19 DE OCTUBRE – LUNES –
29ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Pablo de la Cruz, Fundador
Año 1775
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Efesios (2,1-10):
Hubo un tiempo en que estabais muertos por vuestros delitos
y pecados, cuando seguíais la corriente del mundo presente, bajo el jefe que
manda en esta zona inferior, el espíritu que ahora actúa en los rebeldes contra
Dios. Antes procedíamos nosotros también así; siguiendo los deseos de la carne,
obedeciendo los impulsos de la carne y de la imaginación; y, naturalmente,
estábamos destinados a la reprobación, como los demás. Pero Dios, rico en
misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por
los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo –por pura gracia estáis salvados–,
nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así
muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para
con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante
la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a
las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Nos ha creado
en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó
para que las practicásemos.
Palabra de Dios
Salmo: 99,2.3.4.5
R/. El Señor nos hizo y somos suyos
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R/.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R/.
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.» R.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (12,13-21):
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
«Maestro, dile a mi hermano que
reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó:
«Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o
árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente:
«Mirad: guardaos de toda clase de
codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola:
«Un hombre rico tuvo una gran
cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar
la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y
construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi
cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para
muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida."
Pero Dios le dijo: "Necio, esta
noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así
será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»
Palabra del Señor
1. Sabemos por el Sermón
del Monte (Mt 6, 19 24) y por el Sermón de la Llanura (Lc 6, 20-24; cf. 12,
22-36) que Jesús fue extremadamente crítico con el dinero y con los ricos (Mt
19, 16-24 par).
El dinero divide a los hermanos que,
por el reparto de una herencia, llegan a enfrentamientos que rompen las familias
y desatan odios que perduran hasta la muerte. Además, el dinero
engaña al que lo tiene en abundancia, como queda claro en esta parábola.
El peligro de este engaño consiste en
que el dinero acumulado da una seguridad que en realidad no es tal. Y produce
la impresión de que con dinero se resuelven problemas que el dinero no puede
resolver.
2. Pero en esta parábola
se apunta un problema mucho más grave. El rico de la parábola acumuló riqueza
para él y no pensó en nadie más.
El dinero se puede convertir en
capital cuando se pasa de la acumulación del rico a la producción del
agricultor, del industrial, del investigador, del profesional o del
comerciante. El problema que hoy se plantea es que el capital
mundial está organizado de forma que se ha concentrado en pocos países y,
dentro de esos países, en un reducido número de personas en el conjunto de
la población mundial. La consecuencia es que ahora mismo hay
cerca de mil millones de
3. Sin duda que la crisis
económica, que venimos soportando, nos obligue a replantear la gestión de la
economía mundial de otra manera y
En todo caso, por favor, pensemos que,
si es urgente salir aquí de la crisis, más urgente es que dejen de morir cada
día setenta mil personas de hambre.
San
Pablo de la Cruz, Fundador
Año 1775
Nació en Ovada (Liguria) en 1694; de joven ayudó a su
padre en el oficio de mercader. Movido por el deseo de perfección, renunció a
todo y se dedicó al servicio de los pobres y los enfermos, juntándosele después
varios compañeros. Ordenado sacerdote, trabajó con intensidad creciente por el
bien de las almas, estableciendo casas de la Congregación que él había fundado,
ejerciendo la actividad apostólica y mortificándose con duras penitencias.
Murió en Roma el día 18 de octubre
San Pablo
de la Cruz es el fundador de los Padres Pasionistas, nació en Génova (Italia)
en 1684.
Cuando era niño, cada vez que le llegaba algún sufrimiento especial, la mamá
le mostraba un crucifijo y le recordaba que Jesús ofreció sus sufrimientos por
nosotros, y que también nosotros debemos ofrecer por Él lo que sufrimos. Así lo
fue entusiasmando por la Pasión de Cristo.
Su padre le leía de vez en cuando el libro de vidas de Santos, y esto lo
animaba mucho a ser mejor. Aquel buen hombre avisaba también continuamente a su
hijo acerca de lo peligroso y dañino que es juntarse con malas compañías. Así
lo libró de muchos males y peligros.
A los
15 años oyó un emocionante sermón acerca de esta frase de Jesús: "Si no se
convierten y no hacen penitencia, todos perecerán". En esa fecha hizo una
confesión general de toda su vida y desde aquel día empezó a dormir en el duro
suelo, a ayunar, a dedicar varias horas de la noche a rezar y a leer libros
piadosos. Luego organizó con algunos de sus compañeros una asociación de
jóvenes para ayudar a los demás con sus palabras y buenos ejemplos a ser
mejores. Varios de esos muchachos se hicieron religiosos después.
