sábado, 29 de enero de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 31 - DE ENERO – LUNES – 4ª – SEMANA DEL T.O. – C SAN JUAN BOSCO

 


31 - DE ENERO – LUNES –

4ª – SEMANA DEL T.O. – C

SAN JUAN BOSCO

 

Lectura del segundo libro de Samuel (15,13-14.30;16,5-13a):

 

En aquellos días, uno llevó esta noticia a David:

«Los israelitas se han puesto de parte de Absalón.»

Entonces David dijo a los cortesanos que estaban con él en Jerusalén:

«¡Ea, huyamos! Que, si se presenta Absalón, no nos dejará escapar. Salgamos a toda prisa, no sea que él se adelante, nos alcance y precipite la ruina sobre nosotros, y pase a cuchillo la población.»

David subió la cuesta de los Olivos; la subió llorando, la cabeza cubierta y los pies descalzos. Y todos sus compañeros llevaban cubierta la cabeza, y subían llorando.

Al llegar el rey David a Bajurín, salió de allí uno de la familia de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá, insultándolo según venía.

Y empezó a tirar piedras a David y a sus cortesanos –toda la gente y los militares iban a derecha e izquierda del rey–, y le maldecía:

«¡Vete, vete, asesino, canalla! El Señor te paga la matanza de la familia de Saúl, cuyo trono has usurpado. El Señor ha entregado el reino a tu hijo Absalón, mientras tú has caído en desgracia, porque eres un asesino.»

Abisay, hijo de Seruyá, dijo al rey:

«Ese perro muerto ¿se pone a maldecir a mi señor? ¡Déjame ir allá, y le corto la cabeza!»

Pero el rey dijo:

«¡No os metáis en mis asuntos, hijos de Seruyá! Déjale que maldiga, que, si el Señor le ha mandado que maldiga a David, ¿quién va a pedirle cuentas?»

Luego dijo David a Abisay y a todos sus cortesanos:

«Ya veis. Un hijo mío, salido de mis entrañas, intenta matarme, ¡y os extraña ese benjaminita! Dejadlo que me maldiga, porque se lo ha mandado el Señor. Quizá el Señor se fije en mi humillación y me pague con bendiciones estas maldiciones de hoy.»

David y los suyos siguieron su camino.

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 3,2-3.4-5.6-7

 

R/. Levántate, Señor, sálvame

 

Señor, cuántos son mis enemigos,

cuántos se levantan contra mí;

cuántos dicen de mí:

«Ya no lo protege Dios.» R/.

 

Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,

tú mantienes alta mi cabeza.

Si grito, invocando al Señor,

él me escucha desde su monte santo. R/.

 

Puedo acostarme y dormir y despertar:

el Señor me sostiene.

No temeré al pueblo innumerable

que acampa a mi alrededor. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (5,1-20):

 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre, poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras.

Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello:

«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes.»

Porque Jesús le estaba diciendo:

«Espíritu inmundo, sal de este hombre.»

Jesús le preguntó:

«¿Cómo te llamas?»

Él respondió:

«Me llamo Legión, porque somos muchos.»

Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte.

Los espíritus le rogaron:

«Déjanos ir y meternos en los cerdos.»

Él se lo permitió.

Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago.

Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los cortijos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país. Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía.

Pero no se lo permitió, sino que le dijo:

«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia.»

El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

 

Palabra del Señor

 

1.  De las numerosas enseñanzas que nos deja este extraño relato, parece que las más destacables son cuatro:

 

1) La curación del endemoniado.

 

2) El paso de los demonios del hombre a los cerdos.

 

3) El rechazo de Jesús por parte de los dueños de los cerdos.

 

4) Jesús no acepta el discipulado del endemoniado después de ser curado.

 

¿Qué nos enseñan estos cuatro hechos?

 

2.  1) La curación del endemoniado es la victoria de la vida sobre la muerte: Jesús no tolera creencias religiosas que admiten o toleran la violencia que lleva a la muerte del ser humano.

