10 - DE OCTUBRE
– DOMINGO –
28ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
Santo Tomás de
Villanueva
Lectura del libro de la Sabiduría (7,7-11):
Supliqué, y se
me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La
preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le
equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro, a su lado, es un poco de
arena, y, junto a ella, la plata vale lo que el barro. La quise más que la
salud y la belleza, y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene
ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había
riquezas incontables.
Palabra de Dios
Salmo: 89,12-13.14-15.16-17
R/. Sácianos de tu misericordia, Señor.
Enséñanos a
calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.
Por la mañana
sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Dános alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas. R/.
Que tus
siervos vean tu acción,
y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.
Lectura de la carta a los Hebreos (4,12-13):
La palabra de
Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta
el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. juzga los
deseos e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Todo
está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,17-30):
En aquel
tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló
y le preguntó:
«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar
la vida eterna?»
Jesús le contestó:
«¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie
bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu
padre y a tu madre.»
Él replicó:
«Maestro, todo eso lo he cumplido desde
pequeño.»
Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo:
«Una cosa te falta: anda, vende lo que
tienes, dales
el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego
sígueme.»
A estas palabras, él frunció el ceño y
se marchó pesaroso, porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus
discípulos:
«¡Qué difícil les va a ser a los ricos
entrar en el reino de Dios!»
Los discípulos se extrañaron de estas
palabras. Jesús añadió:
«Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el
reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un
camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de
Dios.»
Ellos se espantaron y comentaban:
«Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Jesús se les quedó mirando. y les dijo:
«Es imposible para los hombres, no para
Dios. Dios lo puede todo.»
Pedro se puso a decirle:
«Ya ves que nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido.»
Jesús dijo:
«Os aseguro que quien deje casa, o
hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el
Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más casas y hermanos y
hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura,
vida eterna.»
Palabra del Señor
Salomón, el joven rico y los discípulos.
Las lecturas de este domingo enfrentan tres
posturas: la de Salomón, que pone la sabiduría por encima del oro, la plata y
las piedras preciosas; la del rico, que pone su riqueza por encima de Jesús; la
de los discípulos, que renuncian a todo para seguirlo.
Salomón: la
sabiduría vale más que el oro (Sabiduría 7,7-11)
Supliqué y me fue dada la prudencia,
invoqué
y vino a mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a cetros y tronos,
y
a su lado tuve en nada la riqueza.
No
la equiparé a la piedra más preciosa,
porque
todo el oro ante ella es un poco de arena,
y,
junto a ella, la plata es como el barro.
La
quise más que a la salud y la belleza
y
la preferí a la misma luz,
porque
su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los bienes juntos,
Tiene
en sus manos riquezas incontables.
El joven
rico: la riqueza vale más que Jesús (Marcos 10,17-30)
El
evangelio contiene dos escenas:
en la primera, los protagonistas son el rico y Jesús.
…‒ Maestro bueno,
¿qué haré para heredar la vida eterna?
El protagonista, antes de formular su
pregunta, pretende captarse la benevolencia de Jesús o, quizá también,
justificar por qué acude a él: lo llama «maestro bueno», título que no se
aplica en Israel a ningún maestro (solo conocemos un ejemplo del siglo IV d.C.).
La pregunta. El problema que lo angustia es «qué
haré para heredar la vida eterna», algo fundamental para entender todo el
pasaje. Lo que pretende el protagonista, dicho con otra expresión judía de la
época, es «formar parte de la vida futura» o «del mundo futuro»;
lo que muchos entre nosotros entienden por «salvarse». Este deseo sitúa al protagonista
en un ámbito poco frecuente entre los judíos de la época: admite un mundo
futuro, distinto del presente, mejor que éste, y desea participar de él. Por
otra parte, su pregunta no es tan rara como podemos imaginar. Si nos
preguntasen qué hay que hacer para salvarse, las respuestas es probable que
variasen bastante. Una pregunta parecida la encontramos hecha al rabí Eliezer
(hacia el año 90) por sus discípulos. Y responde: «Procuraos la estima de
vuestros vecinos; impedid que vuestros hijos lean la Escritura a la ligera y
haced que se sienten entre las rodillas de los discípulos de los sabios; y,
cuando oréis, sed conscientes de quién tenéis delante. Así conseguiréis la vida
del mundo futuro».
