismo año fundaba la
Archicofradía del
Corazón de María y escribía los estatutos de La Hermandad del Santísimo e
Inmaculado Corazón de María y Amantes de la Humanidad, compuesta por sacerdotes
y seglares, hombres y mujeres.
Apóstol de las Islas Canarias: ( marzo 1848 - mayo 1849) El 6 de marzo de 1848 salía de Cádiz para las
islas Canarias con el recién nombrado obispo D. Buenaventura Codina. Tenía 40
años. Y es que tras la nueva rebelión armada de 1847 ya no era posible dar
misiones en Cataluña. Desde el Puerto de la Luz de Gran Canaria hasta los
ásperos arenales de Lanzarote resonó la convincente voz de Claret. Misionó
Telde, Agüimes, Arucas, Gáldar, Guía, Firgas, Teror... El milagro de Cataluña
se repitió de nuevo. Claret tuvo que predicar en las plazas, sobre los
tablados, al campo libre, entre multitudes que lo acosaban. A pesar de una pulmonía
no cesó en su intenso trabajo. En Lanzarote da misiones en Teguise y Arrecife.
Gastó 15 meses de su vida en las Canarias, y dejó atrás conversiones,
prodigios, profecías y leyendas. Los canarios vieron partir con lágrimas en los
ojos un día a su "padrito" y lo despidieron con añoranza. Era en los
últimos días de mayo de 1849. Aún perdura su recuerdo.
"Estos canarios me tienen robado el corazón... será para mí muy
sensible el día en que los tendré que dejar para ir a misionar a otros lugares,
según mi ministerio" (Carta al obispo de Vic, 27 de sept.).
S. Antonio M. Claret es Copatrono de la Diócesis de Canarias junto con la
Virgen del Pino.
Fundador y director espiritual
Poco después, el
16 de julio de 1849, a las tres de la tarde en una celda del seminario de Vic
fundaba San Antonio María Claret la Congregación de los Misioneros Hijos del
Inmaculado Corazón de María. Tenía 41 años. Eran los Cofundadores los PP.
Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas y Jaime Clotet.
"Hoy comienza una gran obra" -dijo el P. Claret.
¿Cómo serán los Hijos del Inmaculado Corazón de María?
"Un hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en
caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos
los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le
arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los
sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos. No
piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar, sufrir y en
procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las
almas"
El Padre Claret sabía que era impulsado
por Dios; y Dios le reveló tres cosas:
1) Que la Congregación se extendería por todo el mundo. 2) Que duraría
hasta el fin de los tiempos. 3) Que todos los que murieran en la Congregación
se salvarían.
En la espléndida floración de nuevos institutos religiosos que se operó en
el siglo XIX, fue el confesor real el más decidido colaborador que se
encontraron casi todos los fundadores y fundadoras de su tiempo. Con la Madre
París ya había fundado en Cuba el año 1855 el Instituto de Religiosas de María
Inmaculada, llamadas misioneras claretianas, para la educación de las niñas.
Bajo su dirección espiritual se incluyen Santa Micaela del Santísimo
Sacramento, fundadora de las Adoratrices, y Santa Joaquina de Vedruna,
fundadora de las Carmelitas de la Caridad.
Intervino directa o indirectamente en otras fundaciones. Se relacionó con
Joaquím Masmitjà, fundador de las Hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de
María, con D. Marcos y Dña. Gertrudis Castanyer fundadores de las Religiosas
Filipenses, con María del Sagrado Corazón fundadora de las Siervas de Jesús,
con Ana Mogas fundadora de las Franciscanas de la Divina Pastora. Le
encontramos con Fracesc Coll fundador de las Dominicas de la Anunciata. También
tuvo parte en la fundación de las Esclavas del Corazón de María, de la M.
Esperanza González. Y habría que añadir su influjo en la Compañía de Santa
Teresa, Religiosas de Cristo Rey, etc.
Todas estas instituciones nacieron o germinaron gracias al P.Claret.
