28 - DE ENERO – VIERNES –
3ª – SEMANA DEL T.O. – C
Santo Tomás de Aquino
Lectura del segundo libro de
Samuel11,1-4a. 4c-10a. 13-17
A la vuelta de
un año, en la época en que los reyes suelen ir a la guerra, David envió a Joab
con sus servidores y todo Israel.
Masacraron a los amonitas y sitiaron
Rabá, mientras David se quedó en Jerusalén.
Una tarde David se levantó de la cama y
se puso a pasear por la terraza del palacio. Desde allí divisó a una mujer que
se estaba bañando, de aspecto muy hermoso. David mandó averiguar quién era
aquella mujer.
Y le informaron:
«Es Betsabé, hija de Elián, esposa de
Urías, el hitita».
David envió mensajeros para que la
trajeran.
Ella volvió a su casa.
Quedó encinta y mandó este aviso a
David:
«Estoy encinta». David, entonces, envió
a decir a Joab:
«Mándame a Urías, el hitita».
Joab se lo mandó.
Cuando llegó Urías, David le preguntó
cómo se encontraban Joab y la tropa y cómo iba la guerra.
Luego le dijo:
«Baja a tu casa a lavarte los pies».
Urías salió del palacio y tras él un
regalo del rey. Pero Urías se acostó a la puerta del palacio con todos los
servidores de su señor, y no bajó a su casa. Informaron a David:
«Urías no ha bajado a su casa».
David le invitó a comer con él y le hizo
beber hasta ponerle ebrio.
Urías salió por la tarde a acostarse en
su jergón con los servidores de su señor, pero no bajó a su casa.
A la mañana siguiente David escribió una
carta a Joab, que le mandó por Urías. En la carta había escrito:
«Poned a Urías en primera línea, donde
la batalla sea más encarnizada. Luego retiraos de su lado, para que lo hieran y
muera».
Joab observó la ciudad y situó a Urías
en el lugar en el que sabía que estaban los hombres más aguerridos. Las gentes
de la ciudad hicieron una salida.
Trabaron combate con Joab y hubo bajas
en la tropa, entre los servidores de David.
Murió también Urías, el hitita.
Palabra de Dios.
Salmo 50
R/Misericordia, Señor, hemos pecado.
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/
Pues yo
reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R/
En la
sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre. R/
Hazme oír el
gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa. R/
Lectura del santo evangelio según
san Marcos 4,26-34
En aquel
tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre
que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla
germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
La tierra va produciendo fruto sola:
primero los tallos, luego la espiga, después el grano.
Cuando el grano está a punto, se mete la
hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de
Dios?
¿Qué parábola usaremos?
Con un grano de mostaza: al sembrarlo en
la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace
más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del
cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les
exponía la palabra, acomodándose a su entender.
Todo se lo exponía con parábolas, pero a
sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Palabra del
Señor.
1. Jesús presenta aquí el Reino de Dios utilizando
dos parábolas: la de la semilla automática y la de la pequeñez. Así, Jesús nos
enseña dos cosas importantes:
1) El Reino de
Dios crece por sí solo y aunque nosotros ni nos demos cuenta de tal
crecimiento.
2) El Reino de
Dios, en todo caso y como realidad atribuible a Dios, es y será siempre algo
muy pequeño, que pasará quizá inadvertido y, en todo caso, será una cosa
insignificante.
2. Estas dos parábolas nos ayudan a superar todos
los pesimismos y desalientos. Con frecuencia, pensamos que el asunto del Reino
de Dios está en crisis, sufre un declive y ya no interesa a nadie. Este tipo de
catastrofismo es propio de personas o grupos que identifican el Reino de Dios
con el triunfo de la religión. Pero Jesús no lo presentó así.
El Evangelio relaciona el Reino de Dios con la curación de
enfermos y el alivio de penas y sufrimientos (Mt 4, 23-24) y con la expulsión
de demonios (Mt 12, 28).
El crecimiento del Reino no es el crecimiento de la religiosidad,
sino el crecimiento de la felicidad, dignidad y libertad de las personas.
3. Si le damos la razón al Evangelio -y no a los
fanáticos de la religión-, tenemos motivos para el optimismo cristiano. El
ejemplo más claro es la creciente preocupación por las víctimas. En este
sentido, estamos asistiendo a un "gran estreno antropológico" (R.
Girard).