La respuesta de Jesús. Antes de responder, aborda el
saludo y da un toque de atención sobre el uso precipitado de las palabras. El
único bueno es Dios. (Por entonces no existía la Congregación para la Doctrina
de la Fe, que lo habría condenado por error cristológico).
Luego responde a la pregunta haciendo
referencia a cinco mandamientos mosaicos, todos ellos de la segunda tabla,
aunque cambiando el orden y añadiendo «no estafarás», que no aparece en el
decálogo.
Lo curioso es que Jesús no dice nada de los
mandamientos de la primera tabla, que podríamos considerar los más importantes:
no tener otros dioses rivales de Dios, no pronunciar el nombre de Dios en
falso, y santificar el sábado. Para Jesús, de forma bastante escandalosa para
nuestra sensibilidad, para «salvarse» basta portarse bien con el prójimo.
Cuando el protagonista le responde que eso
lo ha cumplido desde joven, Jesús lo mira con cariño y le propone algo nuevo:
que deje de pensar en la otra vida y piense en esta vida, dándole un sentido
nuevo. Hasta ahora, incluso cumpliendo los mandamientos, él sigue siendo
el centro de su vida. Lo que le pide Jesús es que cambie de orientación:
renunciando a sus bienes, renuncia a sí mismo, y otras personas ocupan el
horizonte: primero los pobres, de forma inmediata; luego, de manera definitiva,
Jesús, al que debe seguir para siempre.
La reacción del rico. El programa de Jesús se limita a tres
verbos: vender, dar, seguir. El joven no vende, no da, no sigue. Se aleja.
«Porque era muy rico». Con esta actitud, no pierde la vida eterna (que depende
de los mandamientos observados), pero pierde el seguir a Jesús, dar
plenitud a su vida ahora, en la tierra.
Mientras el rico se aleja, tiene lugar la
segunda escena, en la que Jesús completa su enseñanza sobre el peligro de la
riqueza y el problema de los ricos.
…Jesús mirando
alrededor, dijo a sus discípulos:
‒ ¡Qué difícil
les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!
Las palabras «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a
los que tienen riquezas!» requieren una aclaración. Entrar en el
reino de Dios no significa salvarse en la otra vida. Eso ya ha quedado
claro que se consigue mediante la observancia de los mandamientos, sea uno rico
o pobre. Entrar en el Reino de Dios significa entrar en la comunidad
cristiana, comprometerse de forma seria y permanente con la persona de
Jesús en esta vida.
Ante el asombro de los discípulos, Jesús
repite su enseñanza añadiendo la famosa comparación del camello por el ojo de
la aguja. Ya en la alta Edad Media comenzó a interpretarse el ojo de la aguja
como una puerta pequeña en la muralla de Jerusalén; pero esa puerta nunca ha
existido y la explicación sólo pretende suavizar las palabras de Jesús de
manera un tanto ridícula. Jesús expresa con imaginación oriental la dificultad
de que un rico entre en la comunidad cristiana.
¿Por qué se espantan los discípulos? Su reacción
podemos interpretarla de dos formas, según los dos posibles sentidos del verbo
griego:
1) ¿quién puede salvarse?;
2) ¿quién puede subsistir?
En el primer caso, los discípulos reflejarían
la mentalidad de que la riqueza es una bendición de Dios; si los ricos no se
salvan, ¿quién podrá salvarse?
En el segundo caso, los discípulos
pensarían que la comunidad no puede subsistir si no entran ricos en ella que
pongan sus bienes a disposición de todos.
En cualquier hipótesis, la respuesta de
Jesús («Dios lo puede todo») da por terminado el tema.
Los discípulos: Jesús vale más que todo
Pedro se puso a decirle:
‒ Ya
ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
La intervención de Pedro no empalma
con lo anterior, sino que contrasta la actitud de los discípulos con la del
rico: «nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido». Ahora quiere saber qué
les tocará.
