17 - DE OCTUBRE
– DOMINGO –
29ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
San Ignacio de Antioquía
Lectura del libro de Isaías (53,10-11):
El Señor quiso
triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su
descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su
mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de
conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de
ellos.
Palabra de Dios
Salmo: 32,4-5.18-19.20 y 22
R/. Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
Que la palabra
del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.
Los ojos del
Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Nosotros
aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.
Lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16):
Mantengamos la
confesión de la fe, ya que tenemos un no sacerdote grande, que ha atravesado el
cielo, Jesús, Hijo Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse
nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como
nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de
la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie
oportunamente.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio
según san Marcos (10,35-45):
En aquel
tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le
dijeron:
«Maestro, queremos que hagas lo que te
vamos a pedir.»
Les preguntó:
«¿Qué queréis que haga por vosotros?»
Contestaron:
«Concédenos sentarnos en tu gloria uno a
tu derecha y otro a tu izquierda.»
Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces
de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que
yo me voy a bautizar?»
Contestaron:
«Lo somos.»
Jesús les dijo:
«El cáliz que yo voy a beber lo
beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero
el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya
reservado.»
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron
contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo:
«Sabéis que los que son
reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los
oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor;
y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no
ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por
todos.»
Palabra del Señor
¿Triunfar o servir?
En las lecturas de los domingos
anteriores Jesús ha ido instruyendo a los discípulos a propósito de los más
diversos temas (los niños, el divorcio, la riqueza, etc.). En el de hoy da su
última gran enseñanza antes de subir a Jerusalén para la pasión.
En lo que piensa Jesús
Todo comienza con el tercer anuncio de
la pasión y resurrección, que no se lee, pero que es fundamental para entender
lo que sigue. Jesús repite una vez más a los discípulos que los sumos
sacerdotes y los escribas lo condenarán a muerte, lo entregarán a los paganos,
se burlarán de él, le escupirán, azotarán y matarán.
En lo que piensan Santiago y Juan:
Presidente del Gobierno y Primer Ministro
Igual que en los casos anteriores, al
anuncio de la pasión sigue una muestra de incomprensión por parte de los
apóstoles: Santiago y Juan, dos de los más importantes, de los más cercanos a
Jesús, ni siquiera han prestado atención a lo que dijo.
En
aquel tiempo se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y
le dijeron:
-Maestro,
queremos que hagas lo que te vamos a pedir.
Les
preguntó:
-¿Qué
queréis que haga por vosotros?
Contestaron:
-Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu
derecha y otro a tu izquierda.
Mientras Jesús habla de sufrimiento,
ellos quieren garantizarse el triunfo: “sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. “En tu gloria” no se refiere al cielo, sino
a lo que ocurrirá “en la tierra”, cuando Jesús triunfe y se convierta en rey de
Israel en Jerusalén: quieren un puesto a la derecha y otro a la izquierda,
Presidente de Gobierno y Primer Ministro. Para ellos, lo importante es
subir.
Jesús replicó:
-No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de
beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?
Contestaron:
-Lo
somos.
Jesús les dijo:
-El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo
con que yo me voy a bautizar. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no
me toca a mí concederlo; está ya reservado.
La respuesta
de Jesús, menos dura de lo que cabría esperar, procede en dos pasos.
En primer
lugar, les recuerda que para triunfar hay que pasar antes por el sufrimiento,
beber el mismo cáliz de la pasión que él beberá. No queda claro si Juan y
Santiago entendieron lo que les dijo Jesús sobre su cáliz y su bautismo, pero
responden que están dispuestos a lo que sea.
Entonces
Jesús, en un segundo paso, les echa un jarro de agua fría diciéndoles que,
aunque beban el cáliz, eso no les garantizará los primeros puestos. Están ya
reservados, no se dice para quién.
La reacción
de los otros diez y la gran enseñanza de Jesús
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra
Santiago y Juan.
Jesús,
reuniéndolos, les dijo:
-Sabéis
que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los
grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea
vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el
Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida
en rescate por todos.
¿Por qué se
indignan? Probablemente porque también ellos ambicionan
los primeros puestos. Jesús aprovecha la ocasión para enseñarles cómo deben ser las relaciones
dentro de la comunidad. En la postura de los discípulos detecta una actitud muy
humana, de simple búsqueda del poder. Para que no caigan en ella, les
presenta dos ejemplos opuestos:
1) el que no deben imitar es el de los reyes y monarcas
helenísticos, famosos por su abuso del poder:
“Sabéis
que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen”.
2) el que deben imitar es el del mismo Jesús, que ha venido a servir y a dar su vida en rescate
por todos.
En medio
de estos dos ejemplos queda la enseñanza capital:
“el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser
primero, sea esclavo de todos”.
En la
comunidad cristiana debe darse un cambio de valores absoluto.
Pero
esto es lo que debe ocurrir “entre vosotros”, dentro de la comunidad. Jesús no
dice nada a propósito de lo que debe ocurrir en la sociedad, aunque critica
indirectamente el abuso de poder.
Primera lectura: Isaías 53,10-11
Este texto se ha elegido como comentario de las palabras de Jesús: “el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan,
sino para servir y dar su vida en rescate por todos” y de sus referencias
anteriores a la pasión (el cáliz y el bautismo). Por eso comienza diciendo que El
Señor quiso triturarlo con el sufrimiento; unas palabras que escandalizan
por la forma de hablar de Dios, pero que hay que interpretarlas como un recurso
para el triunfo final. De hecho, el texto de Isaías insiste más en el éxito de
Jesús (verá su descendencia, prolongará sus años, verá y se hartará) y
de su obra (el plan de Dios prosperará por sus manos, justificará
a muchos).