Nuestra sociedad ha abolido primero la
esclavitud y después la servidumbre. A continuación, ha llegado la
protección de la infancia, la promoción y liberación de la mujer, el cuidado de
los ancianos, los extranjeros, la lucha contra la miseria y el hambre, los
derechos humanos. Nuestro mundo no ha inventado la compasión, pero sí la ha
universalizado. Y nos hemos convencido de que el poder de transformación más
eficaz no es la violencia revolucionaria, sino la moderna preocupación por
víctimas. Se ha puesto en marcha un proceso que ya es imparable. Lo importante
ahora es acelerarlo. El dolor que nos queda es que vemos que todavía el
problema de la codicia (por el dinero y la riqueza) sigue teniendo más fuerza
que el sufrimiento de los refugiados, que huyen de la violencia, de la muerte y
del dolor insoportable.
Nació alrededor del año 1225, de la
familia de los condes de Aquino. Estudió primero en el monasterio de
Montecasino, luego en Nápoles; más tarde ingresó en la Orden de Predicadores, y
completó sus estudios en París y en Colonia, donde tuvo por maestro a san Alberto
Magno.
Escribió muchas obras llenas de erudición y ejerció también el magisterio,
contribuyendo en gran manera al incremento de la filosofía y de la teología.
Murió cerca de Terracina el día 7 de marzo de 1274. Su memoria se celebra
el día 28 de enero por razón de que en esa fecha tuvo lugar, en el año 1369, el
traslado de su cuerpo a Tolosa del Languedoc.
Es patrono de los teólogos y de las universidades.
Vida
de Santo Tomás de Aquino
Se conocen los
acontecimientos principales de su vida, pero los biógrafos difieren en cuanto a
algunos detalles y fechas. Henry Denfile falleció antes de poder cumplir su
proyecto de escribir una vida crítica del santo. El amigo y alumno de Denfile,
Dominic Prümmer, O. P., profesor de teología en la Universidad de Friburgo,
Suiza, se encargó de la obra y publicó el "Fontes Vitae S. Thomae
Aquinatis, notis historicis et criticis illustrati"; y el primer fascículo
(Toulouse, 1911) ya ha aparecido, dando la vida de Santo Tomás por Peter Calo
(1300), publicado ahora por primera vez. Tolomeo de Lucca ... dice que cuando
murió el santo, se dudaba sobre su edad exacta (Prümmer, op. cit. 45).
Normalmente se da el fin de 1225 como el momento de su nacimiento. El P. Prümmer,
basándose en Calo, cree que 1227 es la fecha más probable (op. cit., 28). Hay
un acuerdo general en que su muerte ocurrió en 1274.
Landolfo, su padre, era
Conde de Aquino. Teodora, su madre, Condesa de Teano. Su familia estaba
emparentada con los Emperadores Enrique VI y Federico II, y los Reyes de
Aragón, Castilla y Francia. Calo cuenta que un santo ermitaño predijo su
carrera, diciéndole a Teodora antes de su nacimiento: "Entrará en la Orden
de los Frailes Predicadores, y su conocimiento y santidad serán tan grandes que
en vida, no se encontrará nadie que le iguale". (Prümmer, op. cit., 18). A
los cinco años, según las costumbres de la época, fue enviado a recibir su
primera formación con los monjes Benedictinos de Monte Casino. Diligente en sus
estudios, desde muy pequeño se observó su buena disposición para la meditación
y la oración, y su maestro se sorprendió al oírle preguntar repetidas veces:
"¿Que es Dios?"
Alrededor del año 1236, le
enviaron a la Universidad de Nápoles. Calo dice que el traslado se hizo por
iniciativa del Abad de Monte Casino, quien escribió al padre de Tomás que un
chico de su talento no debe ser dejado en la sombra (Prümmer, op. cit., 20). En
Nápoles, sus maestros fueron Pietro Martín y Petrus Hibernos. El cronista dice
que pronto superó a Martín en gramática y fue transferido a Pedro de Irlanda
quién le formó en Lógica y ciencias Naturales. Las costumbres de la época
dividían Filosofía y Letras en dos cursos: el Trivium, que cubría Gramática,
Lógica y Retórica; el Quadrivium, que se componía de Música, Matemática,
Geometría y Astronomía... Tomás repetía las lecciones con mayor profundidad y
lucidez que sus maestros. El corazón del joven se había conservado puro en
medio de la corrupción que le rodeaba, y decidió abrazar la vida religiosa.
Entre 1240 y 1243 recibió
el hábito de la Orden de Santo Domingo, atraído y dirigido por Juan de San
Julián, un conocido predicador del convento de Nápoles. La ciudad estaba
asombrada al ver a un noble joven como él tomar el hábito de un pobre fraile.
