martes, 27 de octubre de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 DE OCTUBRE – JUEVES – 30ª – SEMANA DEL T. O. – A – San Narciso de Jerusalén

 


 


29 DE OCTUBRE – JUEVES –

30ª – SEMANA DEL T. O. – A –

San Narciso de Jerusalén

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (6,10-20):

Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder. Poneos las armas que Dios os da, para poder resistir a las estratagemas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso, sino contra los principados, autoridades y poderes que dominan este mundo de tinieblas, contra las fuerzas sobrehumanas y supremas del mal. Por eso, tomad las armas de Dios, para poder resistir en el día fatal y, después de actuar a fondo, mantener las posiciones. Estad firmes, repito: abrochaos el cinturón de la verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened embrazado el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del malo. Tomad por casco la salvación y por espada la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios, insistiendo y pidiendo en la oración. Orad en toda ocasión con la ayuda del Espíritu. Tened vigilias en que oréis con constancia por todos los santos. Pedid también por mí, para que Dios abra mi boca y me conceda palabras que anuncien sin temor el misterio contenido en el Evangelio, del que soy embajador en cadenas. Pedid que tenga valor para hablar de él como debo.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 143,1.2.9-10

 

R/. Bendito el Señor, mi Roca

 

Bendito el Señor, mi Roca,

que adiestra mis manos para el combate,

mis dedos para la pelea. R/.

 

Mi bienhechor, mi alcázar,

baluarte donde me pongo a salvo,

mi escudo y mi refugio,

que me somete los pueblos. R/.

 

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,

tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:

para ti que das la victoria a los reyes,

y salvas a David, tu siervo. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 31-35

         En aquella ocasión, se acercaron   unos fariseos a decirle:

"Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte".

Él contestó:

"Id a decirle a ese zorro: "Hoy y mañana

   seguiré curando y echando demonios; pasado mañana soy consumado”.

Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: "Bendito el que viene en nombre del Señor".

 

1. Está claro que a Herodes le preocupaba la predicación y el influjo que Jesús tenía

sobre el pueblo en el territorio de Galilea especialmente (Mc 6, 14-16; Lc 9, 7-9; 13,

31-32; 23, 6-12; cf. 8, 3; Hech 13, 1).

Además, el recurso al espionaje era muy habitual en el Imperio durante el s. I (J. P. Meier).

¿Se puede asegurar que Herodes quiso

realmente matar a Jesús?

Entra dentro de lo posible, incluso de lo probable. En todo caso, la respuesta de Jesús, al calificar a Herodes de "zorro" (álopes), indica su absoluta libertad frente al poder político y, en general, frente a los notables de su tiempo.

 

2. Sin embargo, lo que más interesa de este relato es el lamento que hace Jesús

sobre Jerusalén, la ciudad santa, en cuyo Templo el judaísmo localizaba la presencia

divina y que era la alegría de todos los pueblos (Is 25, 6-10; Jer 4, 9-17).

Ahora bien, a esta ciudad precisamente, centro de la religiosidad de aquel pueblo, Jesús la califica y la llama ciudad asesina.

Era la ciudad que honraba a los sacerdotes y celebraba el culto sagrado, pero igualmente mataba a los profetas.

Se sabe que Jerusalén, en tiempos de Jesús, vivía del Templo y del enorme flujo de peregrinos que acudían de todo el Imperio (J. Jeremias). Todo lo cual resulta perfectamente comprensible.

El Templo era el kosmos, en tanto que los profetas representaban el kaos. El culto daba

dinero, al tiempo que los profetas creaban problemas y malestar con sus denuncias.

Era lógico lo que estaba ocurriendo: Jesús traía malestar en las autoridades, entusiasmo en el pueblo.

 

3. Jesús, imagen visible de Dios (Col 1, 15) y encarnación de Dios (Jn 1, 14), se presenta en la entrañable imagen de la gallina madre (órnis) (Mt 23, 37), representación de la solicitud protectora, referida no tanto a la gallina en sí, sino a "las alas protectoras" (cf. Deut 32, 11; Sal 16, 8; 56, 2; 60, 5; 90, 4), que cubre con su cuerpo y sus alas a sus hijos, de forma que prefiere morir ella en las garras de una de las grandes aves  rapaces, antes que abandonar desamparados a sus polluelos.