La respuesta de Jesús enumera siete objetos
de renuncia, como símbolo de renuncia total: casa, hermanos, hermanas, madre,
padre, hijos, tierras. Todo ello tendrá su recompensa en esta vida (cien veces
más en todo lo anterior, menos en padres) y, en la otra, vida eterna. Pero, al
hablar de la recompensa en esta vida, Mc añade «con persecuciones».
Decía Salomón que, con la sabiduría «me vinieron todos los bienes juntos». A los discípulos, la abundancia
de bienes se la proporciona el seguimiento de Jesús.
Santo Tomás de Villanueva
Es uno de los
santos de mayor brillo en el santoral agustiniano. Nació en Fuenllana (España),
un pequeño pueblo de la provincia de Ciudad Real, el año 1486. La educación
recibida de sus padres y su paso como alumno por el convento franciscano de
Villanueva de los Infantes, marcaron en su alma una particular sensibilidad por
los pobres. Más tarde, recibiría el título de “Limosnero de Dios” y “Arzobispo
de los pobres”.
Murió en 1555. Fue declarado beato en
1618 por Pablo V y proclamado santo por Alejandro VII el 1 de noviembre de
1688. Por su celo apostólico, su doctrina, su atención a los pobres y sus
intuiciones pastorales, ha pasado a la historia como modelo de obispo. Sus
restos mortales se conservan en la catedral de Valencia.
Le llamaban "el divino Tomás", Era un inmenso predicador, que
había nacido en Fuenllana (Ciudad Real) en 1486, de padres caritativos, de los
que heredó su amor por los pobres: “Madre, le dijo Tomás, ya podéis dejar pan
abundante en la panera; pues si no tenéis cuidado, pronto no habrá una sola
gallina en el gallinero”. Vivió sus primeros años en Villanueva de los
Infantes, de donde recibirá el “nombre”. A los quince años, fue enviado a
estudiar a la Universidad renacentista de Alcalá, de la que llegó a ser maestro,
con una vasta competencia en las ciencias humanas y sagradas. Allí obtuvo, el
título de “Maestro” de lógica, física y metafísica. Continuó estudiando
teología durante tres cursos. Bachiller en artes y Licenciado en Teología, le
encargaron la Cátedra de Lógica. Sus estudios en Alcalá, le habían dejado una
profunda impronta humanística. Poseía una inteligencia excepcionalmente lúcida
y un criterio muy práctico para dar opiniones sobre temas difíciles. Pero tuvo
que ejercitarse continuamente para adquirir una buena memoria y luchar mucho
para que las distracciones no le alejaran de los temas que quería tratar.
FRAILE AGUSTINO
En Salamanca viste el hábito de la Orden de San Agustín, que, por aquellos
mismos días, Lutero tira a las zarzas. Se ordena de Sacerdote en 1518. Fue
nombrado Prior de Salamanca, Provincial de Andalucía, Prior de Burgos;
Provincial de Castilla, Prior de Burgos. Carlos V, que siente por él una
especial predilección y le considera una persona clave para la reforma de su
reino, le nombra predicador y consejero suyo.
El emperador Carlos V le había ofrecido el nombramiento de arzobispo de
Granada, pero él no lo aceptó. Un día el emperador le dijo a su secretario:
Escriba: "Arzobispo de Valencia, será el Padre...", y le dictó el
nombre de otro sacerdote. Cuando fue a firmar el decreto leyó que el secretario
había escrito: "Arzobispo de Valencia, Tomás de Villanueva".
"¡Pero este no fue el que yo le dicté!", dijo el emperador.
"Perdone, señor" – le respondió el secretario. "Me pareció haberle
oído ese nombre. Pero lo borraré". "No, no lo borre, dijo Carlos V,
el otro era el que yo pensaba elegir, pero éste es el que Dios quiere que sea
elegido". Y mandó que lo llamaran para darle noticia del nombramiento.
Tomás se negó a obedecer al emperador. Sólo aceptó tan alto cargo cuando su
superior se lo mandó bajo obediencia.