Reflexiones
1. Este
pasaje constituye la última enseñanza de Jesús antes de la pasión, en la que
nos deja su forma de entender su vida: “El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar
su vida en rescate por todos”. Este ejemplo es válido para todos los
cristianos, no sólo para papas y obispos.
2. Esta espléndida enseñanza no nos habría llegado
si Santiago, Juan y los otros diez hubieran sido menos ambiciosos. Los fallos
humanos pueden traer grandes beneficios.
3. La enseñanza de Jesús ha calado muy poco en la
Iglesia después de veinte siglos y en ella se sigue dando un choque de ambiciones
al más alto nivel. La única solución será tener siempre presente el ejemplo de
Jesús.
4. El texto de
Isaías nos ayuda a mirar con esperanza los momentos difíciles de nuestra vida.
Aunque la impresión que podemos tener a veces es que Dios nos está triturando
con el sufrimiento, no es ésa su intención, sino sacar de nosotros algo muy
bueno.
San Ignacio de Antioquía
Nace entre años 30 al 35 AD, muere C
107AD. San Ignacio de Antioquía fue discípulo directo de San Pablo y San Juan.
Segundo sucesor de
Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquía; El primero
en llamar a la Iglesia "Católica".
Sus escritos demuestran que la doctrina de la Iglesia Católica viene de
Jesucristo por medio de los Apóstoles. Esta doctrina incluye: La Eucaristía; La
jerarquía y la obediencia a los obispos; La presidencia de la iglesia de Roma;
La virginidad de María y el don de la virginidad; El privilegio que es morir
mártir de Cristo.
Condenado a morir devorado por las fieras, fue trasladado a Roma y allí
recibió la corona de su glorioso martirio el año 107, en tiempos del emperador
Trajano. En su viaje a Roma, escribió siete cartas, dirigidas a varias
Iglesias, en las que trata sabia y eruditamente de Cristo, de la constitución
de la Iglesia y de la vida cristiana.
Fue el tercer
obispo de Antioquía, lugar donde se empezó a conocer a los seguidores de Cristo
como cristianos. Ignacio fue el primero en llamar a la Iglesia católica. Fue
condenado a morir devorado por los leones. Oraba intensamente para que los
leones le destrozaran por amor a Dios. Durante el viaje al martirio escribió
siete cartas a las Iglesias de Asia Menor
Poco se sabe de la
vida familiar de Ignacio de Antioquía. Casi todo lo que hoy se sabe de él
proviene de las siete cartas que él mismo escribió mientras era llevado al
martirio.
Se dice que él fue
el niño al que Jesucristo llamó para invitar a sus apóstoles a hacerse como niños:
«Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: Os aseguro que si no os
hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos».
Ignacio fue el
tercer obispo de Antioquía, situada en Siria. La ciudad era una de las más
importantes de toda la cristiandad. Fue allí donde se empezó a llamar
cristianos a los discípulos de Cristo. Fue allí también donde Ignacio se
refirió a la Iglesia como católica, es decir, universal. Antioquía, en orden de
importancia, se situaba solo detrás de Roma y Alejandría. Era una ciudad con
gran número de cristianos.
Antioquia era
gobernada bajo las órdenes del emperador Trajano, que si bien al principio
respetó a los cristianos, posteriormente los persiguió por oponerse a los
dioses que él adoraba. Ignacio fue arrestado por negarse a adorar a dichos
dioses y por proclamar la existencia de un solo Dios verdadero.
Fue conducido a
Roma para ser martirizado. Durante el viaje escribió sus famosas siete cartas,
que se pueden dividir en dos grupos. Las primeras seis cartas iban dirigidas a
las iglesias de Asia Menor para exhortarlas a mantener la unidad interna y
prevenirlas contra las enseñanzas judaizantes, entro otras. La séptima carta
está dirigida a la Iglesia de Roma. En ella, les pide que no intercedan por él
para salvarle del martirio. Al contrario, les escribió: «Por favor: no le vayan
a pedir a Dios que las fieras no me hagan nada. Esto no sería para mí un bien
sino un mal. Yo quiero ser devorado, molido como trigo, por los dientes de las
fieras para así demostrarle a Cristo Jesús el gran amor que le tengo. Y si
cuando yo llegue allá me lleno de miedo, no me vayan a hacer caso si digo que
ya no quiero morir. Que vengan sobre mí, fuego, cruz, cuchilladas, fracturas,
mordiscos, desgarrones, y que mi cuerpo sea hecho pedazos con tal de poder
demostrarle mi amor al Señor Jesús».
En cada parada de
viaje aprovechaba para reunirse con los cristianos de la zona, que salían junto
con su obispo para escuchar a Ignacio y recibir su bendición.
Al llegar a Roma,
fue conducido al Coliseo donde fue echado a la tierra para ser devorado por las
fieras. Las autoridades soltaron dos leones hambrientos que destrozaron a
Ignacio, otorgándole la gloriosa corona del martirio que tanto ansiaba por amor
a Jesucristo. San Ignacio murió en el año 107. Sus restos fueron trasladados de
nuevo a Antioquía.
José Calderero @jcalderero
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