miércoles, 28 de octubre de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 30 DE OCTUBRE – VIERNES – 30ª – SEMANA DEL T. O. – A – San Marcelo de León

 


 

30 DE OCTUBRE – VIERNES –

30ª – SEMANA DEL T. O. – A –

San Marcelo de León

 

Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (1,1-11):

 

Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos que residen en Filipos, con sus obispos y diáconos. Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Doy gracias a mi Dios cada vez que os menciono; siempre que rezo por todos vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy. Ésta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús. Esto que siento por vosotros está plenamente justificado: os llevo dentro, porque, tanto en la prisión como en mi defensa y prueba del Evangelio, todos compartís la gracia que me ha tocado. Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os echo de menos, en Cristo Jesús. Y ésta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 110

 

R/. Grandes son las obras del Señor

 

Doy gracias al Señor de todo corazón,

en compañía de los rectos, en la asamblea.

Grandes son las obras del Señor,

dignas de estudio para los que las aman. R/.

 

Esplendor y belleza son su obra,

su generosidad dura por siempre;

ha hecho maravillas memorables,

el Señor es piadoso y clemente. R/.

 

Él da alimento a sus fieles,

recordando siempre su alianza;

mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,

dándoles la heredad de los gentiles. R/.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 1-6

       Un sábado entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.

Jesús se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los letrados y fariseos, preguntó:

"¿Es lícito curar los sábados o no?"

    Ellos se quedaron callados.

Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo:

"Si a uno de vosotros se la cae al pozo el burro o el buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado?"

Y se quedaron sin respuesta.

 

Palabra del Señor

1.  Nos encontramos aquí con Jesús, con un notable y con un enfermo anónimo sin importancia (F. Bovon).

Los tres reunidos en una misma casa y en un mismo banquete. Todo ello en un sábado.   

- ¿Cómo reacciona Jesús en una situación así?

- ¿De parte de quién se pone?

- ¿Cómo actúa?

El breve relato lo deja todo claro, meridianamente claro:

1) Jesús cura al enfermo, por más que eso estuviera prohibido en sábado. 

2) Los fariseos estaban espiando, lógicamente a Jesús y para actuar contra él.

3) Jesús les plantea a los observantes religiosos la misma pregunta que planteó en la sinagoga cuando curó al hombre del brazo atrofiado (Mc 3, 1-6; Mt 12, 9-14; Lc 6, 6-11).

4) Los fariseos, ante la pregunta de Jesús, enmudecen, no tienen nada que decir y, además, no dan la cara.

 

2.  Por tanto, el fondo del asunto está en el enorme y escandaloso contraste que recorre

una notable mayoría de los relatos de curaciones de enfermos.   

Sabemos que, en no pocos de esos relatos, se insiste en dos puntos capitales:

1) Jesús está siempre a favor de la vida.

2) La religión y sus representantes más cualificados anteponen siempre las normas religiosas y los rituales religiosos a la plenitud de la vida y a la felicidad de la vida.

Además, las situaciones se fueron presentando, a lo largo de los relatos evangélicos, de forma que los defensores de la religión no tienen nada que decir. 

En consecuencia:  Jesús da vida y felicidad.

Los hombres de la religión "espían", "denuncian" y "anteponen" las "observancias" y "rituales" religiosos a la vida y a la felicidad humana.

 

3.  Conclusión: Jesús se identifica con la vida, con la plenitud de la vida y la felicidad de la vida.

La religión, representada por sacerdotes, maestros de la Ley, fariseos (cada uno de estos grupos desde sus diversas posiciones e intereses) se identifica con la sumisión, la obediencia, el desinterés por el pueblo y hasta el desprecio del pueblo.

Esto supuesto (en el conjunto de lo que se acaba de indicar), la cuestión capital, que plantean los evangelios, no es la aceptación o el rechazo de la religión.

La cuestión está en saber dónde y en qué ponemos lo central y determinante de la religión.

- ¿Lo ponemos en la "sumisión" a los jerarcas?

¿Lo ponemos en "el comportamiento ético" con los demás, especialmente con los que se ven peor tratados por la vida?

Sin olvidar que, si asumimos como "proyecto de vida" el mismo proyecto que determinó la vida de Jesús, eso representa un "proyecto revolucionario" que inevitablemente entra en conflicto con el sistema establecido.

Es el conflicto que puede cambiar este mundo. En suma, humanizar esta vida. Esta es la forma de vida que nos abre al horizonte de la esperanza.

 

San Marcelo de León

 


En Tánger, de Mauritania, pasión de san Marcelo, centurión, que el día del cumpleaños del emperador, mientras los demás sacrificaban, se quitó las insignias de su función y las arrojó al pie de los estandartes, afirmando que por ser cristiano no podía seguir manteniendo el juramento militar, pues debía obedecer solamente a Cristo, e inmediatamente fue degollado, consumando así su martirio.

Marcelo fue un Centurión que, según parece, pertenecía a la Legio VII Gemina y el lugar de los hechos bien pudo ser la ciudad de León.

 

Su proceso tuvo lugar en dos pasos: primero en España, ante el presidente o gobernador Fortunato (28 de Julio del 298) y en Tánger el definitivo, ante Aurelio Agricolano (30 de Octubre del mismo año).

Fortunato envió a Agricolano el siguiente texto causa del juicio contra Marcelo: «Manilio Fortunato a Agricolano, su señor, salud. En el felicísimo día en que en todo el orbe celebramos solemnemente el cumpleaños de nuestros señores augustos césares, señor Aurelio Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de centurión delante de las tropas de nuestros señores».

Ante Fortunato, Marcelo explica su actitud diciendo que era cristiano y no podía militar en más ejército que en el de Jesucristo, hijo de Dios omnipotente.

Fortunato, ante un hecho de tanta gravedad, creyó necesario notificarlo a los emperadores y césares y enviar a Marcelo para que lo juzgase su superior, el viceprefecto Agricolano. En Tánger, y ante Agricolano, se lee a Marcelo el acta de acusación, que él confirma y acepta, por lo que es condenado a la decapitación.

 

La leyenda -no necesariamente falsa- abunda en algunos detalles que, si bien no son necesarios para el esclarecimiento del hecho, sí lo explicita, o al menos lo sublima para estímulo de los cristianos. Así, se añade la puntualización de que se trataba de un acto oficial y solemne en que toda la tropa militar estaba dispuesta para ofrecer sacrificios a los dioses paganos e invocar su protección sobre el Emperador.

 

 

 

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