29 - DE
OCTUBRE – VIERNES –
30ª – SEMANA DEL T. O. – B –
San Saturnino
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Romanos (9,1-5):
Digo la
verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura
que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante en mi corazón, pues
por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso
ser un proscrito lejos de Cristo.
Ellos descienden de
Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza,
la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la
carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los
siglos. Amén.
Palabra de
Dios
Salmo: 147,12-13.14-15.19
R/. Glorifica al Señor,
Jerusalén
Glorifica
al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.
Ha
puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz. R/.
Anuncia
su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
14, 1-6
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para
comer, y ellos le estaban espiando. Jesús se encontró delante de un hombre
enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los letrados y fariseos, preguntó:
"¿Es lícito curar los sábados o
no?"
Ellos se quedaron callados.
Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo
despidió. Y a ellos les dijo:
"Si a uno de vosotros se le cae el
burro o el buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado?"
Y se quedaron sin respuesta.
1. Una vez más, nos encontramos
con el mismo problema. El problema de la observancia del sábado, que, en
definitiva, es el problema de la religión.
No por lo que se refiere a la práctica o
al abandono de la religión, sus creencias y sus ceremonias. Jesús nunca
puso esas cosas en cuestión.
Lo que Jesús cuestiona, y es lo que les
plantea a los fariseos observantes, consiste en saber si lo primero en la vida
es la obediencia a la religión o el respeto a la vida humana. Porque ese era el
problema que se planteaba constantemente en Israel.
2. Si intentamos profundizar más
en este asunto, pronto nos damos cuenta de que resolver esta cuestión no es
solucionar una simple curiosidad. En esto hay en juego algo mucho más
serio. A fin de cuentas, la religión consiste en esa serie de verdades
absolutas, de normas de conducta y de prácticas sagradas o rituales y
ceremonias del culto.
En la mentalidad de los entendidos en
cosas de religión, las verdades que se creen, las normas que se cumplen y las
ceremonias que se practican, todo eso, no es sino un conjunto de
"mediaciones" de las que pensamos que nos ponen en contacto con Dios
y, si se observan, nos hacen buenas personas y nos acercan al Señor.
Pues bien, esto supuesto, la pregunta
que se plantea constantemente en el Evangelio es si las "mediaciones"
decisivas, entre el hombre y Dios, son las mediaciones "de la
religión" o son las mediaciones "de la vida": la defensa de la
vida humana, su dignidad, su felicidad, etc.
3. La respuesta de Jesús es clara
y tajante: lo primero es la vida humana y todo lo que la defiende, la protege,
la dignifica, la hace feliz. Todo lo demás, incluida la observancia religiosa,
queda en segundo plano.
Y este relato termina diciendo que, ante
esta cuestión, la religión no tiene nada que decir.
San Saturnino
Saturnino, obispo
de Tolosa, es uno de los santos más populares en Francia y en España. La Passio
Saturnini es ante todo un documento muy importante para el conocimiento de la
antigua Iglesia de la Galia. Según el autor de la Pasión, escrita entre el 430 y
el 450, Saturnino fijó su residencia en Tolosa en el 250, bajo el consulado de
Decio y Grato. En ese tiempo, refiere el autor, en Galia había pocas
comunidades cristianas, con escaso número de fieles, mientras los templos
paganos se llenaban de fieles que sacrificaban a los ídolos.
Saturnino, que
había llegado desde hacía poco a Tolosa, probablemente de África (el nombre es
efectivamente africano) o de Oriente, como se lee en el Missale Gothicum, había
ya reunido los primeros frutos de su predicación, atrayendo a la fe en Cristo a
un buen número de ciudadanos. El santo obispo, para llegar a un pequeño
oratorio de su propiedad, pasaba todas las mañanas frente al Capitolio, es
decir, el principal templo pagano, dedicado a Júpiter Capitolino, en donde los
sacerdotes paganos ofrecían en sacrificio al dios pagano un toro para obtener
las gracias que pedían los fieles.
Parece que la
presencia de Saturnino volvía mudos a los dioses y de esto los sacerdotes
paganos acusaron al obispo cristiano, cuya irreverencia habría irritado la
susceptibilidad de las divinidades paganas. Un día la multitud rodeó
amenazadora a Saturnino y le impuso que sacrificara un toro sobre el altar de
Júpiter. Ante el rechazo del obispo de sacrificar el animal, que poco después
se convertiría en el instrumento inconsciente de su martirio, y sobre todo por
lo que consideraban los paganos un ultraje a la divinidad, pues Saturnino dijo
que no les tenía miedo a los rayos de Júpiter, ya que era impotente porque no
existía, lo agarraron enfurecidos y lo ataron al cuello del toro, al que
picaron para que corriera escaleras abajo del Capitolio arrastrando al obispo.
Saturnino, con el
cuerpo despedazado, murió poco después y su cuerpo quedó abandonado en la
calle, de donde lo recogieron dos piadosas mujeres y le dieron sepultura «en
una fosa muy profunda». Sobre esta tumba, un siglo después, San Hilario
construyó una capilla de madera que pronto fue destruida y se perdió por algún
tiempo su recuerdo, hasta cuando en el siglo VI el duque Leunebaldo, volviendo
a encontrar las reliquias del mártir, hizo edificar en ese lugar la iglesia
dedicada a San Saturnino, en francés Saint-Sernin-du-Taur, que en el
Trescientos tomó el actual nombre de Notre-Dame du Taur.
No hay comentarios:
Publicar un comentario