Su madre, con sentimientos de alegría y tristeza a la vez, se apresuró a ir a
Nápoles a ver a su hijo. Los Dominicos, temiendo que se lo llevaran, le
enviaron a Roma, aunque su destino final sería París o Colonia. Teodora
convenció a los hermanos de Tomás, que eran soldados del Emperador Federico,
capturaron al novicio cerca del pueblo de Aquependente y le recluyeron en la
fortaleza de San Juan de Rocca Secca. Allí estuvo detenido casi dos años,
mientras sus padres, hermanos y hermanas hacían todo lo posible para destruir
su vocación. Sus hermanos incluso tendieron trampas a su virtud, pero el puro
novicio echó de la habitación a la tentadora con un tizón que sacó del fuego.
Hacia el fin de su vida, Santo Tomás le confió a su fiel amigo y compañero,
Reinaldo de Piperno, el secreto de un favor especial que recibió entonces.
Cuando echó a la tentadora de la habitación, se arrodilló y ardientemente
imploró a Dios que le concediera la integridad de mente y cuerpo. Cayó en un
sueño ligero, y mientras dormía, dos ángeles se le aparecieron para asegurarle
que su oración había sido escuchada. Le ciñeron un cinturón, diciendo: "Te
ceñimos con el cinturón de la virginidad perpetua." Y desde ese día en
adelante jamás experimentó el más leve movimiento de la concupiscencia.
El tiempo en cautiverio no
fue perdido. Su madre empezó a ceder tras los primeros impulsos de ira y
tristeza; se les permitió a los Dominicos proporcionarle nuevos hábitos, y con
la ayuda de su hermana obtuvo algunos libros -las Sagradas Escrituras, la
Metafísica de Aristóteles y las "Sentencias" de Pedro Lombardo. Tras
año y medio o dos en prisión, sea porque su madre se dio cuenta de que la
profecía del ermitaño se cumpliría o bien porque sus hermanos temían las
amenazas de Inocencio IV y Federico II, fue puesto en libertad bajándolo en un
cesto a los brazos de los Dominicos que se admiraron al darse cuenta de que
durante su cautiverio "había progresado tanto como si hubiera estado en un
studium generale" (Calo op. cit., 24).
Tomás enseguida hizo sus
votos, y sus superiores le mandaron a Roma. Inocencio IV examinó con atención
los motivos que le llevaron a entrar en la Orden de Predicadores, le despidió
con una bendición y prohibió cualquier interferencia en su vocación. Juan el
Teutón, cuarto Maestro General de la Orden, llevó al joven estudiante a París y
según la mayoría de los biógrafos del santo, a Colonia, en 1244 o 1245, a cargo
de Alberto Magno, el más famoso profesor de la Orden. En las escuelas, el
carácter humilde y taciturno de Tomás fue mal interpretado como indicios de
retraso mental, pero cuando Alberto escuchó su brillante defensa de una difícil
tesis, exclamó: "Llamamos a este joven un buey mudo, pero su mugido
doctrinal un día resonará hasta los confines del mundo."
En 1245 enviaron a Alberto
a París y Tomás le acompañó como alumno. En 1248 ambos volvieron a Colonia.
Alberto había sido nombrado regente del nuevo studium generale, erigido aquel
año por el Capítulo General de la Orden y Tomás debía enseñar bajo su autoridad
como Bachiller. Durante su estancia en Colonia, probablemente en 1250, fue
ordenado sacerdote por Conrado de Hochstaden, arzobispo de esa ciudad. Durante
toda su vida, con frecuencia predicó la Palabra de Dios en Alemania, Francia e
Italia. Sus sermones se caracterizaban por su fuerza, piedad, solidez en la
enseñanza y abundantes referencias bíblicas. En 1251 o 1252, el Maestro General
de la Orden, aconsejado por Alberto Magno y Hugo de San Caro, nombró a Tomás
Bachiller (subregente) del studium Dominico en París. Este nombramiento puede
considerarse como el principio de su vida pública, ya que su enseñanza
rápidamente llamó la atención tanto de profesores como de alumnos. Sus deberes
consistían principalmente en explicar las "Sentencias" de Pedro
Lombardo, y sus comentarios sobre ese texto teológico le proporcionaron el
material y en gran parte, en esquema general para su obra magna, la "Summa
Theologica". En el transcurso del tiempo, se le ordenó prepararse para el
Doctorado de Teología por la Universidad de París, pero aplazaron la concesión
del título por una disputa entre la universidad y los frailes. El conflicto, en
su origen una disputa entre la universidad y las autoridades civiles surgió
tras un incidente con la guardia de la ciudad que resultó en un estudiante
muerto y otros tres heridos. La universidad, celosa de su autonomía, exigía una
satisfacción que le fue negada. Los doctores cerraron sus facultades, juraron
solemnemente que no las abrirían hasta ver satisfechas sus demandas y
decretaron que en e futuro a nadie se le conferiría el título de doctor a menos
que jurase seguir la misma línea de conducta en circunstancias similares. Los
Dominicos y Franciscanos, que habían seguido enseñando en sus escuelas se
negaron a hacer el juramento exigido, y de aquí surgió un amargo conflicto que
estaba en su punto álgido cuando Santo Tomás y San Buenaventura estaban
preparados para recibir sus doctorados. Guillermo de San Amour extendió la
disputa más allá del tema original, atacó violentamente a los Frailes, de los
que estaba evidentemente celoso, y les negó su derecho a ocupar cátedras en la
universidad. Contra su libro "De periculis novissimorum temporum" (Los
peligros de los Últimos Tiempos) Santo Tomás escribió el tratado "Contra
impugnantes religionem", una apología de las órdenes religiosas (Touron
op. cit., II cc. vii sqq.). El libro de Guillermo de San Amour fue condenado
por Alejandro IV en Anagni, el 5 de octubre de 1256 y el Papa ordenó que los
frailes mendicantes fueran admitidos al doctorado.
