12 - DE ENERO – MIERCOLES –
1ª – SEMANA DEL T.O. – C
San Benito Biscop
Lectura del primer libro de Samuel
(3,1-10.19-20):
En aquellos
días, el niño Samuel oficiaba ante el Señor con Elí. La palabra del Señor era
rara en aquel tiempo, y no abundaban las visiones.
Un día Elí estaba acostado en su
habitación. Sus ojos empezaban a apagarse, y no podía ver. Aún ardía la lámpara
de Dios, y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca
de Dios.
El Señor llamó a Samuel, y él respondió:
«Aquí estoy.»
Fue corriendo a donde estaba Elí y le
dijo:
«Aquí estoy; vengo porque me has
llamado.»
Respondió Elí:
«No te he llamado; vuelve a acostarte.»
Samuel volvió a acostarse.
Volvió a llamar el Señor a Samuel. Él se
levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo:
«Aqui estoy; vengo porque me has
llamado.»
Respondió Elí:
«No te he llamado, hijo mío; vuelve a
acostarte.»
Aún no conocía Samuel al Señor, pues no
le había sido revelada la palabra del Señor.
Por tercera vez llamó el Señor a Samuel,
y él se fue a donde estaba Elí y le dijo:
«Aquí estoy; vengo porque me has
llamado.»
Elí comprendió que era el Señor quien
llamaba al muchacho, y dijo a Samuel:
«Anda, acuéstate; y si te llama alguien,
responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha."»
Samuel fue y se acostó en su sitio. El
Señor se presentó y le llamó como antes:
«¡Samuel, Samuel!»
Él respondió:
«Habla, que tu siervo te escucha.»
Samuel crecía, y el Señor estaba con él;
ninguna de sus palabras dejó de cumplirse; y todo Israel, desde Dan hasta
Berseba, supo que Samuel era profeta acreditado ante el Señor.
Palabra de Dios
Salmo: 39,2.5.7-8a.8b-9.10
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer
tu voluntad
Yo esperaba
con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito.
Dichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños. R/.
Tú no quieres
sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.
«Como está
escrito en mi libro:
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.
He proclamado
tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Marcos (1,29-39):
En aquel
tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón
y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con
fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se
le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le
llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a
la puerta.
Curó a muchos enfermos de diversos males
y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía
hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al
descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo
te busca.»
Él les respondió:
«Vámonos a otra parte, a las aldeas
cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en
las sinagogas y expulsando los demonios.
Palabra del Señor
1. Marcos presenta, en este
relato, el resumen de un día "normal" en la vida de Jesús durante su
ministerio apostólico en Galilea. Se levantaba de madrugada.
Lo primero que hacía era retirarse a un
sitio solitario, para orar al Padre del Cielo.
En segundo lugar, visitaba a alguna
familia o grupo de personas con quienes convivía. Y, sobre todo, dedicaba la
mayor parte de su tiempo a recibir, acoger y curar enfermos. Estas curaciones
se expresan claramente, en muchos casos. Y en otras ocasiones se viene a decir
lo mismo utilizando la expresión de "expulsar demonios". Lo que
equivale a decir que liberaba a la gente de las "causas" que
provocaban los males, las desgracias, lo más duro de la vida.
2. Como es lógico, un hombre
entregado a esta forma de vida tenía que irradiar una fuerza de atracción
enorme. La gente -la de entonces y la de ahora- sufre más de lo que imaginamos.
Los momentos de felicidad son eso, momentos". Que se nos van,
son fugaces. Lo que sigue presente es la dureza de la vida.
Sobre todo, en tres cosas:
1)
La salud.
2)
La comida.
3)
La convivencia con los demás.
Estos tres grandes problemas de la vida
son muy distintos, según los distintos países y culturas. Pero en todas partes,
en torno a esos tres pilares de la vida gira la felicidad o la desgracia de los
mortales.
3. Pues bien, al vivir y
actuar, como aquí nos resume el evangelio de Marcos, Jesús llevó a cabo una
obra tan portentosa, que aún no nos hemos dado
cuenta plenamente de lo que esto representa.
Jesús reorientó la religión de otra
manera. A Jesús no le interesaron los templos, los sacerdotes, los rituales,
los sacrificios, las leyes y las normas. A Jesús le interesó la vida. Y, sobre
todo, lo que más le preocupó es la dura vida que tienen que soportar los que
más sufren.
Jesús nos dijo así que, con la fuerza de
la oración y la lucha contra el sufrimiento, así es como podemos buscar a Dios
y encontrar el camino que nos lleva derechos a Dios.
San Benito Biscop
En el monasterio de Wearmouth, en
Northumbria (hoy Inglaterra), san Benito Biscop, abad, que peregrinó cinco
veces a Roma, de donde trajo muchos maestros y libros para que los monjes
reunidos en la clausura del monasterio bajo la Regla de san Benito progresaran
en la ciencia del amor de Cristo, en bien de la Iglesia (c. 690).
VIDA
Tal vez las
palabras más apropiadas para alabar a San Benito Biscop son las que se
encuentran en la Vita quinque sanctorum abbatum del venerable san Beda:
“Fue confiado por sus padres a los siete
años para que lo educara, y se convirtió así en mi más ilustre discípulo y en
una de mis mayores glorias”.
A los 25
años, Benito renunció a los favores del rey Oswiu para ponerse al servicio del
verdadero Rey, Jesucristo, para recibir no un corruptible don terrenal, sino un
reino eterno en la ciudad celestial; abandonó su casa, sus familiares y la
patria por Cristo y por el Evangelio, para recibir el céntuplo y poseer la vida
eterna. En el año 653, después de haber hecho su elección, Benito hizo el
primero de sus seis viajes a Roma para manifestar su devoción a los Santos
Pedro y Pablo y al Papa, como también para buscar modelos de vida y de
instituciones monásticas, tanto en Roma como en los varios lugares por donde
pasaba.
Con razón pudo
decir en su lecho de muerte:
“Hijitos míos, no crean que me inventé la
constitución que les he dado. Después de haber visitado diecisiete monasterios,
de los que traté de conocer perfectamente las leyes y las costumbres, reuní las
reglas que me parecieron mejores y esta selección es la que les he dado”.
En Lerino, por
ejemplo, durante el segundo viaje a Roma, en el 665, permaneció casi dos años.
No sólo se contentaba con buscar modelos de vida, sino también numerosos
libros, documentales iconográficos, reliquias de santos, ornamentos sagrados y
otros objetos que sirvieran para el culto en perfecta sinfonía con la
Iglesia de Roma.
Incluso, una vez
le pidió al Papa Agatón que le enviara al cantor de la Basílica de San Pedro,
el abad Juan, para que les enseñara el canto romano a sus monjes de los
monasterios de Wearmouth y de Yarrow, dedicados naturalmente uno a San Pedro y
el otro a San Pablo. Cuando regresó del sexto viaje a Roma, tuvo la
desagradable sorpresa de encontrar casi destruidas sus instituciones a causa de
una epidemia. San Benito Biscop murió el 12 de enero del año 690 a la edad de
62 años.
Fuente: Catholic.net
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