ENTRADA EN VALENCIA
Llegó a Valencia de noche mientras caía un fortísimo aguacero, acompañado
solamente por un religioso. Pidió que lo hospedaran por caridad en el convento
de los Padres Agustinos, diciendo que le bastaba una estera en el suelo para
dormir. Antes de tomar posesión del arzobispado hizo seis días de retiro,
oración y penitencia en el convento. Los sacerdotes de la ciudad le obsequiaron
con 4000 monedas de plata que entregó al hospital diciendo: "los pobres
necesitan esto más que yo. ¿Qué lujos y comodidades puede necesitar un sencillo
fraile y religioso como soy yo?". Lo criticaban porque usaba una sotana
muy vieja y desteñida, y él respondía: "Lo importante no es una sepultura.
Lo importante es embellecer el alma que nunca se va a morir". Le costó
mucho al clero catedralicio que aceptara un sombrero de seda, pero a él le
parecía que los pobres se lo reclamaban. Y muchas veces enseñaba el sombrero
con sonrisa de burla, diciendo:”Aquí tenéis mí dignidad episcopal. Mis señores,
los canónigos, han creído que no podía ser obispo sin esto”.
SITUACION DE LA DIOCESIS
Valencia, vivía unas condiciones espirituales deplorables, después de un
siglo sin un Obispo residente, con muchos clérigos en situación irregular y
atenazada por la agitación morisca. Tomás busca la recristianización de la
diócesis. Para ello funda el colegio-seminario de la Presentación en 1550, para
formar al clero. Tiene muy claro que un Arzobispo sin la ayuda de los
sacerdotes, limita mucho su influencia pastoral. Debe cuidar, atender, animar,
santificar a sus sacerdotes. Eso, que cuesta tanto a ciertas personas y que yo
no puedo entender. Lo que más le interesaba era transformar a sus sacerdotes. A
los menos cumplidores se los ganaba a base de consejos y peticiones amables y
los hacía mejorar. A uno que no quería cambiar, lo llamó a su palacio y le
dijo: "Yo soy el que tengo la culpa de que usted no quiera enmendarse.
Porque no he hecho penitencias por su conversión, por eso no ha cambiado".
Y quitándose la camisa empezó a darse latigazos hasta derramar sangre. El otro
se arrodilló llorando y le pidió perdón y mejoró totalmente su conducta. ¿Qué
no puede hacer un Arzobispo si se gana la confianza sincera y cordial de sus
sacerdotes? No se debe preocupar de que los sacerdotes no le quieran sino de si
es él el que quiere de verdad a sus sacerdotes.
PREDICADOR FORMIDABLE
El emperador
Carlos V al oírle predicar exclamaba: "Este obispo conmueve hasta las
piedras". Y cuando estaba en la ciudad, nunca faltaba a sus sermones. Su
predicación producía cambios impresionantes en los oyentes, y aun hoy día
conmueven a quienes los leen. La gente decía que Tomás de Villanueva era como
un nuevo apóstol San Pablo. Fue el “predicador” más grande de su tiempo, pero
su fuerza más que en la palabra, la ejercía con el ejemplo de su vida, que es
lo que definitivamente convencía. Contemporáneo suyo será Fray Juan de Sahagún
en Salamanca. Los dos impresionantes predicadores, éste más gracioso, hasta
quizá pasarse, Tomás más serio, como fiel cumplidor de las normas dadas a los
predicadores por Fray Luís de Granada: “Nada digan de lo que puedan con razón
ofenderse los oyentes; nada digan con insolencia, nada con arrogancia, nada con
descaro, nada con desvergüenza, nada injurioso, nada soez, nada
chocarreramente, nada bajo, nada licenciosa, indecente y viciosamente, sino que
todo el carácter de la oración represente modestia, humanidad, caridad, celo y
un deseo fervoroso de la verdadera caridad.
SUS ACTIVIDADES COMO ARZOBISPO
El Arzobispo convoca un Sínodo y visita todas las parroquias, actuando con
mano enérgica y paternal. Envió misioneros al Perú. Encuentra su inspiración en
las enseñanzas del Buen Pastor, en San Pablo y en los grandes obispos. Será
llamado el “San Bernardo español” por su profundidad teológica sobre la Virgen.