Por estas fechas, Santo
Tomás también combatió un libro peligroso, "El Evangelio Eterno"
(Touron op. cit., II, cxii). Las autoridades universitarias no obedecieron
inmediatamente; fueron necesarias la influencia de San Luis IX y once Breves
papales para lograr de nuevo la paz. Santo Tomás recibió su doctorado en
teología. La fecha que dan la mayoría de sus biógrafos es la del 23 de octubre
de 1257. Su tema fue "La Majestad de Cristo". Su texto, "Él
riega los montes desde sus aposentos: del fruto de sus obras se sacia la
tierra" (Salmo 103, 13) sugerido, según se cree, por un visitante celeste,
fue profético de su vida futura. La tradición cuenta que San Buenaventura y
Santo Tomás recibieron el doctorado el mismo día y que hubo una
"lucha" de humildad entre los dos amigos para ver quién sería
nombrado primero.
Desde entonces, la vida de
Tomás puede resumirse en pocas palabras, orar, predicar, enseñar, escribir, viajar.
La gente deseaba más escucharle a él que a Alberto, a quien Santo Tomás
superaba en precisión, lucidez, concisión y fuerza de expresión, sino en
universalidad de conocimientos. París le reclamaba como suyo; los Papas
deseaban tenerle junto a ellos; los estudia de la Orden ansiaban disfrutar de
los beneficios de su enseñanza; así, le encontramos sucesivamente en Anagni,
Roma, Bolonia, Orvieto, Viterbo, Perugia y París de nuevo y finalmente en
Nápoles, siempre enseñando y escribiendo, viviendo en la tierra con una pasión,
un celo ardiente por exponer y defender la verdad Cristiana. Tan dedicado
estaba a su sagrada misión que con lágrimas pedía que no le obligaran a aceptar
la titularidad del Arzobispado de Nápoles, que le fue conferido por Clemente IV
en 1265. Si hubiese aceptado este nombramiento, muy probablemente nunca hubiera
escrito la "Summa Theologica".
Cediendo a las peticiones
de sus hermanos, en varias ocasiones participó en las deliberaciones de los
Capítulos Generales de la Orden. Uno de dichos capítulos tuvo lugar en Londres
en 1263. En otro, celebrado en Valenciennes (1259) colaboró con Alberto Magno y
Pedro de Tarentasia (que sería el Papa Inocencio V) a formular un sistema de
estudios que substancialmente permanece hasta hoy en los studia generalia de la
Orden Dominicana. (cf. Douais, op. cit.)
No sorprende leer en las
biografías de Santo Tomás que frecuentemente se abstraía y quedaba en éxtasis.
Hacia el final de su vida estos momentos de éxtasis se sucedían con mayor
frecuencia. Una vez en Nápoles, en 1273, tras completar su tratado sobre la
Eucaristía, tres hermanos le vieron levitar en éxtasis, y oyeron una voz que
venía del crucifijo del altar que decía: "Has escrito bien de mí, Tomás,
que recompensa deseas?". Tomás respondió, "Nada más que a ti,
Señor". (Prümmer, op. cit., p.38). Se dice que esto se repitió en Orvieto
y París.