Arzobispo de Santiago de Cuba: (1851-1857) Un hecho de capital importancia puso pronto en peligro su
recién fundado Instituto. El P. Claret era nombrado Arzobispo de Santiago de
Cuba. Aceptó el cargo después de todos los intentos de renuncia el 4 de octubre
de 1849 y el día 6 de octubre de 1850 era consagrado obispo en la catedral de
Vic. Tenía 42 años. Antes de embarcarse para Cuba y después de ir a Madrid a
recibir el palio y la gran cruz de Isabel la Católica efectuó tres visitas: a
la Virgen del Pilar, en Zaragoza, a la Virgen de Montserrat y a la Virgen de
Fusimaña, en Sallent, su Patria chica. Y aún le dio tiempo, antes de partir,
para fundar las "Religiosas en sus Casas o las Hijas del Inmaculado
Corazón de María, actual Filiación Cordimariana." En el puerto de Barcelona
un inmenso gentío despidió al Arzobispo Claret con una apoteósica
manifestación.
En el viaje hacia La Habana aprovechó para dar una misión a bordo para
todos los pasajeros, oficialidad y tripulación. Y al fin... Cuba. Seis años
gastaría Claret en la diócesis de Santiago de Cuba, trabajando incansablemente,
misionando, sembrando el amor y la justicia en aquella isla en la que la
discriminación racial y la injusticia social reinaban por doquier.
Fue un Arzobispo evangelizador por excelencia. Renovó todos los aspectos de
la vida de la iglesia: sacerdotes, seminario, educación de niños, abolición de
la esclavitud... En cinco años realizó cuatro veces la visita pastoral de la
diócesis. El pueblo de Baracoa, por ejemplo, tenía 62 años que no veía obispo alguno.
Se enfrentó a los capataces, les arrancó el látigo de las manos... Un día
reprendió a un rico propietario que maltrataba a los pobres negros que
trabajaban en su hacienda. Viendo que aquel hombre no estaba dispuesto a
cambiar de conducta, el Arzobispo intentó darle una lección. Tomó dos trozos de
papel, uno blanco y otro negro. Les prendió fuego y pulverizó las cenizas en la
palma de su mano. "Señor, -le dijo- ¿podría decir qué diferencia hay entre
las cenizas de estos dos papeles? Pues así de iguales somos los hombres ante
Dios".
El P. Claret tenía una capacidad inventiva que denotaba un ingenio poco
común. En Holguín se organizaron fiestas populares. El número fuerte del
programa era el lanzamiento de un globo tripulado por un hombre. El artefacto aerostático
era de los primeros que se ensayaban en aquellos tiempos. No tuvo éxito;
comenzó a elevarse, pero el piloto perdió el control y cayó en un pequeño
barranco. El Arzobispo estudió el problema y un día sorprendió a todos:
"Hoy he dado con el sistema de la dirección de los globos". Y les
mostró un diseño, que todavía hoy se conserva.
Era un hombre práctico. Fundó en todas las parroquias instituciones religiosas y sociales
para niños y para mayores; creó escuelas técnicas y agrícolas, estableció y propagó
por toda Cuba las Cajas de Ahorros, fundó asilos, visitó cuatro veces todas las
ciudades, pueblos y rancherías de su inmensa diócesis. Siempre a pie o a
caballo.
Pero ni siquiera en Cuba le dejaron en paz sus enemigos. La tormenta de
atentados llegó al cúlmen en Holguín, donde fue herido gravemente por un
sicario a sueldo de sus enemigos, al que había sacado poco antes de la cárcel,
cuando salía de la iglesia. El P. Claret, casi agonizando, pidió que perdonaran
al criminal. A pesar de todo, sus enemigos siguieron sin perderle de vista.
Estas son las palabras del propio Santo: "Yo bajé del púlpito
fervorosísimo, cuando he aquí que al concluir la función, había mucha gente y
todos me saludaban. Se acercó un hombre, como si me quisiera besar el anillo; pero
al instante alargó el brazo, armado con una navaja de afeitar, y descargó el
golpe con todas su fuerza. Pero yo llevaba la cabeza inclinada y con el pañuelo
que tenía en la mano derecha me tapaba la boca, en lugar de cortarme el cuello,
como intentaba, me rajó la cara, o mejilla izquierda, desde la frente a la
oreja hasta la punta de la barba, y de escape me cogió el brazo derecho.
