lunes, 10 de enero de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 12 - DE ENERO – MIERCOLES – 1ª – SEMANA DEL T.O. – C San Benito Biscop

 

 


 

12 - DE ENERO – MIERCOLES –

1ª – SEMANA DEL T.O. – C

San Benito Biscop

 

    Lectura del primer libro de Samuel (3,1-10.19-20):

 

En aquellos días, el niño Samuel oficiaba ante el Señor con Elí. La palabra del Señor era rara en aquel tiempo, y no abundaban las visiones.

Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos empezaban a apagarse, y no podía ver. Aún ardía la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios.

El Señor llamó a Samuel, y él respondió:

«Aquí estoy.»

Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo:

«Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»

Respondió Elí:

«No te he llamado; vuelve a acostarte.»

Samuel volvió a acostarse.

Volvió a llamar el Señor a Samuel. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo:

«Aqui estoy; vengo porque me has llamado.»

Respondió Elí:

«No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.»

Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor.

Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo:

«Aquí estoy; vengo porque me has llamado.»

Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel:

«Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha."»

Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes:

«¡Samuel, Samuel!»

Él respondió:

«Habla, que tu siervo te escucha.»

Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse; y todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era profeta acreditado ante el Señor.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 39,2.5.7-8a.8b-9.10

 

    R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

 

Yo esperaba con ansia al Señor;

él se inclinó y escuchó mi grito.

Dichoso el hombre que ha puesto

su confianza en el Señor,

y no acude a los idólatras,

que se extravían con engaños. R/.

 

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,

y, en cambio, me abriste el oído;

no pides sacrificio expiatorio,

entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.

 

«Como está escrito en mi libro:

para hacer tu voluntad.»

Dios mío, lo quiero,

y llevo tu ley en las entrañas. R/.

 

He proclamado tu salvación

ante la gran asamblea;

no he cerrado los labios:

Señor, tú lo sabes. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):

 

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.

Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta.

Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.

Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.

Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»

Él les respondió:

«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»

Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

 

Palabra del Señor

 

1.  Marcos presenta, en este relato, el resumen de un día "normal" en la vida de Jesús durante su ministerio apostólico en Galilea. Se levantaba de madrugada.

Lo primero que hacía era retirarse a un sitio solitario, para orar al Padre del Cielo.

En segundo lugar, visitaba a alguna familia o grupo de personas con quienes convivía. Y, sobre todo, dedicaba la mayor parte de su tiempo a recibir, acoger y curar enfermos. Estas curaciones se expresan claramente, en muchos casos. Y en otras ocasiones se viene a decir lo mismo utilizando la expresión de "expulsar demonios". Lo que equivale a decir que liberaba a la gente de las "causas" que provocaban los males, las desgracias, lo más duro de la vida.

 

2.  Como es lógico, un hombre entregado a esta forma de vida tenía que irradiar una fuerza de atracción enorme. La gente -la de entonces y la de ahora- sufre más de lo que imaginamos. Los momentos de felicidad son eso, momentos".  Que se nos van, son fugaces.  Lo que sigue presente es la dureza de la vida.

Sobre todo, en tres cosas:

     1) La salud.

     2) La comida.

     3) La convivencia con los demás.

 

Estos tres grandes problemas de la vida son muy distintos, según los distintos países y culturas. Pero en todas partes, en torno a esos tres pilares de la vida gira la felicidad o la desgracia de los mortales.

 

 

3.  Pues bien, al vivir y actuar, como aquí nos resume el evangelio de Marcos, Jesús llevó a cabo una obra tan portentosa, que aún no nos hemos dado

cuenta plenamente de lo que esto representa. 

Jesús reorientó la religión de otra manera. A Jesús no le interesaron los templos, los sacerdotes, los rituales, los sacrificios, las leyes y las normas. A Jesús le interesó la vida. Y, sobre todo, lo que más le preocupó es la dura vida que tienen que soportar los que más sufren.

Jesús nos dijo así que, con la fuerza de la oración y la lucha contra el sufrimiento, así es como podemos buscar a Dios y encontrar el camino que nos lleva derechos a Dios.

 

San Benito Biscop 

 

En el monasterio de Wearmouth, en
Northumbria (hoy Inglaterra), san Benito Biscop, abad, que peregrinó cinco veces a Roma, de donde trajo muchos maestros y libros para que los monjes reunidos en la clausura del monasterio bajo la Regla de san Benito progresaran en la ciencia del amor de Cristo, en bien de la Iglesia (c. 690).

 

VIDA

 

Tal vez las palabras más apropiadas para alabar a San Benito Biscop son las que se encuentran en la Vita quinque sanctorum abbatum del venerable san Beda:

“Fue confiado por sus padres a los siete años para que lo educara, y se convirtió así en mi más ilustre discípulo y en una de mis mayores glorias”.

A los 25 años, Benito renunció a los favores del rey Oswiu para ponerse al servicio del verdadero Rey, Jesucristo, para recibir no un corruptible don terrenal, sino un reino eterno en la ciudad celestial; abandonó su casa, sus familiares y la patria por Cristo y por el Evangelio, para recibir el céntuplo y poseer la vida eterna. En el año 653, después de haber hecho su elección, Benito hizo el primero de sus seis viajes a Roma para manifestar su devoción a los Santos Pedro y Pablo y al Papa, como también para buscar modelos de vida y de instituciones monásticas, tanto en Roma como en los varios lugares por donde pasaba.

Con razón pudo decir en su lecho de muerte:

“Hijitos míos, no crean que me inventé la constitución que les he dado. Después de haber visitado diecisiete monasterios, de los que traté de conocer perfectamente las leyes y las costumbres, reuní las reglas que me parecieron mejores y esta selección es la que les he dado”.

En Lerino, por ejemplo, durante el segundo viaje a Roma, en el 665, permaneció casi dos años. No sólo se contentaba con buscar modelos de vida, sino también numerosos libros, documentales iconográficos, reliquias de santos, ornamentos sagrados y otros objetos que sirvieran para el culto en perfecta sinfonía con la Iglesia de Roma.

Incluso, una vez le pidió al Papa Agatón que le enviara al cantor de la Basílica de San Pedro, el abad Juan, para que les enseñara el canto romano a sus monjes de los monasterios de Wearmouth y de Yarrow, dedicados naturalmente uno a San Pedro y el otro a San Pablo. Cuando regresó del sexto viaje a Roma, tuvo la desagradable sorpresa de encontrar casi destruidas sus instituciones a causa de una epidemia. San Benito Biscop murió el 12 de enero del año 690 a la edad de 62 años.

 

Fuente: Catholic.net

 

 

 

 

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