27 DE OCTUBRE – MARTES –
30ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Santos Vicente, Sabina y Cristeta
(hermanos mártires del siglo IV)
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Efesios (5,21-33):
Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres,
que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la
mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del
cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus
maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres como
Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla,
purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí
gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e
inmaculada.
Así deben también los maridos amar a
sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo.
Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor,
como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso
abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los
dos una sola carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la
Iglesia. En una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí
mismo, y que la mujer respete al marido.
Palabra de Dios
Salmo: 18,2-3.4-5
R/. Dichosos los que temen al Señor
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.
Esta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (13,18-21):
En aquel tiempo, decía Jesús:
«- ¿A qué se parece el reino de Dios?
- ¿A qué lo compararé?
Se parece a un grano de mostaza que
un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros
anidan en sus ramas.»
Y añadió:
« - ¿A qué compararé el reino
de Dios?
Se parece a la levadura que una mujer
toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
Palabra del Señor
1. Las parábolas del grano
de mostaza y de la levadura no se refieren directamente al éxito y el triunfo
final del Reino de Dios, que llegará a ser un árbol grande y acogedor y que
terminará transformando la masa entera. Estas dos parábolas no tienen su centro
y clave de explicación en el resultado fina sino en el medio o procedimiento
con el que se podrá alcanzar ese final feliz.
2. Ahora bien, el
procedimiento mediante el cual el Reino de Dios puede crecer y así transformar
la masa entera de este mundo no es lo visible, sino lo invisible.
No es lo que brilla y luce, sino lo
que se oculta y desaparece, porque la pequeñez del grano de mostaza tiene que
ser sembrada y sepultada debajo de tierra. De la misma manera que la levadura
tiene que perderse en la masa y fundirse con ella.
Solamente desapareciendo es como
grano de mostaza y la levadura transforman, dan vida, crecen y maduran.
Los afanes de subir, ser notorio,
trepar no hacen bien a nadie, sino que, a lo más que se llega, es a engañar o
sencillamente teatralizar la vida, la religión
y la fe.
3. Jesús no elogia aquí la
humildad, la pequeñez o la sencillez. Es decir, Jesús no elogia aquí esas
virtudes cristianas. Lo que Jesús afirma y exige es la laicidad. Porque
reconoce y enseña que cuando el grano de mostaza se funde con la tierra; y cuando
la levadura se funde con la masa, entonces es cuando producen su fruto o causan
su efecto.
Las religiones tienen la tendencia de
destacar su presencia en la sociedad, a situarse por encima de las
instituciones civiles, y a dictar las normas y valores que deben regir la vida
y la convivencia social. Porque "lo sagrado" es considerado como la
última referencia a la que se tiene que subordinar "lo profano",
"lo civil" y "lo laico".
Lo que así se consigue -si es que se
consigue- es dominar en la sociedad, pero no transformar la
sociedad. Pero Jesús no quiere que el cristianismo sea un principio
de nación, sino una fuerza de transformación.
Santos Vicente, Sabina y Cristeta
(hermanos mártires del siglo IV)
Vicente, Sabina y
Cristeta son hermanos. Han nacido y vivieron en Talavera (Toledo). Los tres
disfrutan de su juventud —Cristeta, casi niña- y, como en tantos hogares
después del fallecimiento de los padres, hace cabeza Vicente que es el mayor.
Manda en el
Imperio la tetrarquía hecha por Diocleciano con el fin de poner término a la
decadencia que se viene arrastrando a lo largo del siglo III por las
innumerables causas internas y por las rebeliones y amenazas cada vez más
apremiantes en las fronteras. Diocleciano, augusto, reside en Nicomedia y ocupa
la cumbre de la jerarquía; su césar Galerio reside en Sirmio y se ocupa de
Oriente; Maximiano es el otro augusto que se establece en Milán, con su césar
Constancio, en Tréveris, gobiernan Occidente.
El presidente en
España es Daciano hombre cruel, bárbaro y perverso, que odia sin límites el
nombre cristiano y que va dejando un riego de mártires en Barcelona y en
Zaragoza. Llega a Toledo y sus colaboradores buscan en Talavera seguidores de
Cristo.
Allí es conocido
como tal Vicente, que se desvive por la ayuda al prójimo y es ejemplo de
alegría, nobleza y rectitud.
Llevado a la
presencia del Presidente, se repite el esquema clásico, en parte verídico y en
parte parenético de las actas de los mártires. Halagos por parte del poderoso
juez pagano con promesas fáciles, y, por parte del cristiano, profesiones de fe
en el Dios que es Trinidad, en Jesucristo-Señor y en la vida eterna prometida.
Amenazas de la autoridad que se muestra dispuesta a hacer cumplir de modo
implacable las leyes y exposición tan larga como firme de las disposiciones a
perder todo antes de la renuncia a la fe nutriente de su vida que hace el
cristiano. De ahí se pasa al martirio descrito con tonos en parte dramáticos y
en parte triunfales, con el añadido de algún hecho sobrenatural con el que se
manifiesta la complacencia divina ante la fidelidad libre del fiel.
Bueno, pues el
caso es que a Vicente lo condenan a muerte por su pertinacia en perseverar en
la fe cristiana. Lo meten en la cárcel y, en espera de que se cumpla la sentencia,
es visitado por sus dos hermanas que, entre llantos y confirmándole en su
decisión de ser fiel a Jesucristo, le sugieren la posibilidad de una fuga con
el fin de que, sin padres que les tutelen, siga él siendo su apoyo y valedor.
La escapada se realiza, pero los soldados romanos los encuentran en la cercana
Ávila donde son los tres martirizados, en el año 304.
El amor a Dios no
supone una dejación, olvido o deserción de los nobles compromisos humanos.
Vicente, aceptando los planes divinos hasta el martirio, hizo cuanto
legítimamente estuvo de su parte para sacar adelante su compromiso familiar.
Fuente:
http://www.archimadrid.es/princi/princip/otros/
san toral/san
tora
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