Hecha la primera cura, me llevaron a la casa. No puedo yo explicar el
placer, el gozo y alegría que sentía mi alma al ver que había logrado lo que
tanto deseaba, que era derramar la sangre por el amor de Jesús y de María y
poder sellar con la sangre de mis venas las verdades Evangélicas.
En la curación de las heridas ocurrieron tres cosas prodigiosas: la primera
fue la curación momentánea de una fístula que los facultativos habían dicho que
duraría. Con el corte de la herida se rompieron completamente las glándulas
salivales. Tenían que operarme al día siguiente. Yo me encomendé a la Santísima
Virgen María, me ofrecí y resigné a la voluntad de Dios, y al instante quedé
curado.
El segundo prodigio fue que la cicatriz del brazo quedó como una imagen de
la Virgen Dolorosa, de medio cuerpo, y además de relieve tenía colores blanco y
morado. Se fue desvaneciendo con los años.
El tercer prodigio fue el pensamiento de la Academia de San Miguel,
pensamiento que tuve en los primeros días de hallarme en cama y que fue
aprobada por el Papa Pío IX."
Los católicos de Cuba lo recuerdan con profundo cariño y veneración.
Confesor de la Reina
Isabel II y Misionero en la Corte y en España: (1857-1868). Al cabo de seis
años en Cuba un día le entregaron un despacho urgente del capitán general de La
Habana en el que se le comunicaba que su Majestad la Reina Isabel II le llamaba
a Madrid. Era el 18 de marzo de 1857.
Llegado a Madrid,
supo el P. Claret que su cargo era definitivamente el de confesor de la Reina.
Contrariado aceptó, pero poniendo tres condiciones: no vivir en palacio, no
implicarle en política y no guardar antesalas teniendo libertad de acción
apostólica.
Tenía 49 años
cuando regresó de Cuba. Pero Claret no había nacido para cortesano. En los 11
años que permaneció en Madrid, su actividad apostólica en la Corte fue intensa
y continuada. Pocas fueron las iglesias y conventos donde su voz no resonara
con fuerza y convicción. Desde la iglesia de Italianos, situada en la actual
ampliación de las Cortes y desde la iglesia de Montserrat, donde está situado
actualmente el Teatro Monumental, desarrolló una imparable actividad.
Principalmente se hizo notar en sus misiones al pueblo y en sus ejercicios al
clero.
Restauró El Escorial y organizó en él un
centro de estudio.
"Pero en la corte me sentía como un
pájaro enjaulado... como perro atado... Tengo unos deseos tan grandes de salir
de Madrid para ir a predicar por todo el mundo que no lo puedo explicar... Sólo
Dios sabe lo que sufro... Cada día tengo que hacer actos de resignación
conformándome a la voluntad de Dios..."
"No tengo reposo, ni mi alma halla consuelo sino corriendo y predicando"
Los viajes con la Reina. Mientras la acompañaba en sus giras por España
aprovechaba también para desarrollar un intenso apostolado. A primeros de junio
de 1858 la real caravana rodaba por las llanuras de la Mancha, Alicante,
Albacete, Valencia... y en julio por Castilla, León, Asturias y Galicia.
El recorrido por el sur fue de un entusiasmo extraordinario, llegando a
predicar en un solo día 14 sermones. El Reino de Dios era anunciado y el pueblo
respondía con generosidad. "En estos viajes, la Reina reúne a la gente y
yo les predico".
"Oh Virgen Y Madre de Dios... soy hijo y misionero vuestro formado en
la fragua de vuestra misericordia y amor...
