25 - DE
OCTUBRE – LUNES –
30ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
San Frutos, San Valentín y Santa Engracia de Segovia
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Romanos (8,12-17):
Estamos
en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la
carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del
cuerpo, viviréis.
Los que se dejan llevar
por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un
espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos
adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre).
Ese Espíritu y nuestro
espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos
hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que
sufrimos con él para ser también con él glorificados.
Palabra de
Dios
Salmo: 67,2.4.6-7ab.20-21
R/. Nuestro
Dios es un Dios que salva
Se
levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian.
En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría. R/.
Padre de
huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece. R/.
Bendito
el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
13, 10-17
Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que
desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba
encorvada, sin poderse enderezar. Al verla, Jesús la llamó y le dijo:
"Mujer, quedas libre de tu
enfermedad".
Le impuso las manos, y enseguida se puso
derecha. Y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado
porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente:
"Seis días tenéis para trabajar,
venid esos días a que os curen, y no los sábados".
Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo:
"Hipócritas: cualquiera de
vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro, y lo lleva a abrevar,
aunque sea sábado?
Y a esta, que es hija de Abrahán, y que
Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?"
A estas palabras, sus enemigos quedaron
abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.
1. Jesús cura a una mujer. La cura
en sábado. Y, además, lo hace sin que la mujer se lo pida. Nada más
verla, Jesús toma la iniciativa y libera a aquella
mujer atada, encadenada, obligada a ir por la vida así, inclinada, sin
poder levantar la cabeza, vista por todo el mundo como la mujer oprimida por
Satanás. Y así, tantos años.
Era una situación humillante, indigna,
que a Jesús le resultó
insoportable. Por eso la curó inmediatamente, es decir, la desató de su
condición humillada y humillante.
2. El dirigente religioso (el jefe
de la sinagoga) no soportó aquello. Para él, la religión era más
importante que la liberación de aquella mujer. O sea, la obligación
religiosa está por encima de la dignidad de la mujer.
Con tal que se observe el precepto, a la
religión no le importa ver a la mujer con la cabeza agachada, hundida, humillada.
Es más, al jefe religioso, no solo no le importa ver a la mujer así, sino que
incluso no soporta que alguien la desate de la cadena que la tiene hundida
hacia el suelo.
Al decir estas cosas, no se exagera
nada. Se trata simplemente de leer el relato con cierta detención y
con un mínimo de profundidad. Enseguida se advierte todo esto. Que es, ni
más ni menos, lo que las grandes religiones siguen haciendo con la mujer. A
veces, hasta imponer, justificar y mantener situaciones humillantes increíbles.
3. La indignación del jefe de la
sinagoga es comprensible, dada la legislación religiosa que él tenía que
cumplir. Pero más comprensible aún es la respuesta que le da Jesús a aquel
"hipócrita".
¿Por qué "hipócrita"? Porque,
en definitiva, lo que aquel hombre defendía era una forma de comportamiento que
trataba mejor a los burros que a las personas. Esto es fuerte. Pero esto
exactamente es lo que dijo Jesús.
San Frutos, San Valentín y Santa Engracia de Segovia
En las cercanías de Segovia, en Hispania, san Frutos, que llevó vida
eremítica junto a una escarpada montaña (c. 715).
Vida
de San
Frutos, San Valentín y Santa Engracia
de Segovia
San Frutos, Santa Engracia y San Valentín,
mártires
Los cuerpos de San Frutos, Santa Engracia y
San Valentín, venerados por los cristianos segovianos, se conservaron en la
ermita de San Frutos, cerca de la actual Sepúlveda, desde comienzos del siglo
VIII hasta el siglo XI.
El rey Alfonso VI concedió esta ermita al
monasterio de San Sebastián de Silos —hoy Santo Domingo de Silos- para que la
cuidasen y facilitasen la creciente devoción del pueblo; se hizo escritura en
el 1076. Los monjes recomponen la ermita como de nuevo y la habilitan para que
puedan vivir en ella algunos monjes. Terminadas las obras en el año 1100, la
consagra D. Bernardo, el primer Arzobispo de Toledo. Está construida sobre roca
escarpada, como cortada a pico, a orillas del río Duratón, afluente del Duero.
En ese nuevo lugar se depositan las reliquias de los tres santos.
Restaurada Segovia y restituida a su dignidad
episcopal, se pasan a su catedral la mitad de las reliquias desde el monasterio
de Silos, con autorización y mandato del arzobispo de Toledo, en el 1125.
