16 - DE
OCTUBRE – SÁBADO –
28ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
Santa EDUVIGIS, religiosa
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Romanos (4,13.16-18):
No fue la
observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo
para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como
todo depende de la fe, todo es gracia; así la promesa está asegurada para toda
la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la
que nace de la e de Abrahán, que es padre de todos nosotros.
Así, dice la Escritura:
«Te hago padre de muchos pueblos.»
Al encontrarse con el Dios que da vida a
los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó.
Apoyado en la esperanza, creyó, contra
toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le
había dicho:
«Así será tu descendencia.»
Palabra de Dios
Salmo: 104,6-7.8-9.42-43
R/. El Señor se acuerda de su
alianza eternamente
¡Estirpe de
Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.
Se acuerda de
su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.
Porque se
acordaba de la palabra sagrada
qué había dado a su siervo Abrahán,
sacó a su pueblo con alegría,
a sus escogidos con gritos de triunfo. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (12,8-12):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si uno se pone de mi parte ante los
hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de
Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles
de Dios.
Al que hable contra el Hijo del hombre
se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le
perdonará.
Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante
los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o
de cómo os vais a defender.
Porque el Espíritu Santo os enseñará en
aquel momento lo que tenéis que decir.»
Palabra del Señor
1. Lo más lógico es pensar
que este texto nos presenta una situación claramente polémica, de duro
enfrentamiento, que seguramente era vivido por la comunidad cristiana para la
que escribe Lucas su evangelio. Pero debemos tener la libertad y la audacia de
aplicar el Evangelio a lo que estamos viendo y viviendo en la actualidad.
En la Iglesia se cometen abusos contra menores,
mujeres, personas pobres o ignorantes, trabajadores a los que no les pagan sus
derechos laborales.
Cuando los "pecados" llegan a
ser "delitos", - ¿por qué se despacha el asunto en el confesionario y
no se lleva al juzgado? - ¿Creemos o no creemos en el
Evangelio? - ¿Es más digna la "imagen de la Iglesia" que
el derecho de las "víctimas"?
Quien comete un delito grave, - ¿por qué
lo oculta?
2. La situación se presenta como dramática disyuntiva: hay que tomar partido en la vida. O ponerse de parte de Jesús o renegar de haberle conocido y tener algún tipo de relación con él.
Jesús no admite medias tintas. Jesús fue conflictivo durante su vida en este mundo. Y la relación con él sigue siendo conflictiva. Porque nos enfrenta, a cuantos tenemos la pretensión de ser discípulos suyos y seguirle, a decisiones como estas.
O estás siempre a favor de los pobres o
estás claramente en contra de ellos.
O te pones de parte de los que están
abajo; o prefieres colocarte con los que están arriba.
O estás de acuerdo con que las cosas
sigan como están; o decides emplear tu vida y tus posibilidades para que esta
miseria de mundo, que mata cada día de hambre, se acabe de una vez.
3. Hay quienes se rompen la cabeza pensando si hay un pecado contra el Espíritu Santo que no tiene perdón.
En cualquier caso, lo que no tiene
perdón es ver a tanta gente sufrir y quedarse con los brazos cruzados.
Todos podemos hacer algo. Todos tenemos
que hacerlo. Hasta que nos veamos ante tribunales, ya sea en
"sinagogas" (tribunales eclesiásticos), ya sea ante "magistrados
y autoridades" (tribunales civiles). Y no hay que preocuparse.
Lo que nos tiene que preocupar es que a
casi nadie nos lleven a los tribunales, no por asuntos personales, sino por
declararse a favor de los que nadie quiere ver.
Santa EDUVIGIS, religiosa
Año 1243
Nació en Baviera hacia el año 1174; se
casó con el príncipe de Silesia, del que tuvo siete hijos. Llevó una vida de
piedad, dedicándose a socorrer a pobres y enfermos, fundando para ellos lugares
de asilo. Al morir su esposo, ingresó en el monasterio de Trebnitz, donde murió
en el año 1243.
Santa Eduvigis: pídele al Señor que nosotros seamos más generosos en compartir nuestros
bienes con los necesitados.