Presidente del Monasterio de El Escorial: La Reina le nombró Presidente del
Real Monasterio de El Escorial para su restauración, dado su lastimoso estado a
raíz de la ley de exclaustración de 1835. Desempeñó este cargo desde el año
1859 hasta el año 1868. Corto tiempo, pero suficiente para dar muestras de su
talento organizador. Se repararon las torres y alas del edificio, así como la
gran basílica. Se restauraron el coro y los altares, se instalaron dos órganos,
se adquirió material científico para los gabinetes de Física y laboratorios de
Química, se restauró la destartalada biblioteca y se construyó otra nueva; se
repoblaron los jardines, se plantaron gran cantidad de árboles frutales y de
jardín. Con todo, el Arzobispo ponía anualmente en manos de la Reina un buen
superávit. Parecía un milagro.
Con la restauración material emprendió la espiritual. Creó una verdadera
Universidad eclesiástica, con los estudios de humanidades y lenguas clásicas,
lenguas modernas, ciencias naturales, arqueología, escolanía y banda de música.
Estudios de Filosofía y Teología, con Patrística, Liturgia Moral y ciencias
Bíblicas, lenguas caldaica, hebrea, arábiga, etc. Hizo de este monasterio uno
de los mejores centros de España. Y gracias a su afán recuperó su esplendor la
octava maravilla del mundo.
Apóstol de la prensa: "Antonio,
escribe", -le dijeron Cristo y la Virgen-.
Como una enorme y
sensible pantalla de radar, Claret escrutaba continuamente los signos de los
tiempos: "Uno de los medios que la experiencia me ha enseñado ser más
poderoso para el bien es la imprenta, -decía-, así como es el arma más poderosa
para el mal cuando se abusa de ella".
Escribió unas 96 obras propias (15 libros y 81 opúsculos) y otras 27
editadas, anotadas y a veces traducidas por él. Sólo si se tiene en cuenta su
extrema laboriosidad y las fuerzas que Dios le daba, se puede comprender el
hecho de que escribiera tanto llevando una dedicación tan intensa al ministerio
apostólico. Claret no era solamente escritor. Era propagandista. Divulgó con
profusión los libros y hojas sueltas. En cuanto a su difusión alcanzó cifras
verdaderamente importantes.
Jamás cobraba nada de la edición y venta de sus libros; al contrario,
invertía en ello grandes sumas de dinero. ¿De dónde lo sacaba? De lo que
obtenía por sus cargos y de los donativos.
"No todos pueden escuchar sermones... pero todos pueden leer..."
"El predicador se cansa... el libro siempre está a punto... Son los libros
la comida del alma..."
Entre el centenar de obras de todos tamaños que escribió, destacan:
"Avisos" a toda clase de personas. "El camino recto"
"El catecismo explicado" "El colegial instruido"
"Los libros son la mejor
limosna".
En el año 1848
había fundado la Librería Religiosa junto al Dr.Caixal, futuro obispo de Seo de
Urgel, precedida por la "Hermandad espiritual de los libros buenos",
que durante los años que estuvo bajo su dirección hasta su ida a Cuba imprimió
gran cantidad de libros, opúsculos y hojas volantes, con un promedio anual de
más de medio millón de impresos. En el primer decenio de la fundación recibió
la felicitación personal del Papa Pío IX.
Aún sacerdote fundó la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de
María, cuya finalidad era la de mantener permanentemente la difusión de los
libros y constituyó uno de los primeros ensayos de apostolado seglar activo por
estar integrada por sacerdotes y seglares de ambos sexos.
Una de sus obras más geniales fue la fundación de la Academia de San Miguel
(1858). En ella pretendía agrupar las fuerzas vivas de las artes plásticas, el
periodismo y las organizaciones católicas; artistas, literatos y propagandistas
de toda España para la causa del Señor. Gracias a su prestigio consiguió reunir
en ella las figuras más representativas del campo católico español. En nueve
años se difundieron gratuitamente numerosos libros, se prestaron otros muchos y
se repartió un número incalculable de hojas sueltas.
Y fundó las bibliotecas populares en Cuba y en España. Más de un centenar
llegaron a funcionar en España en los últimos años de su vida.