Tan celosamente se guardan que se pierde el
sitio donde fueron depositadas hasta que se encontraron milagrosamente, en
tiempos del celoso obispo D. Juan Arias de Ávila.
En el año 1558 se depositaron finalmente en
la nueva catedral. Allí, en el trascoro, reposan los restos del Patrono de la
Ciudad, teniendo por fondo el retablo que trazó Ventura Rodríguez para el
palacio de Riofrío y que Carlos III donó para la catedral segoviana.
¿Quién fue el hombre que desde catorce siglos
atrás es polo de atracción de tantas generaciones de segovianos?
Nació Frutos, en el año 642, en el seno de
una familia rica que tuvo otros dos hijos con los nombres de Valentín y
Engracia. Debió ser una familia de profundas convicciones cristianas que
supieron, con la misma vida, inculcarlas a sus hijos. Sin que se sepa la causa,
murieron los dos. Ahora los tres jóvenes son herederos de unos bienes y
comienzan a conocer en la práctica la dureza que supone el ser fieles a los
principios. Parece ser que tanto tedio provocaron en ellos los vicios,
maldades, desenfrenos, asechanzas y envidias de su entorno humano, que Frutos
les propone un cambio radical de vida. Los tres, con la misma libertad y libre
determinación deciden vender sus bienes y los dan a los pobres. Dejaron la
ciudad del acueducto romano y quieren comenzar una vida de la soledad, oración
y penitencia por los pecados de los hombres. A la orilla del río Duratón les
pareció encontrar el lugar adecuado para sus propósitos. Hacen tres ermitas
separadas para lograr la deseada soledad y dedicar el tiempo de su vida de modo
definitivo al trato con Dios.
A partir de aquí se tiene noticias de
Frutos cuando el estallido de la invasión musulmana y su rápida dominación del
reino visigodo. Frutos, en su deseo de servir a Dios, intervino de alguna
manera —y con vivo deseo de martirio- en procurar la conversión de algunos
mahometanos que se aproximaron a su entorno; defendió a grupos de cristianos
que huían de los guerreros invasores; dio ánimos, secó lágrimas y alentó los
espíritus de quienes se desplazaban al norte; fue protagonista de algunos
sucesos sobrenaturales y murió en la paz del Señor, con el halo de santo, el
año 715.
La misma historia refiere que sus hermanos
Valentín y Engracia fueron de los mártires decapitados por los sarracenos y sus
cuerpos colocados con el del Santo.
Lo que se sabe hoy del entorno en que viven y
mueren estos santos facilita cubrir las lagunas o los interrogantes que pueden
presentarse. La invasión musulmana, su rápido avance por el reino
hispano-visigodo y el martirio de cristianos tuvieron su génesis. La unidad del
reino tan lograda por la conversión del arrianismo a la fe católica de Recaredo
en el 589 presentaba ahora una falsa cohesión por su fragilidad. Los clanes de
nobles, civiles y eclesiásticos, con intereses políticos y económicos
contrapuestos, tratan de controlar cada uno alternativamente el trono de Toledo
y son una fuente continua de conflictos. La nobleza que en un principio recibió
unos territorios para ejercer en ellos funciones administrativas, fiscales y
militares, al hacerse hereditarias, quedan prácticamente privatizadas con
detrimento progresivo de las funciones públicas características de un estado
centralizado y llevan a la fragmentación del poder del monarca. La clase
aristócrata asienta aún más la diferencia social con el pueblo cada vez más
pobre, indefenso, desorientado, abandonado y hastiado del lujo de sus señores.
Hay que añadir desastres naturales que asolan el país especialmente desde el
reinado de Kindasvinto (642-653) como epidemias que diezmaban a la población,
plagas de langostas, sequía, pestes y despoblamiento. El vicio, la amoralidad y
desenfreno reina en la sociedad al amparo de lo que sucede en las casas de la
nobleza. A la muerte de Witiza, los partidarios de Akhila, su hijo primogénito,
no consiguen ponerlo en el trono ocupado por D. Rodrigo, duque de la Bética, y
piden ayuda a los bereberes. El desastre de Guadalete del 711 hizo que lo que
fue una simple ayuda de los moros capitaneados por Tariq se convirtiera en toda
una invasión y conquista posterior que colma los planes estratégicos del Islam
por la decrepitud que se había ido gestando en el interior del reino visigodo.
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