19 - DE ENERO – MIERCOLES –
2ª – SEMANA DEL T.O. – C
Beato Marcelo Spínola
Lectura del primer libro de Samuel
(17,32-33.37.40-51):
En aquellos
días, Saúl mandó llamar a David, y éste le dijo:
«Majestad, no os desaniméis. Este
servidor tuyo irá a luchar con ese filisteo.»
Pero Saúl le contestó:
«No podrás acercarte a ese filisteo para
luchar con él, porque eres un muchacho, y él es un guerrero desde mozo.»
David le replicó:
«El Señor, que me ha librado de las
garras del león y de las garras del oso, me librará de las manos de ese
filisteo.»
Entonces Saúl le dijo:
«Anda con Dios.»
Agarró el cayado, escogió cinco cantos
del arroyo, se los echó al zurrón, empuñó la honda y se acercó al filisteo.
Éste, precedido de su escudero, iba avanzando, acercándose a David; lo miró de
arriba abajo y lo despreció, porque era un muchacho de buen color y guapo, y le
gritó:
«¿Soy yo un perro, para que vengas a mí
con un palo?»
Luego maldijo a David, invocando a sus
dioses, y le dijo:
«Ven acá, y echaré tu carne a las aves
del cielo y a las fieras del campo.»
Pero David le contestó:
«Tú vienes hacia mí armado de espada,
lanza y jabalina; yo voy hacia ti en nombre del Señor de los ejércitos, Dios de
las huestes de Israel, a las que has desafiado. Hoy te entregará el Señor en
mis manos, te venceré, te arrancaré la cabeza de los hombros y echaré tu
cadáver y los del campamento filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la
tierra; y todo el mundo reconocerá que hay un Dios en Israel; y todos los aquí
reunidos reconocerán que el Señor da la victoria sin necesidad de espadas ni
lanzas, porque ésta es una guerra del Señor, y él os entregará en nuestro
poder.»
Cuando el filisteo se puso en marcha y
se acercaba en dirección de David, éste salió de la formación y corrió
velozmente en dirección del filisteo; echó mano al zurrón, sacó una piedra,
disparó la honda y le pegó al filisteo en la frente: la piedra se le clavó en
la frente, y cayó de bruces en tierra.
Así venció David al filisteo, con la
honda y una piedra; lo mató de un golpe, sin empuñar espada.
David corrió y se paró junto al
filisteo, le agarró la espada, la desenvainó y lo remató, cortándole la cabeza.
Los filisteos, al ver que había muerto
su campeón, huyeron.
Palabra de Dios
Salmo: 143,1.2.9-10
R/. Bendito el Señor, mi Alcazar.
Bendito el
Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea. R/.
Mi bienhechor,
mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos. R/.
Dios mio, te
cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Marcos (3,1-6):
En aquel
tiempo, entró Jesús otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre con
parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y
acusarlo.
Jesús le dijo al que tenía la parálisis:
«Levántate y ponte ahí en medio.»
Y a ellos les preguntó:
«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer
lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?»
Se quedaron callados. Echando en torno
una mirada de ira, y dolido de su obstinación, le dijo al hombre:
«Extiende el brazo.»
Lo extendió y quedó restablecido.
En cuanto salieron de la sinagoga, los
fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.
Palabra del Señor
1.- En la Iglesia no se ha
reflexionado lo suficiente en un hecho fundamental: el Evangelio es la historia
de un conflicto mortal: el conflicto de Jesús con la religión. Esto queda
patente ya en este relato, que termina dando cuenta de la decisión firme de los
fariseos (religión) y los herodianos (política), el poder religioso aliado al
poder político, ambos unidos para matar a Jesús.
¿Por qué? Porque había sanado a un
enfermo en sábado. La vida (curación del manco) enfrentada a la religión
(observancia del sábado).
Jesús se puso de parte de la vida. La
religión estaba de parte de la muerte.
2.- Hay gente piadosa que no
comprende esto. Y que hasta se siente molesta (incluso ofendida) cuando se
habla de esto. Y es que, en el fondo, todos los hombres hemos nacido, nos hemos
criado y hemos sido integrados en una cultura religiosa, tenemos (sin darnos
cuenta de ello) una dificultad casi insuperable la de comprender el conflicto
de Jesús con la religión.
¿Cómo es posible que, en nombre de la
religión, seamos capaces de comprender a un hombre que fue asesinado por la
religión?
Esto es lo que ocurre con Jesús.
Estamos más incapacitados de lo que
sospechamos para comprender al Crucificado.
¿Por qué nos ocurre esto?
La Iglesia naciente puso su fe en
el Dios de Jesús, Padre de Misericordia del que nos hablan los evangelios.
Pero, treinta años antes que los evangelios, Pablo empezó a organizar las
primeras "iglesias", y ponía su fe en el Dios de Abrahán, el
"Dios de los Padres" (Gal 3, 16-21; Rom 2-20), que quedó vinculado
con la Religión de la Ley, del Templo y de los sacerdotes. Así, la fe de la
Iglesia está vinculada al Dios Padre de la bondad y al Dios que le pidió a
Abrahán la sangre y la muerte de su hijo. Y así nos hemos metido en el gran lío
teológico, del que no salimos.
¿Estamos con el Dios de Jesús?
¿Estamos con el Dios de Abrahán?
3.- El hecho es que,
cuestionar la Ley, el templo o los Sacerdotes, es lo mismo que cuestionar a
Cristo. Y eso no es verdad. No nos cabe en la cabeza que la religión se puede
entender y se puede vivir de otra manera.
