martes, 5 de octubre de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 7 - DE OCTUBRE – JUEVES – 27ª – SEMANA DEL T. O. – B – Nuestra Señora del Rosario

 

 


7 - DE OCTUBRE – JUEVES –

27ª – SEMANA DEL T. O. – B –

Nuestra Señora del Rosario

 

    Lectura de la profecía de Malaquías (3,13-20a):

 

«Vuestros discursos son arrogantes contra mí –oráculo del Señor–. Vosotros objetáis:

"¿Cómo es que hablamos arrogantemente?"

Porque decís:

"No vale la pena servir al Señor; ¿qué sacamos con guardar sus mandamientos?; ¿para qué andamos enlutados en presencia del Señor de los ejércitos?

Al contrario: nos parecen dichosos los malvados; a los impíos les va bien; tientan a Dios, y quedan impunes."

Entonces los hombres religiosos hablaron entre sí:

"El Señor atendió y los escuchó."

Ante él se escribía un libro de memorias a favor de los hombres religiosos que honran su nombre. Me pertenecen –dice el Señor de los ejércitos– como bien propio, el día que yo preparo.

Me compadeceré de ellos, como un padre se compadece del hijo que lo sirve. Entonces veréis la diferencia entre justos e impíos, entre los que sirven a Dios y los que no lo sirven. Porque mirad que llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré el día que ha de venir –dice el Señor de los ejércitos–, y no quedará de ellos ni rama ni raíz. Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas.»

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 1

 

     R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor

 

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,

ni entra por la senda de los pecadores,

ni se sienta en la reunión de los cínicos;

sino que su gozo es la ley del Señor,

y medita su ley día y noche. R/.

 

Será como un árbol

plantado al borde de la acequia:

da fruto en su sazón

y no se marchitan sus hojas;

y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

 

No así los impíos, no así;

serán paja que arrebata el viento.

Porque el Señor protege el camino de los justos,

pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

 

     Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,5-13):

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos:

«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.

Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.

¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?

¿O si le pide un pez, le dará una serpiente?

¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?

Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»

 

Palabra del Señor

 

1.  En este evangelio, Jesús no solo recomienda la oración de petición, sino

que además elogia la insistencia en esta forma de oración. Y la elogia hasta el punto de dar la impresión de que atribuye la eficacia de la oración precisamente a esa insistencia, sin cansarse, sin desfallecer, incluso haciéndose pesado en la repetición machacona de quien ora y reza sin tregua ni descanso.

¿Por qué es esa precisamente la forma de orar que Jesús recomienda?

 

2.  Deberíamos tener presente que orar, en forma de petición, es expresar un deseo. Por tanto, oramos con insistencia cuando nuestro deseo es insistente y no se cansa en el anhelo que nos impulsa.

En la insistencia del que no se cansa de repetir la misma petición, superando todo desaliento, se demuestra, ante todo, la fuerza del deseo: quien tanto pide la misma cosa, es que la desea mucho.  Pero, sobre todo, al insistir tanto, el orante demuestra, no solo el deseo intenso, sino además la confianza. Lo cual es clave. Porque quien se fía ciegamente de otro, eso es lo que mejor indica que ese otro significa tanto en la vida, que el "exceso de aprecio" lleva derechamente al "exceso de identificación" con lo que el otro quiere, desea o necesita.

Cuando dos personas se aprecian enormemente, la identificación entre ambas produce la identificación de deseos o necesidades: lo que uno desea o anhela, lo desea y anhela el otro igualmente.

 

3.  La poca fe que tenemos en la oración es la señal más clara de la poca fe que nos guía en la vida.

Nuestro aprecio de Jesús es más teórico que vital. En teoría, en teología, en nuestras lecturas, Jesús nos admira, nos entusiasma incluso. Pero la verdad es que no pasamos de eso. Y si hablamos del Padre del cielo, es un hecho que tenemos que vernos en apuros muy graves para acudir con insistencia y fe ciega en el Padre.

Nos conviene revisar nuestra oración de petición.  Porque eso es, en definitiva, revisar nuestra auténtica relación con

Jesús. Y con Dios.


Nuestra Señora del Rosario

 


Esta conmemoración fue instituida por el papa san Pío V en el día aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la batalla naval de Lepanto (1571), victoria atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del Rosario.

La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.

 

El 7 de octubre se celebra a la Virgen del Rosario, advocación que hace referencia al rezo del Santo Rosario que la propia Madre de Dios pidió que se difundiera para obtener abundantes gracias.

En el año 1208 la Virgen María se le apareció a Santo Domingo y le enseñó a rezar el Rosario para que lo propagara. El santo así lo hizo y su difusión fue tal que las tropas cristianas, antes de la Batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), rezaron el Santo Rosario y salieron victoriosos.

El Papa San Pío V en agradecimiento a la Virgen, instituyó la fiesta de la Virgen de las Victorias para el primer domingo de octubre y añadió el título de “Auxilio de los Cristianos” a las letanías de la Madre de Dios.

Más adelante, el Papa Gregorio XIII cambió el nombre de la Fiesta al de Nuestra Señora del Rosario y Clemente XI extendió la festividad a toda la Iglesia de occidente. Posteriormente San Pío X la fijó para el 7 de octubre y afirmó: “Denme un ejército que rece el Rosario y vencerá al mundo”.

Rosario significa “corona de rosas y, tal como lo definió el propio San Pío V, “es un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo un Padrenuestro entre cada diez Avemarías y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida de Nuestro Señor".

San Juan Pablo II, quien añadió los misterios luminosos al rezo del Santo Rosario, escribió en su Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae” que este rezo mariano “en su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad”.

El Papa peregrino termina esa misma Carta con una hermosa oración del Beato Bartolomé Longo, apóstol del Rosario, que dice:

Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios,

vínculo de amor que nos une a los Ángeles,

torre de salvación contra los asaltos del infierno,

puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás.

Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía.

Para ti el último beso de la vida que se apaga.

Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre,

oh Reina del Rosario de Pompeya,

oh Madre nuestra querida,

oh Refugio de los pecadores,

oh Soberana consoladora de los tristes.

Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo.

 

 

              

 


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