Quien da al pobre presta a Dios y Dios
le recompensará (S. Biblia).
Una viuda con tres hijos y tres hijas,
que se dedica a restaurar conventos y repartir ayudas con gran generosidad a
los pobres, esa es Eduvigis, santa muy antigua pero muy popular todavía en
muchas regiones de la tierra.
Nació en
Baviera, Alemania en 1174. Era hermana de Santa Gertrudis y tía de Santa Isabel
de Hungría.
Desde sus
tiernos años colocó Dios en Santa Eduwigis todos sus afectos; no obstante que
le lisonjeaban los aplausos y delicias de la corte de Bertoldo, su padre,
Marqués de Moravia (en la actual República Checa).
Puesta en
estado de matrimonio con Enrique, Duque de Polonia, igual suyo así en la
soberanía como en la piedad, movió a éste con sus ejemplos a cultivar las
virtudes propias de un príncipe cristiano. Por consejo de ella, su marido fundó
varios conventos de religiosas, y para construirlos llevaba a los bandidos que
estaban en las cárceles, y así les hacía ser útiles a la patria.
Educó a sus
hijos en el temor divino y logró que todos vivieran arreglados a la Ley del
Señor.
Alcanzó de su
esposo licencia para vivir en castidad y el buen Enrique, a imitación de su
esposa, se obligó también a guardarla. Casi treinta años vivieron estos
consortes como ángeles. Luego de la muerte de su esposo, se hizo religiosa.
Los largos
años de su vejez los empleó en fundar conventos y en ayudar pobres. En los
conventos pasaba muchas temporadas viviendo como la más observante de las
monjas. Oraba sin intermisión y derramando su corazón cierta vez ante un
crucifijo, vio que, desclavando de la cruz la mano diestra, Jesús le daba su bendición
y oyó que le decía: "He escuchado tu oración, alcanzarás lo que
pidas".
Todo lo daba
para los necesitados. Mortificaba su cuerpo con sangrientas penitencias. Andaba
descalza sobre la nieve y los pies le sangraban. Llevaba un par de zapatos en
la cintura por si venía alguna persona, calzárselos y que así no se dieran
cuenta de la penitencia que hacía. Un día un sacerdote le dio un par de zapatos
nuevos y le dijo: "le pongo como penitencia el llevarlos siempre
puestos". Días más tarde la encontró descalza. "¿No le dije que debía
llevar los zapatos puestos?" Ella le respondió: "Sí, los llevo
puestos en un maletín que llevo a las espaldas". Y los sacó de allí.
Aseguró
doncellas, dotó monjas, amparó religiosas y en el mundo, por su caritativa
compasión, se constituyó deudora de los desvalidos; pero especialmente se
esmeró con trece pobres, que en la honra de su Divino Jesús y sus doce
apóstoles, agregó a su familia y a los cuales llevaba siempre consigo, para
servirles y regalarles. Le llevó a la Santa gran
parte de su misericordia la tribulación de aquellos miserables que,
hallándose cargados de deudas, no podían por su pobreza satisfacerlas; ella las
pagaba, los liberaba de ellas.
A una
religiosa ciega la curó al imponerle las manos y rezar por ella. A varias
personas les anunció lo que les iba a suceder en lo futuro. Ella misma supo con
anticipación la fecha de su muerte. Pidió la Unción de los enfermos, cuando no
parecía sufrir de enfermedad grave. Y en verdad que sí ya se iba a morir y
nadie lo imaginaba.
Amó
tiernísimamente a María Santísima, de quien traía siempre consigo una pequeña
imagen que le cabía en el puño, y fue caso prodigioso que habiendo muerto con
ella en la mano, no fue posible quitársela. Lo más admirable fue que,
trasladándose el cadáver después de muchos años, se le halló con la imagen
empuñada, y los dedos con los que la tenía, incorruptos. Murió el 15 de octubre
de 1243 a los 65 años.
Las grandes
riquezas que le dejó su esposo las repartió entre los pobres. En Polonia ha
sido siempre muy estimada por los católicos.
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