Se distinguió por su asistencia a los pobres y enfermos y decía que la cama de
un enfermo es como la zarza ardiente de Moisés, en la cual se logra encontrar
con Dios y hablar con Él, entre las espinas de incomodidad que lo rodean. La
evangelización a los moriscos y la dedicación a la juventud, también acaparó
parte de sus energías. La intensa actividad afianzada en su gran erudición, le
consagra como uno de los hombres más respetados de su tiempo y modelo del
obispo. En Valencia, se mostró como verdadero modelo de buen pastor,
sobresaliendo por su caridad, pobreza, prudencia y celo apostólico. Se le
reconoce como “El Obispo de los pobres”, envió a América los primeros Padres
Agustinos que llegaron a México.
SU ORACION MISTICA
Frecuentemente mientras celebraba la Santa Misa o rezaba los Salmos, le
sobrevenían los éxtasis y se olvidaba de todo lo que lo rodeaba y sólo pensaba
en Dios. En esos momentos el rostro le brillaba intensamente. Predicando en
Burgos contra el pecado, tomó en sus manos un crucifijo y levantándolo gritó
"¡Pecadores, mírenlo!", y no pudo decir más, porque se quedó en
éxtasis, y así estuvo un cuarto de hora, mirando hacia el cielo, contemplando
lo sobrenatural. Al volver en sí, dijo a la multitud que estaba maravillada:
"Perdonen hermanos por esta distracción. Trataré de enmendarme". En
un sermón de la Transfiguración, dijo: “En cuanto a mí me ha sido dado, sin
ningún mérito mío, subir con él hasta la santa montaña y contemplar la gracia
de su rostro, aunque sólo fuese de lejos, ¡con qué lágrimas, con qué entusiasmo
gritaba entonces: Señor, ¡bueno es estar aquí! No permitáis que descienda
jamás. No os alejéis, por favor. ¡Que sea así toda mi vida, todos los días de
mi vida! ¿Para qué quiero más?” Pero el camino de la perfección no se ha de
recorrer al vuelo, sino paso a paso: “Non pervolanda, sed perambulanda est”.
ATIENDE A TODOS
Aunque dedicaba muchas horas a rezar y a meditar, su secretario tenía la
orden de llamarlo cuando alguna persona necesitara consultarle o pedirle algo.
A su palacio arzobispal acudían cada día centenares de pobres a pedir ayuda, y
nadie se iba sin recibir algún regalo o algún dinero. Especial cuidado tenía el
prelado para ayudar a los niños huérfanos. Y las muchachas pobres de la ciudad,
el día de su matrimonio recibía un buen regalo del arzobispo. A quienes lo
criticaban por dar demasiadas ayudas incluso a vagos, les decía: "mi
primer deber es no negar un favor a quien lo necesita, si en mi poder está el
hacerlo. Si abusan de lo que reciben, ellos responderán ante Dios". A los
ricos les insistía continua y fuertemente sobre el deber tan grave que cada uno
tiene de dar limosnas de todo lo que le sobre, en vez de gastarlo en lujos y
cosas inútiles. Decía a la gente: "¿En qué otra cosa puedes gastar mejor
tu dinero que en pagar tus pecados, haciendo limosna? Si quieres que Dios oiga
tus oraciones, tienes que escuchar la petición de ayuda que te hacen los
pobres. Debes anticiparte a repartir ayudas a los que no se atreven a
pedir".
Algunos le decían que debía ser más fuerte y lanzar maldiciones contra los
que vivían amancebados. Él respondía: "Hago todo lo que me es posible por
animarlos a que se pongan en paz con Dios y que no vivan en pecado. Pero nunca
quiero emplear métodos agresivos contra nadie". Si oía hablar de otro
respondía: "Quizás lo que hizo fue malo, pero probablemente sus
intenciones eran buenas".
SU MUERTE
En septiembre de 1555 sufrió una angina de pecho e inflamación de la
garganta. Mandó repartir entre los pobres todo el dinero que había en su casa.
Hizo que le celebrara la Misa en su habitación, y exclamó: "Que bueno es
Nuestro Señor: a cambio de que lo amemos en la tierra, nos regala su cielo para
siempre". Y murió cuando tenía 66 años, el 8 de septiembre de 1555. Beatificado
en 1618, el Papa Alejandro VII lo canonizó en 1658. Sus restos se conservan en
la iglesia catedral de Valencia. Su fiesta se celebra el 10 de Octubre.
(Fuente: jmarti.ciberia.es)
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