Bien merece el P.Claret el título de
apóstol de la prensa.
Un hombre Santo:
La suntuosidad cortesana no impidió al P. Claret vivir como el religioso más
observante. Cada día dedicaba mucho tiempo a la oración. Su austeridad era
proverbial y su sobriedad para las comidas y bebidas, admirable.
Este era su horario. Dormía apenas seis horas levantándose a las tres de la
mañana. Antes que se levantaran los demás tenía dos horas de oración y lectura
de la Biblia, luego otra hora con ellos, celebraba su Eucaristía y oía otra en
acción de gracias, desde el desayuno hasta las diez confesaba y luego escribía.
Lo que peor soportaba era la hora de audiencia hacia las doce. Por la tarde
predicaba, visitaba hospitales, cárceles, colegios y conventos.
Su pobreza era ejemplar. Un día se llevó un susto al llevarse la mano al
bolsillo. Le pareció haber encontrado una moneda, pero enseguida se repuso, no
era una moneda, sino una medalla. En una ocasión no teniendo otra cosa para
poder auxiliar a un pobre empeñó su cruz arzobispal.
San Antonio era un verdadero místico. Varias veces se le vio en estado de
profundo ensimismamiento ante el Señor. Un día de Navidad, en la iglesia de las
adoratrices de Madrid, dijo haber recibido al Niño Jesús en sus brazos.
En Intimidad con el Señor: La clave de toda la espiritualidad de San
Antonio es el amor al Santísimo Sacramento, que devoró su corazón durante toda
su vida. Este amor es el que le hace transformarse en Cristo, en Cristo
paciente y sacrificado.
Desde niño acudía con frecuencia a la Santa Misa, reconociendo a Cristo
realmente presente en la Eucaristía, fuente de toda su vida.
Dice San Antonio: "Sentía cómo el Señor me llamaba y me concedía el
poder identificarme con El. Le pedía que hiciese siempre su voluntad.
La vivencia de la presencia de Jesús en la Eucaristía, en la celebración de
la Misa o en la adoración de Jesús Sacramentado era tan profunda que no la
sabía explicar. Sentía y siento su presencia tan viva y cercana que me resulta
violento separarme del Señor para continuar mis tareas ordinarias".
Un privilegio incomparable del que fue objeto fue la conservación de las
especies sacramentales de una comunión a otra durante nueve años. Así lo
escribió en su Autobiografía:
"El día 26 de agosto de 1861, hallándome en oración en la iglesia del Rosario
de La Granja, a las siete de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de
la conservación de las especies sacramentales, y tener siempre día y noche el
santísimo sacramento en mi pecho. Desde entonces debía estar con mucho más
devoción y recogimiento interior. También tenía que orar y hacer frente a todos
los males de España, como así me lo manifestaba el Señor en otras
oraciones."
Esta presencia, casi sensible, de Jesús en el P. Claret debió ser tan
grande, que llegó a exclamar: "En ningún lugar me encuentro tan recogido
como en medio de las muchedumbres".
Devoción a la Virgen María, Madre y
Maestra:
Desde niño, la
devoción y el amor a la Santísima Virgen marcaron la vida de San Antonio. La
Virgen Santísima era para él la estrella que le guiaba en su vida. Siempre la
visitaba en el altar de su parroquia y se imaginaba que sus oraciones subían al
cielo por unos "hilos misteriosos". Le gustaba visitar a la Santísima
Virgen en su santuario de Fusimaña.
De niño, todos los días rezaba una parte del Santo Rosario y cuando mayor
lo rezaba completo, los quince misterios todos los días. Era gran devoto del
Santo Rosario a tal punto que la Virgen le dijo un día: "Tú serás el
Domingo de estos tiempos. Promueve el Santo Rosario"
Pasaba largo tiempo frente a una imagen de la Virgen haciendo sus oraciones
y rezos, y hablándole con cordialidad y confianza, porque estaba convencido de
que la Santísima Virgen lo escuchaba...