 

      2)  El paso de los demonios a la piara de cerdos indica la relación de las fuerzas de la muerte con el poder de la riqueza: dos mil cerdos, en aquel tiempo y en una región de dominio romano, tenían que valer una fortuna increíble.

 

 3) El rechazo de Jesús, que expresan los dueños de los cerdos, nos viene a decir que los ricos prefieren soportar la violencia de la muerte, en lugar de tener que soportar verse privados de sus cerdos. Para los ricos, está antes su riqueza que la curación de los que se encuentran deambulando por cementerios, entre cadenas y piedras que hieren. Es la violencia brutal del dinero.

 

     4) El rechazo del hombre curado es el rechazo de aprovechar las curaciones para hacer proselitismo. Jesús no rechaza al hombre recién curado. Rechaza el proselitismo interesado.

 

3. ¿Qué nos enseña esto?

 

Jesús antepone la vida a la ganancia. Los vecinos de aquel pueblo toleraban las fuerzas de muerte, lo que no soportaron es que les privaran de sus "cerdos", es decir, de su riqueza.

Jesús no curaba enfermos para de eso sacar provecho. Jesús quería siempre el bien de los otros, nunca el propio interés.

 

SAN JUAN BOSCO


(Becchi, 1815 - Turín, 1888) 

Santo y sacerdote italiano, también llamado Don Bosco. Su niñez fue dura, pues después de perder a su padre, tuvo que trabajar sin descanso para sacar adelante la hacienda familiar. Se cuenta que aprendió a leer en cuatro semanas; quería estudiar para ser sacerdote, por lo que tenía que hacer todos los días a pie unos diez kilómetros (a veces descalzo, por no gastar zapatos) para ir a estudiar en el liceo de Chieri. Con el fin de pagar sus estudios trabajó en toda clase de oficios.

 

San Juan Bosco

Ordenado en 1841 y preocupado por la suerte de los niños pobres, particularmente por su imposibilidad de acceso a la educación, a partir de 1842 fundó el Oratorio de San Francisco de Sales. Estableció luego las bases de la Congregación de los sacerdotes de San Francisco de Sales, o salesianos (1851), aprobada en 1860, y de su rama femenina, el Instituto de Hijas de María Auxiliadora. Tales instituciones, dedicadas a la enseñanza de los niños pobres (a los que se formaba en diversos oficios y en la vida cristiana), se desarrollaron con rapidez gracias al impulso de uno de los grandes pedagogos del siglo XIX.

La orden salesiana alcanza hoy en día 17.000 centros en 105 países, con 1.300 colegios y 300 parroquias, mientras que el instituto femenino de María Auxiliadora (las Hermanas Salesianas) posee 16.000 centros en 75 países, dedicados a la educación de la juventud pobre. Ya en vida de Don Bosco las instituciones por él fundadas llegaron a reunir más de cien mil niños pobres bajo su protección.

Además de su labor educadora y fundadora, San Juan Bosco publicó más de una cuarentena de libros teológicos y pedagógicos, entre los cuales cabe destacar El joven instruido, del que se llegaron a publicar más de cincuenta ediciones y un millón de ejemplares sólo en el siglo XIX. El propio santo se encargó también de compilar y editar los llamados Sueños de Don Bosco, un total de 159 sueños en ocasiones premonitorios que tuvo a lo largo de su vida, el primero de ellos a los nueve años.

San Juan Bosco murió la madrugada del 31 de enero de 1888 en Turín. Durante tres días, la ciudad piamontesa desfiló ante su capilla ardiente, a cuyo entierro acudieron más de trescientos mil fieles. Fue beatificado en 1929 y canonizado en 1934; para su canonización se presentaron seiscientos cincuenta milagros obrados por él. Su festividad se conmemora el día de su fallecimiento, el 31 de enero.

 

 

   

 

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