Y el 6 de diciembre de
1273, dejó su pluma y no escribió más. Ese día, durante la Misa, experimentó un
éxtasis de mucha mayor duración que la acostumbrada; sobre lo que le fue
revelado sólo podemos conjeturar por su respuesta al Padre Reinaldo, que le
animaba a continuar sus escritos: "No puedo hacer más. Se me han revelado
tales secretos que todo lo que he escrito hasta ahora parece que no vale para
nada" (modica, Prümmer, op. cit., p. 43). La Summa Theologica había sido
terminada solo hasta la pregunta 90 de la tercera parte (De partibus
poenitentiae).
Tomás comenzó su
preparación inmediata para la muerte. Gregorio X, habiendo convocado un
concilio general a celebrar en Lyon el primero de mayo de 1274, invitó a Santo
Tomás y San Buenaventura a participar en las deliberaciones, ordenó al primero
traer al concilio su tratado "Contra errores Graecorum" (Contra los
Errores de los Griegos). Intentó obedecer y salió a pie en enero de 1274, pero
le fallaron las fuerzas; cayó desplomado cerca de Terracina, desde donde le
llevaron al Castillo de Maienza, hogar de su sobrina la Condesa Francesca
Ceccano. Los monjes cistercienses de Fossa Nuova, insistieron para que se alojara
con ellos, y así fue trasladado a su monasterio, y al entrar, le susurró a su
compañero: "Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré
porque lo deseo" (Salmo 131:14). Cuando el P. Reinaldo le pidió que se
quedase en el castillo, el santo replicó: "Si el Señor desea llevarme
consigo, será mejor que me encuentre entre religiosos que entre laicos".
Los Cistercienses le brindaron tantas atenciones y bondad, que abrumaron el
sentido de humildad de Tomás. "¿A qué viene tanto honor", exclamó,
"que siervos de Dios lleven la leña para mi hoguera?". Ante la
insistencia de los monjes, el santo dictó un breve comentario sobre el Cantar
de los Cantares.
El final se acercaba; se le
administró la Extremaunción. Cuando entraron con el Sagrado Viático a su habitación,
pronunció el siguiente acto de fe:
Si en este mundo hubiese
algún conocimiento de este sacramento más fuerte que el de la fe, deseo ahora
usarlo en afirmar que creo firmemente y sé de cierto que Jesucristo, Dios
Verdadero y Hombre Verdadero, Hijo de Dios e Hijo de la Virgen María está en
este Sacramento... Te recibo a Ti, el precio de mi redención, por cuyo amor he
velado, estudiado y trabajado. A Ti he predicado, a Ti he enseñado. Nunca he
dicho nada en Tu contra: si dije algo mal, es sólo culpa de mi ignorancia.
Tampoco quiero ser obstinado en mis opiniones, así que someto todas ellas al
juicio y enmienda de la Santa Iglesia Romana, en cuya obediencia ahora dejo
esta vida.
Murió el 7 de marzo de
1274. Numerosos milagros atestiguaron su santidad. Fue canonizado por Juan
XXII, el 18 de julio de 1323. Los monjes de Fossa Nuova querían a toda costa
quedarse con sus sagrados restos, pero Urbano V ordenó que el cuerpo fuera
entregado a sus hermanos Dominicos, siendo trasladado solemnemente a la iglesia
Dominica de Toulouse, el 28 de enero de 1369. La magnífica capilla erigida en
1628 fue destruida durante la revolución francesa y su cuerpo trasladado a la
iglesia de San Sernin, donde reposa hasta el día de hoy en un sarcófago de oro
y plata, que fue solemnemente bendecido por el Cardenal Desprez el 24 de julio
de 1878. El hueso mayor de su brazo izquierdo se conserva en la catedral de
Nápoles. El brazo derecho, donado a la Universidad de París y originalmente
conservado en la Capilla de Santo Tomás de la iglesia Dominicana, se guarda
actualmente en la iglesia Dominicana de Santa María sopra Minerva en Roma a
donde llegó tras la revolución francesa.
Calo (Prümmer, op. cit., p.
401) dio una descripción de la apariencia del santo: dice que sus rasgos se
correspondían con la grandeza de su alma. Era alto y corpulento, erguido y bien
proporcionado. Su tez era "como el color del trigo nuevo": su cabeza
era grande y bien formada y era algo calvo. Todos los retratos lo representan
con porte noble, meditativo, dulce y a la vez fuerte. San Pío V proclamó a
Santo Tomás Doctor de la Iglesia en 1567. En la Encíclica "Aeterni
Patris" del 4 de agosto de 1879 sobre la restauración de la filosofía
cristiana, León XIII le declaró "príncipe y maestro de todos los doctores
escolásticos". El mismo ilustre pontífice, mediante una Breve del 4 de
agosto de 1880, le designó patrono de todas las universidades, academias y
escuelas católicas de todo el mundo.
(Fuente: Enciclopedia
Católica)
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