En obsequio a la Virgen María se abstenía no sólo de pecados mortales, sino
hasta de veniales, de faltas e imperfecciones, y aún se abstenía de cosas
lícitas, solo para mortificarse y abstenerse de alguna cosa en obsequio a María
Santísima.
El amaba a María, pero María le amaba más a él, pues siempre le concedía lo
que pedía y aún cosas que nunca pidió, le concedió. La Virgen Santísima lo
libró de enfermedades, de peligros y aun de la muerte muchas veces, por mar o
por tierra; le libró de tentaciones y de ocasiones de pecar.
Decía el Santo: "Ya veis cuanto importa ser devoto de María Santísima.
Ella os librará de males y desgracias de cuerpo y alma. Ella os alcanzará los
bienes terrenales y eternos. ...Rezadle el Santo Rosario todos los días con
devoción y fervor y veréis como María Santísima será vuestra Madre, vuestra
abogada, vuestra medianera, vuestra maestra, vuestro todo después de
Jesús".
En otro lado dice: "Ni en mi vida personal, ni en mis andanzas
misioneras podía olvidarme de la figura maternal de María. Ella es todo corazón
y toda amor. Siempre la he visto como Madre del Hijo amado y esto la hace Madre
mía, Madre de la Iglesia, Madre de todos. Mi relación con María siempre ha sido
muy íntima y a la vez cercana y familiar, de gran confianza. Yo me siento
formado y modelado en la fragua de su amor de Madre, de su Corazón lleno de
ternura y amor. Por eso me siento un instrumento de su maternidad divina. Ella
está siempre presente en mi vida y en mi predicación misionera. Para mí, María,
su Corazón Inmaculado, ha sido siempre y es mi fuerza, mi guía, mi consuelo, mi
modelo, mi Maestra, mi todo después de Jesús".
"Oh Virgen Madre de Dios... soy hijo y misionero vuestro, formado en
la fragua de vuestra misericordia y amor...
Un hombre perseguido: No es de extrañar que un hombre de la influencia del
P. Claret, que arrastraba a las multitudes, atrajera también las iras de los
enemigos de la Iglesia. Pero las amenazas y los atentados se iban frustrando
uno a uno, porque la Providencia velaba sobre él que se alegraba en las
persecuciones. Fueron numerosos los atentados personales que sufrió en vida. La
mayor parte frustrados por la conversión de los asesinos.
Pero fue peor la campaña difamatoria que se organizó a gran escala por toda
España para desacreditarlo ante las gentes sencillas. Se le acusó de influir en
la política, de pertenecer a la famosa "camarilla" de la Reina con
Sor Patrocinio, Marfori y otros, de ser poco inteligente, de ser obsceno en sus
escritos refiriéndose a "La Llave de Oro", de ser ambicioso y aún de
ladrón. Pero Claret supo callar, contento de sufrir algo por Cristo.
Ante el reconocimiento del Reino de Italia: El 15 de julio de 1865, el
gobierno en pleno se reunía en La Granja para arrancar a la Reina su firma
sobre el reconocimiento del Reino de Italia, que equivalía a la aprobación del
expolio de los Estados pontificios.
El P. Claret ya había advertido a la Reina que la aprobación de este
atropello era, a su parecer, un grave delito, y la amenazó con retirarse si lo
firmaba. La Reina, engañada, firmó. Claret no quiso ser cómplice permaneciendo
en la corte. Oró ante el Cristo del Perdón, en la iglesia de La Granja, y
escuchó estas palabras: "Antonio, retírate".
Transido de dolor al verse obligado a abandonar a la Reina en aquella
situación, se dirigió a Roma. Allí el Papa Pío IX le consoló y le ordenó que
volviera otra vez a la corte. La familia real se alegró inmensamente de su
retorno. Pero una nueva tempestad de calumnias y de ataques se desencadenó
contra él. Se puede decir de Claret que fue uno de los hombres públicos más
perseguidos del siglo XIX.