Jesús fue profundamente religioso. Pero
su religión no se acomodó al modelo establecido. La religiosidad de Jesús tuvo
tres elementos muy claros:
1) La fe en el Padre (Jesús fue el
"jefe de fila de los creyentes": Heb 1, 2).
2) La oración frecuente, prolongada,
oculta, solitaria.
3) La ética del respeto, de la libertad,
de la tolerancia, de la igualdad y, sobre todo, del amor a todos.
Con frecuencia nos ponemos de parte de
la religión que mató a Jesús y así, ponemos en peligro nuestra fe, nuestra
oración y nuestra ética.
Beato Marcelo Spínola
En la ciudad
de Sevilla, en España, beato Marcelo Spínola y Maestre, obispo, que fundó
círculos de obreros para mejorar la sociedad humana, trabajó por la verdad y la
equidad, y abrió su casa a los menesterosos.
Marcelo Spínola y
Maestre nació en San Fernando (Cádiz) el 14 de enero de 1835, hijo de un
oficial de la Armada española y marqués de la corona. Se licenció en Derecho en
la Universidad de Sevilla a los 21 años. Abrió un bufete de abogados en Huelva,
donde defendería las causas de los obreros sin exigir honorarios, y por eso le
llamaron «el abogado de los pobres». Aunque de una manera tardía, se sintió
llamado al sacerdocio. En 1864 fue ordenado sacerdote y empezó su periplo por
diversos destinos: capellán de la Iglesia de la Merced en Sanlúcar de Barrameda
hasta que el Cardenal Lastra le nombra párroco de San Lorenzo de Sevilla
integrándose en las hermandades del Gran Poder y la de la Soledad, ambas
residentes en la misma parroquia. Del Gran Poder llegó a ser director
espiritual y Mayordomo.
El 30 de octubre
de 1874 está en el confesionario. Una mujer joven enlutada acude a él buscando
orientación. Es Celia Méndez, que ha quedado viuda hace dos meses y medio. En
la cruz de la pérdida de su marido ha percibido un llamamiento de Dios hacia
algo. Búsqueda, entrega generosa y esfuerzos por parte de Marcelo y Celia
cuajarán en la fundación de la Congregación de Esclavas del Divino Corazón en
Coria, el 26 de Julio de 1885. Nace así la congregación, con el mismo espíritu
de sus fundadores: profunda vida de oración y vivo celo apostólico.
El núcleo de esta
espiritualidad que une contemplación y acción apostólica es el Corazón de
Jesucristo. La misión concreta de la Congregación es «anunciar a todos los
hombres el amor personal que Jesucristo nos tiene» a través de la educación. El
estilo con el que las Esclavas realizan su vinculación con el Señor, es el de
María, primera Esclava del Señor. Celia Méndez, guiada por D. Marcelo estará al
frente de la Congregación durante 23 años. Don Marcelo dirige a las religiosas,
las instruye y estimula a realizar la obra de la educación cristiana «formando
el corazón de los jóvenes en la verdad evangélica, ilustrando el entendimiento
por el conocimiento del saber y transformando así la sociedad».
Se suceden las
fundaciones: Coria, Málaga, Ronda, Corte Concepción, Moguer, Sevilla y Linares
en vida de los fundadores. En Andalucía se fundan casas en Aracena, Sanlúcar la
Mayor y Cazalla y se abre una casa en Madrid. En 1913 la expansión llega a
América, Brasil, Rio de Janeiro y en Argentina, Rosario y San Carlos. Son
momentos especialmente duros por el estallido de la Primera Guerra Mundial, que
dificulta aún más las comunicaciones, de suyo lentas y difíciles en esta época.
El 28 de Mayo de 1879,
el Arzobispo Don Joaquín Lluch le nombra canónigo de la Santa Iglesia Catedral
de Sevilla. Posteriormente es consagrado Obispo auxiliar de Sevilla.
Preconizado por León XIII para la diócesis de Coria-Cáceres. Después, Obispo de
Málaga y en 1896, tras la muerte del cardenal de Sevilla, es nombrado obispo de
esta diócesis. Abandona Málaga, con gran pesadumbre de sus diocesanos. En su
nuevo destino volvió a dar ejemplo de su visión de futuro y de la importancia
de los medios de comunicación fundando un periódico «El Correo de Andalucía»
«para defender la verdad y la justicia».
En sus pastorales,
sus homilías y sus intervenciones públicas, Spínola cuestionó los trabajos de
los obreros, denunció los horarios y las malas condiciones en las que
desempeñan su labor y reclamó el descanso dominical. Al mismo tiempo, también
se muestra crítico con las posturas políticas emergentes que cuestionan a la
burguesía y buscan su desaparición. «Él solía decir que la iglesia había
abandonado a los más pobres» y Spínola «intenta abrir brecha en esta
situación».
Todo esto no fue
impedimento para que él, desde su humildad, se planteara en más de una ocasión
la posibilidad de renunciar al episcopado, considerándose indigno e incapaz de
este ministerio. Y si no se retiró fue, entre otras cosas, por consejo de Della
Chiesa, futuro Benedicto XV. Creado Cardenal por San Pío X. el rey de España,
Alfonso XIII, le impuso la birreta cardenalicia. En enero de 1906, tras volver
de la boda de Alfonso XIII moría en Sevilla. Juan Pablo II, en su visita a
Sevilla el 5 de noviembre de 1982, oró ante su sepulcro, que visitó
expresamente. En 1987, el mismo Juan Pablo II lo proclamó beato.
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