Se alistó
en el ejército del Sumo Pontífice para defender la religión, pero después de un
año se dio cuenta que no tenía vocación para militar. Luego rechazó unos
negocios muy prometedores que le ofrecían y un matrimonio muy brillante que se
le presentaba. Se quedó por varios años en la casa de sus padres dedicado a la
oración, a la meditación y a practicar la caridad hacia los pobres.
En 1720 vio que en sueños le mostraban una sotana negra con un corazón y una
cruz blanca y el nombre de Jesús. Era como un aviso del hábito o distintivo que
debería dar a sus religiosos. Después en una visión oyó a la Stma. Virgen que
le aconsejaba fundar una comunidad que se dedicara a amar y hacer amar la
Santísima Pasión de Jesucristo. Pablo presentó estos mensajes por escrito al
Sr. Obispo y a su director espiritual. Ambos, conociendo la vida heroica de
virtud y oración que el joven había llevado desde niño, reconocieron que se
trataba realmente de una vocación señalada por Dios. Y el Sr. Obispo le dio a
Pablo la sotana negra con el corazón blanco y la cruz sobre el pecho.
Pablo se
retiró durante 40 días a redactar los Reglamentos de la nueva comunidad, en una
húmeda habitación junto a una sacristía, donde vivió todo ese tiempo a pan y
agua y durmiendo por la noche en un lecho de paja. Esos Reglamentos son los que
han seguido siempre sus religiosos. Luego se dedicó a ayudar a los sacerdotes a
dar clases de catecismo, y a predicar misiones populares con gran éxito.
Los
primeros candidatos que se presentaron pidiendo ser admitidos en la nueva
Congregación, encontraron demasiado duro el Reglamento y se retiraron. Mientras
tanto San Pablo de la Cruz y un compañero suyo viajaban por los pueblos
predicando misiones y obteniendo muchas conversiones.
En todas
las ciudades y pueblos a donde llegaba predicaba acerca de la Pasión y Muerte
de Jesucristo. A veces se presentaba con una corona de espinas en la cabeza.
Siempre llevaba en la mano una cruz, y con los brazos extendidos, el santo
hablaba de los sufrimientos de Nuestro Señor, en forma que conmovía aun a los
más duros e indiferentes. A veces, cuando el público no demostraba conversión,
se azotaba violentamente delante de todos, por los pecados del pueblo, de modo
que hacía llorar hasta a los soldados y a los bandoleros.
Un oficial que asistió a algunos de sus sermones decía: "Yo he estado
en muchas batallas, sin sentir el mínimo miedo al oír el estallido de los
cañones. Pero cuando este padre predica me hace temblar de pies a cabeza".
Es que Dios le había dado la eficacia de la palabra y el Espíritu Santo le concedía
la gracia de conmover los corazones.
En los
sermones era duro e intransigente para no dejar que los pecadores vivieran en
paz con sus vicios y pecados, pero luego en la confesión era compresivo y
amable, invitándolos a hacer buenos propósitos, animándolos a cambiar de vida,
y aconsejándoles medios prácticos para perseverar siendo buenos cristianos, y
portándose bien.
Dios colmó
a San Pablo de la Cruz con dones extraordinarios. A muchas personas les anunció
cosas que les iban a suceder en el futuro. Curó a innumerables enfermos.
Estando a grandes distancias, de pronto se aparecía a alguno para darle algún
aviso de importancia, y desaparecía inmediatamente. Rechazaba toda muestra de
veneración que quisieran darle, pero las gentes se apretujaban junto a él y
hasta le quitaban pedacitos de su sotana para llevarlos como reliquias y
recuerdos.
Con su
hermano Juan Bautista trabajaron siempre juntos predicando misiones, enseñando
catecismo y atendiendo pobres. Como ambos eran sacerdotes, se confesaban el uno
con el otro y se corregían en todo lo necesario. Solamente una vez tuvieron un
pequeño disgusto y fue cuando un día Juan Bautista se atrevió a decirle a Pablo
que lo consideraba un hombre verdaderamente virtuoso. El santo se disgustó y le
prohibió hablarle por tres días. Al tercer día Juan Bautista le pidió perdón de
rodillas y siguieron siendo buenos amigos como antes.
En 1771
fundó la comunidad de Hermanas Pasionistas que se dedican también a amar y
hacer amar la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
En 1772 sintiéndose muy enfermo mandó pedir al Papa su bendición para morir
en paz. Pero el Sumo Pontífice le respondió que la Iglesia necesitaba que
viviera unos años más. Entonces se mejoró y vivió otros tres años.
Su muerte
ocurrió el 18 de octubre de 1775 cuando tenía ochenta años. Antes de cien años
(1867) fue declarado santo.
Que San Pablo de la Cruz nos obtenga del cielo la gracia de meditar con
frecuencia en la Pasión y Muerte de Jesús y así amar mucho y siempre más a
nuestro amable Redentor.
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