7 - DE OCTUBRE
– JUEVES –
27ª –
SEMANA DEL T. O. – B –
Nuestra Señora del Rosario
Lectura de la profecía de
Malaquías (3,13-20a):
«Vuestros
discursos son arrogantes contra mí –oráculo del Señor–. Vosotros objetáis:
"¿Cómo es que hablamos
arrogantemente?"
Porque decís:
"No vale la pena servir al Señor;
¿qué sacamos con guardar sus mandamientos?; ¿para qué andamos enlutados en
presencia del Señor de los ejércitos?
Al contrario: nos parecen dichosos los
malvados; a los impíos les va bien; tientan a Dios, y quedan impunes."
Entonces los hombres religiosos hablaron
entre sí:
"El Señor atendió y los
escuchó."
Ante él se escribía un libro de memorias
a favor de los hombres religiosos que honran su nombre. Me pertenecen –dice el
Señor de los ejércitos– como bien propio, el día que yo preparo.
Me compadeceré de ellos, como un padre
se compadece del hijo que lo sirve. Entonces veréis la diferencia entre justos
e impíos, entre los que sirven a Dios y los que no lo sirven. Porque mirad que
llega el día, ardiente como un horno: malvados y perversos serán la paja, y los
quemaré el día que ha de venir –dice el Señor de los ejércitos–, y no quedará
de ellos ni rama ni raíz. Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol
de justicia que lleva la salud en las alas.»
Palabra de Dios
Salmo: 1
R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Dichoso el
hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
Será como un
árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los
impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (11,5-13):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a los discípulos:
«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y
viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes,
pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle."
Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está
cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para
dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y
se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le
dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros: Pedid y se
os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe,
quien busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el
hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una
serpiente?
¿O si le pide un huevo, le dará un
escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos,
sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial
dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»
Palabra del Señor
1. En este evangelio, Jesús
no solo recomienda la oración de petición, sino
que además elogia la insistencia en esta forma de oración. Y la elogia
hasta el punto de dar la impresión de que atribuye la eficacia de la oración
precisamente a esa insistencia, sin cansarse, sin desfallecer, incluso
haciéndose pesado en la repetición machacona de quien ora y reza sin tregua ni
descanso.
¿Por qué es esa precisamente la forma de
orar que Jesús recomienda?
2. Deberíamos tener presente
que orar, en forma de petición, es expresar un deseo. Por tanto, oramos con
insistencia cuando nuestro deseo es insistente y no se cansa en el anhelo que
nos impulsa.
En la insistencia del que no se cansa de
repetir la misma petición, superando todo desaliento, se demuestra, ante todo,
la fuerza del deseo: quien tanto pide la misma cosa, es que la desea
mucho. Pero, sobre todo, al insistir tanto, el orante demuestra, no
solo el deseo intenso, sino además la confianza. Lo cual es clave. Porque quien
se fía ciegamente de otro, eso es lo que mejor indica que ese otro significa
tanto en la vida, que el "exceso de aprecio" lleva derechamente al
"exceso de identificación" con lo que el otro quiere, desea o
necesita.
Cuando dos personas se aprecian
enormemente, la identificación entre ambas produce la identificación de deseos
o necesidades: lo que uno desea o anhela, lo desea y anhela el otro igualmente.
3. La poca fe que tenemos en la oración es la señal más clara de la poca fe que nos guía en la vida.
Nuestro aprecio de Jesús es más teórico
que vital. En teoría, en teología, en nuestras lecturas, Jesús nos admira, nos
entusiasma incluso. Pero la verdad es que no pasamos de eso. Y si hablamos del
Padre del cielo, es un hecho que tenemos que vernos en apuros muy graves para
acudir con insistencia y fe ciega en el Padre.
Nos conviene revisar nuestra oración de
petición. Porque eso es, en definitiva, revisar nuestra auténtica
relación con
Jesús. Y con Dios.
Nuestra Señora del Rosario
Esta conmemoración fue instituida por el
papa san Pío V en el día aniversario de la victoria obtenida por los cristianos
en la batalla naval de Lepanto (1571), victoria atribuida a la Madre de Dios,
invocada por la oración del Rosario.
La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los
misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un
modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección
del Hijo de Dios.
El 7 de
octubre se celebra a la Virgen del Rosario, advocación que hace referencia al
rezo del Santo Rosario que la propia Madre de Dios pidió que se difundiera para
obtener abundantes gracias.
En el año 1208
la Virgen María se le apareció a Santo Domingo y le enseñó a rezar el Rosario
para que lo propagara. El santo así lo hizo y su difusión fue tal que las
tropas cristianas, antes de la Batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571),
rezaron el Santo Rosario y salieron victoriosos.
El Papa San
Pío V en agradecimiento a la Virgen, instituyó la fiesta de la Virgen de las
Victorias para el primer domingo de octubre y añadió el título de “Auxilio de
los Cristianos” a las letanías de la Madre de Dios.
Más adelante,
el Papa Gregorio XIII cambió el nombre de la Fiesta al de Nuestra Señora del
Rosario y Clemente XI extendió la festividad a toda la Iglesia de occidente.
Posteriormente San Pío X la fijó para el 7 de octubre y afirmó: “Denme un
ejército que rece el Rosario y vencerá al mundo”.
Rosario
significa “corona de rosas y, tal como lo definió el propio San Pío V, “es un
modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo
el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo un Padrenuestro entre cada
diez Avemarías y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida de Nuestro
Señor".
San Juan Pablo
II, quien añadió los misterios luminosos al rezo del Santo Rosario, escribió en
su Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae” que este rezo mariano “en su
sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas
iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de
santidad”.
El Papa
peregrino termina esa misma Carta con una hermosa oración del Beato Bartolomé
Longo, apóstol del Rosario, que dice:
Oh Rosario
bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios,
vínculo de amor que nos une a los
Ángeles,
torre de salvación contra los asaltos
del infierno,
puerto seguro en el común naufragio, no
te dejaremos jamás.
Tú serás nuestro consuelo en la hora de
la agonía.
Para ti el último beso de la vida que se
apaga.
Y el último susurro de nuestros labios
será tu suave nombre,
oh Reina del Rosario de Pompeya,
oh Madre nuestra querida,
oh Refugio de los pecadores,
oh Soberana consoladora de los tristes.
Que seas bendita por doquier, hoy y
siempre, en la tierra y en el cielo.
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