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DE OCTUBRE – JUEVES –
28ª – SEMANA DEL T. O. – B –
San Calixto I
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Romanos (3,21-30a):
Ahora, la
justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los profetas, se ha manifestado
independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios
a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos están
privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia,
mediante la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de
propiciación mediante la fe en su sangre.
Así quería Dios demostrar que no fue
injusto dejando impunes con su tolerancia los pecados del pasado; se proponía
mostrar en nuestros días su justicia salvadora, demostrándose a sí mismo justo
y justificando al que apela a la fe en Jesús.
Y ahora, ¿dónde queda el orgullo? Queda
eliminado. ¿En nombre de qué? ¿De las obras? No, en nombre de la fe.
Sostenemos, pues, que el hombre es
justificado por la fe, sin las obras de la Ley. ¿Acaso es Dios sólo de los
judíos? ¿No lo es también de los gentiles?
Evidente que también de los gentiles, si
es verdad que no hay más que un Dios.
Palabra de Dios
Salmo: 129,1-2.3-4.5
R/. Del Señor viene la
misericordia,
la redención copiosa
Desde lo hondo
a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.
Si llevas
cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R/.
Mi alma espera
en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (11,47-54):
En aquel
tiempo, dijo el Señor:
«¡Ay de vosotros, que edificáis
mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois
testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los
mataron, y vosotros les edificáis sepulcros.
Por algo dijo la sabiduría de Dios:
"Les enviaré profetas y apóstoles;
a algunos los perseguirán y matarán"; y así, a esta generación se le
pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del
mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar
y el santuario.
Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a
esta generación.
¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que
os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, ¡que no habéis entrado y
habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!»
Al salir de allí, los escribas y
fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas
capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.
Palabra de Señor
1. El modo o forma de
comportamiento, que Jesús denuncia en este evangelio, por desgracia está más
generalizado de lo que imaginamos. Porque no es propio solamente de los
actuales escribas y fariseos. Es decir, de los actuales profesionales de la
religión. Es la conducta que suelen tener casi todos los integristas
intransigentes, en lo que se refiere a la observancia de la religión.
Por eso, lo primero que este texto de
Lucas pone en boca de Jesús es el comportamiento tan contradictorio que los
profesionales de la religión suelen
tener contra los "profetas", tanto los antiguos como los
actuales.
Tal comportamiento se resume en lo
siguiente: cuando los profetas resultan molestos para la institución religiosa,
se les persigue, se les expulsa, se les difama, se les desautoriza y, si es
preciso, se les mata.
Pero, luego, cuando a la institución
religiosa le conviene, se pone al profeta en un pedestal, se le canoniza,
se le presenta como modelo y ejemplo.
2. Por eso no es de extrañar
que en la Iglesia se hagan cosas muy parecidas. Cosas que no son sino la
prolongación en la historia del conflicto entre sacerdotes y profetas, tal como
sucedió en Israel.
Durante el s. XX, la misma Curia
Vaticana persiguió a teólogos tan reconocidos como De Lubac o Congar a los que
luego elevó al rango de cardenales.
Estas conductas vaticanas han
colaborado poderosamente al empobrecimiento de la teología católica,
sobre todo, en Europa y especialmente en el ámbito de la dogmática.
Hoy, en los seminarios y centros de
estudios eclesiásticos, se ha creado un clima de miedo, no siempre reconocido,
pero sumamente eficaz para bloquear la
creatividad teológica y la mejor difusión del Evangelio.
3. Y no es de menos
actualidad la acusación que Jesús les hace a los juristas: "os habéis
quedado con la llave del saber". El control creciente y abrumador que la
jerarquía eclesiástica ejerce sobre el saber de las cosas de Dios, de Jesús,
del Evangelio... "cierra el paso a los que intentan entrar". Y es que
la "gente sencilla" sintoniza con el Evangelio mucho mejor que los
"sabios y entendidos" (Mt 11, 25 par).
En tiempos pasados, cuando la sociedad
se mantenía impregnada de religiosidad, la Iglesia podía subsistir. En este
momento, y más de ahora en adelante, la Iglesia se va quedando reducida a un
gueto, una especie de secta, cada vez más marginal, más desplazada y con menos
capacidad de influjo en la sociedad, sobre todo en las sociedades avanzadas de
los países industrializados.
No nos queda más solución que el retorno
al Evangelio.
San Calixto I
San Calixto I (siglo III)
Se cuenta
que en un tiempo fue esclavo; habiendo alcanzado la libertad, fue ordenado
diácono por el papa Ceferino, a quien sucedió más tarde en la cátedra de Pedro.
Combatió a los herejes adopcionistas y modalistas. Recibió la
corona del martirio en el año 222 y fue sepultado en la vía Aurelia.
Breve Biografía
Las catacumbas
son una meta obligatoria para los peregrinos y turistas que van a Roma.
Particularmente célebres y frecuentadas son las de San Calixto, que el Papa
Juan XXIII definió “las más importantes y las más célebres de Roma”. Quedan
cerca de las también famosas catacumbas de San Sebastián y de Santa Domitila.
Comprenden un área de 400 metros por 300, con cuatro pisos sobrepuestos; se ha
calculado que tienen no menos de 20 kilómetros de corredores.
Esta obra
colosal recuerda para siempre a San Calixto, porque fue él quien se preocupó
por su realización, primero como diácono del Papa Ceferino y después como Papa.
Pero este lugar no es precioso sólo por sus dimensiones, sino por el gran
número y la importancia de los mártires que fueron “depositados” allí:
particularmente célebres son las criptas de Santa Cecilia y la contigua de los
Papas Ponciano, Antero, Fabián, etc. Por eso, puede parecer raro que falsee
precisamente la de San Calixto que fue quien hizo construir esa cripta.
La tumba de
San Calixto se encuentra en el corazón de la antigua y genuina Roma: en la
basílica de Santa María en Trastévere, que fue construida por el Papa Julio a
mediados del siglo IV, intitulada también a San Calixto.
Calixto nació
en Trastévere en la segunda mitad del siglo II, y su padre era un tal Domicio.
Era de humilde condición, pero muy apreciado por el correligionario o
Carpóforo, que le confió la administración de sus bienes. Pero algo no marchó
bien, pues poco después el pobre Calixto fue condenado a hacerle dar vueltas a
una rueda de molino para pagar al patrón y a la comunidad cristiana los
perjuicios ocasionados. Poco tiempo después Calixto tuvo que soportar otra dura
condena, la flagelación y la deportación a Cerdeña, por las acusaciones de los
judíos.
La comunidad
cristiana lo rescató, incluso con la intervención de Marcia, la concubina de
Commodo, y entonces Calixto colaboró con el Papa Víctor y con Ceferino, a quien
sucedió como Papa en el 217.
Su elección
provocó el cisma de Hipólito, que reprochaba a Calixto su origen servil y sobre
todo su flexibilidad con los pecadores. San Calixto tuvo también que luchar contra
la herejía sabeliana. Murió “mártir”, no a mano de la autoridad imperial como
asegura el Martirologio Romano, sino durante una sublevación popular.
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