Desterrado: El 18 de septiembre de 1868, la revolución, ya en marcha, era
incontenible. Veintiún cañonazos de la fragata Zaragoza, en la bahía de Cádiz,
anunciaron el destronamiento de la Reina Isabel II. Con la derrota del ejército
isabelino en Alcolea caía Madrid, y la revolución, como un reguero de pólvora,
se extendió por toda España.
El día 30, la familia real, con algunos adictos y su confesor, salía para
el destierro en Francia. Primero hacia Pau, luego París. El P. Claret tenía 60
años.
Los desmanes y quema de iglesias se prodigaron, cumpliéndose otra de las
profecías del P. Claret: la Congregación tendrá su primer mártir en esta
revolución. En La Selva del Camp caía asesinado el P.Crusats.
El 30 de marzo de 1869 Claret se
separaba definitivamente de la Reina y se iba a Roma.
Padre del Concilio
Vaticano I: El día 8 de diciembre de 1869 comenzaron a llegar a Roma 700
obispos de todo el mundo, superiores de órdenes religiosas, arzobispos,
primados, patriarcas y cardenales. Comenzaba el Concilio Ecuménico Vaticano I.
Allí estaba el P. Claret.
Uno de los temas más debatidos fue la infalibilidad pontificia en
cuestiones de fe y costumbres. La voz de Claret resonó en la basílica vaticana:
"Llevo en mi cuerpo las señales de la pasión de Cristo, -dijo,
aludiendo a las heridas de Holguín-; ojalá pudiera yo, confesando la
infalibilidad del Papa, derramar toda mi sangre de una vez".
Es el único Padre asistente a aquel Concilio que ha llegado a los altares.
El ocaso de sus días: El 23 de julio de 1870, en compañía del P. Xifré,
Superior General de la Congregación, llegaba el Arzobispo Claret a Prades, en
el Pirineo francés. La Comunidad de misioneros en el destierro, en su mayoría
jóvenes estudiantes, recibió con gran gozo al fundador, ya enfermo. El sabía
que su muerte era inminente. Pero ni siquiera en el ambiente plácido de aquel
retiro le dejaron en paz sus enemigos. El día 5 de agosto se recibió un aviso.
Querían apresar al señor Arzobispo. Incluso en el destierro y enfermo, el P.
Claret tuvo que huir. Se refugió en el cercano monasterio cisterciense de
Fontfroide. En aquel cenobio, cerca de Narbona, fue acogido con gran alegría
por sus moradores.
"Me parece que ya he cumplido mi misión, en París y en Roma he
predicado la ley de Dios... En París como capital del mundo, en Roma capital
del catolicismo, lo he hecho de palabra y por escrito, he observado la santa
pobreza...
Su salud estaba completamente minada. El P. Clotet no se separó de su lado
y anotó las incidencias de la enfermedad. El día 4 de octubre tuvo un ataque de
apoplejía.
El día 8 recibió los últimos sacramentos e hizo la profesión religiosa como
Hijo del Corazón de María, a manos del P. Xifré.
Llegó el día 24 de octubre por la mañana. Todos los religiosos se habían
arrodillado alrededor de su lecho de muerte. Junto a él, los Padres Clotet y
Puig. Entre oraciones Claret entregó su espíritu en manos del Creador. Eran las
8:45 de la mañana y tenía 62 años.
Su cuerpo fue depositado en el cementerio monacal con una inscripción de
Gregorio VII que rezaba: "Amé la justicia y odié la iniquidad, por eso
muero en el destierro".
Glorificado:
Los restos del P.
Claret fueron trasladados más tarde a Vic, en 1897, donde se veneran. El 25 de
febrero de 1934 la Iglesia le inscribió en el número de los beatos. El humilde
misionero apareció a la veneración del mundo en la gloria de Bernini. Las
campanas de la Basílica Vaticana pregonaron su gloria.
Y el 7 de mayo de 1950 el Papa Pío XII lo proclamó SANTO. Estas fueron sus
palabras aquel memorable día:
"San Antonio María Claret fue un alma grande, nacida como para
ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del
mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero
capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de
carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y
de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de su
prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido.
Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción
a la Madre de Dios".
(fuente:
corazones.org)
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