En el apócrifo 2 Bar [Apocalipsis siriaco de Baruc] 41, 4, encontramos esta bella sentencia: "He visto a otros, por el contrario, que dejaron sus vanidades para refugiarse bajo tus alas" (O. H. Steck).

Es una de las más impresionantes metáforas del cariño maternal del Dios que nos reveló Jesús.

 

 

San Narciso de Jerusalén

 

 

San Narciso Jerusalén obispo

abogado contra habladurías

Obispo de Jerusalén. Presidió un consejo en donde se decidió que la fiesta de celebración de la Pascua debía ser siempre en Domingo 

San Narciso de Jerusalén. Patrono contra las habladurías

Fiesta: 29 de octubre

 

Martirologio romano: Conmemoración de San Narciso, obispo de Jerusalén, con una santidad ejemplar, paciencia y fe de que, en total acuerdo con el Papa San Víctor en la fecha de la celebración de la Pascua, dijo que el misterio de la Resurrección del Señor sólo podía celebrarse el día Domingo y en la madurez de su vida, a los ciento dieciséis años, pasó felizmente a la Gloria del Señor.

 

Biografía

 

San Narciso desde su juventud se dedicó con gran cuidado al estudio de las disciplinas religiosas y humanas. Él luego, decidió ingresar a la vida eclesiástica, y en él se vieron todas las virtudes sacerdotales en su perfección; fue llamado el santo sacerdocio.

Estuvo rodeado de gran estima en su pueblo, pero fue consagrado obispo de Jerusalén alrededor del año 180, cuando ya era un octogenario.

Gobernó la Iglesia con un vigor que era como el de un hombre joven, y su vida austera y penitente estuvo totalmente dedicada al bienestar de la iglesia.

En el año 195, con Teófilo de Cesarea, presidió un consejo sobre la fecha de la celebración de la Pascua; se decidió entonces que esta gran fiesta siempre se debería celebrar el domingo y no en el día de la antigua Pascua.

 

Los milagros en su vida

 

Dios le hizo testigo de sus méritos con muchos milagros, los cuales, los cristianos de Jerusalén, celebraron en su memoria por largo tiempo.

Un sábado Santo los fieles fueron puestos en apuro, porque no se podía encontrar aceite para las lámparas de la iglesia que iban a ser utilizados en la vigilia pascual. San Narciso ordenó que extrajeran agua de un buen vecino y después de que él la bendijera, la pusieran en las lámparas. Inmediatamente el agua se transformó en aceite. Mucho tiempo después, algunos de estos aceites aún se conservan en Jerusalén en memoria de este milagro.

 

El momento de la prueba

 

La virtud de este Santo, con el tiempo le trajo enemigos. Tres hombres miserables, afanados por el poder, lo acusaron de un crimen atroz. Alimentaron su falso testimonio con imprecaciones terribles. Los tres de ellos juraron ante Dios que lo que decían era cierto y cada uno se impuso un castigo si las acusaciones contra el obispo eran encontrada falsas. El primero rogó a Dios que lo dejase morir por el fuego, el segundo juró que se muriera infestado por la lepra y el tercero dijo que quedase ciego. El santo obispo, quien desde hacía tiempo había deseado una vida de soledad, tomó esta prueba con humildad y decidió que lo mejor era retirarse al desierto y dejar a la Iglesia en paz.

Poco tiempo después, Dios intervino en nombre de Su amado siervo, cuando los tres acusadores del obispo sufrieron las penalidades que ellos mismos habían invocado.

Desde ese entonces, Narciso no pudo resistir las peticiones de su pueblo; quienes lo llamaban con gran vehemencia para que regresara a Jerusalén y volviera a tomar las riendas de la Iglesia. Y así lo hizo por muchos años, hasta que, ya entrado en años, murió en la vejez extrema

 

Oración

Dios, Tú hizo San Narciso un ejemplo sobresaliente de amor divino y la fe que vence al mundo, y lo agrega al papel de pastores santos. Concesión por su intercesión para que podamos perseverar en la fe y el amor y ser partícipes de su gloria. Amén

 

 

 

 

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